“La equidad es una forma de discriminación”. Entrevista a L. M. Oliveira

El filósofo, ensayista y narrador habla de igualdad económica, jurídica y social a propósito de su más reciente libro, "No puedo respirar".
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Para el cristianismo todos somos hijos de Dios y por lo tanto iguales. En un mundo secular, ¿en qué se justifica la idea de la igualdad? Antropológicamente podemos ver que existen sociedades diferentes y que cada comunidad está formada por individuos cada uno distinto del otro. La igualdad es más una aspiración que una realidad. ¿Cuál es su origen, cuál su justificación? El filósofo, ensayista y narrador L. M. Oliveira (Ciudad de México, 1976) publicó recientemente el libro No puedo respirar (Taurus, 2024) para ensayar sobre el tema de la igualdad: económica, jurídica, social. ¿Queremos igualdad o equidad? ¿Qué relación tiene la igualdad con la justicia? Conversamos virtualmente con él sobre estos y otros temas.

¿Cuándo nace el concepto de igualdad? ¿Cuál es el origen de la idea de que todos somos iguales?

Los estoicos ya tenían noción de la igualdad. Cicerón, por ejemplo, decía que a los extranjeros les diéramos al menos agua e indicaciones para llegar a su destino. Ahí ya está la idea de la igualdad, al menos en semilla. Luego, por supuesto, aparece la idea cristiana de que todos somos dignos porque fue Dios quien nos creó. Como hijos de Dios todos eran iguales, aunque en los hechos había  estratos y castas. La idea va cobrando forma, pero es en la Ilustración que adquiere toda su fuerza. La igualdad es un concepto central en la construcción de las instituciones democráticas. La democracia es un instrumento para la igualdad.

Lo que establece la Ilustración y confirma la Revolución francesa es la igualdad política…

La igualdad política se deriva de la igualdad básica o moral, pero sí, aparece con la Ilustración.

¿La igualdad es un concepto antropológico o es un concepto cultural?

Es sobre todo filosófico, es decir, cultural. La investigación antropológica difícilmente  nos permitiría concluir que somos iguales. La antropología lo que constata es que las distintas sociedades se organizan de manera muy diversa, que existe un “relativismo cultural” al menos en la forma en la que nos organizamos. Los filósofos cuando oímos hablar de “relativismo cultural” nos sorprendemos y afirmamos: existen distintas formas de organizarse, pero algunos principios fundamentales son comunes. Por eso creo que es un concepto filosófico y cultural.  

En las sociedad existe la desigualdad, ¿se trata de una imposición o es la forma en la que la gente se organiza?

Podemos suponer que el Estado surgió al ir organizando la desigualdad. Unos cuantos se erigieron como puros y de sangre azul, mientras que otros se asumieron como esclavos, como personas a las que se podía utilizar para construir pirámides. Estoy simplificando. No fue algo planeado. Los humanos no decimos: vamos a hacer un contrato social y a partir de él actuamos. La desigualdad, que aparece en los orígenes de la sociedad, se fue heredando. Es la idea de igualdad la que posteriormente aparece para transformar la forma en la que originalmente nos organizamos.  

El último gran intento por alcanzar la igualdad económica fue el comunismo, que terminó en una dictadura y en campos de concentración y de reeducación, ¿qué caminos se abren ahora hacia la igualdad?

Desde hace tiempo ha quedado bastante claro que la igualdad económica no es la única igualdad posible, ni siquiera si es deseable. Los filósofos que frecuento, por ejemplo John Rawls, defienden el principio de diferencia,  como segundo principio de la justicia. La igualdad económica no garantiza de ninguna manera más libertad, hay muchos ejemplos de esto en el siglo XX. ¿Qué nos queda? Nos quedan igualdades en muchos otros ámbitos. Existen muchas desigualdades en la sociedad: la económica, la de acceso a la salud y a la justicia, el acceso a una educación de calidad y al ejercicio de los derechos humanos. Estas son las igualdades que tenemos que alcanzar. No nos podemos concentrar solo en la igualdad económica, si bien es importante.

¿Cómo defines la igualdad moral?

Para decirlo en pocas palabras: la igualdad moral es un principio que establece que los intereses de todas las personas valen lo mismo a la hora de tomar decisiones. Luego esto se vuelve muy complicado, pero en esencia eso es.

Al comentar la idea de que los seres humanos no somos iguales dices que es una idea vieja, ¿la igualdad moral es una idea reciente? ¿Cuál es el origen de la igualdad moral?

Comenzó en el siglo XVI y se consolidó en el XVII. En ese entonces comienzan  a aparecer ideas muy importantes, como por ejemplo los derechos humanos. Hay un libro muy  ilustrativo al respecto, de la historiadora Lynn Hunt: La invención de los derechos humanos. Ella dice que en esos siglos ocurrieron cambios en la sensibilidad moral. Lo explica de muchas maneras, pero una me parece muy interesante. En ese tiempo se pusieron de moda las novelas epistolares, en ellas los autores mostraban que las personas de los estratos bajos también tenían sentimientos. Esta idea fue  transformando la forma en que las personas percibían a los otros. Eso transformó la forma en que está construida la mente humana. Fue el momento en que aparece la idea de empatía, por ejemplo. Nos permitió un cambio en la percepción de los otros. Eso se establece en el siglo XVII. Hay antecedentes relevantes de esta idea. Con la llegada de los españoles a América surge una figura muy importante, que es Bartolomé de las Casas. Su defensa de los indios comienza a asentar las bases para lo que luego llamaríamos igualdad. Las Casas comparaba a los indígenas con los griegos, afirmaba que ambos tenían la misma capacidad. Pero definitivamente el concepto de la igualdad se fortalece en el siglo XVII.  

En el siglo XVII aparece el concepto de la empatía, fundamental para hablar de la igualdad. La capacidad de alguien de ponerse en el lugar del otro. Sin embargo, es un concepto muy discutido. Si reconocemos la imposibilidad de conocerse siquiera a uno mismo, no podemos afirmar que conocemos a nuestros prójimos. ¿La empatía logra que nos pongamos en el lugar del otro o es solo una proyección de nuestro yo?

No contamos con ningún mecanismo para meternos en la cabeza de los demás, todo lo hacemos a partir de nuestra propia cabeza. Yo te puedo preguntar cosas y tú me puedes responder, pero yo no sé si estás siendo sincero, porque como tú bien dices, ni siquiera uno puede conocerse a sí mismo. Lo que sí podemos encontrar son elementos comunes en todos los seres humanos. Esos elementos comunes nos dejan ver las flaquezas de los demás. La fragilidad nos permite entender que los otros son iguales a uno. Dice Amartya Sen que es más fácil combatir la injusticia que buscar la justicia, porque a través de la empatía podemos entender lo que es el dolor de los demás. Montaigne tiene un ensayo sobre la igualdad, donde afirma que, para él, cada ser humano es más distinto entre sí que un ser humano y un cerdo. Pero inmediatamente después dice: pero en la enfermedad tanto el rey como uno mismo tenemos los mismos dolores. Por la vía negativa se han ido construyendo los espacios para la igualdad.  

A la gente de todas partes les gustan las jerarquías: los primeros lugares, las distinciones… ¿Las jerarquías son una forma válida de la desigualdad?

 Sí. Hay desigualdades que son justificadas. La equidad es una forma de discriminación positiva. Darle a alguien lo que necesita no es dar igual a todos. El hecho de no dar igual a todos es una forma distinta de distribución. Se habla mucho de los privilegios de manera negativa,  se dice que tendríamos que vivir en un mundo sin privilegios. Me parece que a esa expresión le falta un adjetivo: tenemos que vivir en un mundo sin privilegios injustificados. Hay méritos y hay privilegios que se justifican. Se critica también a la meritocracia, con buenas razones, pero es necesario decir, y eso también está en John Rawls, que si hay igualdad de oportunidades el mérito resalta; obviamente, si la cancha está dispareja, el mérito no tiene sentido. Lo que hay que hacer es igualar la cancha para que el mérito tenga sentido. Los privilegios, cuando son merecidos y están justificados, cuando no son injustos, deben permanecer.

¿Los seres humanos somos iguales o debemos aspirar a ser iguales?

El principio de igualdad no es descriptivo, es prescriptivo. Es una aspiración, un horizonte: una utopía. Necesitamos horizontes para poder caminar. Y ese horizonte es la igualdad. Ahora bien, es perfectamente válida la pregunta ¿por qué tenemos que reducir la desigualdad económica? o ¿por qué tenemos que hacer la cancha pareja? Eso solo se explica a partir de la igualdad, si no partimos de la igualdad como horizonte, es muy difícil justificar la reducción de las desigualdades.

¿Por qué la dignidad es un factor central para definir la igualdad moral?

La dignidad, como concepto, desde el punto de vista teórico y filosófico, estorba. La definición de dignidad es muy complicada. Ni Kant, ni los legisladores alemanes que redactaron la Constitución de Alemania después de la Segunda Guerra Mundial, pudieron decirnos qué es la  dignidad. Se conformaron con decir que la dignidad es intangible, algo que le da valor a la vida humana. Es un concepto difícil de asir. Sin embargo, se sigue usando por una cuestión pragmática. En la Carta de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas se establece que todos tenemos la misma dignidad; lo mismo afirman la mayoría de las constituciones de las naciones democráticas. Por cuestiones prácticas debemos seguir defendiendo la dignidad, pero a nivel teórico vale la pena revisar el concepto.

La mejor explicación de dignidad que he encontrado, la que más me convence, la dio un filósofo del derecho llamado Jeremy Waldron, que escribió un libro sobre la igualdad bastante interesante: One another’s equals: The basis of human equality. Waldron dice que tenemos que entender la dignidad como un rango, como una jerarquía. Todos los seres humanos por el hecho de serlo adquirimos dignidad, por lo que merecemos un cierto tipo de trato. Waldron pone un ejemplo que me parece muy ilustrativo. Pensemos, nos dice, en los reyes. Cuando alguien tiene la dignidad de un rey, es decir, el rango de un rey, se hace merecedor de un cierto protocolo: el protocolo para respetar la dignidad del rey. Desde la Ilustración defendemos la misma dignidad para todos los seres humanos, por lo que debemos defender un mismo protocolo para todos por el hecho de serlo. Ese protocolo implica el respeto a los intereses básicos de cada uno de nosotros, esto es, a nuestros derechos humanos.

¿Cuál es la diferencia entre la igualdad básica y la igualdad moral?

La igualdad básica y la igualdad moral son sinónimos. Me parece más interesante decir que es moral porque su justificación es filosófica. La igualdad, así como los derechos y el sentido de la vida humana, no son cosas dadas, la construcción de estos conceptos es humana. Esto Kant lo tenía muy claro. En la filosofía moral lo que distingue al conocimiento práctico del puro es que el conocimiento práctico construye sus objetos de conocimiento. Nosotros construimos la idea de igualdad, así como la del bien y muchas otras. Por eso prefiero referirme a ella como igualdad moral, porque su justificación es moral, al mismo tiempo que es básica porque es fundamental, porque está en la base.  

¿Debe ser la igualdad un fundamento de la democracia?

La democracia se justifica como la mejor forma de gobierno porque es la que mejor garantiza que las personas podamos ejercer nuestra igualdad básica. La democracia aspira a respetar la autonomía de cada uno de los individuos. Seguramente los biólogos y los psicólogos nos pueden dar sus propias definiciones de lo que es una persona, pero desde la filosofía moral y política se establece que las personas tienen al menos dos características: la primera es la capacidad racional de plantearse principios de justicia, y la otra –central para la libertad propia– es nuestra capacidad de planear nuestra vida y de escoger qué queremos hacer con ella. Este punto es central porque la democracia lo que tiene que garantizar es que cada uno de nosotros pueda llevar a cabo el plan de vida que quiera, dentro de lo razonable o aceptable.

La tecnología, que tan presente está en nuestras vidas, ¿es nihilista? ¿El mundo tecnocrático fomenta la desigualdad o todos somos iguales frente a la máquina?

Esta pregunta tiene muchas respuestas. Está bastante estudiado cómo los algoritmos tienen sesgos de fenotipo, es decir, como los hacen personas de ciertas características no toman en cuenta a otro tipo de personas, lo que hace que los algoritmos den respuestas sesgadas. Eso no quiere decir que tengan que ser así. A sabiendas de que el algoritmo tiene sesgos, podemos tratar de construirlos sin ellos. La tecnología es neutral. La energía atómica no es mala per se, se vuelve mala cuando tiras bombas sobre Nagasaki. Pero se puede usar para muchas otras cosas. Es la agencia humana la que hace que las cosas sean buenas o malas, no lo son en sí mismas. Claro, habría que ver quiénes desarrollan la tecnología y qué uso le dan. Es ahí donde la tecnología se puede volver perversa, o no.

El populismo devalúa a las instituciones. Se dice que responde al pueblo pero que éste debe estar guiado por un líder. ¿Es el populismo un movimiento que fomenta la igualdad?

No, para nada, al menos como yo entiendo la igualdad. La igualdad tiene en su base la idea de que cada persona puede ser libre de escoger el futuro que quiere para su propia vida y para su comunidad. Las ideas populistas generalmente encapsulan la voluntad de todos en una sola voluntad. Ese retrato de la humanidad es simplemente falso. No es cierto que alguien se pueda erigir como el gran conocedor de la voluntad general. ~

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