Hay que tener mucho tiempo disponible para leer de cabo a rabo estos dos volĆŗmenes, que juntos suman casi mil pĆ”ginas de letra apretada. Y a ese grado de exigencia cabe achacar que no hayan tenido hasta el momento, al menos fuera de los cĆrculos especializados, el eco que merecen; como sabe cualquier historiador, no hay mejor manera de comprender la sociedad en la que uno vive que conocer bien su pasado. De ahĆ que haya que saludar la iniciativa de la editorial Catarata, que ha publicado simultĆ”neamente estas dos enjundiosas historias polĆticas recurriendo al magisterio de Juan Sisinio PĆ©rez GarzĆ³n, catedrĆ”tico emĆ©rito en la Universidad de Castilla-La Mancha, y de Antonio Rivera, quien dirige el Instituto de Historia Social ValentĆn de Foronda en la Universidad del PaĆs Vasco y es allĆ hoy catedrĆ”tico en activo. Estamos ante dos obras de admirable solidez, escritas con el talento narrativo que caracteriza a sus autores e impulsadas por una ambiciĆ³n divulgativa poco frecuente.
Es interesante que ambos hayan pasado por la polĆtica: mientras que el primero fue consejero de educaciĆ³n en Castilla-La Mancha entre 1987 y 1993 en tiempos de JosĆ© Bono, el segundo fue diputado del Parlamento Vasco por el Partido Socialista de Euskadi ādonde figuraba como independienteā entre 2005 y 2009. No se trata de una cuestiĆ³n anecdĆ³tica, ya que tanto las izquierdas como las derechas nos aparecen aquĆ relatadas por historiadores que han estado adscritos a la izquierda polĆtica. Y aunque el ejercicio de la profesiĆ³n de historiador requiere neutralidad analĆtica, obligado como estĆ” aquel a respetar escrupulosamente los hechos tal como las fuentes permiten acreditarlos, describir la evoluciĆ³n de las fuerzas polĆticas de izquierda y derecha en la EspaƱa moderna āpues no tiene sentido establecer ese antagonismo antes de 1789ā implica de manera inevitable realizar juicios de valor; corresponde al lector juzgar en cada caso si tales juicios estĆ”n bien fundados y son pertinentes.
Dicho esto, hay que saludar con alborozo el planteamiento de estos volĆŗmenes: los dos autores subrayan la heterogeneidad de las izquierdas y derechas espaƱolas, hacen hincapiĆ© en la necesidad de concebir la sociedad como un campo de acciĆ³n definido por un insoslayable pluralismo y resaltan que ambas ideologĆas āla progresista que busca el cambio social para emancipar a todas las personas y la conservadora que postula la necesidad de armonizar la libertad con el orden y el respeto a las tradiciones heredadasā son igualmente respetables como expresiĆ³n de maneras dispares de concebir la vida colectiva. De la misma manera, tampoco existen las famosas ādos EspaƱasā sino que cada momento histĆ³rico alberga diferentes intereses e ideas en constante cambio. Es algo que nuestro presente demuestra a cada paso: quien eche un vistazo a los periĆ³dicos del dĆa se encontrarĆ” con que la socialdemocracia espaƱola defiende la plurinacionalidad confederal y la derecha preconiza la igualdad entre los ciudadanos con independencia de la parte del territorio nacional donde residan. Quien se adentre en estas pĆ”ginas encontrarĆ” algunas claves para comprender este reparto de roles, que resultarĆ” menos chocante cuando se identifican sus raĆces histĆ³ricas: Sisinio GarzĆ³n recuerda que el primer federalismo espaƱol careciĆ³ de exigencias identitarias y se identificĆ³ con la posibilidad de una reforma social emancipatoria de origen cantonal, si bien anarquistas y comunistas se encontrarĆan luego con dificultades para conciliar las demandas de autodeterminaciĆ³n nacionalistas y el internacionalismo que les era propio, mientras que Rivera hace hincapiĆ© en el rechazo que nuestras izquierdas experimentan hacia una idea de la naciĆ³n espaƱola que identifican con el conservadurismo reaccionario. Y lo mismo vale para otros aspectos de la vida polĆtica espaƱola, como las actitudes hacia la Corona (Sisino destaca que el ideario democrĆ”tico adquiere en EspaƱa un tamiz republicano durante las dĆ©cadas centrales del siglo xix) o las propuestas sobre la organizaciĆ³n econĆ³mica del paĆs (el proteccionismo laboral).
No en vano, hacer una historia de las izquierdas y de las derechas equivale a contar la historia moderna de EspaƱa desde un Ć”ngulo particular. Y al revĆ©s: la historia moderna de EspaƱa no se entiende sin el antagonismo y ocasional cooperaciĆ³n entre las derechas y las izquierdas. Desde luego, podrĆa echarse de menos una referencia mĆ”s explĆcita al universo doctrinal del liberalismo, que no se encuentra ni en la izquierda ni en la derecha y, sin embargo, puede permear a las versiones mĆ”s moderadas de ambas. Los autores justifican la oposiciĆ³n izquierda/derecha como una necesidad derivada de la eficacia dialĆ©ctica de la narraciĆ³n, admitiendo que el centro polĆtico queda desdibujado por el camino. Y aunque no estĆ” claro que el liberalismo ocupe ese ācentroā que mediarĆa entre la izquierda y la derecha, tanto GarzĆ³n como Rivera hacen constantes referencias a las versiones mĆ”s liberales de las derechas y las izquierdas espaƱolas. Si hay aquĆ un protagonista transversal y huidizo, es justamente el liberalismo.
De hecho, Sisinio comienza su libro evocando aquel momento āentre 1789 y 1840ā durante el que āser liberal era revolucionarioā, lamentando por cierto que la violencia que caracterizĆ³ la lucha polĆtica entre liberales y absolutistas en aquel periodo dejase como herencia el recurso a la insurrecciĆ³n armada para hacerse con las riendas del Estado por parte de todas las fuerzas polĆticas; empieza asĆ una larga historia de pronunciamientos cuyo Ćŗltimo episodio es elĀ procĆ©sĀ independentista. TambiĆ©n considera como parte de la izquierda a los sectores progresistas del liberalismo que defendieron las libertades entre el Ćŗltimo tercio delĀ xixĀ y el primero delĀ XX, que cuenta entre sus filas con figuras tan prominentes como Pardo BazĆ”n, PĆ©rez GaldĆ³s o ConcepciĆ³n Arenal. Eso no le impide reconocer que la posterior influencia del marxismo y del anarquismo acabĆ³ generando un imaginario maniqueo que alimentĆ³ la idea de que solo la acciĆ³n revolucionaria podrĆa dar la victoria al pueblo; el mismo pueblo en cuyo nombre ālo mismo sucederĆa con la idea de repĆŗblicaā podĆa justificarse cualquier cosa, como demostraron los populismos pioneros liderados por Lerroux y Blasco IbƔƱez.
Rivera encuentra mĆ”s dificultades a la hora de dar unidad a su objeto de estudio; distinguir entre lo conservador, lo reaccionario y lo liberal no siempre es posible en la prĆ”ctica. Definir el conservadurismo como defensa de la continuidad temporal de una comunidad orgĆ”nica que asigna a cada sujeto un lugar en el orden universal nos vale para aquellos movimientos que reaccionaron contra la RevoluciĆ³n francesa, pero casa peor con Margaret Thatcher y Ronald Reagan por mucho que se los adscriba a una ārevoluciĆ³n conservadoraā; conviene recordar que los liberales, como dijo Hayek, no son conservadores. Y no lo son porque aceptan que una sociedad individualista que se organiza econĆ³micamente alrededor del libre mercado producirĆ” un cambio social cuya direcciĆ³n no puede ser dirigida por el poder pĆŗblico. No obstante, el propio Rivera seƱala que los conservadores antirrevolucionarios procedentes del reformismo ilustrado ādonde ubica a Pablo de Olavide y a Jovellanosā presentan unos matices que los tradicionalistas mĆ”s reaccionarios jamĆ”s hubieran podido exhibir.
Cuando Rivera se aproxima a la EspaƱa contemporĆ”nea, los problemas de tipificaciĆ³n reaparecen. Tal como ha seƱalado JosĆ© MarĆa Ruiz Soroa en las pĆ”ginas de Revista de Libros, el autor postula que la preocupaciĆ³n conservadora por la naciĆ³n espaƱola ha conducido a una āderechizaciĆ³n de la polĆticaā durante el Ćŗltimo siglo y medio; es una tesis que tiene como premisa el principio segĆŗn el cual toda forma de nacionalismo o patriotismo es esencialmente reaccionaria. Pero no solo hay en nuestro paĆs un puƱado de fuerzas nacionalistas que se dicen de izquierda, sino que la propia existencia de la naciĆ³n como unidad de redistribuciĆ³n se ha demostrado indispensable en la historia polĆtica moderna y resulta compatible āahĆ estĆ” la ConstituciĆ³n de 1978ā con un nacionalismo polĆtico integrador de la diversidad territorial del paĆs. Bajo este marco, las distintas versiones del nacionalismo espaƱol han corrido distinta suerte: el nacionalismo republicano ha quedado en el olvido y el nacionalismo conservador ha ganado nueva vida con la irrupciĆ³n de Vox en el escenario polĆtico posterior al procĆ©s. Mientras tanto, los nacionalismos etnocĆ©ntricos vasco y catalĆ”n continĆŗan desarrollando sus programas renacionalizadores en el interior de sus comunidades y pese a ello ganan adeptos entre nuestra izquierda.
Sea como fuere, el valor de estas dos obras no reside en su aproximaciĆ³n al Ćŗltimo cuarto de siglo espaƱol, sino en un riguroso trabajo de sĆntesis que permitirĆ” al lector interesado formar su propio juicio acerca de la historia moderna del paĆs y comprender mejor su desconcertante actualidad. ~
(MĆ”laga, 1974) es catedrĆ”tico de ciencia polĆtica en la Universidad de MĆ”laga. Su libro mĆ”s reciente es 'FicciĆ³n fatal. Ensayo sobre VĆ©rtigo' (Taurus, 2024).