Una historia de terror

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Adam Tooze

Crash. Cómo una década de crisis financieras ha cambiado el mundo

Traducción de Yolanda Fontal

Barcelona, Crítica, 2018, 608 pp.

El historiador británico Timothy Garton Ash popularizó hace dos décadas el concepto “historia del presente” para referirse a aquellos libros que eran menos urgentes que el periodismo, pero sustancialmente más rápidos que la historiografía. Dentro de ese género hay libros bastante improvisados y obras imprescindibles. Crash. Cómo una década de crisis financieras ha cambiado el mundo pertenece a las segundas. En parte, porque Adam Tooze le ha sumado una vertiente más al género: el relato de terror.

“El lunes 15 de septiembre [de 2008], mientras el personal de Lehman salía a la calle aturdido de sus oficinas repartidas en todo el mundo, la pregunta era quién iba a ser el siguiente”, cuenta Tooze sobre la bancarrota del banco de inversión estadounidense Lehman Brothers, que desencadenaría la catastrófica crisis financiera de la que aún no nos hemos recuperado económica y políticamente. “Más allá de Manhattan y de la City de Londres, las noticias económicas eran devastadoras. La actividad empresarial real se estaba desplomando en ambos lados del Atlántico.””

Lo que sigue es una historia aterradora en la que se reduce la riqueza de los hogares –más en los pobres y medianos que en los ricos–, los precios de la vivienda se desploman, quiebran los viejos y nobles fabricantes de coches que habían dado trabajo a comunidades enteras, las cifras de las exportaciones de países ricos como Japón se reducen a la mitad que antes de la crisis, el precio del petróleo cae un 76% y ni siquiera McDonald’s es capaz de conseguir un crédito. “A escala mundial, la producción industrial, los mercados bursátiles y el comercio estaban cayendo en 2008-2009 al menos a la misma velocidad que en 1929.” Ben Bernanke –entonces presidente de la Reserva Federal, el banco central estadounidense– la llamó la peor crisis financiera de la historia global, incluida la Gran Depresión.

La historia posterior es tan conocida como sus inicios. Los rescates con dinero público, no ya de bancos individuales sino del sistema bancario al completo; las terribles historias individuales de desempleo y desahucio; los países al borde de la bancarrota o las larguísimas crisis de deuda en Europa. Y al final, el mundo en el que ahora vivimos: el resquebrajamiento de los sistemas liberales con el auge del populismo y el autoritarismo, y el hundimiento (aún solo parcial) del orden global. Una de las virtudes del libro de Tooze, que se autodefine como un “historiador de izquierdas”, sin embargo, es que además de ser una magnífica crónica de lo sucedido en los últimos diez años, cuestiona con inteligencia el camino elegido por los gobernantes para salir de la crisis: sobre todo, se pregunta si centrarse en rescatar a los bancos servía a los intereses de la economía real. “No es un secreto que vivimos en un mundo dominado por oligopolios empresariales, pero durante la crisis y sus secuelas esta realidad y sus implicaciones para las prioridades del gobierno se revelaron abiertamente.””

Son cuestiones pertinentes, porque quienes diseñaron a toda prisa los rescates de la economía –con más éxito en Estados Unidos, con mayor lentitud y torpeza en Europa– dieron “absoluta prioridad a salvar el sistema financiero”, dice Tooze, y eso “influyó en todo lo que sucedió después”. La decisión evidenció una ironía amarga: si “desde los años setenta los incesantes mantras de los portavoces del sector financiero habían sido el libre mercado y la mínima regulación”, en ese momento los mismos agentes exigieron la movilización de todos los recursos del Estado para su salvación.

Lo cual, a su vez, daría pie a un nuevo giro discursivo que Tooze cuenta admirablemente. La crisis se generó debido a un sector financiero mal regulado, plagado de hábitos irresponsables y además, en el caso de los bancos europeos, a la acumulación de deuda en dólares. Pero en varios países europeos y en Estados Unidos los políticos conservadores enseguida atribuyeron el origen de la crisis a los excesos previos en el gasto público. Los mismos que si ahora tenían problemas era precisamente por haber rescatado a su sistema bancario. Una perversión que se agrava aún más al pensar que ese sistema apenas ha sido reformado posteriormente.

Al final del libro, Tooze establece una analogía entre el mundo de hoy y el creado en 1914 tras el estallido de la Primera Guerra Mundial. “Hay una semejanza llamativa entre las preguntas que formulamos sobre 1914 y sobre 2008.” “¿Cómo crecen riesgos colosales que se comprenden poco y apenas resultan controlables? ¿Cómo afectan las pasiones de la política popular a las decisiones que adopta la élite? ¿Cómo aprovechan los políticos esas pasiones? […] ¿Podemos lograr una paz y una estabilidad perpetuas?” Son preguntas para las que, en las circunstancias actuales, ni las viejas élites políticas ni las nuevas insurgentes tienen respuesta. Ni las primeras han sabido acomodarse ideológicamente a lo sucedido en la última década, ni las segundas tienen un plan creíble que vaya más allá de agitar unos sentimientos inflamados. Por eso nos las seguiremos haciendo. Como dice Tooze, “son las preguntas que siempre acompañan a las grandes crisis de la modernidad”. ~

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(Barcelona, 1977) es ensayista y columnista en El Confidencial. En 2018 publicó 1968. El nacimiento de un mundo nuevo (Debate).


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