Uno de costilla

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Durante las últimas celebraciones del Día Internacional de la Mujer (a las cuales me sumé de manera ferviente) me encontré un par de veces –ya en artículos sudorosos, ya en el polvorín del tweet– con su reiterada adversidad a que se les trate de “costillas” de los hombres.

La comparto íntegramente. En la redacción de ese frágil mito se palpa un ánimo oprobioso: su secuencialidad borronea el principio femenino al trocarlo en segundón de la cosa masculina. Eva queda no solo como parte, sino aun como partiquina del primer actor Adán. Que Eva sea una costilla extirpada de Adán, mito característico del trauma androcéntrico monoteísta (como Ninti de la costilla de Enki en Sumeria, o la griega Atenea del parietal de Zeus), querría aplastar la evidencia natural bajo la redacción con “lenguaje sagrado” de que quien dio primero a luz fue el hombre y atenuar así la molestia de saberse paridos, con todo y su falito, del vientre de la mujer.

La estratagema cesa de ser simpática por la insolencia aledaña: si Adán puede prescindir de una costilla mientras se echa una siestecita, la Eva resultante es ella misma prescindible, hecha de esas segundas partes que nunca son buenas. Si la costilla carecía como es obvio de propósito anatómico, Eva queda en calidad de pieza de repuesto o, peor aún, como una humana “reciclada de basura de hombre”, al decir de Dianne Hales. Aunque, claro, siempre será mejor estar hecha de biomasa que de lodo, como interpreta Harold Bloom que fue la intención de “J”, conjetural autora del Génesis. Mas no deja de irritar que esa costilla masculinice: Reina y Valera tradujeron el 2:23 del Génesis diciendo que Dios hizo con la costilla de Adán una “Varona” que, según la Real Academia es, o mujer en desuso o “mujer varonil”. Y King James tradujo wifman, que significa “esposa extraída de hombre” o woman, que significa “mujer-hombre”.

En El segundo sexo, Simone de Beauvoir (que se rehúsa a escribir “costilla” y prefiere el término existencialista “hueso supernumerario”) registra la ya popular versión que lee el mito al revés: Adán fue un primer intento, obviamente defectuoso, que el Dios corrigió al hacer a Eva. Es un razonamiento simpático pero con una pedantería más bien masculina, y menos ingenioso que la deriva en el sentido de que Jesucristo eligió ser hombre no porque fuese mejor, sino para poner en evidencia su apego a la humildad.

El estudioso cristiano John D. Garr, en Coequal and counterbalanced. God’s blueprint for women and men, dice que no hay tal costilla y todo es un error: la palabra en hebreo es צֵלָע, tzela, y aparece 42 veces en la Biblia para significar costado, flanco, lado, cuarto (en el sentido anatómico), cuarto lateral (en el arquitectónico) y recinto uterino (en el simbólico), pero nunca para significar costilla. Los traductores –de Reina y Valera al buen King James, pero no los griegos que usaron correctamente pleura: costado– y los exégetas judíos, cristianos y musulmanes, se encargaron de leer mal y causar el desastre.

Veamos algunas de sus formas: el rabino Joshua se felicitó de que Dios emplease la costilla de Adán pues, de haberla hecho con su cabeza, habría sido mandona, y si con un ojo, metiche (idea que glosa Tomás de Aquino). Otro rabino, el predarwinista Shemuel, sostuvo que Eva no fue hecha con la costilla, sino con la cola de Adán. Esta lucubración generó una leyenda misógina: luego de la cirugía Dios se fue a lavar las manos y entonces vino un perro que se comió la costilla y entonces Dios le cortó la cola al perro y con esa cola hizo a Eva, lo que explica que las mujeres muevan la cola y ladren a sus amos, etc. Mahoma, por su parte, aconsejó a sus discípulos tratar con gentileza a la esposa pues, “como fue creada de una costilla chueca, se romperá si tratan de enderezarla” y, claro, por ser el más chueco de los huesos es chueca la señora, chuecos sus modos y chueco el sendero que camina. Un tema que aparece igual entre cristianos como Milton, cuyo Adán reprocha a Eva ser “una Costilla / torcida de naturaleza, chueca” y, además, extraída “de mi lado siniestro” (el izquierdo, pero también el oscuro…).

Mejor la conclusión de Paz en La llama doble: el mito de la costilla, dice, es una forma de aceptar que “sin el otro o la otra no seré yo mismo”. Y mejor la pregunta de Rilke: si Eva salió del costado de Adán, cuando se muera… ¿Adán será su tumba? ~

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Es un escritor, editorialista y académico, especialista en poesía mexicana moderna.


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