La vista desde Bruselas

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Ni las movilizaciones, ni los lazos amarillos, ni el 155, ni las redes sociales, ni las fake news, ni los bots, ni la falta de diรกlogo, ni las acusaciones, ni las protestas, ni la fractura polรญtica, ni las divisiones familiares, ni el referรฉndum, ni las detenciones, ni la incompetencia, ni, casi apurando, las fugas a otros paรญses. El hecho diferencial, el elemento mรกs singular, importante y decisivo del procรฉs, tal y como se ha visto en los รบltimos meses, ha sido, es y tendrรก todavรญa que ser la Uniรณn Europea. La UE como sรญmbolo y como representaciรณn, como club, como restricciรณn, como correa de transmisiรณn, como pasado y presente, como garante, como vigilante, como moderadora mรกs que mediadora: Europa como lรญmite.

No es sexy, atractiva, emocionante o estimulante. Es un marco mรกs bien gris, a menudo aburrido, que irrita mucho mรกs de lo que apasiona. Pero la pertenencia a la comunidad europea, sus normas, sus informes, sus procesos, mรกs todavรญa que la sintonรญa con sus valores e incluso sus instituciones, es lo que ha evitado el descontrol. La que ha impedido una escalada interna y externa. Y es algo que por la frustraciรณn de unos y otros, entre la rabia contra Juncker en los discursos y pancartas separatistas y la furia contra los tribunales germanos en los despachos madrileรฑos, se pasa demasiado fรกcilmente por alto.

La UE es la que ha delimitado la esfera del conflicto y aportado contexto. Ha desmontado una por una a base de cifras, estudios y comparaciones todas las acusaciones apocalรญpticas independentistas. Por cada artรญculo sobre el peor sistema judicial del planeta, una evaluaciรณn europea. Tras cada denuncia de opresiรณn, una defensa potente de Espaรฑa como democracia consolidada y Estado de derecho por parte de sus iguales.

Pero ha sido tambiรฉn la UE la que una y otra vez le ha dicho, directa e indirectamente, a Moncloa que debรญa sentarse a hablar. Que la Constituciรณn es sagrada, pero la violencia un recurso inaceptable. Que lo ocurrido el 1 de octubre, por mucho que se presentara como, e incluso que fuera, una actuaciรณn policial reglamentaria, no podรญa repetirse. Que las actuaciones contra los dirigentes polรญticos no se veรญan bien ni se comprendรญan. Que la negociaciรณn es imperiosa.

Bruselas, como capital simbรณlica y como lugar fรญsico por el que todo y todos pasan, ha sido uno de los centros clave del debate polรญtico espaรฑol en esa รบltima etapa del procรฉs. Aquรญ mandaba Carles Puigdemont cada pocas semanas a Raรผl Romeva a contar, con razonable รฉxito, a periodistas, eurodiputados e integrantes perifรฉricos de la โ€œeuroburbujaโ€ su versiรณn de los hechos. Aquรญ los eurodiputados independentistas han hecho un esfuerzo extraordinario para tejer alianzas, detectar entornos propicios y seรฑalar debilidades. Aquรญ se escaparon el propio expresident y sus consejeros Comรญn, Serrer, Ponsatรญ y Puig. Aquรญ es donde la diplomacia espaรฑola tuvo que hacer horas extra para buscar el apoyo de sus colegas comunitarios, declaraciones lo mรกs contundentes posibles y hasta lidiar con una crisis polรญtica grave dentro del Ejecutivo belga.

Aquรญ es donde los tribunales locales convirtieron la euroorden en un tรฉrmino de uso cotidiano, algo que solo ocurre en las peores situaciones, como los precedentes del Euribor, la prima de riesgo o los rescates financieros nos recuerdan.

Es en Bruselas donde decenas de miles de catalanes se manifestaron en diciembre pidiendo la libertad de sus exdirigentes. Es donde los primeros ministros de toda Europa, literalmente, han sido perseguidos para que se pronunciaran sobre la situaciรณn polรญtica espaรฑola a su llegada a los consejos europeos.

Simultรกneamente, esta crisis ha puesto de manifiesto algunas de las debilidades del proyecto. Una ue que muestra, pero que no resuelve. Increรญblemente eficaz a la hora de recopilar informaciรณn, producir material tรฉcnico y mostrar estadรญsticas pero extremadamente tรญmida y evasiva cuando tiene que bajar a la arena. Con las intuiciones, los mecanismos y las dinรกmicas correctas, pero atenazada por sus divisiones, sus miedos y sus facciones. Valiente en sus planteamientos sobre el papel, pero demasiado cohibida por las heridas abiertas y las dolorosas cicatrices en la piel de sus socios.

Desde hace tiempo, los independentistas catalanes usan todas las armas y recursos a su disposiciรณn para presentar a Espaรฑa como un Estado iliberal, en la lรญnea de la Hungrรญa de Viktor Orbรกn y la Polonia de Jaroslaw Kaczyล„ski. Un paรญs rancio, autoritario, no ya heredero del franquismo sino todavรญa franquista. Un lugar donde no hay separaciรณn de poderes, no se respetan las libertades mรกs bรกsicas, hay persecuciรณn y presos polรญticos. Un territorio alejado de Europa, en contraposiciรณn a Cataluรฑa. Un paรญs gobernado por mรฉtodos, dicen, incompatibles con la modernidad. Donde los derechos fundamentales de millones de ciudadanos estรกn siendo violados. Incluso, en algo que sonroja, donde se โ€œusรณ un nivel de fuerza nunca antes vistoโ€, en referencia a las cargas policiales del 1 de octubre.

El decoro y la verdad nunca han fijado las reglas del combate polรญtico. La mentira, la exageraciรณn, los silencios y las puรฑaladas forman parte del juego, pero ha llamado mucho la atenciรณn que en pleno 2018 y con un acceso a la informaciรณn inmediato haya tanta gente en Europa que pueda creer ese relato. Que acepte todo un paquete hostil no por mala fe, o por agenda polรญtica (que tambiรฉn), sino porque el relato romรกntico de libertad contra la opresiรณn cala y se ajusta como un guante a los prejuicios, los estereotipos, la ideologรญa o los recuerdos de juventud. A la imagen y la historia de Espaรฑa.

El economista Jรผrgen B. Donges, buen conocedor de nuestro paรญs, conservador y claramente posicionado contra el independentismo, ha descrito cรณmo en Alemania las reivindicaciones de estos meses habรญan encontrado campo fรฉrtil.

En cierto modo, el comportamiento de la ministra de justicia y algunos diputados estรก en lรญnea con la percepciรณn del problema catalรกn que tiene una gran parte de la poblaciรณn alemana. Nuestros medios de comunicaciรณn, con contadas excepciones, han venido diseminando el relato completo de los independentistas: que Espaรฑa no quiere a los catalanes, que los expolia fiscalmente, que los expone a una justicia central politizada y dependiente del gobierno, que no quiere dialogar con ellos, y numerosos agravios mรกs. Muchรญsimos alemanes, incluidos intelectuales distinguidos, se lo creen. Casi todos los corresponsales de la prensa, radio y televisiรณn alemanas acreditados en Espaรฑa tambiรฉn han comprado este relato y se han tragado todas las mentiras y tergiversaciones histรณricas que contiene; se conoce que no leen la prensa espaรฑola pertinente. Hay que reconocer que la propaganda de los soberanistas ha sido y sigue siendo muy eficaz. Y hay que preguntarle al gobierno de Espaรฑa por quรฉ no se involucra con determinaciรณn, a nivel internacional y en la propia Cataluรฑa, en una polรญtica de comunicaciรณn rigurosamente razonada para contrarrestar esa nefasta propaganda.

Espaรฑa perdiรณ los primeros asaltos por incomparecencia. Soberbio, con un planteamiento propio de otra era, el Gobierno y su servicio exterior consideraron mรกs que suficiente la labor diplomรกtica entre cancillerรญas, con discreciรณn. Y el golpe, del que todavรญa no nos hemos recuperado, fue demoledor. Afortunadamente, ahรญ es donde las instituciones europeas, a pesar de ellas mismas en ocasiones, han desempeรฑado un papel decisivo, determinante. La Comisiรณn, como guardiana de los tratados. El Parlamento Europeo, como representante de la soberanรญa y voz de los electores. El Consejo Europeo, como voz รบnica (es un decir) de los veintiocho. Las instituciones llegaron tarde, de forma tรญmida y tras un montรณn de pasos inciertos, errores llamativos de polรญticos consumados que sabรญan o debรญan saber que su tibieza y ambigรผedad iba a ser usada sin rubor en un enfrentamiento polarizado. Pero cuando llegaron, el mensaje fue indiscutible. El equipo del presidente dijo el dรญa 2 de octubre:

Segรบn la Constituciรณn espaรฑola, el voto de ayer en Cataluรฑa no fue legal. Para la Comisiรณn Europea, como Juncker ha reiterado repetidamente, es un asunto interno de Espaรฑa que debe ser gestionado de forma acorde al orden constitucional. Tambiรฉn reiteramos la posiciรณn legal mantenida por esta Comisiรณn y sus predecesoras: si un referรฉndum fuera organizado de acuerdo a la Constituciรณn [y saliera un โ€œSรญโ€] implicarรญa que el territorio que se fuera quedarรญa fuera de la UE [โ€ฆ] Mรกs allรก de los aspectos puramente legales, son tiempos de unidad y estabilidad, no para la divisiรณn y la fragmentaciรณn. Apelamos a todos los actores relevantes para que se muevan desde la confrontaciรณn al diรกlogo. La violencia no puede ser nunca un instrumento en polรญtica.

 

โ€œLa violencia no arregla nada en polรญtica, nunca es una respuesta ni una soluciรณn. No puede ser usada como arma o instrumento. Nadie quiere ver violencia en sus sociedades. Sin embargo, es el deber de todo Gobierno mantener el Estado de derecho y eso a veces requiere el uso proporcionado de la fuerzaโ€, dijo dos dรญas despuรฉs, ante el pleno de la Eurocรกmara, el vicepresidente Frans Timmermans.

Apenas una semana mรกs tarde, Donald Tusk, el coordinador de los lรญderes, entrรณ en escena. โ€œSon tiempos extraordinarios para Cataluรฑa y Espaรฑa. Por eso, permรญtanme enviar un mensaje al presidente de la Generalitat de Cataluรฑa, el seรฑor Carles Puigdemont, poco antes de su discursoโ€, dijo precisamente ante el Comitรฉ de las Regiones, intentando en vano impedir lo que acabรณ pasando. โ€œLe pido no solo como presidente del Consejo Europeo, sino tambiรฉn como firme creyente en la UE, en la uniรณn en la diversidad, como miembro de una minorรญa รฉtnica y un regionalista, como un hombre que sabe lo que es ser golpeado por las porras de la policรญa. Como alguien que entiende los argumentos y emociones de los dos lados. Hace unos dรญas le pedรญ a Mariano Rajoy que buscara soluciones sin el uso de la fuerza. Que buscara diรกlogo, porque la fuerza de los argumentos es mejor que los argumentos de la fuerza. Hoy, le pido que respete en sus intenciones el orden constitucional y no anuncie una decisiรณn que haga imposible el diรกlogoโ€, dijo entre ovaciones.

โ€œEl imperio de la ley es la columna vertebral de las sociedades modernas y plurales y de las democracias constitucionales. Respetar el imperio de la ley y los lรญmites que impone en esos gobiernos no es una elecciรณn sino una obligaciรณn.โ€ Es la postura de Antonio Tajani, presidente de la Eurocรกmara y, como los otros dos, miembro del Partido Popular Europeo.

Espaรฑa entrรณ en 1986 como miembro de pleno derecho de la Uniรณn Europea y consolidรณ su estatus en la otan. Se ha convertido en una pieza importante, en un actor principal como cuarta economรญa de la zona euro. Estรก perfectamente integrada en los organigramas, en el sistema econรณmico y diplomรกtico, en el deportivo, en el turรญstico o el cultural. La Espaรฑa de los cincuenta, sesenta y setenta es un recuerdo lejano. La realidad es completamente otra y tras la Transiciรณn, vista con admiraciรณn en el continente, y el โ€œmilagro econรณmicoโ€ que permitiรณ la convergencia y la entrada en el euro, Espaรฑa es en muchas cosas una referencia.

Sin embargo, para un nรบmero no despreciable de europeos, de dirigentes e incluso de gobiernos, eso tiene un valor relativo. Segรบn la รบltima oleada del Barรณmetro del Real Instituto Elcano sobre la imagen de Espaรฑa en el exterior, de hace un aรฑo, โ€œEn Alemania, Reino Unido y Francia, los paรญses cuyos ciudadanos son los que con mรกs frecuencia visitan Espaรฑa como turistas, el paรญs aparece asociado bรกsicamente a los elementos que componen su atractivo turรญstico: sol, playas, ciudades, fiesta, paella, etc., aunque los toros tambiรฉn se mencionan.โ€ Nada de polรญtica, de liderazgo, solo clichรฉs.

Los espaรฑoles estamos obsesionados con ello. Cada maรฑana miramos atentamente la prensa internacional para saber si un columnista o un profesor desconocido de un departamento irrelevante de una universidad insignificante ha dicho algo sobre nosotros. Y lo leemos. Lo tuiteamos. Nos mortificamos. Nos indignamos y tiramos de los pelos. Lo criticamos y lo despreciamos, sangramos, y volvemos a repetir el ritual al dรญa siguiente. Convertimos una opiniรณn en una corriente. Un anรกlisis en un estigma, una parte, mรญnima, en el todo.

Los europeos tienen prejuicios, estereotipos, chascarrillos y aires de superioridad ยฟY bien? Hace tiempo que deberรญamos haber aprendido a leer mรกs profundamente. Quedan trasnochados, romรกnticos en la peor acepciรณn de la palabra, que plasman en su visiรณn actual todos sus traumas, miedos y aรฑoranzas y desarrollan delirantes teorรญas sociolรณgicas sobre la falta de palabras en lengua espaรฑol para buscar compromisos (Carlin), frรญvolos comentarios sobre la fragilidad y juventud de nuestra democracia (Quatremer) o perfiles anclados en la Guerra Civil y el franquismo como elemento explicativo de cada acontecimiento actual (Jon Lee Anderson). Pero son una minorรญa, son un detalle o, como mucho, estรกn al mismo nivel que las frivolidades, las perogrulladas y las tonterรญas que nosotros y otros decimos y dicen de sus vecinos constantemente. En muy pocas ocasiones un diario britรกnico, alemรกn o francรฉs, y desde luego estadounidense, pierde la cabeza o se molesta siquiera en recoger un comentario de su competencia internacional, como hacemos nosotros.

Hace casi una dรฉcada, escribiendo para The Sunday Times, el siempre incisivo y polรฉmico A. A. Gill explicรณ que Europa es una perfecta alegorรญa sobre las edades del hombre. Nacemos italianos, decรญa, โ€œinexorablemente infantiles y obsesionados con sus madres. En la niรฑez somos ingleses: crรณnicamente tรญmidos, incapaces de hablar, recelosos de los extraรฑos y felices รบnicamente dando patadas a una pelota y mandando a la gente a paseo. Los adolescentes son franceses: filosรณficamente pretenciosos, embarazosamente vanidosos, ridรญculamente romรกnticos y poco sinceros. Luego, en la mediana edad, nos volvemos suizos o irlandeses. Los mayores son alemanes: pesados, pomposos y pedantes. Y al final, nos retrotraemos hasta convertirnos en belgas, sin la menor idea de quiรฉnes somosโ€.

La ocurrencia no tiene mucho recorrido. Es simpรกtica aunque no hilarante y no nos dice gran cosa sobre Europa, mรกs allรก de las โ€œverdades gastadasโ€ que encierran los estereotipos. Lo que deberรญa preocuparnos, mรกs allรก de la anรฉcdota, es nuestra ausencia. Spain is not different, pero a veces es verdad que simplemente is not. Un presidente francรฉs, una canciller alemana, tienen un discurso sobre Europa. Uno espaรฑol tiene una opiniรณn y unas preferencias para el lugar de su paรญs en ella. Por seguir con la imagen de Gills, nos revolvemos ante toda afirmaciรณn de quรฉ somos o fuimos, pero no tenemos la menor idea de quiรฉnes queremos ser. Y eso lo notan fuera los amigos y sobre todo los enemigos.

Cuando las instituciones europeas se posicionaron en contra del independentismo, llovieron lamentos, insultos y ataques. La UE que habรญa cerrado sus puertas al expresident (literalmente, descartando una reuniรณn con รฉl cuando cualquier presidente regional es recibido sin problema por uno o dos comisarios en sus visitas; o incluso prohibiendo su acceso fรญsico a la Eurocรกmara) era un club de โ€œamigos de Rajoyโ€ que no merecรญa a Cataluรฑa. Juncker, un borracho desnortado. La Uniรณn, una burocracia de รฉlites corruptas.

Cuando un tribunal regional alemรกn descartรณ la entrega de Puigdemont por un delito de rebeliรณn, hubo lamentos, insultos y ataques a una ue sin sentido, irresponsable, incompleta y que ponรญa en riesgo el espacio de libre circulaciรณn.

Cada traspiรฉ resucita fantasmas y miedos, un complejo interiorizado desde el 98 y tatuado en nuestro adn con la tinta del โ€œEspรญritu protestante y el espรญritu del capitalismoโ€. Es innegable que dentro de Europa hay un componente elitista y clasista. El nรบcleo fundador mira por encima del hombro a los mรกs nuevos. A pesar de que buena parte de las normas estรกn hechas a su medida, de que las violan cuando quieren y de que el Benelux estรก absurdamente sobrerrepresentado en los nรบcleos de poder, la visiรณn paternalista estรก muy presente. Lo resumiรณ bien el expresidente del Eurogrupo Jeroen Dijsselbloem cuando en una entrevista con el Frankfurter Allgemeine Zeitung, al ser preguntado por la โ€œsolidaridadโ€ dentro de la Eurozona, asegurรณ que โ€œEn la crisis del euro, los paรญses del Norte se han mostrado solidarios con los paรญses afectados por la crisis. Como socialdemรณcrata, atribuyo a la solidaridad una importancia excepcional. Pero el que la solicita tiene tambiรฉn obligaciones. No puede gastarse todo el dinero en copas y mujeres y pedirte luego que le ayudes.โ€

Nunca entendiรณ la indignaciรณn que provocaron sus palabras. Nunca se disculpรณ realmente porque no veรญa nada raro en su discurso. Y lo resumiรณ con eso que dicen los maleducados cuando son reprendidos: โ€œLamento si alguien se ha sentido ofendido por mi frase. Era directa y puede ser explicada por la estricta cultura calvinista holandesa. Entiendo que esto no se entiende bien siempre ni se aprecia en toda Europa y es una lecciรณn de la que tomo notaโ€, dejando claro que el problema lo tiene el ofendido y no el ofensor.

Hay varios niveles en Europa, es evidente, pero no hay conspiraciones ni rencillas centenarias esperando la ocasiรณn propicia para salir a flote. La realidad, me temo, es mucho mรกs simple. La inmensa mayorรญa de los europeos minimiza lo ocurrido en Cataluรฑa. No conocen los hechos, los detalles, los pormenores y apenas tienen un conocimiento superficial de los partidos y los acontecimientos polรญticos. Evidentemente. Creen que Cataluรฑa es una regiรณn bastante heterogรฉnea, con un idioma y una cultura propia, abrumadoramente proindependentista y que choca con un Estado centralista, rรญgido y que se opone al diรกlogo. O simplemente no les importa lo mรกs mรญnimo, como les ocurre a los belgas, segรบn la รบnica encuesta que ha pedido su opiniรณn sobre el tema desde noviembre.

La inmensa mayorรญa de los intelectuales, analistas, โ€œexpertosโ€ y corresponsales europeos creen excesivo, una locura, que Puigdemont se pueda enfrentar a treinta aรฑos de prisiรณn por su cruzada independentista. O que algunos dirigentes estรฉn en prisiรณn. No creen que fuera para tanto. Sรญ, estรก claro que si ocurriera en sus paรญses muchos pensarรญan diferente. Pero incluso (o especialmente) los italianos, por ejemplo, quitan hierro y explican cรณmo allรญ la Lega Nord ha pasado de ser la gemela de eslรณganes del independentismo (โ€œRoma ladronaโ€) a ser la primera fuerza de la derecha. A nivel nacional. Y tras su propio referรฉndum de independencia, mรกs o menos.

La realidad es que somos muy pesados y agotadores. Los gobiernos espaรฑoles llevan lustros obsesionados con cuestiones de polรญtica nacional, trasladรกndolas a Europa. La razรณn de ser de la propia euroorden o de alguno de los artรญculos de los tratados es precisamente hacer frente a esos fantasmas. Igualmente, los independentistas han difundido su versiรณn y trasladado la causa con acierto, y hacen una labor incansable en las redes sociales. No ocurre que el portavoz de Merkel o el equipo de Macron tengan que responder cada dรญa preguntas sobre regiones de otros paรญses. O que uno de los corresponsales de The Economist se vea obligado a pedir que le dejen en paz. โ€œQueridos amigos catalanes: sigo vuestra causa de cerca, pero ยฟpodrรญais dejar de etiquetarme en todo lo que publicรกis?โ€

Rajoy ha invertido y gastado todo su capital polรญtico y algo mรกs para intentar llevar la Agencia Europea del Medicamento a Barcelona y para conseguir la condena unรกnime e inmediata de la declaraciรณn unilateral de independencia, mientras se debatรญan y debaten temas esenciales sobre el futuro del continente a los que no estamos prestando la atenciรณn debida. Europa estรก bastante cansada del problema, de que le salpique, y no acaba de comprender cรณmo se ha podido llegar hasta aquรญ. O mรกs bien sรญ, lo entiende, pero el juicio resultante es muy negativo sobre nosotros. Y pierde la paciencia cuando se le reclama mรกs profundidad, mรกs rigor, mรกs perspectiva y menos frivolidad al pronunciarse y responde, con razรณn: โ€œยฟNo hay millones de personas en vuestro propio paรญs que tambiรฉn lo ven asรญ? ยฟNo os desesperรกis vosotros cuando los independentistas os dicen que para entender lo que ocurre en Cataluรฑa hay que vivir allรญ?โ€

Los espaรฑoles, inseguros, miramos al exterior con incomprensiรณn, dolidos por la falta de un apoyo incondicional ante la peor crisis polรญtica de la democracia. Esperรกbamos todo, inmediatamente, sin peros, porque la ley, la razรณn, los hechos estรกn claramente de parte de los no independentistas. Y eso, claro, en Europa nunca pasa. Siempre hay preguntas, dudas, oposiciรณn, recelo, crรญticas, matices. Porque la democracia es eso y porque, bien lo sabemos, la UE es exactamente eso. Es โ€œuniรณn en la diversidadโ€, es negociaciรณn, cesiones, transigir hoy para intentar ganar maรฑana. Es perder sin dramas y volver a la mesa por la maรฑana.

Y eso que como paรญs, como clase polรญtica, como sociedad civil tan fรกcil y naturalmente hemos asumido en la Uniรณn, en temas tรฉcnicos pero tambiรฉn polรญticos, hemos sido incapaces todavรญa de incorporarlo completamente en casa.

Madurar, como paรญs y como democracia, es renunciar a la suma cero como filosofรญa de vida. Es, como hace Italia, convertir lo imposible en cotidiano. Es, como dice Judith Shklar, optar a menudo no por el mejor bien, sino el menor mal. Es aprender, contra lo que decรญa Bertrand Russell, que lo mรกs difรญcil en la vida no es saber quรฉ puente hay que cruzar y quรฉ puente hay que quemar, sino cuรกndo hay que construir uno. ~

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es periodista y corresponsal en Bruselas de El Mundo.


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