Las enseƱanzas de don Juan (le Meyer)

Sus contribuciones a la historiografĆ­a mexicana son vastas, como investigador, maestro y editor. Es el amor a la verdad lo que ha impulsado una obra que lo mismo ha indagado en la guerra cristera que en el antisemitismo europeo y el mundo eslavo.
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No escribas mƔs de lo que lees.

No aquerenciarse con lo sabido; reavivar la imaginaciĆ³n histĆ³rica. Guiarse por impulsos existenciales, profundos, quizĆ”s indefinibles; que lo permanente de la vocaciĆ³n sea que se reinventa. Poco tienen que ver entre sĆ­ La Cristiada, Rusia y sus imperios (1894-1991), La gran controversia o los destinos del mĆ©tis Louis Riel en CanadĆ”… Pero en todos ellos se esconde la misma ansia vital; manda la misma necesidad de rehabilitar, como si de cero, el saber, el imaginar.

La historia se escribe con zoom ins, pero se entiende con zoom outs. Hazte de buen trasero para las horas de archivo, y de la erudiciĆ³n a la que obliga cualquier pasado. La Cristiada fue, claro, la reacciĆ³n de gente del BajĆ­o, rancheros, seƱoras, tenderos, gente de pueblo, respuesta religiosa a un anticlericalismo igualmente religioso, nada nuevo, pero desbocado durante el callismo. Cada pueblo, cada rancho tuvo su historia, asĆ­ fue la Cristiada. Y tambiĆ©n fue ā€œel enfrentamiento de dos mundos: el de los peregrinos de Pedro el ErmitaƱo y el de los jacobinos de la Tercera Edad, despuĆ©s de la RevoluciĆ³n francesa y el liberalismo del siglo XIXā€. No hay zoom in sin zoom out y al revĆ©s.

Hermanito, sigue todas las pistas, llĆ©nate de notas y notas sin preocuparte cĆ³mo o cuĆ”ndo las utilizarĆ”s. Recuerda lo que decĆ­a Flaubert: ā€œEscribir historia es beber un ocĆ©ano para orinar una tacita.ā€ Exacto, Juan, acato, pero a veces siento que desde los mĆ”rgenes hay que beber y mear ocĆ©ano Ć  la Joaquim Nabuco: ā€œSomos una gota de agua, no un ocĆ©ano. Tengamos conciencia de que somos gota de agua, pero tambiĆ©n tengĆ”mosla de que somos ocĆ©ano.ā€

La historia no es ni mera terapia de empatĆ­a ni un aliciente para la venganza, pero la empatĆ­a y la rabia vitaminan la vocaciĆ³n. Ante todo: generosidad, modestia, conciencia de las deudas en que vamos incurriendo. ā€œ[En Esperando a Lozada] las piezas separadas tambiĆ©n estĆ”n unidas por la generosidad de espĆ­ritu del autor hacia sus temas y fuentes, hacia historiadores, extranjeros o mexicanos, vivos o muertos, que estudian temas grandes o pequeƱos. La voz de Meyer se deja escuchar con claridad, pero cede la Ćŗltima palabra a un historiador local publicado en 1908 y deja que abra el libro de un pĆ”rroco de Jalisco en 1814; generosidad decorosa y admirable en un historiador que es a la vez extranjero y mexicano.ā€

(( William Taylor, reseƱa de Esperando a Lozada, Annales. Histoire, Sciences Sociales, 44, 3, mayo-junio de 1989.
))

Dios se ha muerto varias veces y resucitado muchas mĆ”s; eso sĆ­, el pasado de la gente nunca prescinde de Ć©l, vivo o muerto. Y el historiador, ateo o no, tambiĆ©n es hijo de esa historia, de ese Dios muriendo. Que te rija Czesław Miłosz: ā€œEn lugar de abandonar a los teĆ³logos a sus preocupaciones, he meditado constantemente sobre la religiĆ³n. ĀæPor quĆ©? Sencillamente porque alguien tiene que hacer esto… ĀæCĆ³mo podrĆ­a no pensar en esto? ĀæY no es sorprendente que mi preocupaciĆ³n haya sido un caso raro?ā€

(( Czesław Miłosz, To begin where I am, citado y traducido en La gran controversia. Las iglesias catĆ³lica y ortodoxa de los orĆ­genes a nuestros dĆ­as.
 
))

Nuestro maestro Fernand Braudel, un mujeriego, solĆ­a decirnos que el buen historiador hace rechinar el catre: machismo acadĆ©mico. SĆ­, Juan, pero Āæy si voilĆ  la longue durĆ©e: ni demografĆ­a ni estructuras, sino simple miedo a lā€™Ć©jaculation prĆ©coce?

Charles PĆ©guy enseƱa mĆ”s del oficio de historiar que el resto de la liosa y muy francesa ā€œhistoriologĆ­aā€. LĆ©elo siempre.

La lucidez no reconoce clase ni nacionalidad. El pensamiento de algĆŗn cristero de los Altos de Jalisco puede ser complicado y penetrante; bien entendido puede decir tanto como el Thomas MĆ¼ntzer de Ernst Bloch. La historia de la condiciĆ³n humana no respeta por mucho tiempo las obsesiones intelectuales de cualquier presente. Manuel Lozada: ā€œ[…] sino mestisos y negros dados a pueblo, pues aunque en los primitivos tiempos se hayavan yndios puros, en los presentes, solo se conocenā€.

((Jean Meyer, Esperando a Lozada, p. 17.
 
))

 Esto es tanto o mĆ”s que los franceses rĆ©gimes dā€™historicitĆ© o las gringas critical race theories. TĆŗ concĆ©ntrate en investigar e imaginar, lee todo lo que puedas, no firmes contrato ni con los historiadores que van de populares o populistas, ni con ā€œteĆ³ricosā€, ni con los que vayan de muy cultos.

Hay que leer las memorias de Charles de Gaulle: enseƱan a escribir. Las de Raymond Aron son lecciĆ³n del cĆ³mo, y del costo, de las decisiones Ć©ticas.

Hay historiadores o historiadoras que necesitan del nombre de una instituciĆ³n. Y los hay cuyo nombre es la instituciĆ³n que cuenta. Aspira a ser de los segundos.

Busca y aprecia las pequeƱas piezas que revelen de quĆ© va el rompecabezas. Juan, ĀæsabĆ­as que Sara Yorke Stevenson (1847-1921) ā€“la autora de Maximilian in Mexico: A womanā€™s reminiscences of the French Intervention 1862-1867 (1899)ā€“ fue pupila del anticuario Achille Jubinal en ParĆ­s? Un simple dato y don Juan responde: ā€œAhora entiendo por quĆ© Achille Jubinal tenĆ­a tan buena informaciĆ³n sobre MĆ©xico. Este hombre, diputado de la aplastante mayorĆ­a bonapartista, es el primero, en 1862, en criticar la intervenciĆ³n, muy sabiamente. Es materialmente el primero en tomar la palabra, y su crĆ­tica asombra a todos sus colegas, empezando por los cinco republicanos que atacaban al Imperio, pero no sabĆ­an mucho de MĆ©xico. Yo me preguntaba: pero Āæde dĆ³nde saca ese bicho su interĆ©s por MĆ©xico y su conocimiento de la situaciĆ³n? Ā”La familia de la chica Stevenson! Me encantan las coincidencias.ā€

Las academias, ou trois pelƩs et un tondu, comme on dit en France.

ā€œRusia, como AmĆ©rica, es una Europa perifĆ©rica, una Europa colonial, una Europa de las fronteras abiertas, en marcha.ā€

(( Rusia y sus imperios (1894-1991).
 
))

Juan, me han pedido que escriba equis. Maury, en la nobleza intelectual, los grandes de MƩxico no tienen temas o dudas, sino proyectos, muchos, y simultƔneos. No digas que no ni que sƭ, espera a ver quƩ pasa con la noria de proyectos.

Marc Bloch escribiĆ³ ā€“me traduce don Juanā€“: ā€œSolo puedo presentarlo [MĆ©tier dā€™historien] por lo que es: el recuerdo de un artesano que quiso siempre meditar sobre su tarea cotidiana, la bitĆ”cora de un compaƱero artesano, quien manejĆ³ mucho tiempo el nivel y la regla, sin creerse un matemĆ”tico.ā€ Y don Juan me corrige y me da mĆ”s: ā€œEn Lyon, Marc Bloch fue uno de los dirigentes importantes, organizador de la Resistencia, no un soldado raso. Los alemanes lo fusilaron como guerrillero, no como judĆ­o; los Aliados ya habĆ­an desembarcado en NormandĆ­a y la Gestapo se apresurĆ³ a vaciar las cĆ”rceles; mala pata, por unos dĆ­as… Te escribo en un pueblito que se encuentra a 10 km del lugar donde lo fusilaron a Ć©l y a sus compaƱeros. ĀæCoincidencia? Me da escalofrĆ­o. Tengo una carta de Marc Bloch a mi padre; escribe que no duda de que volverĆ” a levantarse el alba y que Francia volverĆ” a dĆ­as auspiciosos, y de eso se alegra, por mĆ”s que, escribe, no estĆ” seguro de ver esa aurora con sus ojos…ā€

Ā”Cuidado con los nacionalismos! El mexicano es adictivo para el historiador. El francĆ©s traiciona con universalismo. ā€œY de la soluciĆ³n a los nacionalismos de hoy en EspaƱa, ĀæquĆ© decir? En francĆ©s: Cā€™est un bĆ¢ton merdeux, on ne sait pas par quel bout le prendre.ā€

Maury, de un tiempo acĆ”, por mis columnas en el periĆ³dico, y por mi apellido, me llegan mensajes que me insultan por judĆ­o, por extranjero que no entiende a MĆ©xico, por catĆ³lico, por vendido a la reacciĆ³n o al comunismo internacional. Querido Juan: no han leĆ­do tu El libro de mi padre, no saben que tu padre hubo de procurarse certificado de pureza aria, cosa que humillĆ³ mĆ”s por ser exonerado, por tener que probar una estupidez, no saben de tus luchas con y por los de abajo porque aquĆ­ se estila cacarear sin poner huevos. Ā”Si supieran que tus hermanos de leche han sido un radical populist de Oklahoma (John Womack) y un comunista austriaco judĆ­o (Friedrich Katz), que hicieron con Zapata y Villa lo que tĆŗ con los cristeros! Ya se veĆ­a venir esto. Frente a mĆ­, Juan, otro con tu apellido explicĆ³ a mi querido colega Katz que Roger Bartra no apoyĆ³ a amlo en el 2006, ā€œporque no es mexicano, no entiende a MĆ©xicoā€. AsĆ­ estĆ” el rancho, Juan. Ya ves cĆ³mo le estĆ” lloviendo a Roger. (As of late, don Juan habla no del exilio, sino de la repatriaciĆ³n, no por amor o desamor a ninguna patria, solo por salvaciĆ³n.)

ā€œEn la memoria cultural ortodoxa rusa, el jesuita es la esencia pura de la ā€˜latinidadā€™, el malo por excelencia, Roma en lo que tiene de peor.ā€

((
La gran controversia. Las iglesias catĆ³lica y ortodoxa de los orĆ­genes a nuestros dĆ­as.
 
))

ā€œ[…] tenemos que renunciar a la tendencia actual, en especial en los asuntos ā€˜memoria histĆ³rica, amnesia y amnistĆ­aā€™, de judicializar la historia. Contra una tesis que se estĆ” poniendo muy de moda ā€“y que curiosamente no es mĆ”s que la vieja idea de Chateaubriand, a saber, que el historiador estĆ” encargado por la Providencia de vengar a los pueblosā€“, contra esta idea de que nos toca definir a las claras quiĆ©n fue el culpable y quiĆ©n la vĆ­ctima, el historiador no puede definir la intencionalidad.ā€

((Idem.
 
))

Todo es Historia, con mayĆŗscula; todo se nos va haciendo memoria: ā€œNosotros bien acĆ”, gracias, ahora a mil metros del mar, en Sanary-sur-Mer, un pueblo de pescadores que en aquel entonces fue el refugio de unos 500 alemanes y austriacos antinazis, la familia Mann, Brecht, Werfel, Regler, Feuchtwanger, Kantorowicz (el otro), Koestler, Zweig, etc. hasta 1940. [Estamos] en una hermosa casa construida en 1928 por uno del Bauhaus. Es de los mismos amigos que nos alojaron en ParĆ­s. Hay un gran parque de pinos y una docena de olivos centenarios. Abrazo J.ā€

Chicago. Don Juan y yo de toga y birrete. Honran a don Juan: ā€œThis Mexican historian is a world-class mentor, teacher and a prominent public intellectual in two languages […] vast erudition […] unmatchable productivity […] uncommon intellectual generosity […] Mister President, on behalf of the University of Chicago, I have the honor to present Jean Meyer for the degree of Doctor of Humane Letters.ā€

((PƔrrafo leƭdo el 9 de junio de 2012 durante la ceremonia de entrega de tƭtulos honorarios en la Universidad de Chicago.
))

 Don Juan me mira, me habla con los ojos y yo respondo igual, en esta nuestra no lengua, los ojos. Yo decĆ­a ā€œgraciasā€, claro, pero querĆ­a decir algo asĆ­ como ā€œno me dejesā€: mi padre habĆ­a muerto dos dĆ­as antes. Es claro: no tengo los tamaƱos para andar sin mis maestros por la vida. Don Juan guĆ­a. ĀæVerse solo ante el espejo de la nostalgia, de la impostura acadĆ©mica, de la autodestructiva ironĆ­a? ĀæCĆ³mo recomenzar? Salgo del trance como puedo. Y como Ć©l, recomencĆ©; Ć©l me hablaba del mito de los judĆ­os y el sacrificio ritual de niƱos, yo de las reacciones de Carlo Ginzburg ante ese tema y de lo que investigaba sobre la RestauraciĆ³n espaƱola. Salieron libros, artĆ­culos, sĆ­, pero lo importante fue que seguimos recomenzando a leer sobre algo, a pensar y padecer las malas nuevas que da el mundo. Esta es la lecciĆ³n postrera de don Juan: ir sabiendo como manera de ir reconociendo una fragilidad en comĆŗn, una modestia vital, indispensable.

Hermanito, sĆ­, en efecto, los golpes de la vida son asĆ­, muy duros. A trabajar. El trabajo es la salvaciĆ³n o la huida, es lo mismo. (Y asĆ­ fue, como lo han sido por aƱos los cotidianos 47 minutos de caminata, de Sotelo a Legaria a IrrigaciĆ³n, EjĆ©rcito, el Parque Lincoln y poco mĆ”s allĆ”, en ca Jean y Beatriz, desayuno, cafĆ©, un pan de Zamora, y salir de ahĆ­ a caminar el regreso con los libros hablados, las referencias anotadas, los chismes dichos, las penas aireadas, la desazĆ³n vencida.) ~

 

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