Paternidad responsable

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Nuestro matrimonio habรญa caรญdo en un punto muerto desde muchos aรฑos atrรกs. Un punto muerto exento de hostilidad y rencor, pues ninguno de los dos aspiraba a prolongar la juventud ni podรญa sentir nostalgia de arrebatos pasionales que solo hemos visto en el cine. El coqueteo con la locura, los grandes vรฉrtigos de la carne o el espรญritu, que tanta gente aturdida confunde con la felicidad, nos parecรญan espejismos baratos, flaquezas del carรกcter inadmisibles en los seres pensantes. Desde jรณvenes tuvimos un ideal de vida apolรญneo, incompatible con la exaltaciรณn dionisiaca. Como Pedro es nueve aรฑos mayor, no fuimos compaรฑeros en la universidad, pero desde entonces รฉramos tal para cual: ambos nos graduamos con Magna Cum Laude, y mรกs de una vez nuestra excelencia acadรฉmica fue objeto de escarnio. Ignorรกbamos las burlas de los mediocres con un aire de superioridad que nos concitaba mayores odios. No รฉramos perfectos, pero lo parecรญamos y eso sacaba sarpullidos por doquier. Solo en nuestra boda, que yo recuerde, perdimos la cabeza con la bebida. Somos gente apacible, prudente, alรฉrgica al riesgo y, por si fuera poco, nos conocimos en una รฉpoca de la vida en que las hormonas ya se aplacaron.

Yo tenรญa entonces cuarenta aรฑos y despuรฉs de algunos amorรญos intrascendentes necesitaba sentar cabeza con un hombre maduro, sin temor a comprometerse. Nunca fui madre, ni me interesaba serlo, aunque todavรญa fuera fรฉrtil, y como Pedro tiene dos hijos de su primer matrimonio, estudiando en universidades privadas que le cuestan un ojo de la cara, mi renuncia a la maternidad le representรณ un alivio econรณmico. Durante los primeros aรฑos de nuestra vida en pareja fuimos un ejemplo de estabilidad y armonรญa para nuestro nรบcleo de amigos. Contribuรญan a unirnos las afinidades profesionales. Una doctora en letras clรกsicas y un doctor en filosofรญa pueden aprender mucho el uno del otro. Nuestras disciplinas se complementan, y aunque trabajรกramos en distintas universidades, de vez en cuando nos echรกbamos una manita. Yo le traducรญa a Pedro citas en latรญn y griego y รฉl, a cambio, me introdujo al estudio de los presocrรกticos. Hablo en pasado de esa colaboraciรณn pues ahora solo nos toleramos por conveniencia mutua, con el diรกlogo reducido al mรญnimo necesario para resolver los problemas domรฉsticos. De hecho, para efectos prรกcticos estamos divorciados, aunque vivamos bajo el mismo techo. Nadie puede vacunarse contra la erosiรณn del hastรญo ni contra su efecto mรกs notorio: la antipatรญa creciente. Ya era demasiado tarde para frenarla cuando se me ocurriรณ traer a la casa una mascota que nos alegrara un poco la vida. Y esa buena intenciรณn mรญa, paradรณjicamente, desencadenรณ una discordia que ninguno de los dos supo manejar.

Tal vez nuestro problema fue que nos respetรกbamos demasiado. Durante los primeros aรฑos de matrimonio hacรญamos el amor con regularidad, tres o hasta cuatro veces por semana. Viril y cumplidor, Pedro no era, gracias a Dios, el clรกsico mujeriego desesperado por acostarse con otras mujeres. Yo le bastaba y por ese lado podรญa estar tranquila. Pero entre sus inhibiciones y las mรญas nunca tuvimos buena quรญmica en la cama. Ya sea por los valores que nos inculcaron nuestras familias, gente muy catรณlica del Bajรญo, o por temerle demasiado al ridรญculo, el hecho es que ambos querรญamos gozar sin perder el decoro. Dos seres racionales con un alto concepto de la dignidad humana, consagrados de por vida al cultivo del intelecto, no se pueden comportar como actores porno, digan lo que quieran los manuales de sexologรญa. Se trataba de saciar el instinto con pulcritud, no de regodearnos en el morbo y la porquerรญa.

La convivencia diaria, para colmo, nos restaba atractivo. Veรญa a Pedro como un hermano y esa fraternidad, por desgracia, me apagaba el deseo. A รฉl seguramente le sucedรญa lo mismo, aunque por supuesto se lo callaba. De tanto respetarnos fuimos rehuyendo nuestros encuentros sexuales hasta resignarnos al celibato. A la fecha llevamos cinco aรฑos sin coger y Pedro no parece lamentarlo. La diferencia es que yo sรญ cambiรฉ (para bien, espero) y รฉl, en cambio, se aferra a sus escrรบpulos, que enarbola como trofeos. El pobre no conoce otro tipo de autoestima que la fundada en el sufrimiento. En el fondo me odia por haber roto nuestro pacto de infelicidad. No cambiรฉ de carรกcter, como รฉl cree: a nuestra edad el carรกcter ya estรก formado. Lo que cambiรณ fue mi idea del amor, gracias a la bendita llegada de Zeus.

Ni Pedro ni yo tuvimos mascotas en la niรฑez, porque nuestros padres solo toleraban a los animales cuando los veรญan de lejos. Tocarlos les repugnaba, ya no digamos adoptarlos, por un prurito de asepsia puritana que, ahora lo comprendo, nos dejรณ una tara psicolรณgica grave. La de Pedro era mรกs honda que la mรญa y hace un aรฑo, cuando le dije que mi amiga Daniela me querรญa regalar uno de los cuatro cachorritos reciรฉn paridos por su perrita Porcia, una basset hound encantadora, las fotos de la criatura que le enseรฑรฉ en la pantalla del celular no lo enternecieron.

โ€“Se va a cagar en la alfombra โ€“me respondiรณ, enfurruรฑadoโ€“, no vamos a poder viajar por tener que cuidarlo y cuando se muera ya me imagino la tragedia. Bastante tiene uno con las penas inevitables de la existencia, las muertes de parientes o amigos, para buscarse penas gratuitas, ยฟno crees?

Luego, en la cena, sacรณ a colaciรณn un trauma infantil que nunca me habรญa contado: a los nueve aรฑos se ganรณ un pollito en el puesto de tiro al blanco de una kermesse. Sus padres no tuvieron mรกs remedio que admitirlo en la familia y para hospedarlo a cuerpo de rey, le acondicionรณ una casita de cartรณn con agujeros para respirar, bien provista de agua y alpiste. Lo llamรณ Piolรญn, en homenaje al canario de las caricaturas. Por desgracia, Piolรญn adolecรญa de una enfermedad que le habรญa raรญdo el plumaje y a los dos dรญas de cautiverio languideciรณ hasta quedarse tieso. Fue la experiencia mรกs amarga de su niรฑez. Tanto รฉl como sus hermanos se sintieron culpables por no haberlo sabido cuidar, por haberlo abandonado cuando iban al colegio. La noche de su agonรญa no pudieron dormir, oyรฉndolo piar en un tono quedo, cada vez mรกs agรณnico y lastimero. El entierro en el jardรญn de la casa fue una experiencia desoladora y por nada del mundo volverรญa a vivir algo asรญ.

โ€“O sea que, para evitarte una pena futura, prefieres privarte de las alegrรญas que nos puede dar un perrito โ€“le rebatรญโ€“. Siguiendo tu lรณgica serรญa mejor no nacer, para salvarnos de la muerte.

โ€“Yo nomรกs te prevengo: las mascotas viven menos que tรบ y es horrible perderlas.

Como no me dejรฉ convencer, tras una semana de insistencia y chantaje sentimental acabรณ cediendo, siempre y cuando yo me comprometiera a limpiar las cacas del intruso, a baรฑarlo y a sacarlo de paseo, pues รฉl no pensaba dedicarle un minuto. Desde el momento en que tuve al cachorro en mis manos me derretรญ de ternura. Lamiรณ mis dedos con gula, olfateaba el barniz de mis uรฑas, rascaba mis nudillos con sus garritas y cuando lo apretรฉ contra mi pecho buscรณ afanosamente la teta de Porcia. Cuรกnto hubiera deseado amamantarlo como ella. En el coche, de camino a casa, se acurrucรณ en mi regazo con la naturalidad de un bebรฉ soรฑoliento. Sus orejitas luengas y lacias de color tabaco enmarcaban una carita de pรญcaro que denotaba una inteligencia precoz.

โ€“Te vas a llamar a Zeus, como el dios del rayo. ยฟTe gusta tu nombre, lindura? Eres el rey del Olimpo y el rey de mi vida. Vas a querer mucho a mami, ยฟverdad, mi cielo?

El instinto maternal que creรญa extinto renaciรณ con fuerza, como si tuviera treinta aรฑos menos. Pero cuando llegamos a la casa temรญ que Zeus serรญa un hijo sin padre, porque Pedro, absorto en la computadora, apenas se dignรณ verlo de reojo.

โ€“No lo acuestes en tu cama โ€“me advirtiรณโ€“, luego no te lo vas a quitar de encima. Que se vaya acostumbrando a dormir solo.

Ni un piropo, ni una caricia, mi precioso cachorrito lo dejaba frรญo. Carajo, pensรฉ, a quรฉ grado de insensibilidad ha llegado. Desoรญ su consejo, por supuesto. Por fortuna dormimos en cuartos separados y dentro del mรญo nadie me impone reglas. Para no apachurrar a Zeus y, de paso, protegerlo de una caรญda, en la cama le improvisรฉ con almohadas una especie de corralito en el que durmiรณ a pierna suelta. En la duermevela me propuse educarlo para que nunca invadiera el cuarto ni el estudio de Pedro. Un tiquismiquis como รฉl, me temรญa, entrarรญa en conflicto con el perro, y como siempre estaba en babia, embebido en los edificios conceptuales de Hegel o Heidegger, en un descuido podรญa matarlo de un pisotรณn. Pero a la maรฑana siguiente, cuando salรญ de la ducha, ยกoh sorpresa!: que me encuentro a Pedro jugando con el cachorro, enternecido hasta el empalago, la mirada refulgente de candor infantil. Tendido boca arriba con las patitas al aire, Zeus jugaba a morderlo mientras Pedro le acariciaba el pecho, esquivando sus traviesas mordidas.

โ€“Condenado pillรญn, ยฟme quieres morder el dedo? No seas malora, yo soy tu amigo โ€“se volviรณ hacia mรญ con una sonrisa bobaliconaโ€“. Le encantan las cosquillas, mira cรณmo se pone.

Llevada por un impulso de propietaria le arrebatรฉ a Zeus y lo acunรฉ en mis brazos.

โ€“Creรญ que te chocaban los perros.

โ€“Yo tambiรฉn lo creรญa, pero ya me estoy encariรฑando con este.

โ€“ยฟA poco no estรก divino?

Lo acariciamos juntos y por un momento volvimos a la รฉpoca mรกs feliz de nuestro pasado, cuando salรญamos de excursiรณn al Popo o al Nevado de Toluca, buscรกbamos los parajes mรกs solitarios del bosque y hacรญamos el amor sobre la hierba, en sรบbitos raptos de inocencia salvaje. Debiรณ alegrarme que Zeus hubiera conquistado a Pedro y, sin embargo, me sentรญ amenazada por su naciente afecto, como la tรญpica niรฑa odiosa que se niega a compartir un juguete nuevo. Al dรญa siguiente recapacitรฉ, avergonzada de mi egoรญsmo. Para esconder ese mezquino sentimiento y, al mismo tiempo, imponerme un justo castigo, accedรญ a que Pedro jugara con el cachorro cuanto quisiera. El ogro transformado en รกngel reaccionรณ como esperaba: le comprรณ un montรณn de pelotas y muรฑecos de hule en una tienda para mascotas, lo sacaba a pasear al Parque Hundido, se lo mostraba con orgullo a los hijos de los vecinos, publicaba muy orondo en Facebook las selfies que se tomaba con รฉl, y hasta las cochinadas del perro le caรญan en gracia.

โ€“No lo festejes cuando se orina en la sala โ€“lo aleccionรฉ una tarde, cuando Zeus, por enรฉsima vez, alzรณ la patita y nos rociรณ la alfombraโ€“. Cada vez que haga pipรญ o popรณ fuera del balcรณn hay que darle golpecitos con un periรณdico enrollado โ€“y le puse la muestra regaรฑando a Zeus con fingido enojoโ€“: ยกPerro cochino, eso no se hace!

Avergonzado, Zeus corriรณ a esconderse debajo de un sillรณn. Lo saquรฉ de ahรญ con cierta rudeza y lo dejรฉ encerrado en el cuarto de los trebejos, de donde saliรณ muy humilde media hora despuรฉs. A pesar de mis instrucciones, nunca vi a Pedro desempeรฑar el papel de educador. Aunque Zeus deshilachรณ su colcha de tanto rascarla con sus garritas, no lo reprendiรณ ni le impuso disciplina. Comprรณ una colcha nueva y al poco tiempo el perro volviรณ a desgarrarla. Mimaba irresponsablemente a su criatura, desentendido de su buena crianza, que recayรณ por completo en mรญ, la mamรก regaรฑona. Me llevรณ tres meses enseรฑarle a cagar en el balcรณn, tres largos meses recogiendo mierda por doquier. No recurrรญ a Felipa, la sirvienta, para realizar ese trabajo sucio, porque me daba pena imponerle tareas escatolรณgicas, y como Zeus era muy dado a las mordidas, tuve que tomar un tutorial en internet para quitarle ese mal hรกbito, robรกndole tiempo a la correcciรณn de exรกmenes. Tal vez por eso me pareciรณ abusivo que Pedro, una vez concluida la domesticaciรณn, me propusiera muy quitado de la pena que Zeus durmiera una noche con รฉl y otra conmigo.

โ€“Ahora sรญ muy afectuoso con tu perrito โ€“le reclamรฉโ€“, despuรฉs de que yo me fleto como negra para enseรฑarle buenos modales.

โ€“No seas posesiva, Clara, a mรญ tambiรฉn me quiere โ€“alzรณ al perro en viloโ€“. ยฟVerdad, cariรฑito, que adoras a papi?

โ€“Sรญ, te quiere tanto como a Felipa โ€“lo herรญ con saรฑaโ€“. A ella tambiรฉn le hace fiestas.

โ€“ยฟEstรกs celosa? โ€“Pedro se tomรณ el descolรณn a broma y apelรณ al perro como mediadorโ€“. Dile a mamรก que no sea egoรญsta y te deje dormir conmigo.

Acostumbrada al calor de Zeus, a su cuerpecito suave y mullido, a sus tiernos lengรผetazos en la mejilla cuando se despertaba antes que yo, no me agradaba en absoluto renunciar a la mitad de mis noches con รฉl. Pero en algo Pedro tenรญa razรณn: Zeus tambiรฉn lo querรญa y hubiera sido cruel privarlo de ese derecho adquirido. Solo que no iba a ceder a cambio de nada:

โ€“Estรก bien, pero entonces no vas a ser el รบnico que lo saque a pasear. Una tarde yo y otra tรบ, ยฟde acuerdo?

โ€“Los paseos son el momento del dรญa en que mรกs lo disfruto โ€“se quejรณ Pedro, cabizbajo.

โ€“Pues yo tambiรฉn quiero disfrutarlo. Dando y dando, pajarito volando.

Aceptรณ el trato de mala gana y creo que desde entonces me guarda rencor. Ambos tenemos el ego robusto, por algo nos graduamos con promedio de diez en nuestras carreras, y el surgimiento de una rivalidad avivรณ nuestro espรญritu competitivo. Sin decirlo abiertamente, a partir de la primera desavenencia entablamos una disputa por el amor de Zeus, pues a Pedro le molestaba su evidente predilecciรณn por mรญ. Enfermo de mamitis, como todos los cachorros, Zeus me seguรญa como estampilla por toda la casa, sin despegarse un segundo de mรญ. Hasta en el baรฑo querรญa acompaรฑarme y cada vez que salรญa a la calle se empecinaba en subir al coche conmigo, un capricho masoquista, pues no le gustaba que lo dejara encerrado en el auto y aullaba de tristeza, las patitas delanteras encaramadas en la ventana, cuando me bajaba a la farmacia o entraba al banco.

โ€“ยฟPara quรฉ te lo llevas si solamente lo haces sufrir? โ€“me reclamรณ Pedroโ€“. Dรฉjalo aquรญ, รฉl y yo nos entretenemos, ยฟverdad, manito?

Querรญa debilitar mi supremacรญa, pero le demostrรฉ con pruebas fehacientes que Zeus, cuando no lo llevaba en el carro, hacรญa tremendos berrinches y recaรญa en el hรกbito de orinar la alfombra. Otro motivo de conflicto era el uso de la correa en sus paseos. La reciente muerte de Nรฉstor, el bulldog francรฉs de mi amiga Paula, aplastado por un camiรณn de redilas, me habรญa puesto en alerta roja y decidรญ extremar las precauciones.

โ€“Por nada del mundo lo dejes suelto en el parque โ€“le advertรญ a Pedroโ€“. Es muy atrabancado y me da miedo que se quiera atravesar la calle.

Irritado por mi tono imperativo, Pedro hizo mutis con los labios fruncidos. Una reacciรณn natural en un hombre tan orgulloso, no en balde fue rector de la Universidad de las Amรฉricas, un cargo al que le debemos nuestra holgura econรณmica, pues lo jubilaron con un bono vitalicio. Estรก acostumbrado a mandar, pero no a obedecer, y mi orden debe de haberle sonado como el chasquido de un lรกtigo. Desde el balcรณn de nuestro departamento, con vista al Parque Hundido, lo vigilรฉ cuando saliรณ con el perro a las seis de la tarde. Como lo temรญa, apenas llegaron a los columpios liberรณ a Zeus, que saliรณ disparado como una flecha, ebrio de libertad. Aunque nunca se acercรณ a la calle y Pedro lo siguiรณ de cerca, trotando con una agilidad sorprendente para un sexagenario, de cualquier modo su conducta me pareciรณ irresponsable, casi criminal. Trabada de coraje, intentรฉ serenarme con una copa de coรฑac, pero cuando los oรญ entrar seguรญa con el pulso trรฉmulo.

โ€“ยกEstรบpido! ยกTe dije que no le quitaras la correa y es lo primero que haces!

โ€“Cรกlmate, yo tengo mi propio criterio para educar a Zeus y no vas a contagiarme tus paranoias.

โ€“ยฟParanoias? ยฟQuรฉ tal si persigue a un perro callejero y se cruzan a la torera la avenida Insurgentes? Tu maldita terquedad pudo haberlo matado.

โ€“No exageres, por Dios. Zeus necesita correr y gozar de la vida. Lo estรกs convirtiendo en un perro faldero.

โ€“ยฟCon quรฉ autoridad moral te atreves a darme lecciones? Tรบ ni siquiera lo querรญas en la casa, no se te olvide. Yo adoptรฉ a Zeus y si quieres que te lo preste, obedรฉceme.

Los dos habรญamos alzado la voz y Zeus, perturbado por los gritos, se refugiรณ bajo la mesa del comedor, la cabeza hundida entre las patitas. Me lo comรญ a besos como si acabara de sortear un peligro mortal.

โ€“Cรกlmate, mi cielo, ya estรกs en la casa con mami. No voy a permitir que te haga daรฑo ningรบn troglodita.

Y aunque esa noche le tocaba dormir con el enemigo, me lo llevรฉ a mi cuarto y echรฉ el picaporte, sin prestar oรญdos a las quejas iracundas de Pedro. La suerte estaba echada: la posesiรณn de Zeus nos habรญa enfrascado en un pique irracional, en una lucha de poder a poder que ganarรญa el mรกs astuto o el mรกs fuerte. Por desgracia, los compromisos de trabajo no me permitieron librarla de tiempo completo. Invitada por el sindicato de maestros a dar un curso de Etimologรญas Grecolatinas en Morelia, tuve que ausentarme de casa cinco largos dรญas, en los que Pedro, jubilado ya y con mรกs tiempo libre que yo, departiรณ con Zeus a su antojo. Un martes por la tarde, al llegar al hotel despuรฉs de mis clases, llamรฉ a Felipa, una informante mรกs confiable que mi marido, para preguntar cรณmo estaba Zeus.

โ€“Anoche no se comiรณ sus croquetas โ€“me dijo el miรฉrcolesโ€“. Hoy por la maรฑana me encontrรฉ el plato lleno.

โ€“Quรฉ raro. ยฟEstarรก enfermo?

Era un desgano insรณlito en รฉl, que siempre tenรญa un apetito feroz. El jueves por la noche Felipa, mรกs alarmada, me repitiรณ el mismo informe. Dos dรญas sin comer y Pedro tan campante. Le pedรญ que me lo pasara pero รฉl, resentido conmigo por haberle robado su noche con Zeus, no quiso tomar la llamada. Lo maldije en un correo electrรณnico lleno de improperios. ยกEn manos de quiรฉn habรญa dejado a mi pequeรฑรญn! La angustia por su salud me quitรณ el sueรฑo y al dรญa siguiente, atarantada por la fatiga, cometรญ dislates en la clase por mi falta de concentraciรณn. Confundรญ el acusativo con el ablativo y no salรญ de mi error hasta que un alumno aplicado me lo hizo notar. Desde Morelia llamรฉ al veterinario y le pedรญ consulta para el sรกbado a primera hora. Sospechaba que Zeus se deprimรญa en mi ausencia al grado de hacer huelga de hambre y decidรญ cancelar los cursos que tenรญa programados para el resto del aรฑo. Lleguรฉ a casa un viernes por la noche, molida de cansancio. Desde el pasillo, al salir del elevador, escuchรฉ una รณpera que venรญa del departamento: Pedro escuchaba El buque fantasma a todo volumen y no me oyรณ abrir la puerta. Estaba cenando en el comedor, con Zeus a su lado, sentadito en una silla con la lengua de fuera. Pedro le dio una lonja de jamรณn serrano y el perro la engullรณ de un bocado. Una botella de vino semivacรญa explicaba hasta cierto punto la extravagancia de Pedro, que al parecer ya estaba un poco bebido. ยฟHabrรญa emborrachado tambiรฉn al perro? Los espiรฉ con estupor, escondida detrรกs de los macetones. De postre Pedro agasajรณ a su compinche con un helado Hรคagen-Dazs de vainilla, que Zeus lamiรณ con el ansia de un yonqui, hasta dejar el plato limpio como un espejo.

โ€“ยกHijo de la chingada! โ€“exclamรฉ saliendo del esconditeโ€“. Vas a matarlo de una pancreatitis. Con razรณn ya no quiere sus croquetas.

โ€“Buenas noches, mi vida โ€“sonriรณ Pedro, arrastrando las consonantesโ€“. ยฟTan mal nos llevamos que ya ni saludas?

Apaguรฉ de un manotazo el aparato de sonido.

โ€“No te salgas por la tangente, imbรฉcil. Lo vas a convertir en un perro glotรณn y obeso.

โ€“ยฟY quรฉ? No pasa nada por mimarlo de vez en cuando.

Envalentonado, Pedro se levantรณ y volviรณ a poner la mรบsica.

โ€“Se va a enfermar por tragar esas porquerรญas. Los perros no metabolizan los lรกcteos y tรบ lo atiborras de helado.

โ€“No puedo discriminarlo โ€“Pedro se encogiรณ de hombrosโ€“. Lo quiero tanto que me siento obligado a tratarlo como persona.

โ€“No vuelve a quedarse contigo, prefiero llevarlo a una guarderรญa. Si se enferma por tu culpa te mato.

En contraste con mi enojo, Pedro se mantuvo ecuรกnime y sentรณ a Zeus en sus rodillas, con un aire de viejo sabio, curado de espantos, que no se inmuta por niรฑerรญas.

โ€“Quรฉ loca estรก tu mami, ya perdiรณ la chaveta โ€“sonriรณ con hielโ€“. Me amenaza de muerte solo por cumplirte un antojo.

Le arrebatรฉ a Zeus, furiosa, pero esta vez el perro, hostil y gruรฑรณn, se zafรณ de mis brazos y volviรณ a las rodillas de Pedro. Su rechazo de hijo descarriado me hizo comprender la perversa estrategia de mi rival.

โ€“Claro, lo envicias con tus manjares y ahora ya no me quiere.

โ€“No te quiere porque nos tienes abandonados โ€“Pedro me mirรณ con rencor, la voz cascada por el despechoโ€“. Eres tan avara con tu cariรฑo que ya ni las buenas noches me das cuando regresas de un viaje. ยฟQuรฉ modos son esos de tratar a tu esposo? Todo el tiempo de mal humor, poniรฉndome jetas por cualquier cosa. De caricias y besos mejor ni hablamos, eso se acabรณ hace siglos. Haz un ejercicio de autocrรญtica si la hinchazรณn de tu ego te lo permite. Compara tu aridez emocional, tu egoรญsmo desalmado, tu carรกcter de puercoespรญn, con la ternura efusiva y arrebatada de Zeus, que salta de euforia y me lame la cara, loco de felicidad, cada vez que entro por esa puerta, aunque solo haya salido a comprar cigarros. Eso es amor, no tu simulacro.

Tras el borbotรณn de recriminaciones hizo un amargo balance de nuestra vida en comรบn, los dedos entrelazados y la vista clavada en la mesa, como si hablara consigo mismo en el tono profesoral de sus cรกtedras. Bendita ocurrencia la mรญa de adoptar a ese perro maravilloso, dijo, porque su capacidad de entregar afecto, un afecto surgido de veneros muy hondos, nos obligaba a encarar nuestro alejamiento crรณnico, reforzado paradรณjicamente por la cercanรญa fรญsica. Zeus vino a recordarnos que el amor nace del instinto, como creรญa Schopenhauer, y no del alma, como suponรญa Platรณn. Por querer negar esa fuerza cรณsmica hasta convertirla en una abstracciรณn, se nos marchitรณ primero el deseo y ahora el cariรฑo. Despuรฉs de tantos rechazos ya ni siquiera osaba tocarme. Otro dรญa, mi amor, tengo dolor de cabeza, hoy no, me cayรณ mal la cena, espรฉrate, me quiere dar un calambre, siempre tenรญa yo pretextos a flor de labio. Y claro, de tanto herir su orgullo habรญa logrado imponerle una castidad humillante.

โ€“Carajo, ni que fuรฉramos una pareja de ancianos decrรฉpitos para vivir asรญ โ€“volviรณ a fulminarme con la miradaโ€“. Estรกs harta de mรญ, admรญtelo. Te comprendo: ya no soy un galรกn y es verdad que ando un poco sobrado de peso, pero si tanto asco te doy, ยฟpor quรฉ no me hablas claro? ยฟPara quรฉ seguir representando esta farsa? Tengo derecho a vivir una vejez apacible, como la de Carlos V en el monasterio de Yuste. Zeus me da todo el cariรฑo que necesito, y cualquier mariposilla nocturna puede satisfacer los menguantes apetitos de mi libido, que por fortuna se extinguirรกn pronto. No quiero ser un obstรกculo en tu camino. Eres libre para buscar donde quieras la felicidad que yo, por lo visto, ya no te doy.

โ€“ยฟMe estรกs pidiendo el divorcio? โ€“lo interrumpรญ.

โ€“Yo no, te lo estรก pidiendo Zeus.

โ€“A รฉl no lo metas en esto. Encantada de divorciarme, pero รฉl se queda conmigo.

โ€“Eso nunca โ€“se levantรณ indignadoโ€“. ร‰l y yo somos inseparables.

โ€“Mentira, solo el jamรณn y el helado los unen. Mejor cรณmprate otro perro y edรบcalo, para que sea de veras tuyo.

Alcรฉ a Zeus de la silla, sujetรกndolo del collar para impedirle zafarse de nuevo. Y aunque no aceptaba la correa, se la enjaretรฉ por la fuerza sin amilanarme con sus gruรฑidos. Pedro corriรณ hacia la puerta para cerrarme el paso.

โ€“Zeus ya no te quiere. ยฟNo ves cรณmo se resiste?

โ€“Quรญtate de ahรญ, borracho.

โ€“Pobre de ti si te atreves a robรกrmelo. Tengo amigos en la judicatura que te pueden meter a la cรกrcel. Primero pasarรกs sobre mi cadรกver.

Lo apartรฉ de un empellรณn, perdiรณ el equilibrio y al caer se golpeรณ la cadera con el filo de una maceta. Ignorรฉ sus quejidos, pues no estaba dispuesta a consolarlo despuรฉs de oรญr su amenaza. Salรญ arrastrando con dificultad al perro, que se aferraba al piso, รกvido de socorrer a Pedro o de prolongar su opรญpara cena. En la calle intentรฉ mitigar la rabia con una bocanada de oxรญgeno. Eran las nueve de la noche, una hora poco recomendable para pasear, porque varios arbotantes del Parque Hundido estaban apagados o rotos. En algunos tramos boscosos, donde las tupidas copas de los fresnos ocultaban el claro de luna, la espesa oscuridad me obligaba a caminar despacio para no tropezar. Por fortuna, en el parque habรญa una caseta de policรญa que ahuyentaba a los ladrones.

Mientras Zeus olisqueaba orines en los arbustos intentรฉ analizar en frรญo el berrinche de Pedro. Era un maestro consumado en el arte del autoengaรฑo. Quรฉ mal le quedaba el papel de vรญctima. Ni รฉl mismo se creรญa el melodrama del marido querendรณn vilipendiado por la esposa frรญgida. De modo que yo sola metรญ al congelador nuestra vida sexual. De risa loca. Ni una palabra sobre sus blandas y esporรกdicas erecciones, claro, serรญa una deshonra reconocerlas. Entre mi marido y un buen amante hay la misma diferencia que entre un profesor de filosofรญa y un filรณsofo. La monotonรญa de sus rituales erรณticos hubiera enfriado a cualquiera, cuantimรกs a una mujer tรญmida, reacia a tomar la iniciativa. ยฟY no era el hombre quien debรญa tomarla? ยฟNo se jactaban todos los machos de ser unos libertinos voraces? Lo habรญa tolerado por una mezcla de fatalismo y abnegaciรณn, arrastrada, en el fondo, por una inercia autodestructiva. ยฟY cรณmo me pagaba mi sacrificio? Con un repudio injustificado y llorรณn que salvaguardaba su orgullo viril contra posibles raspones. El cobarde se ufanarรญa en pรบblico de haberme mandado al diablo. Para todos los divorciados, incluyendo a los carcamales, era una cuestiรณn de honor proclamar que ellos habรญan abandonado a su vieja.

De pronto Zeus acelerรณ el paso y al sentir el tirรณn de la correa tuve que salir corriendo tras รฉl. Llegados a una curva del andador, donde hay una estela maya pintarrajeada con grafitis obscenos, nos saliรณ al paso un hombre alto y apuesto que trotaba en pants con su perro, un dรกlmata de porte aristocrรกtico. Zeus corriรณ a su encuentro con รกnimo juguetรณn. A manera de saludo le oliรณ la cola, el dรกlmata le correspondiรณ con el mismo gesto amistoso y los giros de ambos perros enredaron mi correa con la de su amo. A la tercera vuelta en cรญrculo intrincaron tanto el embrollo de las correas que el corredor nocturno quedรณ arrimado a mi espalda. Tan arrimado, vรกlgame Dios, que su falo grueso me rozรณ la hendidura de las nalgas. Palpitaba como un animalito con vida propia y deduje que no llevaba calzones.

โ€“Quieto, Lucas โ€“sujetรณ a su mascota del arnรฉs y se apresurรณ a desenredar las correasโ€“. Disculpe usted, se alborota mucho cuando ve otros perros.

โ€“La culpa es del mรญo, por echรกrsele encima.

A la luz de un farol nos miramos las caras. Le calculรฉ cuarenta y cinco aรฑos. Moreno y de barba cerrada, con prominente nariz de gancho, pรณmulos saltones y profundas cuencas violรกceas donde relampagueaban sus ojos negros, tenรญa la belleza torva de un yihadista islรกmico, y el aroma picante de su sudor me humedeciรณ la entrepierna.

โ€“Quรฉ lindo perro. ยฟCรณmo se llama? โ€“me preguntรณ.

โ€“Zeus. Todavรญa es un cachorrito y cuando se alborota no hay manera de controlarlo.

โ€“Yo era criador de perros, si quiere le puedo dar buenos tips.

โ€“Me encantarรญa, ยฟvive por aquรญ?

โ€“Muy cerca, en Porfirio Dรญaz, del otro lado de Insurgentes. Ahora tengo una tienda de antigรผedades, ยฟpor quรฉ no viene a verla?

Me dio su tarjeta con la indicaciรณn de que lo visitara cuando quisiera, de preferencia en las maรฑanas, cuando la tienda estaba vacรญa. Se llamaba Hรฉctor Grayeb, seguramente un hijo o nieto de libaneses, deduje. A pesar de tener mellada la vanidad femenina, volvรญ a casa turulata de excitaciรณn, pues la entrega de su tarjeta me pareciรณ un claro intento de ligue. ยฟO solo andaba buscando clientes para su tienda? Habรญamos hecho clic en la penumbra, pero ยฟle seguirรญa gustando a pleno sol, cuando me viera mejor? Nuestro flechazo borrรณ el mal sabor de boca que me habรญa dejado el pleito con mi marido y esa noche dormรญ con los nervios tonificados por la ilusiรณn. Me despertรณ a las diez de la maรฑana la voz de Pedro, que seguรญa en pie de guerra y hablaba con su abogado.

โ€“Cรณmo le va, licenciado Martรญnez, fรญjese que mi esposa y yo nos vamos a separar y querรญa pedirle que me lleve el divorcio… No, por desgracia ya es una decisiรณn tomada…

De modo que la cosa iba en serio. Al escuchar su voz, Zeus saltรณ de la cama y se puso a rascar la puerta de mi cuarto, urgido por salir a lamerlo. Me horrorizรณ constatar la volatilidad de su amor y le abrรญ para evitar que daรฑara el barniz de la puerta. Cinco dรญas de comilonas lo habรญan corrompido hasta la mรฉdula y si en ese momento lo dejara elegir un amo, sin duda se inclinarรญa por su proveedor de jamรณn serrano. Cuando salรญ de la ducha, Pedro ya se habรญa largado a la cita con Martรญnez. Mejor para mรญ, asรญ podรญa holgazanear a mis anchas. Tratรฉ de reconquistar a Zeus con una sesiรณn de cosquillas y en vano intentรฉ darle un plato de croquetas, que ni siquiera oliรณ. En cambio, montรณ guardia frente al refrigerador, exigiendo los manjares que habรญa comido en mi ausencia.

โ€“O croquetas o nada โ€“lo regaรฑรฉโ€“, y por tus remilgos estรกs castigado. Hoy no sales a la calle conmigo.

El desorden tambiรฉn reinaba en mis apetitos. Mientrasdesayunaba un plato de frutas con queso cottage, evoquรฉ mi encuentro nocturno entre suspiro y suspiro, escuchando โ€œStrangers in the nightโ€ย en la voz aterciopelada de Frank Sinatra. Haber vivido esa canciรณn me incitaba a mayores audacias. El hambre de hombre me ordenaba correr en busca de mi talibรกn y vengarme de Pedro en sus brazos. Con hรกbiles trucos de maquillaje procurรฉ disimular mi papada y creo que logrรฉ, cuando menos, quitarme cinco aรฑos de encima. Con el sostรฉn que mejor me levanta el busto, falda de cuero negra, tacones de aguja, los labios pintados de bermellรณn, y una ceรฑida blusa de encaje, mi figura otoรฑal recuperรณ encantos veraniegos. A falta de lencerรญa provocadora en mi guardarropa de seรฑora decente, optรฉ por no ponerme calzones. Total, si corrรญa con un poco de suerte iban a ser un estorbo.

A mediodรญa lleguรฉ a la tienda de antigรผedades mรกs atribulada y nerviosa que el dรญa de mi primer examen profesional. Hรฉctor me saludรณ con una sonrisa cortรฉs en la que advertรญ una jiribilla de malicia. Por fortuna, la tienda estaba desierta y ningรบn otro dependiente nos hacรญa mal tercio.

โ€“Vine a escuchar los tips que me ofreciste, pero si estรกs ocupado puedo volver otro dรญa.

Me tendiรณ la mano y lo saludรฉ de beso, para entrar mรกs pronto en confianza. Su dรกlmata, echado junto a รฉl, se irguiรณ con curiosidad y vino a husmear bajo mi falda. No sรฉ si olisqueaba las emanaciones de Zeus o lo atraรญa la desnudez de mi vulva.

โ€“Quieto, Lucas, no molestes a la seรฑora.

โ€“No me molesta, es un primor โ€“le acariciรฉ las orejas.

โ€“ยฟQuiere que hablemos de perros o antes le enseรฑo la tienda?

โ€“Ensรฉรฑamela primero, veo que la tienes muy bien montada โ€“lo seguรญ tuteando a pesar de su defensiva formalidad.

Con detalladas explicaciones de cada pieza y de cรณmo la habรญa obtenido, Hรฉctor me mostrรณ su esplรฉndida colecciรณn de biombos chinos, otomanas, trinchadores centenarios de caoba, mesas taraceadas con incrustaciones de concha nรกcar y viejos fonรณgrafos de manivela que todavรญa funcionaban. Como muestra puso โ€œEl dรญa que me quierasโ€ en la versiรณn de Gardel. Animada por la cadencia del bandoneรณn, me recarguรฉ en su hombro so pretexto de inclinarme a ver la vitrina de los camafeos. Aunque le restreguรฉ las tetas con descaro, fingiรณ no darse cuenta del arrimรณn y por un momento temรญ que fuera gay. Subimos a la planta alta por una escalera de caracol. Elogiรฉ una cรณmoda veneciana, suponiendo por intuiciรณn que serรญa mรกs fรกcil seducirlo por la vรญa del interรฉs comercial. Cuando me dio el precio, 134 mil pesos, percibรญ una calidez hormonal en su tono de voz.

โ€“Dรฉjame tomarle una foto โ€“dijeโ€“. Voy a convencer a mi marido de que la compre.

Despuรฉs de retratar el mueble con el celular fingรญ un tropiezo y volvรญ a pegarle las tetas, ahora de frente.

โ€“Y si te compro la cรณmoda, ยฟquรฉ premio me vas a dar? โ€“dije, recorriendo su pecho velludo con la yema de los dedos.

Hรฉctor ya no pudo hacerse el desentendido. Me ciรฑรณ las nalgas con una mezcla de insolencia y autoridad, la insolencia de un niรฑo y la autoridad de un padrote. No hubo arrumacos ni caricias tiernas, solo mordidas, chupetones de licรกntropo, lengรผetazos que me sacaban chispas de los pezones. No hay mayor deleite que ser tratada como puta, ojalรก lo hubiera descubierto hace treinta aรฑos. El cuerpo tiene un orgullo autรณnomo que agradece la humillaciรณn del alma, el pisoteo de la dignidad. Mandรณn y rudo, Hรฉctor parece haber intuido lo que yo buscaba. No supe ni cรณmo me arrancรณ la ropa. Cuando me di cuenta ya estaba empinada en un divรกn con brocado de terciopelo. Fue una cogida inmisericorde y sucia, una cabalgata de forajido con nalgadas soeces, jalones de pelo y palabras obscenas que rayaban en la injuria machista. Me vine tres o cuatro veces en un lapso breve, chillando como parturienta. Lucas habรญa subido las escaleras detrรกs de nosotros y contemplaba con perplejidad nuestro acto circense, olfateando nuestros cuerpos empalmados. Poco le faltรณ para unirse al festรญn.

Del รฉxtasis caรญ en picada a la culpa. Busquรฉ mi ropa a gatas, atribulada por la vergรผenza y con los muslos pegajosos de semen. Contribuyรณ a mortificarme la grosera insistencia de Hรฉctor en cerrar la venta de la cรณmoda antes de subirse la bragueta. Por fortuna, la llegada de un cliente lo obligรณ a cejar en su empeรฑo. Le prometรญ volver esa misma tarde con mi esposo, una promesa que por supuesto no pensaba cumplir. En el espejo retrovisor del auto me vi desaliรฑada y sucia, no solo por fuera sino por dentro. De vuelta a casa hice escala en un Starbucks para recomponer mi figura en el baรฑo. Una manita de gato no bastarรญa para devolverme la autoestima. Necesitaba una conciencia de repuesto, entrenada para mirar a otra parte cuando mi cuerpo la sobajara.

Por desgracia, cuando lleguรฉ a casa no pude sosegarme trabajando en mi traducciรณn de Menandro, como hubiera querido. En el zaguรกn encontrรฉ a Pedro y a su hijo mayor, Vicente, subiendo huacales llenos de libros a una Suburban gris con la cajuela abierta. Pedro rengueaba con la espalda encorvada, como si hubiera envejecido diez aรฑos de golpe. Encaramado en el asiento, Zeus pegaba su carita a la ventana del copiloto. Estacionรฉ el auto en el รบnico lugar libre de la calle y a pie, con la mayor cautela, me aproximรฉ a la camioneta sin llamar la atenciรณn de Pedro y su hijo, que iban y venรญan del edificio a la camioneta. Zeus seguรญa enojado conmigo y fingiรณ no reconocerme. Por fortuna, encontrรฉ su correa en la guantera, se la puse en el cuello y logrรฉ sacarlo a tirones. Cuando iba entrando al edificio me topรฉ de frente con Pedro.

โ€“ยฟCon quรฉ derecho te quieres llevar a Zeus? โ€“le reclamรฉ.

โ€“Una loca violenta como tรบ no lo puede cuidar โ€“Pedro me cerrรณ el paso, colรฉricoโ€“. Por tu culpa tengo una luxaciรณn de cadera. No puedo caminar bien y esta maรฑana fui a sacarme radiografรญas. Ya presentรฉ una denuncia por lesiones en la delegaciรณn. Estรกs acusada de violencia intrafamiliar. Asรญ que ya lo sabes: o me entregas a Zeus o te meto al bote.

โ€“Zeus no va a ninguna parte, quรญtate, imbรฉcil.

Lo esquivรฉ aprovechando su torpeza de movimientos, pero Pedro me alcanzรณ en el elevador y de un tirรณn me quiso arrebatar la correa. La sostuve con firmeza y le araรฑรฉ el brazo, mientras nos gritรกbamos insultos horribles, que llamaron la atenciรณn de vecinos y transeรบntes. El papelazo del siglo, desde entonces no me saludan. Por fortuna Vicente no quiso intervenir, pues con su ayuda Pedro me hubiera ganado el duelo de jaloneos. Observรณ el pleito desde la banqueta, reprobando nuestra zacapela con una mirada incrรฉdula. El mรกs perjudicado con los jaloneos fue el pobre Zeus, que lloraba de coraje, como si lo estuviรฉramos desollando. Nuestros tirones le lastimaban el cuello, pero sobre todo el alma. Conmovido por su tormento, finalmente Pedro soltรณ la correa.

โ€“ยกLo suelto porque yo sรญ lo quiero, maldita cabrona! โ€“gritรณ con un borbotรณn de llanto.

Subรญ con el perro al departamento, mรกs avergonzada que ufana de mi victoria. Zeus estuvo en shock toda la tarde y pese a mis esfuerzos por alimentarlo no quiso probar sus croquetas. Tampoco el jamรณn serrano: cuando se lo di vomitรณ una papilla negra. Ovillado en un rincรณn de la cocina soltaba lรบgubres aullidos, jadeaba y a ratos sufrรญa convulsiones. Con la angustia olvidรฉ baรฑarme, y el sudor de Hรฉctor, adherido a mi piel, me imputaba la mala salud de Zeus. No probรณ bocado en toda la noche y temรญ vivir una experiencia similar a la de Pedro con el difunto Piolรญn. Tras haber dejado una parte de sus libros en casa de Vicente, donde se pensaba mudar, mi marido volviรณ en la maรฑana con la intenciรณn de aclarar paradas. Lo recibรญ con la guardia baja y en vez de responder sus acusaciones le di entre sollozos un acongojado informe sobre los achaques de Zeus. Pedro solo necesitรณ verlo un minuto para quedarse lรญvido.

โ€“Voy a llevarlo al veterinario โ€“dijo, y como advirtiรณ en mi rostro un gesto receloso, aรฑadiรณโ€“: No lo voy a raptar, pero si desconfรญas, acompรกรฑame.

Desconfiaba, claro estรก, de modo que lo seguรญ escaleras abajo. En tรฉtrico silencio, el silencio de las parejas que ya no pueden emitir una sรญlaba sin herirse, Pedro manejรณ hasta la clรญnica, circunspecto como un policรญa, mientras yo palpaba la cabeza de Zeus. No estaba nuestro veterinario, el doctor Vargas, pero nos atendiรณ una amable sustituta joven, la doctora Macรญas. En un acto de mea culpa le contรฉ el pleito y el forcejeo que habรญamos protagonizado la vรญspera, arrebatรกndole la palabra a Pedro. La doctora no hizo comentarios, pero el hielo de su mirada era una reprimenda elocuente. Tras reconocer al enfermo con el estetoscopio, medirle la presiรณn, inyectarle un tranquilizante y revisar sus signos vitales nos dio el parte mรฉdico.

โ€“Zeus no tiene ninguna infecciรณn, solo un colapso nervioso. Los sentimientos de un perro son muy delicados. Perciben la violencia psicolรณgica, aunque no vaya dirigida en su contra, y sufren mucho cuando sus amos se pelean. Si tienen que discutir por algo, les aconsejo hacerlo a prudente distancia del perro. ร‰l ya los ve como papรก y mamรก.

โ€“Dentro de poco vamos a divorciarnos โ€“intervino Pedroโ€“, pero no quisiรฉramos hacerle daรฑo.

โ€“Eso va a ser muy difรญcil. Hay casos de perros que se dejan morir de hambre cuando les falta alguno de sus amos. Para efectos prรกcticos, un perro es como un hijo. ยฟQuiรฉn se va a quedar con รฉl?

โ€“No lo hemos decidido โ€“dije para evitar una nueva trifulca.

โ€“Quien se quede con รฉl debe cuidarlo muy bien. Otra depresiรณn como esta y Zeus puede tener un cuadro severo de anemia. No es por asustarlos, pero cualquier enfermedad puede matar a un perro bajo de defensas.

Volvimos a casa mudos de espanto, como delincuentes arrestados en flagrancia. Tendido en el asiento trasero, con los ojos apagados, dรฉbil como un peluche, Zeus parecรญa reprocharnos nuestra falta de amor. La reconciliaciรณn ya era imposible, ambos lo sabรญamos y, sin embargo, flotaba en el aire la certidumbre de que ambos estรกbamos ya muy viejos para empezar de cero con otra pareja. Nos habรญamos jodido la vida juntos, era triste admitirlo, pero a nuestra edad, ยฟquรฉ diablos รญbamos a ganar con el rompimiento? Preservar nuestra salud mental a costa de Zeus hubiera sido un crimen. Peor aรบn: yo tenรญa muy claro, en mi depresiรณn poscoito, que la saciedad sexual no compensarรญa mi dรฉficit afectivo. El ego de Pedro es mรกs razonable que el mรญo y tal vez por eso fue el primero en reconocer, llegados a casa, la inconveniencia de montarnos en nuestro macho.

โ€“Mira, Clara. Tal vez nunca podamos volver a querernos, pero no creo que tengamos derecho de lastimar a Zeus por un capricho egoรญsta.

โ€“Tienes razรณn โ€“me apresurรฉ a sacar la bandera blancaโ€“. No te lo podrรญa quitar sabiendo que eso puede matarlo.

Decidimos, pues, seguir juntos por el bien del perro y hasta nos dimos un abrazo en su presencia, que al parecer lo reconfortรณ, pues esa noche devorรณ su plato de croquetas. El abrazo marcรณ la tรณnica de nuestra convivencia futura: la enemistad prevalece y de hecho se ha recrudecido, pero delante de Zeus nos prodigamos besos y abrazos. En la mesa nos hablamos con un tono de voz dulzรณn, sabiamente modulado para tenerlo contento. Compensa nuestro esfuerzo el gozo de verlo menear la cola cuando le sonreรญmos tomados de la cintura. Somos malos actores, pero รฉl no lo nota y, despuรฉs de representar la comedia tres veces al dรญa, cada uno vuelve con el gesto huraรฑo a su camerino. El odio mutuo no ha desaparecido, pero lo mitiga el imperativo de mantener la uniรณn familiar. No hacemos vida social en comรบn, hablamos mรกs con el perro que entre nosotros, y a รบltimas fechas preferimos enviarnos recados por medio de Felipa.

Somos una pareja abierta donde cada quien busca el placer a su modo. Pedro frecuenta un salรณn de masajes con final feliz. Yo me doy mis revolcones con desconocidos que ligo en bares de oficinistas, sin daรฑar mi reputaciรณn, pues jamรกs coqueteo con la gente de mi cรญrculo social. ยฟPara quรฉ, si solo quiero aventuras? Zeus es el perro mejor alimentado y cuidado de la colonia. Los miรฉrcoles por la tarde se codea con otras mascotas fifรญs en un exclusivo spa de la Guadalupe Inn donde lo baรฑan, lo rasuran y le dan masaje con esencia de frutos rojos. En un reciente concurso de belleza canina, el jurado lo eligiรณ entre los diez mejores ejemplares de su raza, entre mรกs de cien concursantes. Ambos lloramos de alegrรญa al escuchar su nombre en la ceremonia de premiaciรณn y Pedro, orgulloso, me susurrรณ al oรญdo: โ€œMisiรณn cumplida, Clara.โ€ El diploma de Zeus ocupa un lugar de honor en la biblioteca, junto a nuestros tรญtulos de postgrado. ~

Este cuento forma parte del libro Lealtad al fantasma, que Alfaguara publicarรก este mes.

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(ciudad de Mรฉxico, 1959) es narrador y ensayista. Alfaguara acaba de publicar su novela mรกs reciente, El vendedor de silencio.ย 


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