Andrew Parsons/Avalon via ZUMA Press

La conspiraciĆ³n de los pavos o el regreso al futuro

Aunque Boris Johnson promete el "renacimiento britƔnico", las consecuencias del Brexit y la pandemia se hacen sentir en el Reino Unido y amenazan con amargar la temporada navideƱa. Los pavos ven la noticia con beneplƔcito.
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Colas en las gasolineras, crisis de transporte y desabasto de supermercados, la agroindustria en crisis, cuestionada tanto econĆ³mica como ecolĆ³gicamente, necesidad urgente de personal calificado para atender casas de retiro y hospitales que, despuĆ©s del primer aƱo de la pandemia, enfrentan problemas estructurales, emergencia energĆ©tica que exige revisar la infraestructura nacional, recorte de asistencia social que empujarĆ” a la miseria a 100 mil familias, estantes vacĆ­os en los supermercados: un panorama, por decir lo menos, incierto. Los pavos, en cambio estĆ”n felices. Por falta de empleados, esta navidad los guajolotes britĆ”nicos estarĆ”n ausentes de la celebraciĆ³n que los tiene por plato conmemorativo.

Los empresarios del transporte han anunciado una navidad desprovista de comida, cerveza, juguetes y medicinas, debido a la interrupciĆ³n de las cadenas de abastecimiento y a una polĆ­tica contra la inmigraciĆ³n que, apoyada por el gabinete, es la promesa que no puede romperse sin enfrentar la ira de 39% de los votantes que apoyan las decisiones del Ministerio del Interior. Desde el Brexit y la consolidaciĆ³n de una polĆ­tica antiinmigratoria, 14 mil choferes abandonaron el Reino Unido y solo 600 regresaron, lo cual revela condiciones inaceptables de trabajo. SegĆŗn el sindicato Unite, hacen falta 100 mil choferes, que no pueden ser convocados con la celeridad que el caso exige, porque primero hay que entrenarlos.

A esto se suma la inflaciĆ³n, que amenaza con reducir el poder adquisitivo. El alza de los servicios, el estancamiento de los salarios y la precariedad del empleo en la economĆ­a ā€œgigā€ crean las condiciones para la turbulencia social, cuyos brotes pudieron verse el 2 de octubre en las riƱas en las gasolineras en Londres y en el sudeste de Inglaterra. Fue necesario convocar al ejĆ©rcito para paliar una crisis que tardarĆ” en desaparecer.

Una dĆ©cada de austeridad Tory dejĆ³ al National Health Service (NHS) en una situaciĆ³n de emergencia que la pandemia agravĆ³. Actualmente parte de los conflictos se libran en los pasillos de los hospitales, cuyos recursos estĆ”n agotados. El personal mĆ©dico que sobreviviĆ³ a la primera fase de la pandemia, sin equipo de protecciĆ³n personal y en condiciones de emergencia continua, enfrenta actualmente la ira de los pacientes que llevan aƱos en lista de espera. Por si fuera poco, 40 mil trabajadores sanitarios contrajeron covid-19 y aunque es asombrosa la rapidez con que se trabaja en las vacunas y su adaptaciĆ³n a nuevas variantes, el virus no ha desaparecido. El exordio de Sajid Javid, actual ministro de Salud, que pidiĆ³ a los pacientes no desertar del National Health Service (NHS) pasĆ”ndose a la medicina privada, hace sospechar que la salud pĆŗblica estĆ” en proceso avanzado de desintegraciĆ³n.

La austeridad ha creado una desigualdad notable entre el norte y el sur de Inglaterra, visible en la escasa inversiĆ³n en proyectos sociales, educaciĆ³n y transporte pĆŗblico. Los problemas sociales se multiplican, pero dentro del partido conservador todo parece marchar de acuerdo con una estrategia preclara. Incluso el asunto de las aguas territoriales, en creciente disputa con los pescadores franceses que alegan una disminuciĆ³n ilegal de sus cuotas determinadas por el tratado firmado por Boris y Frost con la UE (UniĆ³n Europea). Todo estĆ” frĆ­amente calculado, insiste Boris.

Los partidos unionistas de Irlanda del Norte vuelven a hacer causa con el gobierno britĆ”nico para rechazar el protocolo. La frontera es inadmisible, insiste el coro unionista, porque aĆ­sla y separa a Belfast, que deberĆ­a ser igual que Manchester, es decir, una entidad nacional local. La geografĆ­a se opone y las condiciones sociales tampoco son propicias para instaurar una frontera fĆ­sica dentro de la isla irlandesa, un problema que se creĆ­a resuelto al acordar la frontera en el Mar de Irlanda. El reinicio del pleito representa el regreso al futuro, al impasse de los cuatro aƱos y medio que los britĆ”nicos se tomaron para negociar el tratado, cuyas condiciones acordadas por Lord Frost son ahora rechazadas, prefiriendo desconocer su propio trabajo y amenazar nuevamente con el ArtĆ­culo 16. Dicho artĆ­culo, parte del protocolo de Irlanda del Norte, pieza clave sobre la que se sostiene el tratado comercial entre la UE y el Reino Unido, permite la cancelaciĆ³n unilateral del protocolo en caso de que este provoque problemas econĆ³micos y sociales.

Estos problemas deberĆ­an haber tenido prioridad durante la convenciĆ³n del partido conservador,  realizada entre el 3 y el 6 de octubre, que en cambio fue dedicada a exorcizar el espectro del Brexit. SegĆŗn el primer ministro, estos acontecimientos son la seƱal de que la separaciĆ³n de la UE estĆ” funcionando y el futuro bucanero estĆ” cerca. Los granjeros que debieron sacrificar 120 mil puercos porque no hay personal en los mataderos no participan del optimismo infatigable de Boris, quien ha vuelto a encantar a colegas y copartidarios en un discurso de 45 minutos de chascarrillos y rutinas y chascarrillos, slogans, juegos de palabras y mĆ”s chascarrillos.

SegĆŗn Andrew Rawnsley en el Observer del domingo, el congreso sirviĆ³ para definirlo como la Iglesia Johnsoniana de BorisologĆ­a, es decir un nuevo culto que sustituye los valores tradicionales del conservadurismo con el carisma del seductor profesional que celebra su triunfo en Marbella. El de Boris y su gabinete fue dedicado a negar que el Brexit tenga relaciĆ³n con cuanto aqueja al paĆ­s. SegĆŗn Boris, el mercado determinarĆ” el camino. AdemĆ”s, corresponde a los empresarios resolver el problema de abastecimiento y la falta de personal, garantizando salarios apropiados en empleos productivos para desatar el potencial creativo de lo que a Boris le gusta llamar ā€œrenacimiento britĆ”nicoā€.

PodrĆ­a ser el nombre con el que la era de Boris pase a la historia. EmpezarĆ­a con la plaga y la respuesta caĆ³tica de su gobierno, apenas redimida por una Ć”gil campaƱa de vacunaciĆ³n que restaurĆ³ la popularidad de Boris el zalamero, quien confesĆ³ que en sus ensueƱos se veĆ­a ā€œrey del mundoā€. Los tres aƱos del gobierno borisĆ³logo describen un patrĆ³n sensible a los escĆ”ndalos del gabinete, que le han ganado a Carrie Symonds, la esposa del primer ministro, el apodo de ā€œCarrie Antoinetteā€.

Aunque las cosechas se pudran abandonadas por falta de personal, la Iglesia Johnsoniana confirmĆ³ que Britannia rechaza a los extranjeros, y mĆ”s a los que se arriman a sus costas escarpadas. El partido conservador apoya la xenofobia de Priti Patel, actual ministra del Interior, de quien se piensa que por ser hija de la inmigraciĆ³n mostrarĆ­a mayor empatĆ­a con los refugiados. Al contrario, Patel endureciĆ³ el ā€œambiente hostilā€, como lo formulara Theresa May cuando ocupaba ese puesto. La industria de la construcciĆ³n y de la hospitalidad se encuentran en crisis debido a que muchos trabajadores europeos han abandonado un paĆ­s que hace muy difĆ­cil su permanencia. AdemĆ”s de su ataque a los abogados de derechos humanos y de haber sido acusada de abuso de autoridad, Patel considera lĆ­cito defender las costas amenazadas por las pateras con cruceros de Su Majestad que garanticen devolver a los viajeros a las costas de Ɓfrica.

SegĆŗn Boris, lo que es inaceptable ā€œes usar la inmigraciĆ³n para no habilitar trabajadores y proveerlos de maquinaria adecuada.ā€ El control de las fronteras sigue siendo una condiciĆ³n fundamental del Brexit. Hasta el momento (con la excepciĆ³n de su iniciativa para castigar hombres que acosan a las mujeres), Priti Patel ha recibido el apoyo inquebrantable del gabinete configurado por compaƱeros de ruta del primer ministro, creyentes de su visiĆ³n del futuro del Reino Unido como emporio ā€œniveladoā€.  

Una de las promesas electorales de Boris fue equilibrar el paĆ­s, es decir, invertir recursos en el norte de la isla, que no ha salido de su postraciĆ³n desde que la revoluciĆ³n thatcheriana la devastara. Inglaterra no solo estĆ” dividida polĆ­ticamente, sino que ademĆ”s lo estĆ” geogrĆ”ficamente. Mientras el sur es opulento, el norte es metales corroĆ­dos y barracas mojadas, un territorio desollado e inflamable. Sin embargo, esta promesa no se ha materializado ni tampoco mereciĆ³ un proyecto viable que fije la forma de obtener los recursos necesarios para la ā€œnivelaciĆ³nā€ con que Boris agita la zanahoria ante el penco. 50 delegados conservadores cuestionan la forma de realizar este sueƱo mientras que, en la prĆ”ctica, el gobierno alzarĆ” los impuestos al tiempo que cancela el apoyo para aliviar los efectos devastadores de la pandemia, medidas que pueden deteriorar el apoyo al partido conservador. Mantener esta promesa es crucial para conservar el ā€œmuro rojoā€ que, de ser decepcionado por la falta de resultados, puede volver a sus orĆ­genes laboristas.

A pesar de la voluntad de ocultar las consecuencias derivadas del Brexit, estas aparecen multiplicĆ”ndose. SegĆŗn una encuesta realizada el 29 de septiembre, 53% en Inglaterra cree que se trata de consecuencias negativas, mientras solo 18% creen que las cosas van bien. Incluso quienes votaron por separarse de la UE son crĆ­ticos de la marcha de los asuntos pĆŗblicos. El fiasco que se han llevado busca disimularse mediante explicaciones para evitar discutir problemas que no son recientes. En tal contexto, el Brexit es un tabĆŗ que no debe mencionarse a riesgo de blasfemar. Dadas las crecientes restricciones comerciales que prevĆ© el tratado con la UE, el renacimiento britĆ”nico suena a ocurrencia. La ā€œGlobal Britainā€ pedaleada por el gabinete parece una broma de Boris, sobre todo despuĆ©s de la retirada reciente de AfganistĆ”n.

Las consecuencias negativas de la separaciĆ³n de la UE apenas comienzan a manifestarse, pero es lĆ³gico suponer que solo pueden recrudecerse. Olaf Scholtz, lĆ­der del Partido Social DemĆ³crata alemĆ”n y posible sucesor de Ɓngela Merkel, ha declarado que ā€œla libertad de movimiento es un valor fundamental de la UE y aunque nos esforzamos por hacerlo entender, los britĆ”nicos decidieron separarse. Ahora les toca resolver las consecuencias.ā€

Boris cuenta con cuatro aƱos para decepcionar. Por el momento los consumidores deberĆ”n controlar el pĆ”nico ante la crisis que amenaza amargar la estaciĆ³n mĆ”s lucrativa del aƱo y que, dado que es inadmisible atribuirla al Brexit, debe ser resultado de una conspiraciĆ³n de pavos empeƱados en regresar al futuro.

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