El dramaturgo es un tipo peculiar de escritor que tiene que servir a dos realidades que se debaten en su cabeza: la fantasía y el reto de la creación íntima y aquella que más tarde encontrará en el escenario los embates de la decepción que implica el mundo real. Esta tensión puede leerse a través de las copiosas indicaciones que los escritores de teatro suelen agregar en forma de acotaciones, como supuestas obligaciones para la dirección, o las quejas que suceden ante todo estreno porque aquello que estaba en la cabeza del autor no fue dicho y hecho como se imaginaba. No es gratuito que Thomas Bernhard haya ejemplificado estas cuestiones en algunas de sus ficciones breves, tomando al dramaturgo como un personaje que bien puede acabar sus días recluido en una institución mental. Tampoco es de extrañar que ante el estreno de Seis personajes en busca de autor, de Luigi Pirandello, en un teatro de Roma en 1921 el público enardecido gritara: “¡Manicomio! ¡Manicomio!”, pues nunca antes se había mostrado tan frontalmente esa extraña dicotomía en la que un personaje dramático vive y se cuestiona al interior de su creador.
Como su título lo indica, la obra aborda la sorpresiva irrupción de un grupo de personajes ligados por cierto parentesco a un ensayo teatral con el desesperado propósito de compartir su drama, pues declaran haber nacido vivos y listos para ser contados, pero no han tenido la suerte de hallar un autor que los ayude a remediar su angustia. El director y su compañía prestan oído a la infausta trama de muerte, incesto y decepciones que los personajes les presentan e intentan representar su drama, pero subsiste entre los entes imaginarios el descontento y la crítica, como si del autor mismo se tratara. La afrenta, que bien podría ser una comedia de enredos, adquiere gracias a Pirandello una densidad filosófica en donde las criaturas que emanan del misterio y la fantasía se revelan en contra de su artificio, expandiendo en ocasiones su conflicto a un entredicho que pone en jaque a la misma realidad: “la vida está llena de infinitos absurdos que ni siquiera necesitan aparecer descubiertamente verosímiles, porque son verdaderos”.
Sobre la génesis de su pieza, Pirandello contaba que se encontraba en una situación similar a la que plantea su propia ficción, en donde, al igual que el director de escena, él mismo soportaba las visitas de estos personajes sin saber qué hacer con ellos. El teatro le permitió ir más allá del melodramático conflicto para explorar la esencia del personaje, develándolo como un mecanismo de destino lineal que tiene la tragedia de ser identificado con el vínculo a un acontecimiento unívoco, una unidad inalterable que carga consigo la paradoja de trascender al tiempo por su inmutabilidad y a la vez padece la imposibilidad de ser otro. La estrategia que Pirandello explora dentro de la convención teatral al mostrar una escena desnuda le permite evidenciar su juego de ilusiones y verdades para dar paso a una reflexión filosófica en la que el personaje es un mero vehículo para abordar un cuestionamiento sobre la identidad del ser humano, una temática recurrente en su obra y que ejemplifica cabalmente en voz de sus personajes sin autor: “…hay en nosotros tal diversidad de sujetos como posibilidades de ser. Somos diversos con uno, ahora; con otro, más tarde. Y, sin embargo, vivimos con la ilusión de que siempre somos el mismo para todos y siempre creemos que este uno ‘único’ es el que se encuentra en todos nuestros actos”. Pirandello nos muestra a través de estos desamparados huérfanos que vamos improvisando por la vida con la máscara que elegimos por accidente o convicción, trastabillando en un estatus que nos da estabilidad, pero con el cual estamos permanentemente en conflicto, ya que somos “uno, ninguno y cien mil” a la vez. Con agrio humor, el autor concluye que todo intento de eludir este predicamento resulta una mera ilusión o acaso una gran pérdida de tiempo, como vocifera el director de la obra hacia el final del embrollo con aquellos personajes que han expuesto infructuosamente su tragedia, ya que las verdades absolutas son inalcanzables y tenemos que vivir de alguna manera con la certeza de que solo podremos conocernos, como los personajes, a modo de fragmento.
Fiel a la locura del dramaturgo, este ejercicio le permitió al escritor italiano vislumbrar su pensamiento fuera de sí mismo, provocando un punto de inflexión dentro de su obra artística –merecedora del premio Nobel en 1934– al utilizar el artificio teatral y sus agentes para hacer una reflexión aguda sobre la realidad y nuestro modo de habitarla entre ilusiones y entelequias que nos permiten evadir la angustia de estar vivos.
Seis personajes en busca de autor marca el inicio de la tragedia propia del siglo xx, una farsa trágica fomentada en parte por el contexto del vacío y la desesperanza que deja tras de sí la Primera Guerra Mundial y abre paso a las obras de Samuel Beckett, Eugène Ionesco, Harold Pinter y aun el teatro de Jean-Paul Sartre, autores que también supieron adscribir a su manera el impacto y la desazón ante los diversos horrores con los que el siglo pasado sorprendió a la humanidad.
A cien años del estreno de la obra italiana, la serie Staged (BBC, 2020) muestra a los actores británicos Michael Sheen y David Tennant dentro de la farsa de estar involucrados en una frustrada producción del drama de Pirandello en medio de una inesperada pandemia. De forma burlesca, la serie ejemplifica la orfandad que experimentan actualmente los actores sin personaje en la imposibilidad de volver a los teatros. Una realidad ficticia que replica la interminable situación de los recintos cerrados y la incertidumbre de que pronto exista una fecha de reapertura permanente en varias partes del mundo. Ante semejante complicación no es difícil imaginar un escenario en donde grupos de histriones sin empleo lleguen a tocar a nuestra puerta. Lo mejor para todos será abrirles, ya que el clamor de los tiempos nos indica que la fantasía será benéfica, pues el absurdo de la realidad hace mucho que nos ha superado. ~
es dramaturga, docente y crítica de teatro. Actualmente pertenece al Sistema Nacional de Creadores-Fonca.