Ilustraciรณn: Martรญn Kovonsky

Camarada Ana: Antisemitismo y comunismo

La historia de la dirigente comunista rumana Ana Pauker es contradictoria, apasionante y terrible. En este recorrido por su biografรญa, y por la historia reciente de su paรญs, Manea muestra las relaciones entre el estalinismo y el odio a los judรญos, un viejo fantasma que amenaza con regresar.
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Si bien se dice a menudo que “la historia se repite como farsa” –una farsa reiterada, una farsa terrible–, desafรญa cualquier sentido del humor, humor negro o de otro tipo; y muestra mรกs bien ser una desgracia tediosa e insoportable. Aun aceptando eso, es imposible no darse cuenta de que, al menos en los รบltimos diez aรฑos, el antisemitismo parece haberse hecho realidad de nuevo en muchos lugares, y se ha convertido otra vez en un tema muy polรฉmico en numerosos debates del รกmbito pรบblico. Y no solo en el mundo musulmรกn, sino tambiรฉn en muchas democracias, viejas y nuevas. De hecho, en la รบltima dรฉcada, el antisemitismo, practicado por polรญticos, lรญderes religiosos y toda clase de fabricantes de propaganda, periodistas e intelectuales de todo el mundo, se ha multiplicado por encima de todas las expectativas y previsiones hasta convertirse en una forma de odio diligente y global.

He tenido la desgracia de afrontar esta patologรญa desde mi temprana infancia, primero en un campo de concentraciรณn y despuรฉs en la pesadilla “nacional-comunista” de Ceauศ™escu, e incluso –desde mi lejano exilio– en la Rumania poscomunista. Asรญ que ahora, ya en la vejez, debo confesar que no encuentro la reacciรณn adecuada frente al antisemitismo: ironรญa, furia, asco o asombro, o la deconstrucciรณn de los clichรฉs y la ceguera. Hace muchos aรฑos leรญ una afirmaciรณn mรกs bien sarcรกstica de un escritor judรญo en un periรณdico alemรกn: “ellos nunca nos perdonarรกn el Holocausto”. El escritor querรญa decir que tal horror serรญa siempre innegable y que “ellos”, los antisemitas, nunca podrรญan negarlo. Se equivocaba, por supuesto. “Ellos” han sido capaces de negar los horrores del Holocausto, asรญ como de “sacar a la luz” los numerosos pecados judรญos: comunismo y capitalismo, arrogancia y sumisiรณn, astucia vampiresca, idolatrรญa al dinero y dominio mundial. La lista crece cada dรญa en una colecciรณn de libros, artรญculos y estudios tan amplia que es casi imposible llevar la cuenta.

Quizรก valga la pena mencionar una reciente adiciรณn exรณtica: The Jewish Bias of the Nobel de Jan C Biro, MD, PHD (Karolinska Institute, Stockholm & Homulus Foundation, Los รngeles), un texto que se puede leer como un manifiesto escandaloso. Empieza con una cita extraรญda del testamento de Alfred Nobel: “al adjudicar los premios no deben tomarse en consideraciรณn las nacionalidades de los candidatos, sino รบnicamente que los mรกs notables reciban el premio”, pero usa la cita solo para contradecirla de modo persistente, poniendo el acento en la nacionalidad de los laureados por encima de la calidad de su obra. Hubo muchas protestas contra esta cruzada para salvar al Premio Nobel de la conspiraciรณn judรญa, entre ellas la del respetado periรณdico Le Monde (“Un nouveau revisionisme: le prix Nobel et les Juifs”, Le Monde, 07.04.2011), que describe el citado texto como un panfleto disfrazado de “estudio” (“un estudio altamente diabรณlico”). Parece que incluso la “juiciosa” Academia Sueca y la comunidad cientรญfica, a pesar de su compromiso con la razรณn, fueron infectadas por el terror, ante la supremacรญa judรญa.

Siglos despuรฉs de la Inquisiciรณn, muchos siguen viendo a los judรญos como un grupo perfectamente coherente de personas esencialmente idรฉnticas. La demoniaca etnicidad del “pueblo elegido” sigue conspirando en su favor y en contra de los demรกs, perfectamente organizado y listo para una nueva batalla global, que puede ser econรณmica, religiosa, cultural, militar o incluso desarrollarse en el mรกs alto tribunal del Premio Nobel. La “conspiraciรณn”, en su innegable senectud, es permanente, omnipresente, y florece de continuo con juvenil energรญa e imperturbable รฉxito.

Tal vez sea pertinente traer a colaciรณn en este contexto un caso que ilustra el fenรณmeno del antisemitismo en ciertas regiones de nuestro paradisiaco planeta antes, durante y despuรฉs de la caรญda del comunismo, junto con su enormemente prometedora ideologรญa de renovaciรณn. Es el caso de la famosa “Pasionaria” rumana, la legendaria Ana Pauker, y su mรกs que interesante biografรญa como comunista sin titubeos. Pauker decidiรณ optar por el ideal revolucionario a causa del antisemitismo rumano y, sin embargo, fue aniquilada por el antisemitismo de Stalin.

Su historia es representativa de los judรญos militantes del Partido –en los distintos niveles de compromiso y presencia pรบblica– que se sumaron al Manifiesto marxista. Aquellos militantes judรญos aรฑoraban la justicia universal y la igualdad y creรญan que el Manifiesto pondrรญa fin a las persecuciones que sus ancestros habรญan padecido, pero se toparon con la misma actitud antisemita entre sus camaradas comunistas.

Recordemos que Lenin y su grupo de acompaรฑantes, antes de partir de la estaciรณn de tren de Zรบrich hacia Rusia para iniciar la revoluciรณn, recibieron los abucheos de “otro grupo” de militantes que se quedaban atrรกs: “¡Traidores! ¡Irรฉis a la horca, instigadores judรญos!”, gritaban aquellos hombres. Y no eran reaccionarios, eran revolucionarios rusos, si bien adversarios de Lenin.

Una tendencia humana que se verifica una y otra vez adquiere estatus histรณrico y acaba por aparecer como un rasgo de la condiciรณn humana, a primera vista indispensable para el experimento terrestre. El antisemitismo es una tendencia de este tipo. No es, o no exclusivamente, un “socialismo para idiotas”, como se dijo alguna vez. La necesidad de un enemigo, ya en la vecindad, ya en la lejanรญa desconocida, fortalece las obsesiones, la envidia, la sospecha, el odio y el sentido vulgar de derecho y superioridad a los cuales una amplia literatura de la incitaciรณn confiere un aura de seriedad y urgencia.

Aรบn recuerdo una breve anรฉcdota que me refiriรณ un amigo escritor que trabajaba en la biblioteca de la Academia Rumana, en la misma sala donde investigaban dos colegas muy interesantes. La primera, una mujer judรญa, tรญmida y silenciosa, matemรกtica de profesiรณn, que usaba unos lentes enormes y parecรญa casi ciega, habรญa sido comunista en su juventud y se habรญa retirado de toda actividad polรญtica tras la llegada del Partido al poder. El otro era un joven vivaz y parlanchรญn de origen rural que acostumbraba iniciar cada jornada con un torrente de desagradables bromas burlonas y maledicencias contra los judรญos. Harto de esta situaciรณn, mi amigo lo confrontรณ y le preguntรณ: “¿Por quรฉ lo haces? ¿No te das cuenta de que la insultas y de que ella nunca se defiende? Un dรญa de estos puede reaccionar e incluso denunciarte a las autoridades. La ley no tolera esta clase de insultos racistas. ¿Por quรฉ actรบas asรญ?” “Porque me gusta”, replicรณ el provocador. “¿Habรญa judรญos en tu pueblo? ¿Tienes algรบn problema con ellos?”, le preguntรณ de nuevo mi amigo. “No, en absoluto. Nunca vi judรญos cerca de mi casa.” “¿Entonces por quรฉ te comportas asรญ? Yo por mi parte tengo razones para estar resentido, he competido con judรญos por premios acadรฉmicos, he peleado con ellos y sin embargo son mis mejores amigos; asรญ que ¿por quรฉ actรบas asรญ?” “Porque… ¡Porque me gusta!”

Pero el antisemitismo no es siempre sinรณnimo de ignorancia, lo encontramos tambiรฉn entre personas inteligentes y cultivadas que no tienen ningรบn empacho en difundir prejuicios y estereotipos. Es inรบtil tratar de convencerlos de que la ausencia de judรญos no resolverรก sus problemas ni los dilemas que afrontan sus paรญses; librarse de los judรญos no transformarรก el mundo instantรกneamente en un paraรญso. La afirmaciรณn del filรณsofo ateo y filosemita Jean-Paul Sartre, “el infierno son los otros”, halla una confirmaciรณn mรณrbida en numerosas rebeliones y revoluciones con sus ideologรญas de “lucha de clases” y “supremacรญa racial” o “infidelidad religiosa”, y esta frase es ciertamente mรกs popular que aquel adagio sagrado de “amar al prรณjimo”. El mal es mรกs comรบn que el bien, todos lo sabemos; y el antisemitismo nos da una prueba consistente. Es una aberraciรณn, no hereditaria, pero transmitida durante miles de aรฑos, que a lo largo del tiempo ha adquirido el nefasto prestigio de ser una incurable predisposiciรณn a desconfiar, odiar y tratar con hostilidad y violencia a los judรญos. Cuando un pensador como Levinas nos dice que lo sagrado se encuentra solo “cuando un hombre reconoce y acepta al Otro”, se entiende que no basta con creer en Dios. Hace falta tambiรฉn creer en los seres humanos, en lo humano y la humanidad. Sabemos tambiรฉn, sin embargo, que la mayorรญa de nuestros queridos seres humanos no aspira a este tipo de creencia.

Hoy el antisemitismo se propaga, se repudia y se estudia en miles de volรบmenes; se clasifica como antisemitismo religioso, cultural, racial o polรญtico. Podrรญa parecer que cualquier nueva investigaciรณn resulta casi inรบtil. El Holocausto, la culminaciรณn del antisemitismo –de hecho solo una de sus culminaciones–, provoca miedo, asombro y conmociรณn en muchas personas; tanto es asรญ que algunos lo consideran “inexplicable”. Sin embargo, como afirmรณ Imre Kertรฉsz en su discurso de aceptaciรณn del Premio Nobel, si fuera inexplicable, tal horror no habrรญa tenido lugar. Por el contrario, el Holocausto es el resultado lรณgico, explicable e inevitable de la trayectoria histรณrica europea. Kertรฉsz tiene razรณn.

Sรญ, es difรญcil convencer a los antisemitas de que el Judรญo (“el Otro”) puede ser tanto un criminal como Jesรบs o Einstein. Los judรญos comunistas no siempre fueron inmunes a este resentimiento infeccioso. Sospechaban de sus compaรฑeros judรญos y acusaban a lo judรญo o “el judaรญsmo” en cuanto tal, ansiosos por mostrar de entrada que habรญan roto definitivamente con sus orรญgenes malditos, incluso llegando a cometer crรญmenes contra los otros judรญos. Un pequeรฑo pero revelador ejemplo del estรบpido antijudaรญsmo de cuรฑo judรญo puede ser el de Leonte Rฤƒutu, el Gauleiter1 del estalinismo rumano: un judรญo comunista, dรฉspota, reputado por su astucia. En 1957, despuรฉs de haber dirigido innumerables campaรฑas de censura contra todos y contra todo, en una importante reuniรณn del Partido, Rฤƒutu acusรณ pรบblicamente al Diario de Anna Frank de ser un texto “sionista”. Ni mรกs ni menos.

Si bien la vida de Ana Pauker siempre me ha parecido novelesca y he pensado en ella una y otra vez a lo largo de los aรฑos, fue una coincidencia inusual la que me moviรณ a considerar escribir sobre ella en mi exilio americano, lejos de la patria, suya y mรญa. Mรกs de diez aรฑos despuรฉs de haber dejado Rumania, recibรญ una inesperada carta de Bucarest firmada por un Dr. Gheorghe Brฤƒtescu, yerno de Ana Pauker. No conocรญa al Dr. Brฤƒtescu pero sabรญa que se le respetaba y consideraba un genuino intelectual, aunque un tanto marginado a causa de la vinculaciรณn con su suegra. Su carta contenรญa algunas lรญneas aduladoras sobre mi libro Payasos: el dictador y el artista, asรญ como una crรญtica somera a mi ensayo Felix Culpa, dedicado al famoso estudioso rumano Mircea Eliade. En opiniรณn del Dr. Brฤƒtescu, me tomo “demasiado en serio” a Eliade, a quien รฉl por su parte ve meramente como un “legionario” dรฉbil y oportunista de la derecha, una especie de “eterno boy-scout”. No creo que estuviera al corriente de la histรฉrica campaรฑa de prensa contra mi ensayo en los periรณdicos rumanos.

Algunos aรฑos mรกs tarde tuve finalmente la oportunidad de ver a mi interlocutor de Bucarest en una entrevista televisiva extensa, en la cual hizo memoria de sus aรฑos de juventud y de sus experiencias en el Partido Comunista. Gheorghe Brฤƒtescu ofreciรณ una evaluaciรณn honesta y lรบcida de estas experiencias, algo muy poco comรบn en el entorno mediรกtico de la Rumania de la รฉpoca. Me conmoviรณ especialmente su relato de la noche en que su suegra fue arrestada por la policรญa secreta del partido al que ambos pertenecรญan. El yerno declarรณ frente a los ojos anonadados de los otros miembros de la familia que “si el Partido dice que ella es culpable, entonces ella es culpable”. El intelectual autรฉntico no falsea su pasado. Gheorghe Brฤƒtescu muriรณ poco despuรฉs de la emisiรณn de esa entrevista.

A la muerte de Ana Pauker la siguiรณ el olvido de Ana Pauker como figura intelectual. Su nombre no reapareciรณ en la escena pรบblica hasta despuรฉs de 1989, en una forma muy diferente: Hanna Rabinsohn, su nombre de soltera. Como tal, Pauker se convirtiรณ en la herramienta perfecta de la nueva-vieja campaรฑa contra los nuevos-viejos “enemigos del pueblo”… los judรญos.

A diferencia de lo que ocurriรณ con Marx o Trotski, la condiciรณn judรญa de Ana Pauker/Hanna Rabinsohn tuvo un papel relevante en todas las etapas de su vida. Y tambiรฉn el antisemitismo.

Nacida en una familia religiosa y pobre, Ana Pauker mostrรณ una inteligencia precoz. Su abuelo, un rabino con quien mantenรญa una estrecha relaciรณn, ignorรณ la regla tradicional judรญa y consiguiรณ inscribir a su nieta en el jรฉder, la escuela primaria religiosa para varones, donde destacรณ por su inteligencia. La otra Hannah, Hannah Arendt, consideraba Rumania el paรญs mรกs antisemita de todos. Una conclusiรณn mรกs bien apresurada acerca de algo que ha sido y es, de hecho, una competiciรณn perpetua y constantemente renovada.

Durante la segunda mitad del siglo xix, las medidas restrictivas excluyeron gradualmente a los judรญos de muchas de las profesiones en Rumania y provocaron una pobreza desoladora entre ellos. El aรฑo en que naciรณ Hanna Rabinsohn, el gobierno rumano prohibiรณ que los niรฑos judรญos asistieran a la escuela primaria. Cinco aรฑos mรกs tarde, el gobierno excluyรณ a los estudiantes judรญos de los centros pรบblicos de secundaria y de las universidades. Rumania rechazรณ la peticiรณn del Congreso de Berlรญn de 1878 de otorgar la ciudadanรญa a los judรญos. El gobierno argumentรณ que otorgarรญa la ciudadanรญa a los judรญos a partir del anรกlisis particular de cada uno de los casos, una estratagema usada para limitar la concesiรณn de este “favor especial” a un nรบmero escandalosamente reducido de personas. Debido a la pobreza de su familia, Hanna tuvo que trabajar desde muy pequeรฑa. De hecho, a los doce aรฑos dio las primeras seรฑales de su destino revolucionario: el pรกnico se apoderรณ de ella al presenciar una demostraciรณn antisemita callejera. Volviรณ a casa en estado delirante y a partir de ese dรญa se negรณ a hablar yรญddish. Aรฑos mรกs tarde su padre dirรญa que ese mismo dรญa debiรณ haber empezado el Shivรก, el luto judรญo, por su hija.

De los cuatro hijos de la familia de Hersch Kaufman Rabinsohn, ultrarreligiosa y ultrapobre, los dos varones se embarcaron en una travesรญa religiosa, mientras que las dos hijas se alejaron de su judaรญsmo y transitaron al comunismo: dos opciones opuestas y dos disposiciones distintas; vidas dedicadas a promesas divergentes.

Hay que decir que la elecciรณn de la opciรณn comunista fue muy poco habitual entre los judรญos rumanos, a pesar de que la prensa anticomunista y nacionalista ha proclamado frecuentemente que los judรญos fueron responsables del veneno comunista que al final destruyรณ la otrora feliz patria. Frente a los clichรฉs esparcidos por la prensa rumana antes de la guerra y despuรฉs de la caรญda del comunismo, el nรบmero de judรญos comunistas fue siempre asombrosamente bajo: no solo antes de la Segunda Guerra Mundial (cuando el Partido tenรญa menos de mil miembros y el total de la poblaciรณn judรญa era de casi ochocientas mil personas), sino incluso despuรฉs de la guerra y del Holocausto (cuando el reclutamiento intensivo aumentรณ la membresรญa del Partido hasta llegar, a finales de 1945, a trescientas mil personas, de las cuales los judรญos no eran mรกs del 7%). En 1989, aรฑo del colapso comunista, el nรบmero de miembros del partido de Ceauศ™escu habรญa crecido monstruosamente hasta llegar a cerca de cuatro millones de oportunistas, mientras que en todo el paรญs no residรญan mรกs de quince mil judรญos, la mayorรญa ya ancianos, y entre ellos muy pocos eran comunistas. Sin embargo, quizรก lo que mรกs impactรณ a la opiniรณn pรบblica rumana en los aรฑos de postguerra fue que, por primera vez en la historia del paรญs, los judรญos ocuparan puestos polรญticos importantes. Al menos asรญ fue en la dรฉcada que siguiรณ a la Segunda Guerra Mundial. Ana Pauker es un ejemplo elocuente de esta realidad, pues fue la primera persona de la minorรญa judรญa que se convirtiรณ en ministra y lรญder de un partido polรญtico rumano, asรญ como la primera mujer en todo el mundo que llegรณ a ser ser ministra de asuntos exteriores.

A pesar del fervor tras su primer contacto con el movimiento de izquierda, en 1915, Ana emigrรณ a Suiza en 1919 para completar sus estudios y hacerse doctora. ¿Podrรญa la carrera mรฉdica haberla salvado del abismo polรญtico que la definirรญa y, al fin, la engullirรญa? ¿Sus habilidades intelectuales, puestas verdaderamente “al servicio de la humanidad”, como ella querรญa, habrรญan podido ayudarla a evitar las tentaciones y mistificaciones de la ideologรญa, la propaganda y la demagogia? ¿De la crueldad, la culpa y el sufrimiento? Habrรญa sido posible, por supuesto, si su matrimonio en 1921, en Zรบrich, con Marcel Pauker (uno de los fundadores del Partido Comunista Rumano, hijo de una familia judรญa acomodada y asimilada), no la hubiera atrapado de nuevo en la hipnosis de la revoluciรณn. Y sin embargo fue la pobreza (y no el matrimonio) lo que propinรณ el tiro de gracia a sus sueรฑos profesionales.

Cuando los Pauker, ya como pareja, volvieron a Rumania, retomaron sus actividades militantes. El clรญmax de esos turbulentos aรฑos de actividad ilegal comunista llegรณ en 1936, con el famoso Juicio de Craiova, en el que se juzgรณ a un grupo de diecinueve antifascistas. El proceso llegarรญa a conocerse como “el juicio de Ana Pauker”. Ana fue sentenciada a diez aรฑos de prisiรณn. El creciente extremismo y antisemitismo de la derecha rumana, sumado al impactante testimonio de la principal acusada, otorgรณ al caso un perfil internacional. La infamia del juicio creciรณ todavรญa mรกs por la presencia de un excelente equipo de abogados defensores: reputados intelectuales de la izquierda rumana, asรญ como siete abogados extranjeros, entre ellos la hija de Lรฉon Blum. No es sorprendente que durante la Guerra Civil espaรฑola la brigada rumana antifranquista se llamara “Ana Pauker”.

En los aรฑos posteriores al juicio, mientras el nazismo y el fascismo ponรญan Europa patas arriba, el antisemitismo como polรญtica de Estado dominรณ grandes sectores del espectro polรญtico rumano. En 1938 la mayorรญa de la poblaciรณn judรญa perdiรณ su derecho a la ciudadanรญa; al mismo tiempo, los derechos civiles de aquellos judรญos que retuvieron su ciudadanรญa se vieron drรกsticamente acotados. Simultรกneamente, la Guardia de Hierro –una organizaciรณn de extrema derecha con una retรณrica cristiana ortodoxa y una posiciรณn pronazi– obtuvo cierta legitimidad gracias a sus resultados en las elecciones nacionales y, con ello, aรฑadiรณ combustible al incendiario clima de este periodo histรณrico. En 1940 la deposiciรณn del rey Carol II dio lugar al establecimiento de un rรฉgimen de dictadura militar aliado con la Alemania de Hitler.

Un extraรฑo episodio en el otoรฑo de aquel aรฑo destaca sobre la relaciรณn cotidianamente hostil entre los radicales de derecha y de izquierda. Durante una peregrinaciรณn de “legionarios” de la Guardia de Hierro a la prisiรณn de Rรขmnicu Sฤƒrat para celebrar la liberaciรณn de algunos de sus camaradas condenados por conspirar contra el Estado, los “legionarios” decidieron hacer una visita a otra prisiรณn donde estaban detenidas algunas mujeres comunistas. A los “legionarios” les interesaba sobre todo una reuniรณn polรญtica y un diรกlogo con Ana Pauker, a quien llamaban “capitรกn”, el mismo tรญtulo que Zelea Codreanu, fรผhrer local de la Guardia de Hierro, se habรญa otorgado a sรญ mismo. Por su parte, una vez que hubo terminado la guerra, y consciente de la debilidad del Partido, la camarada Ana invitarรญa a sus oponentes, los legionarios, a unirse al Partido Comunista Rumano e incluso elegirรญa de entre ellos a un joven y apuesto legionario como su secretario personal…

“Coincidencia de opuestos”: esta expresiรณn serรญa mรกs tarde utilizada con frecuencia por Mircea Eliade, el importante intelectual rumano ya mencionado. El propio Eliade habรญa simpatizado con la Guardia de Hierro. Enemigos situados en los extremos opuestos del espectro polรญtico se encontraban de pronto aliados contra un enemigo comรบn: la corrupta, hipรณcrita, taimada y demagรณgica democracia. Tal vez no sea casualidad que en 1960, despuรฉs de la muerte de Ana Pauker, Mircea Eliade escribiera desde su exilio parisino la novela Pe strada Mรขntuleasa (publicada en espaรฑol en 1984 bajo el tรญtulo El viejo y el funcionario. En la calle Mantuleasa), donde se diluyen tanto la imagen del sistema comunista totalitario como de sus oficiales. Cualquiera que estรฉ familiarizado con las simpatรญas de Eliade por la extrema derecha en los treinta o con su exilio forzoso tras la toma del poder por parte de los comunistas en la posguerra tiene motivos para sentirse desconcertado ante la ambivalencia de la obra hacia la realidad de la colonia penitenciaria comunista durante la desolada primera dรฉcada de la dictadura estalinista en Rumania.

No resulta difรญcil identificar a la ministra de la novela, Anca Vogel, con Ana Pauker, estrella comunista tanto en Rumania como en la escena internacional. El papel polรญtico de la protagonista, asรญ como la descripciรณn de su presencia casi masculina, parece confirmar que Vogel en efecto representa a Pauker. Sin embargo, lo mรกs asombroso es el tono moderado o hasta de simpatรญa con el que el autor describe a su heroรญna. Un tono que contrasta de modo pronunciado con la imagen de Pauker que la รฉpoca perfilรณ para las generaciones posteriores. Incluso entre la poblaciรณn judรญa, muchos consideran que esta luchadora por “el futuro radiante de la humanidad” fue un monstruo estalinista. Un monstruo que lidiรณ de modo brutal con todos aquellos a quienes juzgaba parte de “los enemigos de clase”.

En el tiempo en que Eliade sitรบa su novela, las mรกs altas esferas del rรฉgimen comunista ya habรญan iniciado la demonizaciรณn de Ana Pauker, preparando su espectacular expulsiรณn del poder.

El viejo y el funcionario se centra en Zaharia Fฤƒrรขmฤƒ, un exprofesor que se halla bajo investigaciรณn de la Securitate a causa un incidente trivial. Cuando le preguntan por su pasado y el de algunos antiguos alumnos suyos, Fฤƒrรขmฤƒ entra en un trance y comienza a narrar historias, a la manera de Las mil y una noches, y con ello pospone la decisiรณn fatal de las autoridades.

La sorprendente vulnerabilidad de Anca Vogel frente a las historias enigmรกticas y los mitos romรกnticos del detenido Fฤƒrรขmฤƒ parece estar en conflicto con mucho de lo que hemos aprendido a temer de Ana Pauker, a pesar de las numerosas similitudes fรญsicas y polรญticas. A veces, el comportamiento de Vogel raya en la complicidad con las cautelosas y humildes fantasรญas apolรญticas de Fฤƒrรขmฤƒ, en notable contraste con las leyendas pรบblicas en torno a Pauker y las realidades del Este europeo de aquel tiempo (la lรบgubre atmรณsfera que se extendรญa sobre Rumania no se habรญa disipado aรบn cuando, con la aprobaciรณn personal de Stalin, Ana Pauker cayรณ vรญctima de las cรญnicas y asesinas “purgas”).

Quizรก por motivos biogrรกficos, Eliade se convirtiรณ durante su exilio en un defensor convencido del “camuflaje” semรกntico: un lenguaje codificado con significados contradictorios y oscuros. A travรฉs del personaje de Fฤƒrรขmฤƒ intentรณ introducir un mito arcaico y pastoril a manera de contrapeso del mito “progresista”, abiertamente ideolรณgico y burocratizado, de los guardias encargados de interrogarlo. De forma sorprendente, sus extravagantes y exรณticas historias cautivan a los carceleros, pintados por Eliade con tonos moderados y en una atmรณsfera casi “hogareรฑa”, aunque los interrogadores no tenรญan reputaciรณn de ser bobalicones susceptibles al encanto de un cuento chino.

Que la suspicacia de los carceleros no alcance a descubrir la estratagema de Fฤƒrรขmฤƒ contradice el “sรญndrome de la sospecha”, esencial para la actividad de la Securitate, mucho mรกs proclive a inventar culpables que a reconocer fรกcilmente la inocencia de los acusados. La sospecha era una caracterรญstica muy generalizada y central del comunismo. La sospecha alimentรณ el terror inquisitorial que acechaba debajo de la gran bandera roja de la utopรญa.

En la historia de Eliade, irรณnicamente, incluso la legendaria “Dama de hierro” sucumbe a la seductora narraciรณn mรญtica de Fฤƒrรขmฤƒ, que gira en torno a la imagen vitalista y erรณtica del memorable personaje de Oana, belleza salvaje, que rebasa fรกcilmente los dos metros de altura y desciende de los legendarios “judรญos de Massy”. De Oana se decรญa que absorbรญa la fuerza de todo varรณn y que solo quedaba satisfecha al yacer con un toro. En la historia de Fฤƒrรขmฤƒ, Oana espera que la rescate una pareja de su misma talla, “un ser mรกgico, como ella, que llegarรญa montando dos caballos y con un paรฑuelo rojo atado al cuello.” El paรฑuelo es rojo, ¡por supuesto! Vendrรก del Este, de donde sale el sol. El de la revoluciรณn, ¡por supuesto! Si Vogel representa a Ana Pauker, es obvio que el personaje se deja encantar y engaรฑar por la historia del prisionero.

Idealismo juvenil, libertinaje sexual “antiburguรฉs” y una sed de aventura liberadora son las caracterรญsticas de la etapa juvenil de Ana Pauker. ¿La infancia de Oana en la barriada miserable evoca los modestos antecedentes del “modelo” original, es decir, de Pauker, nacida en una familia judรญa pobre en un pueblito? ¿Remite la mitomanรญa de Oana a la precoz iniciaciรณn de Ana en las enseรฑanzas judรญas sobre la trascendencia, o en el gran ideal de la Revoluciรณn? ¿Simboliza quizรก el gigantismo de Oana la intrepidez de la camarada Ana como guerrillera en la clandestinidad? ¿O quizรก se debe analizar la relaciรณn entre Oana y el Dr. Cornelius Tarvastu –profesor de lenguas romances en la “Universidad Estonia de Dorpat”, y el รบnico hombre que sobrepasa a Oana “por la altura de una mano”− para intentar descubrir similitudes con la vida de Pauker? La pareja “predestinada” con quien Oana se lanza al mundo (en 1929, como menciona el autor) parece ser una especie de “doble” ficcional de Marcel Pauker –graduado de la Escuela politรฉcnica de Zรบrich y uno de los primeros comunistas rumanos (“el paรฑuelo rojo”)–, un excรฉntrico internacionalista independiente que desposรณ a Ana en 1921.

Se pueden aรฑadir muchas preguntas: ¿la mitologรญa terrenal pagana de Fฤƒrรขmฤƒ y el mistรฉrico arcaรญsmo de sus historias representan la clave secreta de una ideologรญa, a la vez premoderna y antimoderna, unida en una compleja y cรณmplice coincidencia de opuestos con la aparentemente antitรฉtica ideologรญa del marxismo-leninismo? ¿Hallamos igualmente esta guรญa de coincidencia de opuestos en una de las graves faltas de las cuales el Partido acusaba a Ana Pauker –a saber, la aceptaciรณn durante la posguerra de los antiguos enemigos, los miembros de la Guardia de Hierro, cuyos representantes visitaron a Ana en prisiรณn? ¿La actitud “apacible y benigna” de Anca Vogel respecto a Fฤƒrรขmฤƒ es prueba de las incipientes “desviaciones” y de la “duplicidad” de las cuales serรญa acusada mรกs tarde Ana Pauker?

No debemos olvidar, por supuesto, que la novela es una obra literaria que reemplaza clichรฉs por una representaciรณn casi mรญtica de la realidad; mรกs aรบn, emplea un camuflaje lingรผรญstico que, en muchas ocasiones, oscurece fragmentos del relato. A pesar de ello, como trasunto de Pauker, el carรกcter polรฉmico de Anca Vogel contradice radicalmente la imagen estandarizada de la estalinista fanรกtica que promovรญan por igual comunistas y anticomunistas.

El encuentro en prisiรณn entre Ana Pauker y sus adversarios polรญticos, los Legionarios, no es el primero ni el รบltimo detalle sorprendente de su estancia en la cรกrcel. Otro episodio biogrรกfico, incluso mรกs perturbador, sucede cuando el Partido intenta persuadir a los compaรฑeros de cรกrcel de Ana de la “traiciรณn” del desviacionista Marcel Pauker. Pero รฉl ya habรญa sido liquidado secretamente en Moscรบ. Antes del inicio de la guerra, cuando los soviรฉticos se las arreglaron para intercambiar prisioneros y llevar a Ana de Rumania a Moscรบ, la viuda, por supuesto, no recibiรณ ninguna informaciรณn sobre el destino de su marido, y se le aconsejรณ no preguntar nunca al respecto. En cuanto volviรณ a Rumania, despuรฉs de la guerra, visitรณ a sus suegros, y se negรณ a cambiar su apellido de casada, el infame apellido de su marido, y animรณ a su hijo a que tampoco cambiara su nombre cuando las autoridades se lo solicitaron. En 1955, cuando la Uniรณn Soviรฉtica iniciรณ una caprichosa “campaรฑa de reconciliaciรณn” con las vรญctimas del estalinismo, el hijo y la hija de Ana y Marcel Pauker pidieron a la presidencia del Soviet Supremo informaciรณn acerca de la desapariciรณn de su padre. La respuesta, que llegรณ a Rumania tres aรฑos despuรฉs, a travรฉs de la Cruz Roja, se limitรณ a confirmar que Marcel Pauker habรญa muerto en 1938, sin mencionar que su sentencia se habรญa revocado posteriormente, que habรญa sido rehabilitado tras su muerte y que sus mendaces inquisidores habรญan sido a su vez juzgados y sentenciados. El Partido Comunista Rumano no parecรญa muy interesado en las noticias sobre uno de sus fundadores, a pesar de que Marcel Pauker habรญa expresado repetidamente un gran afecto por sus conciudadanos: “he tenido un amor profundo por nuestro amable y sufrido pueblo rumano”. Evidentemente, el nombre de Pauker no significaba mucho mรกs que aquel de Rabinsohn, que Ana recibirรญa de nuevo, post mรณrtem, otorgado generosamente por su patria poscomunista. En octubre de 1959, le informaron oficialmente de la muerte de su marido y el 3 de junio de 1969 Ana perdiรณ una larga y dolorosa lucha contra el cรกncer. Sin importar los aรฑos pasados y todos los acontecimientos que los habรญan separado (incluidas aventuras amorosas e hijos ilegรญtimos por ambas partes), el vรญnculo de Ana con su legendaria pareja del paรฑuelo rojo parece sellado por el destino, como en la historia de Eliade.

En la vida de Ana Pauker se enlazan la tragedia personal y la colectiva: desde su primer encuentro con el antisemitismo salvaje a la muerte de su primer hijo y el asesinato de su marido; desde el encarcelamiento de su hermano (tras volver de Israel a Rumania, y a peticiรณn de ella) hasta el antisemitismo estalinista que padeciรณ en su final arresto por parte de su propio partido. Esto no debe resultar sorprendente. La tragedia colectiva se vuelve mรกs real, creรญble y autรฉntica en los detalles de las tragedias personales. De la misma manera, la tragedia individual, no importa el impacto que tenga, no puede separarse de la imagen mรกs amplia, de la cual se vuelve una mera pincelada.

La mistificaciรณn rodea tanto la vida privada como la figura pรบblica de Ana Pauker. Es un botรณn de muestra del oscuro y denso archivo del comunismo, puesto que ella misma fue, como todos sus camaradas, educada y entrenada para ignorar su propio sufrimiento y los sentimientos pequeรฑoburgueses, a fin de contraatacar, una y otra vez, no solo frente a sus enemigos –o al menos sus supuestos enemigos– sino tambiรฉn frente a los traidores de su propio bando. A diferencia del fascismo –que trata a todos sus miembros con una relativa equidad, con correcciรณn, y lanza abiertamente sus proclamas mientras trabaja para alcanzar sus despreciables fines–, el comunismo manipulรณ la promesa, la ilusiรณn de un futuro radiante para todos, en todas partes, al tiempo que utilizรณ la sospecha y la mentira como formas del terror, incluso en contra de los propios miembros del Partido. Stalin matรณ mรกs comunistas que todas las fuerzas policiales europeas unidas, ¡incluida la Gestapo! Como seรฑalรณ en alguna ocasiรณn Tony Judt: el amado Gran Lรญder “no estaba interesado en la aprobaciรณn o siquiera el consentimiento, solo en la constante obediencia.”

Veamos dos acontecimientos en la vida privada y pรบblica de Ana Pauker, mencionados en la obra de Robert Levy. Tanto la propaganda comunista como la anticomunista proclamaron durante aรฑos que Ana habรญa delatado, e incluso asesinado a tiros, a su marido, a pesar de que habรญa sido ejecutado por los soviรฉticos en la Uniรณn Soviรฉtica mientras Ana estaba en una cรกrcel rumana. De hecho, cuando el Partido pidiรณ a Ana que aceptara y difundiera la versiรณn de la “traiciรณn” de Marcel Pauker, ella titubeรณ, en un estado de profunda conmociรณn y malestar, a sabiendas de que sus dos hijos eran prisioneros de Stalin y de que las vidas de sus hijos dependรญan de su respuesta. De acuerdo con un testigo, es reveladora la reacciรณn de Ana ante la decisiรณn del Partido de transformar sรบbitamente a Marcel Pauker en un “enemigo del pueblo”, un “trotskista traidor”: “Ana se encerrรณ tres dรญas en una pequeรฑa celda y no saliรณ. Cuando por fin abandonรณ la celda, su rostro se habรญa transformado por completo.” El testimonio de otro prisionero aรฑade: “No cree que su marido sea un traidor o un agente de la Siguranศ›a [la policรญa secreta burguesa]; si bien piensa que su marido es capaz de comportarse de modo faccioso, y si bien sabe que es muy ambicioso, cree que su marido es un hombre honesto. Por eso no quiere comentar las noticias que llegaron.” Al final, Ana hizo lo que le pedรญan. “El Partido siempre tiene la razรณn”, repetirรญa su yerno dรฉcadas mรกs tarde, aceptando el dudoso veredicto de culpabilidad de su suegra, a pesar de que รฉl la conocรญa bien, y creรญa en ella y se habรญa convertido en militante comunista bajo su influencia.

Muchos rumores circulaban en Rumania, incluso entre mis amigos cercanos, acerca del comportamiento de Ana tras la muerte de su primer retoรฑo. Se decรญa que habรญa metido el cadรกver de su pequeรฑa hija en el congelador, porque tenรญa que asistir a una reuniรณn ilegal del partido.

En julio de 1922, poco despuรฉs de su regreso de Suiza, los Pauker ciertamente perdieron a Tanio, su hija de apenas siete meses. Marcel habรญa sido despedido de su empleo como ingeniero por sus actividades comunistas; Ana buscaba algรบn trabajo. “Vivรญamos en la peor de las pobrezas –recordarรญa Marcel, citado por Robert Levy– por mis prejuicios y porque consideraba que, como adulto y padre, ya no podรญa aceptar la ayuda de mis padres”. El joven marido esperaba que ciertos lรญderes comunistas, recientemente liberados de la prisiรณn, se hicieran cargo de algunas de sus encomiendas comunistas, al menos temporalmente, y le permitiesen asรญ dedicar tiempo a atender su difรญcil situaciรณn familiar. En un bosquejo de su vida, fechado en 1937, Marcel dice de sus cรญnicos camaradas: “la mataron [a su hija] con su abandono”. Pareciera que los grandes retรณricos de los ideales humanistas solo eran capaces de solidaridad cuando lo ordenaba el Partido.

¿Quรฉ diremos del estado mental de la madre entonces, cuando acababa de perder a su primera hija, habรญa padecido el fracaso en Suiza y estaba enterada del suicidio de uno de sus hermanos, especialmente cercano, a pesar de sus notorias diferencias polรญticas y religiosas? La carta que Marcel dirige a sus padres es muy reveladora:

Ignoro si siete meses de contacto con una vida, una vida que aรบn no semeja nada mรกs allรก de un objeto, una muรฑeca de carne, si siete meses son suficientes para crear vรญnculos paternales afectivos de tal intensidad que su ruptura te desgarre por completo, como un tejido de tela que se deshila. Pero en esos momentos de confusiรณn, que han excedido nuestra fortaleza durante mucho tiempo y nos han llevado al borde de la extenuaciรณn nerviosa, este pedazo de dolorosa realidad es mรกs de lo que uno puede soportar […] Ana ha tenido una bajada de presiรณn tras otra […] Siempre tendrรฉ esa imagen en mi mente de cuando la niรฑa muriรณ. Me parece ver ese pequeรฑo cuarto y la esquina del sofรก donde estaba sentada Ana, y ese pequeรฑo cuerpo ardiente. Y a Ana tratando de hablar de alguna otra cosa, y luego las lรกgrimas de la niรฑa, y los ojos que se cerraban solo para abrirse de nuevo al dรญa siguiente, azules como el cielo en el verano; el verano que, con nuestra ayuda, la matรณ. Partรญ para Braศ™ov. ¿Cuรกnto mรกs podรญa yo soportar el tormento? Y volvรญ presuroso a casa, temiendo por Ana, a quien dejรฉ dรฉbil y derruida despuรฉs de dos bajadas de presiรณn consecutivas.

Es difรญcil imaginar que la madre y el padre, desbordados por el dolor y el sentimiento de culpa por la trรกgica pรฉrdida, pusieran a su hija muerta en el congelador durante esos dรญas de duelo. ¿Por quรฉ habrรญan hecho eso? ¿Para salir a la carrera a reunirse con aquellos que “la mataron con su abandono”? Y, sin embargo, incluso si tenemos todas las razones para descartar la historia del congelador, aรบn podemos preguntarnos cรณmo pudieron los padres involucrarse de nuevo mรกs tarde con la misma familia del Partido, junto con aquellos que los habรญan “abandonado” y eran incapaces de albergar los afectos humanos fundamentales.

Robert Levy responde a esta interrogante con una cita de Ignazio Silone, quien predicaba que cualquier sacrificio de un miembro del Partido era bienvenido como una contribuciรณn personal a la redenciรณn colectiva. Y que la vinculaciรณn con el Partido se volvรญa mรกs fuerte, no a pesar de los peligros y los sacrificios, “sino gracias a ellos”. ¿Podemos asumir que se puede usar esa explicaciรณn para entender la lealtad de Ana al Partido que habรญa matado a su marido? Inundada por la duda y el profundo dolor por la sentencia estalinista contra su marido, acepta sin embargo el veredicto y sigue el consejo que recibiรณ: que no buscara otras fuentes informaciรณn sobre la verdad de las acusaciones contra su marido. Mรกs tarde, a pesar de que Ana habรญa deducido que la muerte de su marido habรญa sido el resultado del Gran Terror –periodo durante el cual desaparecieron dos tercios de los comunistas extranjeros que vivรญan en Moscรบ–, Ana demostrรณ ser una ejemplar graduada de la escuela de Lenin: un soldado leal y disciplinado, dispuesto a servir a aquellos que habรญan “entregado” a su marido, como explica Levy. Ana “entendiรณ a travรฉs de la necesidad”, como dirรญa la jerga comunista… Durante toda su vida, muchos acontecimientos confirmarรญan la paradoja de la Ana Pauker “estalinista” y su dura vida en las mรกs altas divisiones del Partido Comunista. Durante mรกs de treinta aรฑos, acatarรญa las decisiones del Partido y en demasiadas ocasiones recibirรญa como recompensa un sufrimiento silencioso.

La liberaciรณn del “socialismo real” (definido en Rumania durante los รบltimos y opacos aรฑos del rรฉgimen nacional-comunista de Ceauศ™escu como “socialismo multidesarrollado”) se esperรณ largamente, aunque sin demasiadas expectativas y, cuando se dio, provocรณ un sentimiento inicial de euforia que llevarรญa despuรฉs a una decepciรณn gradual. La presencia ensombrecedora de la vieja Securitate, asรญ como el rรกpido aumento de la riqueza y poder de algunos de los miembros de segunda generaciรณn de la antigua Nomenklatura, fueron factores clave en la insatisfacciรณn de la gente. Parte de la nueva prensa libre se transformรณ rรกpidamente en prensa vulgar y mercantil; miembros de la clase polรญtica aparecieron como corruptos, irresponsables, egoรญstas, orientados al enriquecimiento personal; y muy temprano la libertad y la democracia fueron manipuladas del modo mรกs grosero, con obvio cinismo y una frivolidad burlesca. La militancia nacionalista y antisemita reapareciรณ en escena sin disimulo alguno. Si bien el ingreso de Rumania en la Uniรณn Europea disminuyรณ el tono del lenguaje de odio y celebraciรณn de los viejos iconos de la derecha, la atmรณsfera polรญtica del paรญs distรณ mucho de ser admirable despuรฉs de 1989. La denuncia de las pesadillas del comunismo fue una gran impostura frรญvola, al servicio del juego polรญtico del momento y solo raras veces estimulรณ algรบn debate serio y profundo acerca de los horrores del pasado. El hecho de que el Partido pasara de contar con unos cuantos miles de miembros en 1945 a casi cuatro millones de oportunistas para 1989 –cuando el sistema se derrumbรณ y la gran mayorรญa de miembros del Partido cambiaron rรกpidamente sus lealtades, transformรกndose en feroces anticomunistas– quizรก explica por quรฉ nunca se analizaron con detalle los horrores comunistas. Ciertamente parece que un nuevo y apresurado oportunismo era el orden del dรญa. Las encuestas nacionales muestran de manera consistente la confianza en la Iglesia y el ejรฉrcito. Los viejos-nuevos clichรฉs antisemitas resucitaron: despuรฉs de todo, habรญan sido los comunistas demoniacos quienes habรญan arruinado el Partido y el paรญs. La famosa lรญder de los comunistas judรญos, Ana Pauker, tampoco cayรณ en el olvido. Hanna Rabinsohn ha demostrado ser una eficiente incitaciรณn a la venganza.

Por desgracia, esta extendidรญsima cacofonรญa general de histeria se halla en todas las controversias menores y mayores de la รฉpoca. Y fue en esta atmรณsfera, ruidosa, desagradable, cuando finalmente apareciรณ en Estados Unidos un estudio detallado y objetivo de la vida de Ana Pauker, que se tradujo al rumano poco despuรฉs. Este resumen crรญtico de su destino y lugar en la historia rumana, escrito por Robert Levy y publicado por The University of California Press en 2001, se titula Ana Pauker. The Rise and Fall of a Jewish Communist.

En la segunda carta que me dirigiรณ, el Dr. Gheorghe Brฤƒtescu, quien aรบn estaba convencido de mis profundas vinculaciones con mi patria, no solo alabรณ mi prudencia por tratar de contemplar Rumania a distancia, sino que tambiรฉn me informรณ acerca de la llegada a Bucarest de un joven investigador estadounidense, Robert Levy, que estaba trabajando en una tesis doctoral sobre Ana Pauker. En efecto, Rumania me interesaba, asรญ que me interesรณ tambiรฉn este tema de investigaciรณn y, aรฑos despuรฉs, cuando la tesis se habรญa convertido en un libro, aceptรฉ escribir una reseรฑa para una prestigiosa revista literaria estadounidense.

Al tratar de escribir la reseรฑa, recordรฉ que debรญa estar agradecido con la camarada Ana: su denuncia de las desviaciones de la “derecha” y la “izquierda” (una “original” inversiรณn rumana, absurda en la tradiciรณn del teatro de Eugene Ionesco) me habรญa llevado a mi primer intento decidido de alejarme de la polรญtica. Como secretario de la organizaciรณn comunista de mi instituto, me vi obligado –bajo los auspicios de la rigurosa campaรฑa de “vigilancia” de ese periodo– a expulsar del grupo a tres estudiantes inocentes, entre los que habรญa una joven encantadora con quien despuรฉs entablรฉ una estrecha amistad. Me quedรฉ muy perturbado por lo que habรญa hecho a estas personas absolutamente inocentes. Para mรญ fue un shock “ideolรณgico” y una vergรผenza moral. El tรญtulo de la reseรฑa que querรญa escribir sobre el libro de Levy serรญa “La dama de hierro” (una alusiรณn humorรญstica a Margaret Thatcher). Quizรก debiรณ haber sido “La kike de acero”,2 en concordancia irรณnica con el nuevo estatus de celebridad de Hanna Rabinsohn en la prensa libre, pos y anticomunista. Esto, por supuesto, sucediรณ a pesar del hecho de que Ana Pauker se habรญa distanciado muy temprano de su propio judaรญsmo y de que el propio nombre “no rumano”, Pauker, no hubiera confundido a nadie.

Es verdad que tal “separaciรณn” del judaรญsmo no significa, a diferencia de otros casos de lรญderes comunistas, que Ana Pauker habรญa “internalizado” el antisemitismo europeo cristiano, como sugiere Hannah Arendt (quien tampoco fue del todo inmune a tan infecciosa “asimilaciรณn”), un antisemitismo que fue practicado tambiรฉn por muchos comunistas. Ana volviรณ de la Uniรณn Soviรฉtica convencida de que los judรญos debรญan abandonar Rumania e incluso colaborรณ, en la medida de sus posibilidades, con la primera ola de emigraciรณn (noventa mil visados expedidos para partir a Israel, entre 1950 y 1952). Empero, Ana tambiรฉn tratรณ de ayudar a Israel en su guerra de independencia, con el argumento de que se trataba de una lucha contra el imperialismo britรกnico.

El libro de Robert Levy ofrece amplia y conclusiva evidencia contra varias falsedades que han circulado respecto a la vida de Ana Pauker. De manera muy similar a la novela de Eliade, ha tratado de destruir los clichรฉs aceptados como ciertos respecto a su vida y a su compromiso revolucionario. Aunque Levy tambiรฉn reconoce, con razรณn, la responsabilidad de Ana en el establecimiento del rรฉgimen comunista y su participaciรณn en la temprana y brutal “dictadura del proletariado”, ofrece revelaciones que disienten del canon oficial. Poniendo su inteligencia al servicio del Partido (y no de la “humanidad” como alguna vez esperรณ hacer en las bibliotecas de Suiza), Ana intentรณ una y otra vez aumentar el nรบmero de sus seguidores, no solo entre los Legionarios, sino tambiรฉn entre la burguesรญa liberal-demรณcrata y la intelligentsia. Veรญa en ello una alternativa a la sangrienta dominaciรณn soviรฉtica. Y se resistiรณ oponiรฉndose a la colectivizaciรณn forzosa de las granjas y tierras agrรญcolas rumanas, asรญ como a la eliminaciรณn del lรญder comunista Lucreศ›iu Patrฤƒศ™canu. Consciente de las consecuencias del “Gran Terror” en la URSS, el conflicto de Ana con la direcciรณn del Partido Comunista Rumano y con las directivas de Moscรบ parece haberse acrecentado poco a poco.

No es difรญcil entender la premisa del extraรฑo estatus de Ana Pauker en la cรบpula de su partido polรญtico. Obstaculizada por la desventaja de haber sido la esposa de un “traidor” (un traidor judรญo), para protegerse se reinventรณ como un reconocido sรญmbolo internacional del comunismo rumano. Entretanto, en 1944, rechazรณ el ofrecimiento de convertirse en Secretaria General del Partido. Esgrimiรณ el mismo argumento con el que habรญa rechazado en 1943 los requerimientos urgentes de Dimitrov, quien, como lรญder de la Internacional Comunista, le habรญa pedido a Ana volver a Rumania y asumir la dirigencia del Partido. Ana argumentรณ que un paรญs cristiano-ortodoxo, lleno de prejuicios sociales, polรญticos y religiosos, y con una visiรณn bizantina, “machista” y xenรณfoba, no aceptarรญa a una mujer judรญa en la cรบspide de su pirรกmide polรญtica, y que serรญa poco sensato para el Partido presentarla como candidata para el puesto.

Sin embargo, a diferencia de otros comunistas judรญos, quienes de forma frenรฉtica manifestaron su abierta hostilidad a cualquier elemento judรญo, Ana nunca rechazรณ pรบblicamente sus orรญgenes judรญos. Si bien muchos gestos parecen sacados de una novela romรกntica –como su relaciรณn extraordinaria con su hermano, a quien por amor pidiรณ que volviera de Israel a la Rumania comunista, donde serรญa encarcelado por los camaradas de Ana, o la exhumaciรณn de los restos de su hermana del cementerio del Partido para enterrarlos en un cementerio judรญo–, la “vinculaciรณn con los judรญos y el judaรญsmo en su corazรณn” debe verse como la consecuencia duradera de los recuerdos de su abuelo y el sufrimiento de los judรญos rumanos, combinados con su propia experiencia del antisemitismo soviรฉtico.

Con la ayuda de detalles convincentes y en ocasiones escandalosos, Robert Levy tambiรฉn demuestra que Ana se opuso al arresto de lรญderes polรญticos “burgueses”, asรญ como a la construcciรณn de un canal entre el Danubio y el Mar Negro, favorecida por Stalin (que tendrรญa a la larga consecuencias desastrosas), al juicio de Patrฤƒศ™canu y a la censura a los comunistas que habรญan combatido en la Guerra Civil espaรฑola y en la Resistencia francesa. Levy documenta los intentos persistentes de Ana para evitar la brutal tragedia de la colectivizaciรณn, al igual que su posiciรณn como “patrona protectora de los campesinos”, motivada por su aรฑejo cariรฑo al campesinado rumano, asรญ como por su conocimiento de la salvaje campaรฑa soviรฉtica contra los campesinos “reaccionarios”, que produjo ademรกs consecuencias negativas en la polรญtica agraria. En 1946, Ana Pauker enviรณ una importante declaraciรณn de principios a la embajada soviรฉtica en Bucarest: “Carecemos de argumentos convincentes para responder al rechazo de los campesinos.” En 1952, fue aรบn mรกs enfรกtica al dirigirse a sus colegas del Comitรฉ Central: “¿Cรณmo pueden pensar que estas personas podrรญan sรบbitamente colocar todo su ganado y tierras en una propiedad colectiva?”

Quizรก el conflicto de mayor envergadura y mรกs sorprendente es el que tuvo lugar entre Ana y el pontรญfice del Kremlin. Muchos de sus camaradas y del resto del mundo consideraban a Ana “la favorita de papรก”. Sin embargo, cuando Ana volviรณ de la URSS contรณ a su familia los horrores del antisemitismo soviรฉtico y no olvidรณ mencionar el “odio de Stalin a los judรญos”. Ana sabรญa muy bien de dรณnde vendrรญa la orden de decapitaciรณn. En efecto, el insuperable maestro del marxismo leninismo regalarรญa este sabio consejo a sus sirvientes rumanos: “Si ellos [las cursivas son mรญas] se entrometen en tu camino, deshazte de ellos.” El hecho de que Stalin hiciera este comentario acerca de Trotski no deja espacio para la confusiรณn respecto a quiรฉn se refiere con “ellos”.

Cuando en 1952 Gheorghe-Gheorghiu Dej, lรญder del Partido Comunista Rumano, visitรณ Moscรบ para recibir la bendiciรณn final que enviaba a Ana Pauker a prisiรณn, el supremo pontรญfice le preguntรณ sinceramente: “¿Cuรกntas veces te dije que te deshicieras de Ana Pauker y no me entendiste?” La conclusiรณn llegรณ unos momentos despuรฉs: “Si yo estuviera en tu lugar, le habrรญa pegado un tiro en la cabeza hace mucho tiempo.”

Una vez dada la seรฑal, los expertos soviรฉticos procedieron con la operaciรณn anti Ana Pauker bajo una divisa simple: “Todos los judรญos estรกn predispuestos de nacimiento, por carรกcter y educaciรณn, a volverse instrumentos del espionaje estadounidense y oponerse al antisemitismo es equivalente a la traiciรณn” [las cursivas son mรญas] .Ana Pauker fue arrestada por orden directa de Dej. No se informรณ a la Oficina Polรญtica en el gobierno. Se la acusaba de haber sido una “agente de Truman”, una pieza de la vasta maquinaria anticomunista.

Todo formaba parte de una estrategia mayor. Dos dรญas despuรฉs de que se aprobara la sentencia de muerte de Rudolf Slansky, el secretario general judรญo del Partido Comunista Checoslovaco, se arrestรณ a un grupo de judรญos ucranianos acusados de cometer “crรญmenes econรณmicos” en el llamado affaire Kiev, y en Moscรบ se “descubriรณ” ruidosamente la conspiraciรณn inventada de los mรฉdicos judรญos.

El juicio de los mรฉdicos judรญos (acusados de formar parte de una “conspiraciรณn” judeoimperialista para asesinar a Stalin) debรญa empezar en Moscรบ el 18 de marzo de 1953 y tenรญa como finalidad sembrar el terror en los corazones de todos aquellos que lo presenciaran alrededor del mundo: los acusados harรญan una confesiรณn completa y serรญan ahorcados pรบblicamente en la Plaza Roja. Progromos “espontรกneos” surgirรญan en toda la Uniรณn Soviรฉtica poco despuรฉs, y esos progromos llevarรญan a la รฉlite intelectual judรญa a dirigir una misiva al Gran Lรญder, pidiรฉndole su protecciรณn. La sรบplica serรญa respondida magnรกnimamente con la autorizaciรณn del lรญder a los judรญos para desplazarse y establecerse, por peticiรณn de ellos mismos, en las regiones orientales del imperio. A inicios de aquel aรฑo, cuando Ana ya habรญa sido interrogada, se imprimieron en la URSS mรกs de tres millones de copias de un panfleto escrito por un importante dignatario de la policรญa secreta estalinista: Por quรฉ los judรญos deben ser expulsados de las regiones industrializadas del paรญs.

Es difรญcil que Ana no imaginara, durante las arduas noches de los interrogatorios, que el juicio que le esperaba serรญa simulado, mientras reflexionaba sobre el destino de sus “cรณmplices” tambiรฉn arrestados y recordaba tragedias similares, como la de su propio marido. No es exagerado pensar que Ana debiรณ incluso recordar el Juicio de Craiova, de 1936, que la habรญa hecho famosa como la “Pasionaria” rumana. En esa atmรณsfera hostil y opresiva, los procedimientos judiciales, que tenรญan lugar en pรบblico, estaban sujetos todavรญa al rigor de la ley (la odiada “justicia burguesa”) y se desarrollaron en presencia de la prensa e incluso de algunos abogados internacionales que participaban en la defensa. Ella, la comunista que habรญa entregado toda su vida a la Causa, no podรญa esperar un juicio asรญ en las manos de sus fraternales inquisidores. En el libro de Robert Levy encontramos un comentario de Ana, que muestra lo que pensaba del “progreso” realizado por el comunismo en comparaciรณn del sistema polรญtico anterior: “Tomas a una persona, la arrestas, la llamas agente, la sometes a mรฉtodos que nunca habรญa visto en mi vida, ni en las prisiones ordinarias ni en las prisiones de la Siguranศ›a; desprestigias a la persona, te burlas de ella, expulsas a sus hijos de sus casas y ni siquiera dices ‘lo siento’, como dirรญa cualquiera que ha pisado el pie de otro. No te importa en absoluto.”

Parece que el inminente peligro de muerte habรญa quedado atrรกs en el momento en que surgen estos exabruptos contra el Partido; no porque los acusadores hubieran de alguna manera transformado sus puntos de vista o sus mรฉtodos, o porque de modo inesperado la verdad hubiera prevalecido al final sino, mรกs bien, y de manera muy simple, porque el Inmortal Camarada Stalin siguiรณ el derrotero de todos los vivientes el 5 de marzo de 1953. ¡El mito se derrumbรณ! ¡El Omnipotente y Omnisciente Santo muriรณ como cualquier Dzjugashvili3 ordinario! Cuando Ana Pauker, todavรญa bajo la sentencia de muerte que Stalin le habรญa impuesto, escuchรณ la increรญble noticia, rompiรณ en llanto. El hombre que le dio la noticia, uno de los acusados del juicio de Craiova, y ahora un miembro del Comitรฉ Central encargado de la investigaciรณn, hizo una observaciรณn cargada de sentido comรบn: “No llores, si Stalin siguiera con vida, tรบ estarรญas muerta.”

En su extraordinario libro Postguerra: Una historia de Europa desde 1945, Tony Judt lidia con las consecuencias del arresto de Ana Pauker, su interrogatorio, liberaciรณn y desapariciรณn de la vida pรบblica. Subraya que “los prejuicios de Stalin no requieren explicaciรณn. En Rusia y Europa del Este, el antisemitismo era su propia recompensa”.

La muerte de Stalin abortรณ los planes de Gheorghe Gheorghiu-Dej, lรญder del Partido Comunista Rumano, de montar un juicio contra Pauker, entre otros. En cambio, a lo largo del 53 y principios del 54, el Partido rumano condujo una serie de juicios secretos de sujetos menores, acusados de ser espรญas del sionismo, pagados por “agentes del imperialismo”. Las vรญctimas iban de miembros genuinos del (derechista) Sionismo Revisionista hasta judรญos comunistas, seรฑalados con la brocha sionista, acusados de tener relaciones ilegales con Israel y de colaborar con los nazis durante la guerra. Fueron sentenciados a condenas que iban desde diez aรฑos hasta cadenas perpetuas […] El Partido Comunista Rumano, mรกs pequeรฑo y aislado que cualquier otro del Este de Europa, siempre se hallaba desgastado por pleitos internos, y la derrota del “derechista” Patrฤƒศ™canu y la “izquierdista” Pauker fueron sobre todo una victoria divisiva para el dictador ferozmente eficaz Gheorghiu-Dej, cuyo estilo de gobierno (como el de Nicolae Ceauศ™escu, su sucesor) recordaba mรณrbidamente el antiguo autoritarismo que imperรณ en los Balcanes. En estos aรฑos, los judรญos fueron purgados del Partido rumano y los puestos de gobierno, al igual que en la Alemania Oriental y Polonia, los otros dos paรญses en que una facciรณn del Partido pudo imponer el sentimiento antijudรญo contra los militantes “cosmopolitas”. Alemania Oriental fue un territorio particularmente fรฉrtil. En enero de 1953, mientras el “complot de los mรฉdicos” tenรญa lugar en Moscรบ, prominentes judรญos de Alemania Oriental y judรญos comunistas huyeron a Occidente. Un miembro del Comitรฉ Central de Alemania Oriental, Hans Jendretsky, exigiรณ que los judรญos –“enemigos del Estado”– quedaran excluidos de la vida pรบblica

Varios aรฑos despuรฉs, cuando Tatiana, la hija de Ana Pauker, le dio un cuaderno para sus “memorias” (el รบltimo regalo de cumpleaรฑos que recibirรญa) la respuesta fue firme y escueta: “Nunca voy a escribir.” Levy comenta: “Evidentemente, su memoria –al igual que todo lo demรกs en su vida– pertenecรญa al Partido, al cual habรญa decidido no daรฑar ni traicionar. Y, aunque criticรณ errores especรญficos y fallas, nunca expresรณ duda alguna acerca de la totalidad.”

Durante la cremaciรณn de Ana Pauker, su familia decidiรณ escuchar la Tercera sinfonรญa, La Heroica, de Beethoven, en vez de La Internacional. Fue una elecciรณn conmovedora y dramรกtica, pero no fue decisiรณn de la difunta.

Un ideal nunca deberรญa convertirse en idolatrรญa y, sin embargo, sucede con frecuencia. Ana debiรณ haberlo sabido desde sus tempranos estudios de la enseรฑanza judรญa, que definรญan el judaรญsmo como lo contrario de la idolatrรญa, y afirmaban que “nosotros no tenemos santos, solamente sabios”. Pero la enseรฑanza nunca es suficiente para alertar del todo a la gente de sus propias tendencias personales, sean judรญos, chinos, rusos o rumanos. La aproximaciรณn crรญtica al dogma, a cualquier dogma, era tambiรฉn un principio marxista, antes de que los principios fueran manipulados eficazmente por la dictadura leninista estalinista y convertidos en un feroz culto al Partido y en una obediencia total a su mandato rรญgido y opresivo.

Una suerte de “banalidad fantรกstica”, mรกs imaginativa incluso que la literatura, siguiรณ tras la muerte de Stalin y la liberaciรณn de Ana, de la cรกrcel al aislamiento total de la vida polรญtica: la realidad modelรณ una tensiรณn entre el clichรฉ y el anticlichรฉ, de donde emergiรณ un sorprendente regreso del clichรฉ original. Ya no el mismo del principio, porque la heroรญna era ahora mucho mayor y sabรญa mรกs cosas que treinta aรฑos atrรกs. Habรญa cambiado. En todo caso, es posible que no hubiera cambiado en el fondo, incluso tras sus muchas experiencias traumรกticas. Hacia el final de su vida, Ana Pauker le dijo a su hija Marie: “Ya verรกs. Quizรก el pueblo no sea el mejor, pero la ideologรญa triunfarรก.” Cรณmo habrรญa triunfado la ideologรญa sin “el pueblo” era una cuestiรณn que quedaba para los mรญsticos habitantes del futuro.

Robert Levy sugiere un posible obituario para Ana Pauker: “En verdad, aunque dio la bienvenida a las reformas de Jrushchov y se veรญa mรกs cรณmoda con la desestalinizaciรณn, hablando incluso de volver a Marx e ignorando a Lenin de forma llamativa, fue una comunista impenitente y devota hasta el final.”

Pauker siguiรณ y deplorรณ a Stalin al mismo tiempo. Al corriente de los horrores del terror estalinista, despuรฉs de la guerra se fue a Parรญs, a discutir con Maurice Thorez, el lรญder del comunismo francรฉs, que querรญa distanciarse de Moscรบ. Creรญa en y apoyรณ la emigraciรณn judรญa de Rumania, pero en su primer encuentro con su hermano Zalman, quien retornaba de Israel como ella le habรญa pedido, desempeรฑรณ una funciรณn distinta, segรบn recuerda el rabino mayor de Rumania, Moses Rosen: “Al fin, vuelves a casa”, le dijo, abrazรกndolo. “De ninguna manera –contestรณ รฉl– nuestra casa es Eretz Israel.” Ella no dudรณ: “Aquรญ, y solo aquรญ, estรก nuestra casa, donde nuestra madre, nuestra hermana y nuestro hermano estรกn enterrados”, aรฑadiรณ. Es un momento revelador de las complejidades y conflictos de la idea de pertenencia.

Poco despuรฉs de que apareciera el libro de Robert Levy se publicaron en Rumania dos libros complementarios que abordaban la vida de Ana Pauker en un panorama mรกs amplio de polรญtica nacional e internacional: Scisori cฤƒtre tovarฤƒศ™a Ana (“Cartas a la camarada Ana”, Univers Enciclopedic, 2005), de Ion Calafeteanu, y Clienศ›ii lui tanti Varvara. Istorii clandestine (“Los clientes de la Tรญa Varvara. Historias clandestinas”, Humanitas, 2005), de Stelian Tฤƒnase. El primer texto contiene cartas a Ana Pauker, de todo tipo de gente, de distintos orรญgenes y clases sociales (cartas de niรฑos que piden la liberaciรณn de sus padres de las cรกrceles comunistas, de antiguos camaradas en situaciรณn difรญcil, de prisioneros de guerra rumanos en campos de trabajo soviรฉticos, de exiliados en Francia o Estados Unidos, de diplomรกticos, curas, rabinos, deportistas, incluso algunos informes acerca del gran mรบsico rumano George Enescu, que vivรญa en Parรญs y sobre el inventor Traian Vuia). Las cartas revelan las cuitas y miedos de la gente comรบn, maltratada por la displicente burocracia del sistema, en uno de sus peores periodos. El segundo libro aporta documentaciรณn amplia y elocuente de la policรญa secreta burguesa (la Tรญa Varvara, como la llamaron los comunistas), durante el periodo previo a la Segunda Guerra Mundial, y contiene documentos sobre los mรกs importantes lรญderes y conspiradores comunistas, asรญ como sobre sus rivalidades, juicios y crรญmenes.

Desde luego que Ana Pauker perteneciรณ al movimiento comunista hasta el final. Asรญ lo quiso; pero no fue un robot de perfecta obediencia, dirigido por control remoto desde Moscรบ, como se la suele presentar. Fue un ser humano; imperfecta por definiciรณn, con ambigรผedades y conflictos internos, con pasiones y un elemento de precariedad, con sus propias rispideces y sus heridas, sus contradicciones e incluso, podrรญamos aรฑadir, sus misterios. La forma en que el Partido, por el que ella sacrificรณ toda su vida adulta, utilizรณ sus cualidades y defectos muestra la naturaleza cruel y perversa del sistema enmascarado tras la bandera de la utopรญa. “Se suponรญa que no debรญamos abandonar jamรกs la esperanza”, dijo el escritor polaco Borowski, al tiempo que descubrรญa, como cristiano, el horror de Auschwitz. Le parecรญa el corazรณn de la tragedia humana.

Aรฑos despuรฉs de que sus compromisos polรญticos y de que la organizaciรณn derechista rumana por la que se habรญa sentido atraรญdo hubieran desaparecido, Mircea Eliade, el acadรฉmico experto en religiones, parecรญa considerar la polรญtica una “forma importante de la existencia”. Excitado por el “mรญstico” entusiasmo de un joven francรฉs convertido al comunismo, el anticomunista Eliade dijo: “Te afilias a un partido o formas parte de alguna clase de misticismo social porque ahรญ esperas encontrarte a ti mismo –como querรญas.”

¿Una identidad personal adquirida a travรฉs de la identidad colectiva? ¿El individuo como soldado en un ejรฉrcito de un solo partido? En este contexto, el “hombre sin atributos” –o, mรกs bien, sin los atributos รบtiles para la Causa– se convierte en un paria inรบtil, en sospechoso, incluso en enemigo, y su destino es ser eliminado o “limpiado”. La Causa, en tanto ideologรญa de Estado, convierte la “identidad” en un grotesco clichรฉ colectivista que promueve el terror. Y, sin embargo, ¿cรณmo podemos explicar la fascinaciรณn y fidelidad de tantos adictos a la Esperanza del militante?

El comunista rumano y judรญo Bellu Silver, miembro, como Ana Pauker, de la primera generaciรณn del Partido, que sufriรณ torturas indecibles durante sus interrogatorios a manos de sus compaรฑeros comunistas, escribiรณ: “No podรญa dejar el Partido. Como esos hombres que no pueden dejar a la mujer de sus vidas, aunque sea una puta, ladrona o perjura. ‘Se perdiรณ por una mujer’, reza el dicho popular. Yo me perdรญ por el Partido.” Vox pรณpuli –la voz del pueblo– tiene razรณn, por supuesto, pero no tiene en cuenta, ni podrรญa, a los individuos que conforman su multiplicidad.

Las contradicciones y ambigรผedades actรบan en todas direcciones, como cualquier vida humana puede constatar. “Ningรบn otro lรญder, excepto Tito, mostrรณ una resistencia a la lรญnea impuesta por el Soviet del modo en que lo hizo [Pauker]”, escribe Levy. Y: “La caรญda de Ana Pauker fue un paso importante que impidiรณ cualquier liderazgo reformista (a diferencia de Hungrรญa, Polonia, Checoslovaquia) y condenรณ a sus ciudadanos a sufrir la extrema dureza que culminarรญa con el rรฉgimen de Ceauศ™escu.” Hay que tener en cuenta esta importante diferencia cuando se juzga la conspiraciรณn contra Pauker y sus consecuencias en el contexto de casos semejantes de lรญderes comunistas soviรฉticos desalojados del poder en otros paรญses (Rajk, Kostov, Slรกnskรฝ, Pฤƒtrฤƒศ™canu, Gomuล‚ka, etcรฉtera). En todo caso, aunque pudiรฉramos imaginar a Pauker como una versiรณn rumana de Tito o de Kadar, resulta imposible ignorar –como ella misma no lo pudo ignorar, cuando intentaba advertir a sus camaradas– que afrontamos el caso especial de una mujer judรญa comunista en un medio tradicionalmente antisemita. Como tal, este caso adquiere una especie de pathos especial, muy distinto de su pequeรฑo papel en la ilustremente pintoresca galerรญa de la Gran Mistificaciรณn del Comunismo. Es una historia dolorosa y sangrienta de proporciones trรกgicas.

Una vida humana, con su extraรฑo heroรญsmo, con sus obsesiones, sus compromisos revolucionarios, pronto divorciada de los criterios morales en nombre de un idealizado proyecto de esperanza; una vida construida en torno al deseo de reestructurar el mundo y al llamado Hombre Nuevo, una vida con tantas ambigรผedades, rechaza cualquier interpretaciรณn reduccionista o simple, polรญtica o de cualquier cuรฑo. Si reconocemos su humanidad, ¿estamos tambiรฉn reconociendo su martirio en nombre de la Gran Utopรญa, la Gran Idea, la Gran Ilusiรณn, la Gran Esperanza que eventualmente se convirtieron en el Gran Terror? Ignorar esta cuestiรณn en el poscomunismo y anticomunismo del presente podrรญa llevarnos a un futuro impredecible que “repita la historia como farsa”.

El presente parece estar dominado por el pragmatismo, la lucha por la eficiencia econรณmica y las esferas de influencia, por el poder militar y la nueva civilizaciรณn del telรฉfono mรณvil, Twitter y los otros recursos de enormes velocidades y variedad. ¿Y quรฉ ocurre con el terrorismo, el fanatismo, la creciente distancia entre ricos y pobres, la corrupciรณn polรญtica, las mรบltiples redes antiterroristas y la vigilancia electrรณnica planetaria? ¿Cรณmo podemos responder a estos nuevos desafรญos, sin incurrir en los errores de ayer y de esta maรฑana? ¿Cรณmo reconciliar la rรกpida globalizaciรณn con el esfuerzo para sobreponernos a las condiciones restrictivas entre el productor y el consumidor que constantemente se redefinen segรบn la retรณrica del libre mercado y la libre opiniรณn, y una democracia de la libertad que depende cada vez mรกs de las sofocantes megacorporaciones planetarias?

Son preguntas que desafรญan a la modernidad y al destino humano. El debate convencional sobre el totalitarismo, comunista o no, parece, como todo lo demรกs, convencional, obsoleto e inconsecuente. ¿Podemos, sin embargo, ignorar una y otra vez al individuo y la individualidad para abonar un nuevo colectivismo, envenenado por sus viejas y nuevas enfermedades?

¿Queda algo por aprender de la tragedia de la comandante Ana? ¿Algo que sea valioso y vรกlido acerca de las ideas, los ideales e ideologรญas para nuestra “pragmรกtica” รฉpoca, carente de ideologรญas claras, mรกs allรก de las militancias religiosas y fanรกticas? ¿Algo que aprender acerca de los seres humanos, la humanidad o el humanismo?

La historia nos obliga a un escepticismo extremo hacia los efectos pedagรณgicos y morales de los errores pasados. Pese a todo, todavรญa puede decirse algo sobre la perenne desconfianza y el odio hacia los judรญos en el Partido que alguna vez se juzgรณ el mรกs prometedor e igualitario del mundo; un partido del que los judรญos fueron considerados fundadores, mรกrtires y lรญderes, teรณricos y militantes. La Iglesia Roja no fue la antisemita iglesia cristiana, ni la mezquita, ni el Partido Nacional Socialista de Hitler. El Partido Comunista parecรญa encarnar, para muchos, “el sueรฑo universal de la solidaridad”. Como con cualquier otro prejuicio, el antisemitismo de antaรฑo, hoy y maรฑana no difiere mucho de lo que sucede y siempre ha sucedido cuando a un individuo no se le juzga como tal, con sus cualidades y defectos, faltas y aspiraciones, sino como entidad de un grupo mรกs amplio, parte de una identidad colectiva, ya sea religiosa, รฉtnica, sexual o polรญtica.

Con retraso, quizรก sea este el momento de confesar que, en 2003, por repugnancia y cobardรญa, dejรฉ de reseรฑar el libro de Levy, abrumado como estaba entonces por la desagradable y sucia campaรฑa contra mi culpable etnicidad y por las insinuaciones antisemitas durante el debate rumano acerca del Gulag y el Holocausto.

Como sucede con otros paรญses de Europa del Este, la Rumania actual ya no es ni la tierra de los cuentos de la preguerra de Zaharia Fฤƒrรขmฤƒ, ni la tierra de posguerra de Ana Pauker, ni la mazmorra de la reciente dictadura de Ceauศ™escu. Uno espera que Rumania se halle en el difรญcil camino hacia un mejor ambiente social y polรญtico. Ciertamente, no han desaparecido aรบn la corrupciรณn, el doble discurso, el oportunismo, la revitalizada xenofobia ni la demagogia que, de hecho, han adquirido un tono de populismo poscomunista –pero uno tiene la esperanza.

“Triste paรญs, lleno de humor”, como alguna vez dijo uno de los grandes poetas rumanos. Y sรญ: la tristeza sigue ahรญ, al igual que ese particular humor agridulce y su matiz de absurdo. Se la ve por todos lados, en la vida cotidiana y en los chistes diarios que forman parte de la parcela de vitalidad rumana. Con frecuencia, este humor se convierte incluso en un peculiar modo de suspicacia, semiseria, iconoclasta ante los avejentados clichรฉs del pasado y de hoy.

El verano pasado encontrรฉ un interesante artรญculo titulado “Dos mujeres en la historia de Rumania”. El autor, Adrian Cioroianu, un distinguido intelectual demรณcrata, historiador y escritor, que fue tambiรฉn ministro de exteriores, habรญa puesto juntas, con un tono atrevido e irรณnico, a la judรญa de acero, Ana Pauker, y a Ecaterina Teodoroiu (1894-1917), una cรฉlebre heroรญna que combatiรณ en el ejรฉrcito rumano durante la Primera Guerra Mundial. No mรกs Hanna Rabinsohn, no mรกs la “perpetua historia de la conspiraciรณn judรญa”, sino “La historia de los rumanos en 101 historias verdaderas”.

Escribe Cioroianu: “La camarada Ana Pauker llegรณ a ser, en algรบn momento, mรกs poderosa que todos los varones de Rumania y, sin ser gimnasta, guarda algunas semejanzas con Nadia Comฤƒneci.” Con un tono notablemente ligero, explica que esta “mujer comisaria” tiene sin embargo algo en comรบn con la grandiosa gimnasta. “Ana Pauker fue la primera rumana en aparecer en la portada de Time, en 1947. La segunda, y รบltima, fue Nadia Comฤƒneci, en 1976. Entre esos dos extremos se escribiรณ la historia del comunismo rumano.” ~

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Traducciรณn de Fernando Galindo.

Este texto aparecerรก en La quinta imposibilidad, un libro
de ensayos de Norman Manea que prepara Galaxia Gutenberg.

 

 

 

 

 

 

1 Lรญder regional nazi. [N. del T.]

2 Kike es un tรฉrmino peyorativo que se dirigรญa a los inmigrantes judรญos en Estados Unidos [N. del T.].

3 Dzjuga singifica “acero” en georgiano. Dzjugashvili, “hijo de Dzjuga”, es el apellido original de Stalin [N. del T.].

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(Bucovina, Rumania, 1936) es escritor. En 2005, Tusquets publicรณ la traducciรณn de una de sus obras mรกs cรฉlebres, 'El regreso del hรบligan'.


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