Por la voluntad de reunión: Juan Mayorga

La literatura dramática del Premio Princesa de Asturias 2022 se identifica por el interés de procurar una conciencia moral y política.
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Durante su reciente discurso de aceptación al Premio Princesa de Asturias de las Letras 2022, el dramaturgo español Juan Mayorga mencionó que en su juventud se sintió atraído por el teatro dada la seducción y poder que invocan las palabras sobre los cuerpos en el escenario. Pero especialmente porque “había encontrado en [los teatros] un lugar en que me respetaban –y no hay nada más atractivo para un adolescente que sentirse respetado–. La forma mayor del respeto es esperar algo bueno del otro, y yo iba hacia allí donde esperaban que me atreviese a escuchar, a pensar, a recordar, a imaginar”. Esta misma afirmación puede extenderse a la experiencia que cualquier espectador vive durante las obras de Mayorga, ya que sus temas, personajes y la calculada urdimbre de sus tramas no apelan a un receptor pasivo que acude a un entretenimiento momentáneo, sino a la activación de su inteligencia crítica. Una apuesta patente en la decisión del jurado de semejante presea, quien reconoce que el autor madrileño “ha propuesto una formidable renovación de la escena teatral, dotándola de una preocupación filosófica y moral que interpela a nuestra sociedad, al concebir su trabajo como un teatro para el futuro y para la esencial dignidad del ser humano”.

Mayorga se inició en el teatro por un afortunado incidente que lo hizo ser finalista del premio de dramaturgia Marqués de Bradomín en 1989, a la par que se encontraba estudiando para obtener el grado de licenciado en matemáticas y doctor en filosofía. Si bien podría cuestionarse la distancia entre semejantes disciplinas, este bagaje impacta de forma expresa su obra tanto en la calculada estrategia en que su discurso y trama convergen, cual si fuesen ecuaciones, como en su dedicación por indagar en dilemas apremiantes que devuelven al teatro ese lugar de privilegio que se aleja del espectáculo de consumo acelerado y voraz. Es por este motivo que Guillermo Heras, director, dramaturgo y gestor cultural, a quien el galardonado ha señalado como uno de los primeros creadores escénicos que le mostraron confianza para abocarse a este oficio, reconoce a Mayorga como un representante de la gran tradición de un teatro europeo del pensamiento, dada “su coherencia ética y estética, que lo constituyen como todo un ejemplo de una dramaturgia actual y comprometida”.

La literatura dramática de Mayorga, una obra joven en tanto que apenas abarca tres décadas, pero cuya trascendencia ha sido marcada por distinguidas preseas a las que se suma el reciente Princesa de Asturias, se identifica por un constante interés de procurar una conciencia moral y política atravesada por diversos temas que abordan lo propio de la memoria histórica, así como asuntos de actualidad desde una perspectiva que sabe atrapar la atención y en donde es común hallar en el núcleo de los conflictos una preocupación sobre el poder que ejercen las palabras como eje de construcción y manipulación de la realidad humana. Como él mismo lo expresó en su discurso de ingreso a la Real Academia Española en 2019: “Enfermo de teatro, vivo pendiente de lo que las personas hacen con las palabras y de lo que las palabras hacen con las personas.”

Este interés se ejemplifica en la entrañable obra El chico de la última fila (que tuvo una versión cinematográfica a cargo del director francés François Ozon en 2012), la cual se centra en la historia de un maestro de secundaria que arroja hacia una intrépida misión a uno de sus estudiantes por reconocer en él un talento para la escritura. También en otros títulos populares a nivel mundial como Cartas de amor a Stalin, donde el escritor Mijaíl Bulgákov padece el que sus propias palabras se tornen en su contra a causa de la censura que le impuso el Estado, un escenario similar al de santa Teresa en La lengua en pedazos,quien es interpelada por un inquisidor al hacer uso de la voluntad y la expresión propia dentro de un sistema que lo condena.Otro buen ejemplo es la propuesta del dramaturgo en torno al Holocausto en Himmelweg, obra que presenta el encuentro entre un delegado de la Cruz Roja, un comandante y un hombre que representa la cabeza de la comunidad judía, quienes sobrellevan la apremiante situación interpretando cada uno a su manera el nombre del campo de concentración que los alberga: “Camino del cielo”. E incluso en la adaptación teatral de su discurso de aceptación a la rae con el espectáculo Silencio, considerado un homenaje a la actuación porque el intérprete opera ahí en donde la palabra falla y se demuestra qué hay detrás de ella. Dentro de su poética también cabe la seriedad del sentido del humor que proponen obras como La paz perpetua La tortuga de Darwin, donde a modo de fábula se recupera el protagonismo de los animales para darnos una lección sobre temas de emergencia mundial como la ecología y el terrorismo.

La directora y actriz Mariana Giménez, quien ha estado muy presente en la representación de las obras de este autor en México, identifica en la obra de Mayorga una universalidad que “se desprende de las preguntas fundamentales que nos hemos hecho las mujeres y los hombres a lo largo del tiempo, y estas siempre se encuentran dentro de su dramaturgia en un vértice crítico, paradójico. Cada obra te coloca en la intersección de la Y, en el lugar más incómodo, ese donde no queda más remedio que tomar partido. Juan es un autor que te invita a decidir, a ser otro, otra y lo más genial es que lo hace desde la sorpresa, la complicidad y el juego”.

Complicidad es una palabra clave en la empresa ética y estética de este autor, pues como lo expresó en su discurso de aceptación del Premio Princesa de Asturias: “Lo que decide a un escritor a escribir teatro, lo que distingue a tan singular forma de escritura es la voluntad de reunión. Los autores reunimos letras con el deseo de que un día unos actores se reúnan en torno a ellas y luego abran su reunión a la ciudad. […] Entre todas las expresiones de la bella jerga teatral, mi favorita es ‘compañía’. Los que escribimos teatro lo hacemos, desde luego, para compartir con otros. Para compartir un tiempo, un espacio, una vocación de examinar la vida […] Por eso, porque el teatro es compañía.” Una declaración que en medio del merecido elogio y homenaje a este autor refrenda a creadores y espectadores la auténtica esencia del arte teatral. ~

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es dramaturga, docente y crítica de teatro. Actualmente pertenece al Sistema Nacional de Creadores-Fonca.


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