En nuestra casa siempre había visitas. Familias, parejas, niños. De Bolivia, de Chile, de Nicaragua, de Guatemala, de Colombia. Escuchábamos canciones hasta muy noche y la sala era un cruce de acentos variopintos. Luego supe que eran migrantes que estaban “de paso” por México y que buscaban llegar a Estados Unidos. Poco después supe que nosotros éramos como ellos. O sea, nosotros éramos también migrantes. Solo que para nosotros México era la parada final. Al menos, lo fue por mucho tiempo.
Crecí sabiéndome nicaragüense. Llegamos a México cuando yo era una niña de poco más de dos años, pero en nuestra casa se cocinaba y se hablaba “nica”; nuestros abuelos nos traían pinolillo, rosquillas y cacao todos los años junto con libros para niños producidos en Rusia que importaba la revolución sandinista. En mi adolescencia regresamos a Nicaragua. Fue en esos años donde viví y sentí “ser nicaragüense” por vez primera. Aprendí que era poeta como “todos los nicas” y me acostumbré a ser llamada “la mexicana” por mis compañeros de clase.
Unos años más tarde, de vuelta en México, acepté finalmente que mi historia personal estaría escrita en dos naciones. Hoy, en Nueva York, vivo entre tres y contando. A continuación, algunos poemas en donde esa historia personal se revela entre líneas que hablan de recuerdos, nostalgias y apropiaciones. Poemas en los que la “casa” aparece como un fantasma que no puede recuperarse más y donde Nicaragua, México y ahora Nueva York aparecen como lugares que marcan las fronteras de la propia identidad.
Casa
Casa. Vivir en el paréntesis. Vivir en el mientras tanto.
En la cuerda extendida y horizontal.
Entre dos puntos
:
No ser la equilibrista. Ser la cuerda, la cuerda misma.
En su punto más céntrico e inestable.
Casa. ¿Cómo se habita eso?
¿Quién vive en una?
Que me muestren.
Aquí duele. ¿Dónde duele?
Aquí. En la falta de puertas y ventanas.
En el patio donde habita un zorro pero no viven las plantas.
En la sala repleta de migajas y de manchas.
¿Dónde duele?
Aquí duele.
En esta encrucijada.
En esta esquina azul debajo de las luces blancas.
Un tema busca un tema, como diría Chantal Maillard,
y al tema le falta una casa:
no sabe por dónde empezar a llorar.
estudia el doctorado en Sociología e Historia en la New School for Social Research. Su último libro de poesía se titula Transversa (Literal, México, 2009).