Zadie Smith
Tiempos de swing
Traducción de Eugenia Vázquez Nacarino
Barcelona, Salamandra, 2017, 430 pp.
La idea de que los amigos se eligen y la familia te toca es algo comúnmente aceptado y casi siempre falso. Es verdad que la amistad exige dedicación, pero las circunstancias que llevan a que dos personas se conozcan son arbitrarias y el margen de elección puede ser mínimo. Es el caso de las protagonistas de la novela más reciente de Zadie Smith (Londres, 1975), Tiempos de swing: se reconocen e identifican como iguales en la primera clase de danza en la que se encuentran (en Londres en 1982, tienen siete años), son las únicas no blancas de la clase. Las dos viven en bloques de protección oficial. La narradora, cuyo nombre nunca sabremos, es hija de jamaicana e inglés. La madre de Tracey, la amiga fascinante, es blanca, rubia y gorda; el padre, negro. Sobre la amistad que surge casi sin querer entre las niñas escribe la narradora: “Siempre hubo esa conciencia mutua, un hilo invisible entre las dos que nos unía e impedía que nos apartáramos demasiado estableciendo relación con otras niñas […]. Tracey y yo nos poníamos en la cola juntas, una y otra vez, casi inconscientemente, como dos limaduras de hierro atraídas por un imán.” Aunque la relación entre las dos chicas (primero la amistad, luego el distanciamiento y los reencuentros) guía el libro, hay otras historias. La primera parte de la novela está prácticamente ocupada por la amistad (aquí es donde el talento de Smith brilla con más fuerza, al mostrar el crecimiento de las chicas y el despertar a todo: los juegos, el baile y el sexo, pero sobre todo a unas relaciones que no son capaces de comprender aún). A partir de la segunda entra en escena Aimee (algo así como un trasunto de Madonna), una superestrella de la música para la que la narradora trabaja. La estrella decide llevar a cabo un proyecto filantrópico y construir una escuela para niñas en Gambia. La escritora aprovecha esa trama para hablar de asuntos como la cooperación, el desarrollo, las presuntas buenas intenciones, también el islam, la radicalización y la apropiación cultural. Esta parte, como algunos de los proyectos humanitarios, está cargada de buenas intenciones, pero por momentos resulta aburrida y le cuesta despegarse de los clichés. Da la sensación de que Smith ha hecho un experimento y ha construido una novela con parches. El libro tiene siete partes y los ritmos y cadencias van cambiando, como sucede en algunas canciones, pero nunca pierde la idea que hace que la novela avance: “Se me estaba revelando una certeza: que siempre había intentado arrimarme a la luz de los otros, que nunca había brillado con luz propia. Me vi a mí misma como una especie de sombra.”
Tiempos de swing toma el título de la película protagonizada por Fred Astaire y Ginger Rogers (Swing time, 1936) porque la danza es uno de los temas que recorre el libro y sirve como engarce de otras tramas, pero también hay un juego de palabras en el original que se pierde en la traducción: swing no es solo un tipo de música mestiza (jazz mezclado con elementos de la música europea) y de tempos rápidos, también es un verbo que podría traducirse por balancearse, algo que explica en parte la estructura de la novela. Como ha hecho en casi todas sus novelas, Smith construye personajes de manera dialéctica: la personalidad de la narradora se dibuja gracias a las diferencias y similitudes que ella misma señala con su madre, con su mejor amiga, o más adelante con su jefa y con compañeros de trabajo. En ese sentido, Tiempos de swing recuerda a la saga napolitana de Elena Ferrante, hasta en algunos detalles de la trama (es la “amiga estupenda”, es decir, la otra, la que parecía destinada al éxito mientras la narradora asume con deportividad su mediocridad y su segundo plano natural) y en la estructura: la novela comienza en 2008, cuando la narradora está medio escondida esperando que pase un escándalo (que no conocemos aún) y ve por casualidad un fragmento de su película favorita, Swing time. Vuelve atrás en el tiempo para contar la historia de su vida, pero también la de la vida de Tracey, al menos lo que sabe de ella. El gusto por la dualidad y la dialéctica que muestra la escritora inglesa va más allá de la relación entre los personajes: en realidad, lo que está diciendo (y es en parte de lo que hablan sus novelas) es que la identidad se construye en relación con los demás. Algunos ejemplos: la narradora es “morena” en la clase de danza, pero cuando su trabajo la lleve a pasar temporadas en Gambia descubrirá que allí es blanca. Los que nos acompañan en la vida, como en el baile, nos ayudan a marcar el paso. También de la confrontación con los otros sale una idea más compleja y completa del mundo. Al poco de empezar a trabajar para Aimee, la estrella le pregunta a la narradora si quiere tener hijos. “Nunca he querido y nunca querré tener niños. Vi lo que le pasó a mi madre por tenerlos”, confiesa. La estrella responde: “Bueno, yo soy madre soltera. Y puedo asegurarte que mi hijo no me impide hacer nada de nada. Joder, ahora mismo él es mi inspiración, por si te interesa.” La narradora escribe: “Pensé en la niñera jamaicana, Estelle, que me abría la puerta de la casa de Aimee todas las mañanas y luego desaparecía en el cuarto del niño. No daba la impresión de que a Aimee se le ocurriera que pudiera existir cualquier divergencia práctica entre la situación de mi madre y la suya, y esa fue una de mis primeras lecciones sobre su forma de entender las diferencias entre la gente, que nunca eran estructurales o económicas, sino siempre en esencia una cuestión de personalidad.”
Tiempos de swing es una novela ambiciosa, como todas las novelas de Smith. Pero las cosas que en otros de sus libros le dan brillantez y singularidad, aquí en ocasiones son más un lastre. A pesar de eso, tiene partes extraordinarias, es ágil y los personajes son consistentes y llenos de luces y sombras. Tiempos de swing es un ejercicio arriesgado, en parte fallido, pero eso no quiere decir que no se disfrute al contemplarlo. De las novelas de Zadie Smith siempre se sale mejor de lo que se entró. ~
(Zaragoza, 1983) es escritora, miembro de la redacción de Letras Libres y colaboradora de Radio 3. En 2023 publicó 'Puro Glamour' (La Navaja Suiza).