A la distancia, despuรฉs de lo que podrรญa llamarse su primera etapa, creo que este libro es uno de los mรกs censurados de los รบltimos aรฑos. Acumulรณ censuras oficiales y extraoficiales, explรญcitas y tรกcitas, arrogantes y vergonzantes. Sin excluir, desde luego, la mรกs curiosa variedad de acusaciones al autor. El chaparrรณn permitirรก confeccionar una lista de sinรณnimos y palabras afines: inoportuno, indiscreto, deslenguado, frรญvolo, vanidoso, feminoide, agente pagado de la cia, servidor โobjetivoโ de la cia, burguรฉs, pequeรฑoburguรฉs, diplomรกtico mediocre, escritor inexistente.
En Chile careciรณ de permiso la circulaciรณn, eufemismo con que se denomina la censura, comadrona de abortos literarios, hasta el mes de julio de 1978. Antes de esa fecha se leyรณ bajo cuerda, sin excesivo disimulo, y hasta se comentรณ con profusiรณn y con parcialidad en los periรณdicos.
En Cuba no fue necesario prohibirlo. Pertenece a una especie de libros prohibida por definiciรณn, contaminada por una forma de inexistencia. Allรก se ha llegado al extremo de editar para cubrir las apariencias internacionales, como en el caso de Paradiso, de Josรฉ Lezama Lima, y de Fuera de juego, de Heberto Padilla, pero esos libros nunca tuvieron una circulaciรณn normal. Algo semejante ocurriรณ en una รฉpoca en la Uniรณn Soviรฉtica. Por ejemplo, con los cuentos de Isaak Bรกbel, editados en diez mil ejemplares y agotados en pocos minutos.
La reacciรณn de los editores occidentales tuvo aspectos interesantes. Uno de ellos, muy conocido en Alemania Federal, rechazรณ el libro antes de recibirlo. Fue un rechazo de una celeridad insรณlita. El editor, oportunamente, habรญa sido informado de que la publicaciรณn serรญa โinoportunaโ. Sus exploradores barceloneses, sus โscoutsโ, para utilizar la terminologรญa de la profesiรณn, estaban haciendo mรฉritos. En esa fase final de 1973, solo era lรญcito hablar de la represiรณn en Chile. Todo intento de comprender lo que habรญa sucedido, a partir de antecedentes mรกs complejos y mรกs completos, provocaba irritaciรณn en las buenas conciencias. Se practicaba, con bombos y platillos, la indignaciรณn unilateral: moral hemiplรฉjica, paralizada del costado izquierdo.
Para ser justo, debo reconocer que la censura fue ejercida primero por el propio autor, es decir, por mรญ mismo. No escapรฉ del mecanismo infernal de la autocensura y no me sorprendรญ con los innumerables censores que me salieron al paso. Aplicaban la misma medicina que yo habรญa aplicado en el pasado, como neรณfito de la izquierda, al testimonio de Andrรฉ Gide, en su regreso de la urss, o al de Guillermo Cabrera Infante, en sus despedidas habaneras. Mi libro, en consecuencia, pertenece al gรฉnero confesional en el sentido mรกs estricto de la palabra: acto de confesiรณn y acto de contriciรณn.
Escrito a la salida de Cuba, entre abril de 1971 y abril de 1972, en el primer aรฑo del gobierno de Salvador Allende, despuรฉs de cumplir a tropezones la misiรณn de abrir la embajada de Chile en La Habana, mientras desempeรฑaba en Parรญs, junto a Pablo Neruda, poeta y embajador momentรกneo, el cargo de ministro consejero, el libro permaneciรณ guardado bajo siete llaves hasta mediados de 1973, fecha en que tomรฉ la decisiรณn de publicarlo. La decisiรณn implicaba en ese instante, cuando aรบn no se habรญa producido el desenlace final del allendismo, el alejamiento definitivo de la โcarreraโ, en cuyo paraguas protector y a la vez, para desengaรฑo de incautos, tirรกnico, me habรญa podido refugiar durante diecisiete aรฑos.
Pasรฉ entonces el texto a mรกquina, puesto que lo habรญa escrito a mano, con rotuladores gruesos, en grandes cuadernos de dibujo, y suprimรญ pรกginas que me parecieron excesivamente personales. Suprimรญ, sobre todo, pasajes demasiado conflictivos en esos dรญas de crisis chilena, o comprometedores para personas que continuaban viviendo en Cuba.
Aprendรญ en carne propia que la literatura, el periodismo literario, la ediciรณn, la cรกtedra, los cafรฉs de la ribera izquierda del Sena y las capitales de Amรฉrica Latina son verdaderos nidos de censores, de soplones vocacionales, de hombres de cabezas cuadradas, que solo saben intercambiar esquemas, ideas recibidas, naipes sobajados y marcados. Esclavos de la consigna, como dijo antaรฑo, con su lucidez habitual, Vicente Huidobro.
Entrego Persona non grata, entonces, en su versiรณn original y definitiva, libre de los estragos de mi propia censura y de la ajena. Lo entrego dispuesto a observar cรณmo se acomoda con su destino, pero a observarlo, esta vez, desde la distancia, libre de temores y ansiedades, como si se tratara de la obra de otra persona, o del caso de otro que yo he tratado de narrar a mi particular manera. ~
(Santiago de Chile, 1931 - Madrid, 2023) fue escritor y diplomรกtico.