En los últimos años se ha verificado y consolidado una tendencia a la regresión democrática a nivel global. Diversos estudiosos de la política contemporánea –como Nadia Urbinati, Anne Applebaum, Pierre Rosanvallon, Steven Levitsky, Daniel Ziblatt o Enzo Traverso– han descrito el fenómeno. Unos reparan en el ascenso de liderazgos populistas, de derecha o izquierda, como los de Donald Trump en Estados Unidos y Viktor Orbán en Hungría, Jair Bolsonaro en Brasil y Nicolás Maduro en Venezuela, Vladímir Putin en Rusia y Narendra Modi en la India. Otros se detienen en el deterioro acelerado de los indicadores de gobernanza democrática nacional, regional o mundial.
Desde América Latina, estudios recientes como los del peruano Alberto Vergara y el colombiano Mauricio García Villegas apuntan al desgaste de la confianza ciudadana y el aumento del malestar en la región. Los estallidos sociales, el impacto de la pandemia de covid-19 sobre los sectores más vulnerables de la población, la alternancia generalizada, la crisis de los partidos políticos, la pugna entre poderes y el lawfare serían algunos síntomas de ese desajuste de la democracia como orden social, forma de gobierno y régimen político.
El más reciente libro de Francisco Valdés Ugalde se inscribe en esa nueva biblioteca del deterioro democrático. Es posible detectar énfasis en América Latina y México, pero un mérito indudable de este ensayo es su apuesta por el enfoque global. La metáfora del título transmite, de entrada, una pertinente lectura de la historia mundial reciente de la mayor pertinencia. En contra del triunfalismo liberal de los años noventa del pasado siglo, la caída del Muro de Berlín y el fin de la Guerra Fría no habrían dado paso a un desembarco suave en un contexto de universalización de la democracia sino a un naufragio en tierra ignota, donde emergen no solo autocracias sino muy diversos tipos de autoritarismos y regímenes híbridos.
Valdés Ugalde aporta varios datos globales sumamente reveladores del declive democrático. Uno, que destaca Roger Bartra en su prólogo, proviene del índice mundial de democracias de los reportes del Instituto Varieties of Democracy, en Suecia, según el cual entre 2010 y 2020 la cantidad de países democráticos habría descendido de 41 a 32, las “autocracias cerradas” habrían ascendido de 25 a 30 en 2021, los autoritarismos competitivos o electorales sumarían 60 en 2022 y un 70% de la población mundial viviría hoy bajo regímenes no plenamente democráticos.
Las propias estadísticas de ese instituto y del Banco Mundial describen una gama de formas híbridas o zonas grises –en parámetros diversos para medir la democracia– como la inclusión social o el Estado de derecho, que hacen imposible una partición del mundo en democracias y autocracias. Mucho menos una bipolaridad entre populismo y democracia, ya que hay populismos instalados, prácticamente, en todos los matices del espectro ideológico contemporáneo, y cualquier clasificación binaria de los regímenes políticos, en el siglo XXI, tendería a proyectar, en la multipolaridad global de hoy, la vieja estructura adversarial de la Guerra Fría.
Esas prevenciones evitarían una lectura maniquea de este libro, que justamente parte de una aproximación teórica flexible al concepto de democracia. En sentido inverso a las tesis procedimentales y minimalistas de la democracia, Valdés Ugalde parece pensar, como Charles Taylor y otros autores contemporáneos, que la democracia no tiene que ver únicamente con la división de poderes, el gobierno representativo, el sistema de partidos, las libertades públicas y las elecciones competidas. También tiene que ver, desde un clásico del liberalismo como Alexis de Tocqueville, con la igualdad y los que hoy entendemos como derechos económicos, sociales y culturales.
Esa premisa le permite dar cuenta de las distorsiones que el neoliberalismo produjo en la propia tradición liberal y en la misma forma democrática de gobierno. La confusión entre el liberalismo clásico, el neoliberalismo e, incluso, el libertarianismo –como puede leerse en estos días en la prensa latinoamericana, específicamente en la argentina– es uno de los peores legados intelectuales del periodo de reformas estructurales, orientadas al mercado, en la mayoría de los países de la región a fines del siglo XX.
La noción flexible y abarcadora de la democracia con que opera este libro, que actualiza un célebre linaje de las ciencias sociales latinoamericanas, digamos entre el cardenismo en los años treinta, la Cepal en los cincuenta y los diversos dependentismos, estructuralismos y marxismos en los setenta, desemboca en un planteamiento crucial: la igualdad y el Estado, o un Estado de igualdad tanto como un Estado de derecho, son condiciones de posibilidad del orden democrático. Esta idea implica la necesidad de repensar la relación entre democracia y derechos humanos, a nivel global, reto que Valdés Ugalde encara con gran solvencia en la parte central de su libro.
Encuentra el autor tres modos de aproximación a ese vínculo: el que asume los dos conceptos como realidades interconectadas, el que postula la democracia como un derecho humano y el que sostiene el deslinde o el nexo no determinante entre una cosa y la otra. El primero es asociable a la tradición del liberalismo democrático, desde la segunda mitad del siglo XIX, y el tercero es el que predomina en las normas e instituciones internacionales contemporáneas en las que el derecho a la autodeterminación de las naciones se privilegia sobre la definición democrática, o no, de cada Estado. El segundo, es decir, el modo de relación que establece la democracia como un derecho humano tuvo una breve experiencia en la Comisión de Derechos Humanos de la onu a fines del siglo pasado y fue eficazmente hostilizado por China, Cuba y otros gobiernos que anteponen la soberanía a la democracia.
A partir de una relectura creativa de dos autores generalmente ubicados en coordenadas teóricas divergentes, Charles Tilly y Claude Lefort, Valdés Ugalde sugiere que, frente a las tendencias poderosas de disociación normativa entre la democracia y los derechos humanos que se viven en la actualidad, es urgente regresar a formas de interconexión o implicación entre ambas dimensiones. Su llamado es válido no solo para la política exterior de los Estados, las agendas de derechos humanos y la democratización de organizaciones no gubernamentales u organismos internacionales, sino para la academia de las ciencias sociales especialmente en América Latina y México.
La parte final de este libro necesario y oportuno se ocupa de lo que el autor llama la “pospolítica” y que relaciona con el rebasamiento del Estado y sus instituciones, practicada por múltiples actores y escenificada por nuevos fenómenos globales: líderes mesiánicos de izquierda o derecha, crimen organizado, cárteles de la droga, corporaciones mediáticas, transnacionalización migratoria, cárceles como comandancias paramilitares, sectarización de la diplomacia. En el vacío de esa pospolítica, advierte Valdés Ugalde la construcción de un metalenguaje diariamente reforzado por las nuevas tecnologías y las redes sociales que simplifica la complejidad social por medio de la polarización o la rutinización de la ira.
Las amenazas a la democracia descritas en este Ensayo para después del naufragio son tantas que necesariamente el tipo de desdibujamiento del orden democrático que producen es también múltiple y diverso. De ahí que, más que desacuerdos, genere dudas el pronóstico de los tres modelos a enfrentarse en los próximos años a nivel global: el liberal democrático, el populista autoritario y el socialdemócrata. Muchos gobiernos y liderazgos actuales –con buenas posibilidades de consolidarse a nivel nacional, regional o global– no encajan en ninguna de las tres categorías.
El panorama que describe el libro no se ajusta a ese pronóstico. Más bien parece remitir a una degradación más segmentada del orden democrático como la que han apuntado en su libro más reciente Charles Taylor, Craig Calhoun y Dilip P. Gaonkar. Estos autores utilizan el término degeneration, pero lo que retratan suena más a degradación, en el sentido de que, en el siglo XXI, entre la democracia y el autoritarismo se interponen muchos grados de igualdad y libertad. El ensayo de Valdés Ugalde es una contribución insoslayable, desde México, a ese debate que es mundial, como mundial es la crisis que lo provoca. ~
(Santa Clara, Cuba, 1965) es historiador y crítico literario.