Ifigenia cruel: dos dramas en un mito

El poema dramático Ifigenia cruel, de Alfonso Reyes, es considerado un clásico de las letras mexicanas. Sin embargo, apenas ha pasado por los escenarios.
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En el poema dramático Ifigenia cruel (1924) de Alfonso Reyes la mitología clásica se entrama con la mitología personal dando como resultado una obra literaria que se ha convertido en un evento de la cultura nacional al ser celebrada como “uno de los poemas clásicos de nuestras letras”, en palabras de Carlos Montemayor. Sin embargo, ha gozado de una tímida incidencia en la historia de los escenarios nacionales.

Si como enuncia Roberto Calasso “se entra en el mito cuando se entra en el riesgo y el mito es el encanto que en ese momento conseguimos hacer actuar en nosotros”, podría entenderse que es a partir del trágico asesinato de su padre –el general Bernardo Reyes– a las puertas de Palacio Nacional, evento que inauguraría en 1913 la convulsión política conocida como la Decena Trágica, que la afición y el conocimiento por la Grecia clásica del escritor regiomontano comienzan a gestar este poema dramático. Reyes buscaba con él el ejercicio de un tema, cual si fuese un ensayo pero en forma de acciones y personajes, así como una declarada función expiatoria y balsámica para las tribulaciones y ataques que resultarían tras la muerte de su padre, evento que lo orilló a un exilio diplomático en Europa que se prolongaría por diferentes temporadas a lo largo de su vida.

Por la carga de material personal la lectura de Ifigenia cruel no está exenta de proyecciones, es “un coloquio de sombras”, como lo dice el propio autor en el prólogo de la obra. Pero más allá de esta cuestión que pudiese interferir en su goce y apreciación, el poema dramático posee elementos suficientes para ser considerado un aporte valioso a la genealogía sobre el mito dado el sorpresivo giro que Reyes confiere a la trama original. Al centro de la recreación del mito clásico resalta el cisma psíquico y geográfico que atraviesa a Ifigenia, en primera instancia, cuando su propio padre la designa como víctima sacrificial para favorecer los vientos que permitan la continuidad de la guerra de Troya y, en segunda instancia, después de que la diosa Artemisa la rescata de ser sacrificada y la convierte en sacerdotisa y ejecutora de sacrificios humanos para su templo en la península de Táuride. Esta división impacta la versión que hace Reyes del mito al ofrecer a una Ifigenia que padece convenientemente una falta de memoria, un elemento eminentemente humano que en ausencia favorece la crueldad que facilita su papel de carnicera. El drama del poema, organizado cabalmente como lo indica la Poética de Aristóteles en sus actos con elementos funcionales como un coro que precisa el comentario y acompaña la acción, despega con la confesión de Ifigenia acerca del reconocimiento de un rumor dentro de sí de algo que la antecede y que angustiosamente no atina a discernir.

Fiel a la trama sostenida con anterioridad por Eurípides y Goethe es el encuentro con Orestes, ese hermano perdido en el pasado y vengador de absurdos designios, en quien Ifigenia reconocerá que ese malestar no es más que su propio origen con toda la carga de horror por la sangre derramada en ciclos interminables, con la cual se identifica no solo a la descendencia de Tántalo a la que ella pertenece, sino a la propia historia de México. Ante la conminación de su hermano por ser consecuente con su destino y regresar al hogar a cumplir con su papel en la propagación de la especie, la Ifigenia de Reyes enuncia una sorpresiva negativa, decisión que apunta directamente al tema que interesa al autor sobre la progenie, así como a imponer un alto a un ciclo de violencia ancestral. Una contribución sobre la cual podría situarse un punto estratégico que permita la continuación del mito pues, más allá de la proeza literaria, la recreación de estos relatos convoca una trama atávica que toca a la humanidad en sus fibras íntimas, como aseveró el mismo Reyes: “La tragedia griega es, desde luego, humana, pero universalmente humana, en cuanto sumerge al hombre en el cuadro de energías que desbordan su ser.”

Ifigenia cruel fue publicado en 1924, durante el exilio del autor en España, por la editorial Calleja. Su representación escénica encontró un nicho ideal en el movimiento iniciado en el Teatro de Ulises en 1928 por Antonieta Rivas Mercado, Salvador Novo, Xavier Villaurrutia y Celestino Gorostiza, quienes pugnaban por una identidad nacional a través de la experimentación escénica y la conjura y por un público que pudiese disfrutar más allá del entretenimiento banal a través de la creación y traducción de textos en los cuales la palabra poética posee una densidad que no siempre es estimada como escénica, pues se considera que las tablas requieren más de acciones que de discurso. Es quizá por este motivo que a partir de su estreno oficial en 1934, bajo la dirección de Celestino Gorostiza dentro del repertorio del Teatro Orientación, el poema dramático sobrevive en lecturas y homenajes, como el realizado por el director Héctor Azar en 1981 en el Palacio de Bellas Artes, pero sus apariciones escénicas resultan escasas dentro de la historia del teatro en México.

En 2014, en ocasión de los noventa años de su publicación, la Compañía Nacional de Teatro celebró una puesta en escena bajo la dirección de Juliana Faesler y Clarissa Malheiros con una propuesta que resultó ser una auténtica hermenéutica escénica al asumir los dramas intrínsecos al texto y la creación, puesto que se incluyeron elementos sobre el contexto histórico de la familia Reyes, música y una escenificación contemporánea que contó con la interpretación de la legendaria actriz Julieta Egurrola en el papel de Ifigenia. Los elementos dispuestos ofrecían una rica exploración de sentidos internos y escénicos que evidenciaban el hecho teatral como una lectura que incorporaba un evidente bagaje de investigación sobre la creación de Reyes y asumía el riesgo de prescindir de la independencia que pudiese tener la obra como texto literario en su contexto de gestación creativa.

A casi cien años de su creación, el poema dramático de Alfonso Reyes se sostiene en su potencia literaria cual raigambre de ecos culturales e históricos. Pero así como se ha publicado conmemorativamente el volumen ilustrado Ifigenia cruel. Poema dramático 1923 (Fondo Editorial de Nuevo León, 2023), es deseable que se convocaran de igual forma nuevos ejercicios de ensayo para la escena, pues como enunció Luis de Tavira a propósito de la puesta de 2014: “El montaje es una asignación pendiente de nuestra cultura. A cada generación le corresponde interpretarla.” ~

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es dramaturga, docente y crítica de teatro. Actualmente pertenece al Sistema Nacional de Creadores-Fonca.


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