DĆa de los santos muertos, todos los muertos somos santos, lo sĆ© por Ć³smosis y por la cena de Halloween que es mixta. Dos pelis me han fascinado. El conde, de Pablo LarraĆn, Al otro lado del rĆo y entre los Ć”rboles, de Paula Ortiz.
DĆa de Todos los Santos, nueva era de malestar y muerte, se ha abierto el otro frente eterno, Palestina / Israel y la muerte es un continuum, la cinta de Moebius de la muerte climĆ”tica, la financiera, la muerte por guerras. Los difuntos de Juan Rulfo estĆ”n mĆ”s vivos que nosotros, que morimos por el mĆ³vil. La muerte llega por wifi o datos. Cada vez mĆ”s la amenaza estĆ” en la vecindad. Al coronel de Hemingway/Paula Ortiz se le aparecen los soldados muertos de su batallĆ³n perdido para darle la malvenida a su limbo. Al otro lado del rĆo y entre los Ć”rboles es Casablanca que acaba mal, cuando la guerra ya se ha ganado solo queda la culpa; cuando se han ganado dos guerras queda fumar y beber y pastillas de nitroglicerina. El hĆ©roe de dos guerras arrastra el saco de los huesos. La peli empieza como acaba, lo de enmedio es una fiesta platĆ³nica, la Ćŗnica permitida en esta preview que es la vida. Ortiz, Aguirresarobe, Venecia desierta, la poĆ©tica de posguerra se junta con la de la pandemia, agua y luces, niebla. Schriber, Matilda de Santis (dĆa de Todos los Santis), el sargento, todos geniales en inolvidable cuento de muerte y luz, todo recuerda al binomio global Irene Vallejo / Manuel Vilas, quiĆ©n se atreverĆa en el cine con Ordesa y El infinito en un junco.
Los interrogatorios de la monja contable y exorcista a la familia de Pinochet vampiro son perfectos. La pelĆcula El conde, de Pablo LarraĆn, es otra obra maestra. No hay una frase floja. Tiene la levedad que querĆa Italo Calvino, bueno, tiene todas las propuestas (levedad, rapidez, exactitud, visibilidad, multiplicidad, consistencia), mĆ”s un punto de surrealismo; tiene a Luis BuƱuel dentro, o sea, el surrealismo de la vida ordinaria que Rafael Azcona supo ver en la realidad. En El conde la tragedia se explica en un informe exhaustivo y delirante donde se investiga lo Ćŗnico que importa siempre: dĆ³nde estĆ” el dinero y cĆ³mo cogerlo. Y los muertos, para Halloween. Todos santos siempre, quĆ© consuelo.
Solo una frase de El conde. La mujer de Pinochet, Ć”vida dollars sicĆ³pata total, le suplica a su marido el general vampiro que le muerda para tener ella tambiĆ©n vida eterna, pero Ć©l se ha negado siempre. Ante la insistencia de la mujer, Ć©l le dice que lo ha tenido todo, incluso hijos, riquezas, poderā¦ y concluye:
āĀæQuĆ© mĆ”s quieres?
āSer una bestia como tĆŗ.
El dictador oficialmente muerto vuela sobre Santiago para beber corazones que aĆŗn palpitan. DespuĆ©s de El conde de LarraĆn nadie vuelve a usar una licuadora.
El conde tiene tanta lĆ³gica y tanta informaciĆ³n que es un documental. Y alicientes gore, la guillotina, el carrito que arrastra el sicario cosaco asesino torturador, leal vampiro coprĆ³filo traidor.
Las dos pelis comparten la barca y la laguna, los lugares deshabitados, el respectivo fin del mundo, la guerra como negocio y las formas del mal, que siempre reaparece.
DĆa de Todos los Santitos (los desaparecidos de Iguala), los muertos bĆblicos, la Tierra Santa Sangrienta, las bombas atĆ³micas de Oppenheimerā¦ esta deriva me llevĆ³ a Mishima, a los documentales sobre su vida, el de Paul Schrader de 1985, Mishima, una vida en cuatro capĆtulos, producido por Coppola y George Lucas; a leer trozos de sus novelas; la arrebatadora pelĆcula Sed de amor, basada en la segunda novela de Mishima y dirigida en 1966 por Koreyoshi Kurahara. Todo me gusta y lo olvido. Mishima evoca a Cirlot y su pasiĆ³n por un mundo extinguido donde rige la espada. Mishima, desaparecido en estas dĆ©cadas, parece un Warhol japonĆ©s asolado por las bombas que remordĆan a Oppenheimer. Apuesto a que Mishima vuelve con nuevo Ćmpetu al streaming que nos lleva, en libro, en cĆ³mic, en cine: hay un hilo con El club de la lucha, la pelĆcula de David Fincher sobre la novela de Chuck Palahniuk, que viene a la salud mental, eufemismo para la toxicidad de los trabajos, hasta el nihilismo es precario: Edward Norton, vacĆo empleado de seguros, consigue que le manden el sueldo a casa dĆ”ndose una autopaliza ante su jefe en la oficina. El artĆculo de Mar Cabra āEl trabajo que desgarra la salud mentalā.
No sĆ© quĆ© tienen que ver Mishima y todos estos hilos con El conde de LarraĆn y la peli de Paula Ortiz, algo serĆ”, quizĆ” el dĆa de Todos los Santos, el color b/n desesperado de Sed de amor, la hora h personal. Los comerciales de Vodafone, tanto mĆ”quinas como humanos, se llaman a sĆ mismos āsu asesor personalizadoā, y lo consignan en sus mensajes por escrito. QuizĆ” esta neogramĆ”tica lo dice todo. El asesor, sea humano o mĆ”quina, pase o no el test de Turing, se declara āpersonalizadoā. Vuelve el mĆ©todo Deckard / Harrison Ford para detectar replicantes, noticias falsas, asesinos en la vecindad.
Otra peli tremenda al azar de los links y las bombas atĆ³micas es Donde sueƱan las verdes hormigas, de Werner Herzog en 1984: empresa busca uranio en remoto desierto de Australia y los aborĆgenes, ya los Ćŗltimos, se oponen. La protagonista de Sed de amor, joven viuda que yace con su suegro y lo llama āpapĆ”ā, escribe un diario falso para que lo lea Ć©l. Werner Herzog Fitzcarraldo ha publicado sus memorias. Herzog es un mundo absorbente, si entras no sales. Ahora estoy viendo el doc de Herzog sobre el horrible Bokassa ādictador y emperador de SudĆ”frica entre 1966-79, genocida de su pueblo, notorio canĆbal apoyado por Francia a cambio de uranio y diamantesā, Ecos de un reino siniestro, 1990. Una de las entrevistas con una de las numerosas mujeres que raptĆ³ Bokassa tiene lugar en Venecia, nada que ver con la de Paula Ortiz. DĆa de Todos los Santos, cada cual sabe su hora, etc. ~
(Barbastro, 1958) es escritor y columnista. Lleva la pƔgina gistain.net. En 2024 ha publicado 'Familias raras' (Instituto de Estudios Altoaragoneses).