Casi por regla, el cómic se entiende como una actividad realizada por un equipo: argumentista, dibujante, entintador, rotulista y colorista. Cinco personas dedicadas a la producción de una historieta. Así sucede tradicionalmente con el cómic de superhéroes, el de las grandes editoriales como Marvel o DC. Por otro lado, existe el cómic de autor que, como su nombre lo indica, suele realizarlo una sola persona; aunque en algunos casos puede intervenir alguna más como apoyo técnico sin que eso le reste el carácter a la pieza final.
También tenemos aquellos en los que dos personas, autor y dibujante, conforman un equipo colaborativo. Estas duplas suelen tener un impacto duradero y trascendente, debido a esa especie de simbiosis que se origina en un equipo tan compacto. Me vienen a la mente Grant Morrison y Frank Quitely en All-Star Superman, Alan Moore y Dave Gibbons en Watchmen, Dave Sim y Gerhard en Cerebus. Pensando en esa impronta perdurable es que elegí dos casos de trabajo colaborativo en dupla –particularmente notorio en el primer caso, dado que el segundo implica a más participantes en la práctica– que resultan significativos por su singularidad y originalidad, incluso por propiciar un poco de disfuncionalidad. Ambos nos recuerdan dos características importantes del cómic como disciplina: que exige la participación activa del lector –quien, al pasar sus ojos por las imágenes yuxtapuestas, se ve en la necesidad de organizarlas para poder descifrar su significado– y ambas, cómo no, provocan asombro. Un asombro que, en su momento, produjo la innovación técnica de la portada de Todd McFarlane para Torment (el número 1 de su Spider-Man de 1990) o también las acuarelas hiperrealistas de Alex Ross para Kingdom Come.
Porno y fetish
En su ensayo autobiográfico Mi padre, el pornógrafo, Chris Offutt narra la alianza entre su padre, el escritor de pornografía Andrew Offutt, y el ilustrador de BDSM (bondage, disciplina, dominación, sumisión, sadismo y masoquismo) Eric Stanton. La historia de los Offutt es interesante en sí misma, pues se sustenta en la monumental inmersión del hijo en los archivos y la biblioteca del padre, quien al fallecer le deja como herencia su escritorio de trabajo, un rifle y ni más ni menos que ochocientos kilos de pornografía: novelas publicadas, manuscritos y la colección personal de revistas y libros de quien algún día sería considerado el “rey de la pornografía escrita del siglo XX”.
Originalmente dueño de una pequeña compañía de seguros de vida, Andrew Offutt encontró una fructífera carrera literaria: primero como autor de novelas de ciencia ficción y fantasía con las que labró un sólido nombre –uno de muchos, pues su trabajo lo firmaba con diversos seudónimos; diecisiete para ser exactos–, para luego dar el salto a la narrativa pornográfica. Autor de cerca de cuatrocientas novelas porno que el hijo ordenó y clasificó por categorías temáticas, en un momento de su vida encontró una veta inexplorada, por lo menos públicamente, al comenzar una colaboración con el ilustrador erótico Eric Stanton. El rey de la pornografía y el rey del fetish unían fuerzas. Offutt firmaba las historias para Stanton con seudónimos como John Cleve –el alias que le trajo más fama en la industria, acaso por construir su propia base de lectores y fans– o Turk Winter. Este trabajo en equipo duró la friolera de veinticinco años, sin embargo, ambos se conocieron personalmente en una sola ocasión en la ciudad de Nueva York.
La conexión de Offutt entre el cómic y la dominación no era nueva para cuando comenzó su colaboración con Stanton. Entre su vasta producción cuenta con una larga saga escrita y dibujada por él: The saga of Valkyria Barbosa. Las aproximadamente cuatro mil páginas repartidas en ciento veinte números, que comenzó a idear siendo un adolescente de catorce años, cuentan historias de mujeres siendo dominadas por otras mujeres. Se trata de una colección realizada entre los años cincuenta y sesenta y que, aparentemente, avergonzaba a su autor, por lo que permaneció inédita y solo fue descubierta por su hijo tras su fallecimiento.
Una de las obras más conocidas del trabajo en conjunto entre ambos artistas es la historia llamada The punished publisher, de 1975, donde Stanton da crédito a Offutt al aclarar: “diálogo por John Cleve”. La historia narra las desventuras de Robert Caswell, heredero de una fortuna que utiliza para comisionar la escritura de un manifiesto feminista a Ann Adams –a la postre, curvilínea y majestuosa, como los personajes femeninos de Stanton–, quien, cansada del acoso de Caswell, decide vengarse con ayuda de otra editora a la que manda llamar para amarrar y torturar al editor, dejándolo en una penosa posición en la que su esposa lo encontrará una vez que regrese de viaje. Por otro lado, Blunder broad es una parodia de Wonder Woman, donde una heroína inepta termina siempre torturada por sus enemigos. Su colaboración se extendió hasta los Stantoons, publicaciones periódicas con historietas eróticas publicadas por Satellite Publishers. En una descripción encontrada en un sitio de venta de publicaciones independientes, se puede leer que “cada número se especializaba en bondage erótico, tortura, violación, humor, transexuales e incluso espionaje”.
El trabajo lo realizaban a través de cartas y llamadas telefónicas. Chris, hijo de Offutt, recuerda la alegría que su padre mostraba durante ese intercambio, un entusiasmo que no solía tener hacia su propia familia, y considera que la naturaleza de esa relación no hace más que resaltar la soledad de su padre. Offutt construyó una fortaleza en las colinas de Kentucky, un lugar alejado donde podía cultivar su afición por la pornografía y su desenfrenada rutina de escritura; encontró una sumisa colaboradora en su esposa, quien estaba encargada de mecanografiar cada una de sus obras. Los hijos aprendieron con prontitud que no debían hacer ruido que distrajera a su prolífico padre, mucho menos acercarse al estudio donde daba rienda suelta a su imaginación de diez a doce horas por día, pues podían desatar su furia. Offutt poseía una inmensa velocidad para escribir: podía completar un libro en el lapso de tres días. Su récord personal eran 94 páginas por día. Tal vez no exista otro escritor, ya sea de literatura high o low brow, que haya logrado algo similar en su carrera. Este ritmo frenético tenía que ver con la situación editorial de entonces, pues los autores no recibían anticipos por sus obras y cobraban a contraentrega.
A fin de cuentas, Offutt incursionó en la pornografía escrita con tal de pagar la ortodoncia de su hijo Chris. Pero, una vez habiéndose subido a ese veloz tren, no se bajó y no abandonó ni su sillón ni su estudio. Al leer las páginas de Mi padre, el pornógrafo, uno no puede evitar imaginar el escenario tal y como un episodio de aquel fascinante programa Acumuladores extremos o como las descripciones que hay sobre la muerte de Hedviga Golik, una mujer croata –cuya historia fue popularizada por la era de internet– que falleció en 1966 mientras miraba la televisión y bebía té, y que no fue encontrada sino hasta 42 años después, momificada. Es decir, convocan un ambiente sombrío, polvoso y desordenado en el que solo el amo y señor de ese feudo conoce su funcionamiento y orden.
Ante esta situación, Chris dejó de estar en su casa para internarse en el bosque. La barrera que su padre había construido para aislarse del mundo lo incluía a él y a sus tres hermanos. El vínculo más estrecho que había conseguido fue con Stanton. Ambos se referían uno al otro como “su mejor amigo” y el 17 de marzo de 1999, el mismo día en que Stanton falleció de un infarto, Offutt sufrió un infarto al miocardio. El vínculo entre ambos parece inusual por la calidez y cercanía; constituye, a su vez, el encuentro entre dos representantes de la erotica norteamericana tan icónicos como solitarios.
Usted podría ser un cyborg
Es conocida la dupla conformada por el chileno Alejandro Jodorowsky y Jean Giraud, Mœbius, que originó una de las bandes dessinées más importantes de la historia, El Incal. Sin embargo, la relación de Jodorowsky con el cómic inició en México con la publicación de Aníbal 5, inusual historieta que el tiempo convirtió en objeto de culto debido a su corta duración –solo se publicaron seis números y uno más se quedó terminado antes de la cancelación del título–, pero sobre todo a su disruptiva forma: una obra de ciencia ficción fársica adelantada a su tiempo, mucho más pensando en el contexto de México y Latinoamérica. La historieta es fruto del trabajo entre Jodorowsky y Manuel Moro, dibujante de Editorial Novaro.
Aníbal 5 es un cyborg que trabaja como agente para la ALAD, Agencia Latinoamericana de Defensa, que opera escondida bajo el nombre público de Agencia Latinoamericana de Deporte. Ahí, Aníbal entrena a jóvenes en una especie de club deportivo, aunque a través de un dispositivo que le ha sido injertado en el lóbulo de la oreja recibe el llamado del jefe supremo. Atendiendo a su llamado, se le explica que el Barón de Sader, el mayor enemigo de la agencia, ha emprendido una operación que pone en peligro al planeta. Con la ayuda de los mejores cirujanos del país, se le equipa con armas al interior del cuerpo con las que pueda combatir a De Sader y al grupo Interterror.
Así, los pies de Aníbal 5 sudan un ácido que, al entrar en contacto con el aire, produce fuego y le permiten correr dejando un rastro que obstaculiza el avance de sus enemigos; además, puede alojar una cápsula explosiva en una muela, posee cámaras de televisión en las pupilas para que su líder pueda dar seguimiento en tiempo real de sus acciones, un micrófono radiotransmisor en la garganta para comunicarse, un fusil en el brazo y cien cápsulas atómicas miniatura en el hombro, entre otras maravillas tecnológicas. Pero no solo eso: al despertar y entrar en acción no podrá recordar quién es, lo cual evita poner en peligro la misión. Así dan inicio las aventuras de Aníbal, quien ha sido elegido debido a su gran condición física. El dibujo del personaje, por cierto, fue diseñado a partir de Jorge Rivero, y las portadas de los primeros cinco números traen fotografías del actor en acción, solo o acompañado de actrices como Maura Monti o Isela Vega. No es hasta el número seis que la portada es dibujada.
En octubre de 1966 aparece en los puestos de revistas el primer número de Aníbal 5 y deja de circular en enero del año siguiente bajo Editorial Temporae, un subsello de Editorial Novaro en el que se publicaban solo historietas mexicanas para adultos como El monje loco y ¡Gracias, doctor! Jodorowsky escribe los guiones, al parecer con total libertad creativa, y es un equipo encabezado por Manuel Moro el que lo elabora. “El Clan”, como es conocido en Novaro, se conforma por Carlos Moro, Eduardo Meza de la Peña –el otrora comediante conocido como Lalo “el Mimo”– y Concepción Arreola. Arreola, apunta el crítico Mauricio Matamoros Durán, es “tal vez una de las primeras historietistas mexicanas”. Su trabajo se puede apreciar en títulos de la editorial como Clásicos ilustrados y Mujeres célebres, entre otros. A los diecisiete años conoce a Manuel Moro y después contrae matrimonio con él. En las filas de “El Clan”, Arreola es la encargada del trazo de los personajes. Es ella quien da forma a Aníbal 5, a partir de fotografías de Jorge Rivero; Moro es quien entinta y deja las páginas en su forma final. Como cada ocho días el equipo debía entregar 32 páginas de historieta, Arreola economiza el trabajo al reducir de seis a dos e incluso un panel por página, lo que hace que el equipo gane tiempo y se dote de fluidez y dinamismo a la historieta.
En las historias, Aníbal 5 se ve rodeado de hermosas mujeres a las que enamora o ante las que cae enamorado él mismo. Para evitar que desarrolle apego o nostalgia, su memoria es reseteada en cada misión. De esa manera no se desvía de su labor para la ALAD. Pero las propuestas en el argumento de Jodorowsky van más allá de estos asuntos: en “El Hombremujer” es transformado en una mujer llamada Delfina, para poder combatir a La Capitana Sara, quien, gracias a un bastón hipnótico y su conocimiento del alma femenina, conforma un ejército de mujeres para encontrar y destruir las instalaciones de la ALAD. Solo así puede infiltrarse y derrotarla. Una historia revolucionaria en su concepción, a tal grado que Jodorowsky y Moro hacen una aparición en ella: viéndose en Valparaíso, entre todas esas mujeres, Jodorowsky exclama: “¡Viva la org!” y es engullido por llamas. “¿Por qué me metes en la historieta para matarme?”, reclama a Moro, que frente a su restirador le explica: “Tus argumentos son tan difíciles que me paso días enteros dibujando mis obras de arte. Permíteme un pequeño desahogo…”
Luego de su cancelación, la historieta logró estatus de culto debido a su corta vida y destino incierto. En 2010, el Museo de Arte Carrillo Gil montó una breve exposición –tanto por su duración, del 1 de septiembre al 31 de octubre, como por su extensión, apenas una sala del museo– centrada en el desarrollo de Jodorowsky en el medio del cómic. Curada por Angélica García, la muestra Gabinete gráfico de Alejandro Jodorowsky reunió material de su carrera en el que se incluía a Aníbal 5, lo que lo hizo visible por primera vez para un público que, en general, desconocía su existencia. Algunos de los ejemplares expuestos ahí fueron prestados por Matamoros Durán, quien, al ver reunido ese cúmulo de material sobre la primera incursión en el cómic de Jodorowsky, decidió que debería compilarse para ser publicado en forma de libro con tal de poner al alcance de los lectores esta escurridiza ópera espacial.
Ya con la venia de Jodorowsky, Matamoros se dedicó a conseguir los números faltantes en su colección para trabajar en un tomo que, sin embargo, le tomó seis años autopublicar. El libro recopilatorio Aníbal 5 fue editado por Samsara Editorial, un esfuerzo del mismo Matamoros y Sergio Santiago Madariaga. Descrita en su portada como una “exhumación hemerográfica de la seminal historieta posmoderna por Alejandro Jodorowsky y Manuel Moro”, esta colección facsimilar permite hojear las páginas en su forma original, un formato mediano, que incluye portada, contraportada, así como las páginas dos y tres de forros. El cuidado y respeto por la edición son destacables, pues permite no solo leer las historias que componen esta breve saga, sino también echar un vistazo a la publicidad y el contexto en el que se desenvolvía. La segunda de foros del primer ejemplar incluye una descripción sobre lo que es Aníbal 5:
¿Es un robot? No: Aníbal 5 no es una máquina que imite a un ser vivo.
¿Es un androide? No: Aníbal 5 no es un ser humano sin padres que haya sido fabricado en un laboratorio.
¿Es un mutante? No: Aníbal 5 no es un ser humano que haya nacido con facultades desconocidas para la especie humana.
Aníbal 5 no es un robot, ni un androide, ni un mutante.
Aníbal 5 es un cyborg. Un cyborg es un ser humano normal, como usted, al que se le han injertado en el cuerpo toda clase de pequeñas máquinas y dispositivos para aumentar sus poderes al infinito.
Una premisa poco ortodoxa que remataba con un lapidario y cada vez menos improbable: “Mañana, gracias a la ciencia moderna, ¡también usted podrá ser un cyborg!” Aníbal 5 es un título imaginativo y arriesgado que propone, en sus historias, aventuras desbordantes. En el libro recopilatorio, Mauricio Matamoros cuenta sobre la cancelación de Aníbal 5 que “aparentemente –según el propio Jodorowsky contó en una entrevista– sus editores se dieron cuenta hasta el número seis de lo que estaban publicando, y decidieron cancelarlo”. El año siguiente, Jodorowsky comienza la publicación de sus tiras semanales Fábulas pánicas en El Heraldo de México, un trabajo definitivamente más conocido que Aníbal 5, pero que sin duda se origina en aquella semilla de su aporte al cómic mundial.
Frágil e improbable
Palabras más, palabras menos, Daniel Clowes explica que lo que hace especial al cómic de autor es su carácter personal, pues el creador está en control de toda su pieza artística, mientras que en otras disciplinas, como el cine, esta pasa por demasiadas manos y demasiados ojos. Una colaboración en el cómic no se reduce a una unión de habilidades, sino a una conjunción de temperamentos; por ello, una obra está supeditada a las obsesiones de sus autores y, como bien demuestran los dos ejemplos expuestos aquí, incluso a sus perversiones. De tal manera, la posibilidad de que el vínculo creativo con alguien más se cristalice parece un acto frágil e improbable. ~