Vicente Monroy
Contra la cinefilia. Historia de un romance exagerado
Madrid, Clave intelectual, 2020, 152 pp.
En este brillante ensayo, que confirma el atractivo de la colecciรณn Urgentes de la editorial Clave Intelectual, el todavรญa joven Vicente Monroy โque ha sido poeta, guionista, profesor e incluso arquitectoโ presenta una enmienda contra la totalidad de la cinefilia que no solo interesarรก a los cinรฉfilos: cualquier aficionado a las pelรญculas se sentirรก interpelado por esta diatriba tan apasionante como apasionada.
Resulta apasionante por la inteligencia con que el autor desgrana sus argumentos, expuestos mediante una prosa exacta que rehรบye la tentaciรณn del barroquismo. Y es apasionada porque Monroy ha sido un cinรฉfilo, de tal manera que รฉl mismo es aquรญ objeto de estudio: las evocaciones de sus jornadas en la filmoteca conviven con el lamento por el carรกcter adolescente de este desbordamiento emocional y con la constataciรณn de que cada vez le resulta mรกs difรญcil experimentar esa vieja pasiรณn con el entusiasmo de antaรฑo.
Por momentos, de hecho, se dirรญa que el autor ha escapado de una secta y ahora regresa para vengarse: la ironรญa acusatoria que recorre estas pรกginas es tambiรฉn un programa de superaciรณn personal. Pero no es un episodio privado, sino un razonamiento pรบblico que puede leerse como un thriller del espรญritu. Y merece la pena.
Monroy empieza por seรฑalar que el homo cinematographicus es una criatura tรญpica del siglo XX, habida cuenta de que los hermanos Lumiรจre โnos dice en ingeniosa boutadeโ inventaron menos el cinematรณgrafo que el espectador de cine. Ocurre que el espectador pronto degenera en cinรฉfilo, lo que quiere decir โalguien que organiza la propia vida alrededor de las pelรญculasโ. Este personaje tiene sus propios rituales y se integra en comunidades orientadas a la discusiรณn o el intercambio; en la descripciรณn del autor se reconocerรก cualquiera que haya cultivado la pasiรณn por la sala de cine y la revista monogrรกfica.
Pero el cinรฉfilo merece reproche en la medida en que desarrolla โuna relaciรณn patolรณgica con el objeto de su deseoโ; se trata de alguien que entrelaza su propia vida con la vida de las imรกgenes y experimenta conmociones estรฉticas a la salida de aquellas pelรญculas que marcarรกn su biografรญa como espectador. Monroy refuerza sus argumentos con el testimonio de ilustres cinรฉfilos: del Andrรฉ Bazin que describe su desgarro al salir del estreno de Paisร a un Phillip Lopate que veรญa las pelรญculas como quien reza una oraciรณn y termina desencantado con la vida a fuerza de romantizar el cine.
Para demostrar la puerilidad del cinรฉfilo, Monroy identifica manรญas tan irritantes como la fetichizaciรณn de los detalles fรญlmicos, la convicciรณn de que el cine es un arte superior a los demรกs o la creencia en que el cine no es la suma de las pelรญculas individuales sino un gran mundo que posee consistencia propia y discurre en paralelo a nuestra existencia ordinaria. El autor se incluye: tambiรฉn รฉl era asรญ, tambiรฉn รฉl creรญa en esas cosas. De manera algo previsible, Monroy tambiรฉn ve en la cinefilia โuna estrategia para la distinciรณn intelectualโ que permite establecer una barrera entre el simple aficionado y el concienzudo especialista; igual que exaltar al director como creador fue una โestrategia de legitimaciรณnโ que permitiรณ difundir la nociรณn del cine como arte.
En realidad, el cinรฉfilo es un incauto que cae en la vieja trampa de buscar la profundidad mรกs allรก de la superficie, reproduciendo con ello un โantiguo mito de la cultura occidentalโ que la famosa polรญtica de los autores formulada por la crรญtica francesa de los aรฑos cincuenta y sesenta habrรญa abrazado con intensidad. A decir verdad, no se ve claro dรณnde estรก el problema de analizar y discutir las obras de arte o los productos culturales, ya sea por efecto de una vocaciรณn hermenรฉutica o para desentraรฑar mejor su forma y su significado; quien prefiera quedarse con una impresiรณn mรกs superficial no tiene que dar explicaciones.
En todo caso, aquella cinefilia dogmรกtica convertรญa la militancia ideolรณgica en militancia estรฉtica y lo mismo entronizaba a Samuel Fuller que denigraba a Pontecorvo por un travelling inapropiado. Para colmo, denuncia Monroy, la cinefilia ha sido tradicionalmente un asunto de hombres dispuestos a hacer suya la โvisiรณn patriarcalโ que emanaba del cine y de sus hรฉroes: atravesar la ciudad en agosto como quien cruza el desierto acechado por los apaches. Ahora, el Me Too arremete contra esa sensibilidad masculina al tiempo que la teorรญa fรญlmica โsobrecargada de estructuralismo, semiรณtica y psicoanรกlisisโ pone lรญmites al sentimentalismo cinรฉfilo.
Para Monroy, se va configurando con ello una crisis de la cinefilia que el cinรฉfilo interpreta de manera narcisista como muerte del propio cine. He aquรญ un clichรฉ mil veces repetido y otras tantas desmentido: el cine no se muere. Ahora bien: la apariciรณn de nuevos formatos visuales habrรญa privado al cine de su rol privilegiado como testigo de su tiempo, mientras que la general accesibilidad de los productos fรญlmicos de ayer y hoy dificultarรญa la construcciรณn de la biografรญa รญntima del espectador.
Pero nuestro autor va mรกs allรก: hay que celebrar la divergencia entre el ideal de la cinefilia y la realidad audiovisual contemporรกnea, ya que โlos medios audiovisuales son jรณvenesโ y no importa que el cine ya no sirva para construir la identidad de las nuevas generaciones. De hecho, el cine es una โcategorรญa excluyenteโ que reduce los lรญmites del audiovisual encerrรกndolo en un formato caduco. Aunque podamos seguir disfrutando las pelรญculas, la forma de vida cinรฉfila ha terminado y ello nos obliga a desarrollar una relaciรณn mรกs sana con las imรกgenes: salgamos del cine, nos propone, para reencontrarnos con la realidad.
A pesar de que Monroy escribe siempre la frase certera con ayuda de la cita mรกs precisa, su tesis acaso sea menos convincente de lo que parece a primera vista; a ratos se tiene la impresiรณn de que el talento que atesora el autor se ha empleado contra el objeto equivocado. Sin duda, la cinefilia ha incurrido en actitudes grotescas y excesos vergonzantes; tampoco parece cuestionable que sus dรญas de gloria han terminado. Pero el cinรฉfilo que Monroy fue y contra el que Monroy escribe tiene algo de hombre de paja, de muรฑeco hecho a medida del golpe que lo descabeza.
Es verdad que los crรญticos de Cahiers no tienen la relevancia de antaรฑo, pero tampoco tenemos ya a Sartre ni a Marcuse: todos ellos eran hijos de su tiempo. Y por muy dogmรกticos que fueran aquellos crรญticos, defender a Fuller se antoja mucho mรกs inofensivo que defender a Mao. Tal como parece haber pasado al autor, la cinefilia se entiende mejor como una pasiรณn de juventud que el tiempo va atemperando y refinando. Incluso si el cinรฉfilo se entrega a excesos fetichistas, tampoco molesta a nadie.
En realidad, el cinรฉfilo nunca ha sido el problema del cine y no se ve claro que haya de celebrarse su desapariciรณn; salvo que nos sea indiferente que el cine se marchite como lo hizo la zarzuela. Por lo demรกs, el cine constriรฑe a las demรกs imรกgenes tanto como la novela o el poema constriรฑen a las demรกs palabras; mรกs que una categorรญa excluyente, es una forma artรญstica exitosa que ha generado su propia tradiciรณn y seguirรก viva mientras haya espectadores dispuestos a frecuentarla.
De hecho, las facilidades de acceso a las pelรญculas de todas las รฉpocas son mayores que nunca y por eso hay razones para pensar que no vivimos la decadencia del cinรฉfilo, sino su edad de oro: libre de cualquier interferencia, el espectador tiene a su disposiciรณn la entera historia del cine y puede disfrutarla en sus propios tรฉrminos, sin realizar grandes proclamas teรณricas ni sentirse partรญcipe del hegeliano Espรญritu Universal. Tambiรฉn siguen editรกndose revistas, celebrรกndose festivales, creรกndose foros virtuales para el intercambio de impresiones.
Y sรญ, es posible que el cinรฉfilo tradicional confundiera el cine con la vida, una inclinaciรณn tan vieja que ya la novelรณ Cervantes poniendo libros de caballerรญa allรญ donde otros ponen el noir de la Warner Brothers o los claroscuros del expresionismo alemรกn. Pero la vida hay que pasarla de alguna manera y aficionarse al cine no parece la peor de las opciones; aunque quizรก no sea tampoco la mejor. Sea ello como fuere, tampoco perderรก el tiempo quien se acerque a este libro original y estimulante, insรณlito en nuestro panorama ensayรญstico e ineludible para los amantes del cine: aunque solo sea por saber lo que nos dice el espejo. ~
(Mรกlaga, 1974) es catedrรกtico de ciencia polรญtica en la Universidad de Mรกlaga. Su libro mรกs reciente es 'Ficciรณn fatal. Ensayo sobre Vรฉrtigo' (Taurus, 2024).