El Diccionario de la Academia francesa definĆa en su primera ediciĆ³n de 1694 el consommĆ© como un caldo suculento de carne cocinada al extremo. La palabra consommĆ© tenĆa otra acepciĆ³n en el diccionario: significaba āperfectoā y se asociaba con el verbo āconsumarā, es decir, concluir un acto en forma perfecta. AsĆ se explicaba que āDios consumĆ³ en seis dĆas la obra de la creaciĆ³nā. Consumar referĆa a un plano divino de la vida humana. El sustantivo para expresarlo era el de āconsumaciĆ³nā, sinĆ³nimo de finalizaciĆ³n como āperfecciĆ³nā. La entrada āconsumaciĆ³nā en el diccionario actual de la Real Academia EspaƱola indica āextinciĆ³n, acabamiento totalā y āel fin del mundoā o āconsumaciĆ³n de los siglosā, sentidos escatolĆ³gicos ya presentes en la primera ediciĆ³n de 1729 ādonde se incluĆa ademĆ”s el de āperfecciĆ³n Ćŗltimaā y āconsumaciĆ³n del matrimonioāā que retomaba las acepciones del diccionario francĆ©s. Por supuesto en aquel diccionario de la monarquĆa hispĆ”nica no se mencionaba el consommĆ©, pero sĆ habĆa una referencia alimenticia en el verbo de la misma raĆz āconsumirā, al que se definĆa como āreducir a nada una cosaā y, en la misa, a la ingesta ācon el pan y el vinoā del cuerpo y la sangre de Cristo. El bicentenario del acta de la independencia mexicana de 1821 representa una oportunidad para pensar su historia, devorada por la consumaciĆ³n.
Toda naciĆ³n necesita mitos como condiciĆ³n de su existencia. Para el filĆ³sofo alemĆ”n Hans Blumenberg la fuerza del mito reside en su inconsistencia: lo incomprensible se vuelve evidente con la reiteraciĆ³n de imĆ”genes, cronologĆas y referencias primarias. Blumenberg llama a esta operaciĆ³n āprefiguraciĆ³nā: la creaciĆ³n de un horizonte de familiaridad que otorga un sentido al pasado en funciĆ³n del presente, sin necesidad de probarlo. El mito se alimenta del sinsentido histĆ³rico: los tiempos se mezclan; los actores, humanos e imperfectos, se vuelven hĆ©roes sacrosantos; el futuro, incierto, puede preverse. La consumaciĆ³n forma parte del mito de la naciĆ³n a travĆ©s de una Ćŗnica narrativa sobre la independencia como proceso inexorable: 1810 anticipa 1821, 1821 concluye 1810. Dos momentos fusionados en septiembre, cuando se conmemore el grito de Independencia, la entrada del EjĆ©rcito Trigarante a MĆ©xico, la promulgaciĆ³n del acta y el nacimiento de Morelos como parte de las celebraciones oficiales por el bicentenario de la consumaciĆ³n.
La palabra āconsumaciĆ³nā no aparece en los documentos de la independencia de MĆ©xico, por lo menos hasta fines de la dĆ©cada de 1820. Sin embargo, el verbo āconsumarā sĆ se utilizaba para mostrar 1821 como fin del camino iniciado en 1810. Los primeros en construirlo fueron los mismos contemporĆ”neos que, de una forma u otra, actuaban en lo que ellos llaman la ārevoluciĆ³nā y que desde temprano convertirĆan en sinĆ³nimo de la independencia. En su Bosquejo ligerĆsimo de la revoluciĆ³n de MĆ©xico (1822), Vicente Rocafuerte afirmaba: āla masa del pueblo al tiempo de acompaƱar al grito de Hidalgo, se puede decir que lo hizo por un movimiento natural, por un secreto instinto de independencia…ā. Para el guayaquileƱo, con el grito de Dolores se iniciaba āel curso de la revoluciĆ³n mexicanaā: el de las āesperanzas de la Independencia de MĆ©xicoā.
La misma acta de 1821 daba cuenta de la independencia como un movimiento natural: āLa NaciĆ³n Mexicana que por trescientos aƱos ni ha tenido voluntad propia, ni libre el uso de la voz, sale hoy de la opresiĆ³n en que ha vivido. Los heroicos esfuerzos de sus hijos han sido coronados; y estĆ” consumada la empresa, eternamente memorable…ā Bajo la Ć©gida de la consumaciĆ³n, la independencia se volvĆa inevitable. En su carta al gobierno espaƱol tras la firma de los Tratados de CĆ³rdoba en agosto de 1821, el enviado Juan OāDonojĆŗ sostenĆa: āLa Independencia ya era indefectible, sin que hubiese fuerza en el mundo capaz de contrarrestarla.ā Carlos MarĆa de Bustamante, que habĆa acompaƱado a Morelos en el Congreso de Chilpancingo y redactado el acta de independencia de la AmĆ©rica Septentrional en 1813 comparĆ”ndose con Jefferson, seƱalaba en su Cuadro HistĆ³rico de la revoluciĆ³n de la AmĆ©rica Mexicana (publicado a partir de 1821): āAgradezcamos a OāDonojĆŗ su energĆa para consumar la obra de nuestra independencia…ā
La idea de la independencia como proceso iniciado en 1810 y consumado en 1821 contradecĆa la historia reciente de diez aƱos de guerras en Nueva EspaƱa entre distintos grupos de insurgentes que habĆan ensayado diferentes formas de independencia. Iturbide, coronel del regimiento de milicias de infanterĆa de Celaya, habĆa combatido a los insurgentes hasta 1816, cuando fue removido por el virrey FĆ©lix MarĆa Calleja por denuncias de malversaciĆ³n de fondos. En noviembre de 1820 regresĆ³ a la actividad militar designado comandante general del sur por el virrey Juan Ruiz de Apodaca āquien tras el levantamiento liberal en EspaƱa en 1820 debiĆ³ restablecer la ConstituciĆ³n de CĆ”diz en el virreinatoā. La misiĆ³n de Iturbide consistĆa en luchar contra los focos insurgentes camino a Acapulco. Tres meses despuĆ©s, en febrero de 1821, Iturbide proclamĆ³ el Plan de Iguala, constituyĆ³ junto a los insurgentes a quienes iba a combatir āentre ellos Vicente Guerreroā el EjĆ©rcito de las Tres GarantĆas para la conservaciĆ³n de la religiĆ³n catĆ³lica, la uniĆ³n entre espaƱoles y americanos y la independencia de la Nueva EspaƱa bajo una forma de monarquĆa moderada con el rey Fernando VII como emperador u otro miembro de la familia real espaƱola. ĀæCĆ³mo explicar lo ocurrido durante esos tres meses? No existen pruebas sobre el āabrazo de Acatempanā entre Iturbide y Guerrero ni sobre sus comunicaciones, mĆ”s allĆ” de sus cartas. A diferencia de la historia, el mito no necesita documentos: en gran parte se construye a partir del secreto y del rumor.
Como seƱala el historiador Rodrigo Moreno, hasta el Plan de Iguala, Iturbide no mencionaba la independencia. ComenzarĆa a referirse a ella a partir del Plan, buscando disociarla de la revoluciĆ³n contra los espaƱoles iniciada por Hidalgo en 1810. En el Plan de Iguala manifestaba su oposiciĆ³n a Hidalgo cuando seƱalaba que la AmĆ©rica era igual a EspaƱa (āla rama es igual al troncoā). Si bien Iturbide reconocĆa que la independencia āresonĆ³ en el pueblo de los Dolores en el aƱo de 1810ā aclaraba que provocĆ³ ādesgraciasā por āel desorden, abandono y otra multitud de viciosā. Contra esta revoluciĆ³n de 1810 que describĆa como tumultuaria, bĆ”rbara y anĆ”rquica, reclamaba āvigilancia y horror a cualquier movimiento turbulentoā. El militar era mĆ”s explĆcito cuando el mismo dĆa de la proclama de Iguala le escribĆa a āvuestra Excelenciaā el virrey Apodaca para que adoptase el Plan como forma de āparalizar los proyectos de rebeliĆ³n desastrosaā a la que asociaba tanto con los āciegos partidarios de la democraciaā como con los del āpartido liberal frenĆ©ticoā.
Iturbide y los insurgentes coincidĆan en que 1810 constituĆa el antecedente ānegativo en el primero, positivo en los segundosā del acta de independencia de 1821. Se trataba de un antecedente problemĆ”tico: si existieron gritos en Dolores, ninguno habĆa sido por la independencia. SegĆŗn explica Carlos HerrejĆ³n, autor de la principal biografĆa sobre Hidalgo, los testimonios contemporĆ”neos de 1810 informaban que se exclamĆ³ Viva la AmĆ©rica, viva Fernando VII, viva la religiĆ³n y mueran los gachupines, o Ā”Viva nuestra madre santĆsima de Guadalupe!, Ā”viva Fernando VII y muera el mal gobierno! Las fuentes disponibles no permiten constatar que en 1810 Hidalgo haya hablado de independencia. Su levantamiento es menos inteligible desde 1821 ānadie podĆa ni puede anticipar el futuroā que desde el contexto de crisis de legitimidad de la monarquĆa hispĆ”nica por las abdicaciones reales a favor de NapoleĆ³n en 1808. Esta crisis y el temor a una revoluciĆ³n francesa en la AmĆ©rica catĆ³lica por el ateĆsmo polĆtico personificado en NapoleĆ³n explican, entre otras razones, por quĆ© Hidalgo no mencionaba la independencia. Por el contrario, buscaba la redefiniciĆ³n de los tĆ©rminos de la dependencia de los dominios americanos del rey ante la pĆ©rdida de la penĆnsula ibĆ©rica por el avance francĆ©s. Aquella bĆŗsqueda significaba toda una revoluciĆ³n porque implicaba el fin del tributo indĆgena y la organizaciĆ³n de un gobierno catĆ³lico de americanos sin participaciĆ³n de espaƱoles. La movilizaciĆ³n de Hidalgo puede tambiĆ©n inscribirse en una historia de mediano plazo atravesada por rebeliones populares āya sea en Nueva EspaƱa o en la AmĆ©rica meridionalā en nombre del rey y de la religiĆ³n contra la opresiĆ³n y el mal gobierno identificado con los funcionarios reales, quienes durante la segunda mitad del siglo XVIII intentaron implementar las reformas de los Borbones en la monarquĆa.
Desde el fusilamiento de Hidalgo en 1811 los mismos insurgentes hicieron del levantamiento de Dolores el comienzo de la independencia. En los Elementos constitucionales, Ignacio LĆ³pez RayĆ³n proclamaba en 1812 āreconociendo que la soberanĆa del pueblo residĆa en el rey Fernando VIIā la āindependencia de la AmĆ©ricaā y fijaba el 16 de septiembre como su dĆa. Morelos lo continuaba en 1813 cuando en los Sentimientos de la NaciĆ³n sostenĆa que āse solemnice el dĆa 16 de septiembre todos los aƱos, como el dĆa aniversario en que se levantĆ³ la voz de la Independenciaā por el āgrande hĆ©roeā Hidalgo. Comenzaba a crearse el mito de la independencia. Tras su ejecuciĆ³n, Morelos acompaƱarĆa a Hidalgo como hĆ©roe de la independencia. La conversiĆ³n de los dos curas en mĆ”rtires se inscribĆa en la cultura mesiĆ”nica de la insurgencia popular estudiada por Eric Van Young en la cual la insurrecciĆ³n en MĆ©xico podĆa asimilarse a la liberaciĆ³n de los israelitas de la dominaciĆ³n del faraĆ³n. En 1823, el cura de Huaniqueo Francisco ArgĆ”ndar āquien serĆa diputado en el Congreso de AnĆ”huac en 1814 y en el Congreso nacional de 1822ā comparaba a los āhĆ©roes ilustresā de 1810 con los macabeos, y a Hidalgo con MoisĆ©s: uno habĆa libertado a los mexicanos, el otro a los judĆos. MĆ”s de medio siglo antes āsegĆŗn reconstruye David Brading en su anĆ”lisis del debate historiogrĆ”fico sobre el milagro guadalupano como forma de nacionalismo mexicanoā, un jesuita equiparaba al indio Juan Diego con MoisĆ©s, y a la apariciĆ³n de la Virgen de Guadalupe en el cerro del Tepeyac con la revelaciĆ³n de Dios en el monte SinaĆ.
Si en el relato de la consumaciĆ³n Hidalgo y Morelos eran los hĆ©roes sacrificados por la independencia de la patria, Iturbide ocuparĆa el lugar del antihĆ©roe. Tras haber logrado la declaraciĆ³n de independencia en 1821, el primer jefe del EjĆ©rcito Trigarante fue nombrado emperador del Imperio Mexicano en mayo de 1822 por el Congreso nacional. Cinco meses despuĆ©s lo disolverĆa. Desde entonces, los antiguos insurgentes que lo habĆan primero combatido y luego apoyado, lo convertirĆan en el principal enemigo de la independencia que imaginaban retrospectivamente como una lucha iniciada hacĆa mĆ”s de diez aƱos. Rocafuerte describĆa a Iturbide como un tirano āsanguinario, ambicioso, hipĆ³crita, traidorā. A partir de una adaptaciĆ³n de la obra CatĆ³n. Una tragedia de Joseph Addison (1713) ādifundida durante la revoluciĆ³n en Estados Unidosā, exclamaba: āĀ”Oh, mexicanos! ĀæNo habrĆ” en el cielo una maldiciĆ³n secreta, no despedirĆ” la bĆ³veda etĆ©rea algĆŗn rayo de muerte que con implacable furor aniquile el malvado que labra su fortuna sobre las ruinas de su patria?ā En su Memoria polĆtico-instructiva (publicada en Filadelfia en 1821), Servando Teresa de Mier, quien se incorporarĆa al Congreso como diputado por Monterrey, buscaba ācitando a Thomas Paine y al Antiguo Testamentoā disociar a Iturbide de la independencia a travĆ©s de una historia republicana, americana, cristiana y prehispĆ”nica de la Nueva EspaƱa donde el Imperio funcionaba como contraejemplo de una libertad mexicana solo posible con la repĆŗblica.
Para Rocafuerte y Mier, Iturbide y el Imperio representaban una fisura o imperfecciĆ³n en la consumaciĆ³n de la independencia. Pero el acta de septiembre de 1821 constituĆa una declaraciĆ³n de independencia entre otras posibles que se habĆan ensayado desde la crisis de la monarquĆa. El objetivo de Iturbide no consistĆa en consumar una obra incierta sino, por un lado, terminar una revoluciĆ³n que miraba con horror y, por el otro, dar respuestas al nuevo escenario constitucional de la monarquĆa. Su proyecto no distaba demasiado del reciĆ©n creado e independizado Imperio del Brasil, e incluso de los experimentos constitucionales de centralizaciĆ³n polĆtica en AmĆ©rica del Sur bajo formas de monarquĆas limitadas o de repĆŗblicas con presidentes extremadamente fuertes āy hasta vitalicios, como proponĆa BolĆvar en 1826ā. A lo largo de la historia de las conmemoraciones de la independencia mexicana, los distintos gobiernos intentarĆan maquillar las fisuras del mito de la consumaciĆ³n privilegiando acontecimientos y actores y descartando otros: en 1910, para la conmemoraciĆ³n del centenario del grito de Dolores, Porfirio DĆaz subordinarĆa el levantamiento insurgente a la entrada del EjĆ©rcito Trigarante a MĆ©xico. En 1921, tras la RevoluciĆ³n, Ćlvaro ObregĆ³n exaltarĆa la figura de los primeros insurgentes y de Vicente Guerrero frente a la de Iturbide.
La idea de āconsumaciĆ³n de la independenciaā fija el pasado como un bloque estanco y remite a preguntas que, repetidas una y otra vez, obturan la posibilidad de pensar la historia: ĀæQuiĆ©n fue el consumador de la independencia? ĀæQuiĆ©nes fueron sus autores? ĀæIturbide traicionĆ³ a Hidalgo y Morelos? La lista podrĆa continuar. Se trata de indagaciones estĆ©riles: sus respuestas no dependen de la exploraciĆ³n del pasado sino del mito que se alimenta con ellas. Desnaturalizar el mito de la consumaciĆ³n representa una condiciĆ³n para darle a la independencia su entidad como problema histĆ³rico. Este problema implicarĆa no solo indagar las distintas maneras en que se concibiĆ³ la independencia y las disputas entre los mismos insurgentes sobre la conveniencia de declararlas, sino tambiĆ©n interrogarse sobre el sujeto polĆtico capaz de independizarse. En el mito de la consumaciĆ³n, ese sujeto polĆtico ya estĆ” determinado: la naciĆ³n mexicana. En la historia de la independencia, no es evidente. El bicentenario del acta de 1821 desafĆa a interrogarse quĆ© significa ser una naciĆ³n a partir de las fisuras y conflictos del pasado y del presente.
El consommĆ© fue introducido en EspaƱa por los franceses cuando la invadieron en 1808 y provocaron la primera guerra de independencia en el mundo hispĆ”nico. No existĆa una sola receta de este platillo popular: el cĆ©lebre cocinero francĆ©s Auguste Escoffier incluyĆ³ decenas de estos caldos en su GuĆa culinaria de 1903, entre ellas, algunas con nombres espaƱoles. Como el consommĆ©, la independencia mexicana remite a una historia diversa y problemĆ”tica que desborda la del mito de la consumaciĆ³n. ~