Paisajes rusos

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Espulgando ocioso entre mis papeles, hallรฉ unas notas de un viaje a San Petersburgo y Moscรบ. No pude evitar leerlo con esa resignaciรณn, dolorosa a veces, con que releemos lo que hace mucho escribimos. No obstante decido darlo a la estampa, mรกs como crรณnica de cierta experiencia de lo ajeno y distante que otra cosa.

Llueve un poco. Hace calor. Estoy en una dacha, casa de campo rusa, cerca de Mockba, como escriben en cirรญlico la voz Moscรบ. Acabo de comer una especie de pan con queso blanco, horneado en casa, que puede refrescarse con crema frรญa, muy buena, llamada aquรญ smetana, como el famoso mรบsico, autor de El Moldava.

Tamara, la mamรก, esposa de Lev Nicolaiev, el papรก, quien nos aloja en su departamento de Moscรบ con esa generosidad envolvente que los rusos saben dar sin cรกlculos ni reservas. La mamรก, pequeรฑa, bonita, con ojos de azul tan claro que son casi traslรบcidos, es inspirada e infatigable cocinera. Y una notable baleboste, como decรญa mi suegra, voz yidish que dice โ€œama de casaโ€, o quizรก โ€œperfecta casadaโ€. Tamara y Lev tienen dos hijas, madres jรณvenes, solteras ambas, con un hijo varรณn por cabeza en admirable y afortunada simultaneidad fraternal.

La familia de Lev, productor de documentales cientรญficos, estรก tan nucleada y coordinada como puede estarlo la mรกs latina familia mexicana. No alcanzo a percibir si esta cohesiรณn familiar que asรญ se perfila es aquรญ anormal u ordinaria.

Lo cierto es que se aprecia que la vida en Rusia es muy dura, por lo de siempre: los sueldos bajรญsimos, altos los precios y la propaganda espolea el consumo, incesantemente, en tanto que el trabajo no abunda. Esto recuerda a Mรฉxico y tambiรฉn la injusticia cruel que seรฑorea por todos lados: lo justo, como en Mรฉxico, es el derecho del mรกs fuerte, es decir, del mรกs listo o, mรกs indignante aรบn, del mejor conectado. Y asรญ ves circular veloces, impunes y pesados los grandes coches negros, llamados aquรญ focas, de los plutรณcratas que parten el pastel en la Rusia capitalista de hoy. Porque tanto Rusia como Mรฉxico auspician ese fenรณmeno repulsivo que podrรญamos llamar โ€œmillonario sรบbitoโ€, aquel que ayer era un don nadie mรกs o menos en la calle y hoy cuenta en dรณlares los millones de su tesoro.

Pero supongo que Rusia, de todas maneras, estรก comparativamente mejor que antes. Antes, antes, digo. Rusia, como sabemos, es paรญs que ha llegado al fondo รบltimo del sufrimiento. Desde que padeciรณ la celosa torpeza de los autรณcratas decimonรณnicos todo sufrimiento fue ahรญ desmesurado: el servicio militar obligatorio, por ejemplo, bajo los zares tenรญa veinticinco aรฑos de duraciรณn (luego, en un arrebato de generosidad, se redujo a seis aรฑos, seis aรฑos de esa sujeciรณn en plena juventud). Despuรฉs, los dรญas tremebundos e inciertos de la Revoluciรณn con sus esperanzas y desgarramientos; y luego la sombra atroz del estalinismo cubriรณ el paรญs.

โ€œSoltamos cisnes y la estepa nos devolviรณ lo horribleโ€, escribiรณ el poeta.

Sigue la guerra mรกs enconada y titรกnica que ha presenciado la historia, en la que los soviรฉticos le partieron el espinazo a la bestia nazi. โ€œSi los rusos conocieran el arte de la guerra, ya se habrรญan rendidoโ€, aseguraban los generales alemanes, pero no, ya desde el viejo Tolstรณi se desconfiaba en Rusia de la guerra como arte o ciencia. En La guerra y la paz, el gran Kutรบzov, vencedor de Napoleรณn, aburrido, se queda dormido cuando se discuten las estrategias, y por eso, en parte, acaba por ganar la guerra.

Y despuรฉs de la guerra, mรกs Stalin. Luego el desmoronamiento. Pero, ciertamente, no de todo. Del esfuerzo constructor algo quedรณ en pie. No es posible comparar la pobreza rusa con la miseria mexicana, que es โ€“recuerdo lo que todos sabemosโ€“ marginaciรณn en todos los sentidos, educativo, sanitario, social… y, claro, tambiรฉn econรณmico. El proletariado ruso no ve solo telenovelas o lucha libre, como el mexicano, sino que asiste al mejor ballet, รณpera, teatro, a recitales de poesรญa, tan rusos, y no digo nada de los libros, que son abundantes y muy baratos. La miseria educativa y cultural en Mรฉxico, en cambio, va โ€“como sabemosโ€“ filtrรกndose, permeando lentamente a otras capas sociales, y es una de nuestras mayores amenazas; a ella responde en gran medida que haya crecido como marea que sube la criminalidad, por ejemplo.

De seguro, por consideraciones asรญ tenemos que admitir que el estalinismo, que mandรณ al paredรณn o a Siberia a tantos creadores, produjo altรญsimos poetas, preclaros cuentistas, como Varlam Shalรกmov, autor de los impรกvidos Relatos de Kolymรก, y profundos novelistas.

Debe haber sido tremendo, insoportable, cuando la incertidumbre de los tiempos de Stalin alcanzaba trรกgica e incomprensiblemente a familias como la de Lev, cuando, como dice el poema de Anna Ajmรกtova:

Entonces tรบ decรญas, con sonrisa extraรฑa:

โ€œยฟA quiรฉn estarรกn llevรกndose por la escalera?โ€ ~

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(Ciudad de Mรฉxico, 1942) es un escritor, articulista, dramaturgo y acadรฉmico, autor de algunas de las pรกginas mรกs luminosas de la literatura mexicana.


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