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Philipp Blom

La fractura. Vida y cultura en Occidente, 1918-1938

Traducción de Daniel Najmías

Barcelona, Anagrama, 2016, 616 pp.

 

Esta reseña debería ser breve si obedeciese a este refrán recién acuñado: “A buen divulgador, pocas palabras bastan”, pues ese es el epíteto más preciso para definir a Philipp Blom como escritor: el de un divulgador de la historia occidental. En La fractura. Vida y cultura en Occidente, 1918-1938, inscrita en la mejor tradición del ensayo histórico anglosajón –no olvidemos que Blom se educó en Oxford–, su autor nos proporciona infinidad de datos y curiosidades sobre las dos décadas en las que se centra y, ante todo, pone en orden una serie de términos y personajes clave para entender la sociedad occidental durante el periodo entre las dos guerras mundiales.

Algunos lectores conocerán su ensayo previo Años de vértigo. Cultura y cambio en Occidente, 1900-1914 (Anagrama, 2010), que puede tomarse como la primera parte de este. De hecho, Blom lo menciona en el prólogo, pues la estructura de ambos textos es idéntica: cada capítulo se centra en un año específico del periodo que el autor explora, y de ese año se eligen acontecimientos, personajes e incluso lugares para mostrar el Zeitgeist del momento. El ensayo actual de Blom sigue de algún modo la estela de aquellos volúmenes acerca de la vida privada en Occidente, coordinados por los historiadores franceses Philippe Ariès y Georges Duby, en los que por un momento se dejaban de lado las declaraciones de independencia, firmas de tratados de paz y otros sucesos de la vida política para centrarse en lo que ocurría en la cotidianidad de los ciudadanos.

En La fractura, además, se detecta de inmediato una mayor presencia de los Estados Unidos y de su influencia tanto en la vida cultural como en las costumbres de la época, no tan obvia en su estudio previo dedicado a los primeros catorce años del siglo XX. Como ejemplos de la poética de Blom tenemos al poeta italiano Gabriele D’Annunzio, tomado como hilo conductor del capítulo dedicado al año 1919, donde también se exploran los inicios del fascismo y, cruzando el Atlántico, los conflictos raciales estadounidenses tras la Primera Guerra Mundial. El renacimiento del barrio neoyorquino de Harlem, con su dinámica vida cultural que cristalizó en revistas como The Crisis y Opportunity, es el protagonista del capítulo dedicado a 1922. Por su parte, Metrópolis de Fritz Lang lo es de las páginas que versan sobre 1926, donde también se presta atención al espacio que cobraron los robots en la imaginación popular en las décadas de 1920 y 1930. Todos ellos sirven como acertada metáfora de las corrientes culturales e históricas que atravesaron el momento en cuestión y como punto de partida para comenzar debates y discusiones al respecto.

El prólogo del ensayo contiene la declaración de intenciones de Blom, pues en él afirma que uno de sus temas recurrentes será la relación del hombre con la máquina. También sostiene que la Primera Guerra Mundial no marcó un punto de inflexión en el gran paso hacia la modernidad pues, en su opinión, algunas de sus manifestaciones, como el feminismo, el psicoanálisis o la música atonal, ya estaban asentadas años antes del inicio del conflicto bélico. Estos elementos de modernidad seguirán desarrollándose en las décadas previas a la Segunda Guerra Mundial, años que para Blom no son propiamente “de paz”, sino más bien una continuación de la primera contienda, tal como irá exponiendo a través de este mosaico de personajes y acontecimientos que es La fractura.

Su característico estilo es tan ameno que no resulta difícil estar de acuerdo con las citas de promoción que aparecen en la contraportada elogiando, como hace el Times Literary Supplement, su variedad de voces y el toque coral que imprime a cada episodio. La fractura cautiva también por lo acertado de su estructura y por sus frases e ideas ingeniosas, aunque algunas de ellas, como “bailar agarrado puede ser la mejor vacuna contra la ideología” (refiriéndose al jazz), sean discutibles, pues esta y cualquier otra práctica no están exentas de ideología, sea del tipo que sea. Este es uno de los “peros” que se le pueden poner a Blom en su ambicioso proyecto divulgativo: las pocas oportunidades para profundizar en la terminología que utiliza, si bien es cierto que, como representante de la literatura de divulgación, el libro funciona como puerta abierta a otras lecturas ulteriores. En cada capítulo aparecen un mínimo de tres o cuatro obras, ya sean literarias, visuales o musicales, que despiertan curiosidad en el lector aplicado y le invitan a ampliar sus conocimientos acerca de los años o temas que más lo cautiven.

La Guerra Civil española cuenta con su propio capítulo, el dedicado a 1937, que comparte con las purgas estalinistas. En él, quienes están familiarizados con la contienda española notarán ciertas carencias en el discurso de Blom, pues su bibliografía es escasa y apenas se extiende en figuras como Lorca o en otros sucesos de la intrahistoria que sí detalla en otros episodios, para deleite de los lectores.

En resumen, en el esfuerzo épico de investigación y escritura que ha dado lugar a este ensayo, Blom ha logrado crear una constelación formada por el vasto elenco de personajes y sucesos –algunos de ellos rescatados del olvido por él– que protagonizaron estas dos décadas. Los lectores obtendrán el máximo provecho de estas seiscientas páginas si las emplean como trampolín para otras lecturas sobre este periodo tan rico de la historia y la cultura de Occidente. ~

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