1.
El viejo nada despacio. Boca arriba. Lento. Muy lento. Mueve el brazo derecho, las piernas apenas. Mueve el brazo izquierdo. La pileta estรก casi vacรญa. En el segundo andarivel, solos: el viejo y yo. รl, con su parsimonia. Malla negra, antiparras oscuras, bigote finito y canoso. Lo conozco. De algรบn lado lo conozco. Lo paso por el costado. Llego al borde de la pileta, giro en el lugar, empujo con los pies. Son mรกs de las nueve de la noche de un dรญa de semana. Bajo los violentos reflectores del histรณrico club Almagro, me lo cruzo de vuelta. Cambio el ritmo: busco coincidir en los descansos de ese hombre que nada y no avanza. Trato de confirmar si la cara es la misma que aparece en la solapa del libro Restos diurnos. Foto en blanco y negro. Varios aรฑos menos. Ahora el hombre que nada descansa. Estรก apoyado en la pared del sector menos profundo de la pileta. Se saca las antiparras. Olor a cloro. Agitado, el viejo resopla con fuerza. Murmura.
โDisculpe. ยฟDijo algo? โpregunto.
โNo. Hablaba solo.
โยฟUsted es Fogwill?
โSรญ. Por eso hablo solo.
2.
Dos aรฑos y dos meses despuรฉs de nuestro encuentro casual en la pileta, vuelvo a ver a Fogwill en el comedor de su casa de Palermo. El hombre que nada tiene casi setenta aรฑos. Lo trato de usted. Nadie le dice seรฑor. Fogwill es ya una marca. Su marca. El apellido le arrebatรณ casi por completo el nombre. En la Argentina, si uno habla de literatura, dice โFogwillโ sin antecederlo por Rodolfo Enrique. Casi nadie recuerda su nombre de pila. De algรบn modo, รฉl promoviรณ este olvido a los 44 aรฑos, dรญas antes de publicar su sรฉptimo libro, Pรกjaros de la cabeza, cuando vio la futura tapa y decidiรณ, por una cuestiรณn estรฉtica, de diseรฑo grรกfico, truncar su firma. Desde entonces fue solo Fogwill. Para ello, este escritor y publicista creรณ un personaje del que pocas veces quiso escapar. Un personaje procaz, sincero, hipersexual, polรฉmico. Egocรฉntrico, aunque a veces perdedor. Despiadado pero tierno en ocasiones. โCada escritor tiene su mรกscara y arma su pose. Mi pose es esta: yo siempre aspiro a mentir con la verdad. Engaรฑar de que valgo la pena diciendo que no valgo la penaโ, dice sentado en una silla de diseรฑo. En el piso, a su alrededor, hay diarios, ropa, un telescopio, discos, botellas vacรญas y libros. De fondo, suena una รณpera en alemรกn. A un costado, un asiento ergonรณmico, que es una especie de tabla sin respaldo. Delante de este asiento, la computadora. El monitor cubierto de polvo y manchas pegajosas. Junto al teclado, un par de medias. El de Fogwill es un departamento de soltero, decorado con uno, dos, tres helechos.
Su pose, entonces: un escritor que repite ser malo aunque se sabe entre los mejores.
Digresiรณn: en la Argentina, casi nadie tiene la menor idea de quiรฉn es Fogwill. A pesar de que ganรณ el Premio Nacional de Literatura, de que publicรณ libros en casi todos los gรฉneros โnovelas, cuentos, ensayos, poemasโ; de que fue traducido al francรฉs, alemรกn, croata y mandarรญn, Fogwill solo es popular en los cรญrculos intelectuales. Mรกs allรก de lo prolรญfico del autor, salvo contadas excepciones y libros reeditados, como el de sus cuentos completos, si uno va a una librerรญa argentina y pide por Fogwill lo mรกs probable es no que no encuentre nada. Ademรกs de ser un escritor de culto, Fogwill es, sin referirse a un estado de cansancio ni a una ausencia de ideas, un escritor agotado. El hombre que nada es lo que suele conocerse como un โescritor de cultoโ. ยฟQuรฉ es un escritor de culto? No tiene la menor idea. Cree que, quizรก, los que asรญ lo califican entiendan por ese concepto a un escritor que vende poco y se admira mucho. A uno que tiene escasos lectores, pero que compran todos sus libros.
Tal vez, a uno que era un chico, como todos los chicos. Un chico consentido, โno con sentido, sino consentidoโ, el hijo รบnico, que escribiรณ su primer poema a los ocho aรฑos: โA Nuestra Seรฑora de Fรกtima en la Entronizaciรณn de Su Imagen Divina en la Iglesia de la Inmaculada Concepciรณn de Quilmesโ. Y en el comedor de su casa de soltero, Fogwill sigue diciendo de sรญ mismo: โel que produjo esta mierda que soy ahora, que se permite todos los vicios; el tabaco y el chicle, por ejemploโ. Sin embargo, Fogwill trata de eludir cualquier referencia a su niรฑez. Prefiere hablar de otra cosa.
En el aรฑo en que la Argentina fue sede del mundial de futbol, durante la dictadura de Videla, Fogwill, que por entonces dirigรญa una agencia de publicidad, editรณ su primer libro: los poemas de El efecto de realidad. Un aรฑo despuรฉs con Mis muertos Punk ganรณ el premio Coca-Cola que, ademรกs de plata, incluรญa la publicaciรณn del libro. Sin embargo, cuenta que, despuรฉs de cobrar el cheque y sorprendiendo a los editores, se sentรณ a negociar. โLes dije: โEste libro vale tanto.โ Ellos querรญan publicarlo gratis, asรญ que decidรญ no cumplir las condiciones del premio, y listo.โ Fogwill, su propio personaje, empezรณ a hacerse conocido.
Cuatro aรฑos despuรฉs, durante 72 horas sin dormir, con doce gramos de cocaรญna encima, Fogwill escribiรณ una novela โLos Pichiciegosโ que figura en los programas de letras de todas las universidades del paรญs. La historia transcurre en las Islas Malvinas durante la guerra entre la Argentina y el Reino Unido, y retrata de forma casi premonitoria (la escribiรณ en simultรกneo con el conflicto) el clima que se vivรญa en el frente de batalla. โEl miedo: el miedo no es igual. El miedo cambia. Hay miedos y miedos. Una cosa es el miedo a algo โa una patrulla que te puede cruzar, a una bala perdidaโ, y otra distinta es el miedo de siempre, que estรก ahรญ, atrรกs de todo. El miedo a algo, y el miedo al miedo, ese que siempre llevรกs y que nunca vas a poder sacarte desde el momento en que empezรณ.โ Su consejo: escribir como se debe. No reprimirse. Saber contar lo que no se reprime y atreverse a llegar hasta el final, sin que importe lo que digan el portero, la novia, la vieja, los amigos o el tipo que nos pasa los tomates.
Hay quienes lo consideran el mejor escritor argentino vivo. En ningรบn momento, aunque escriba en prosa, Fogwill deja de ser un poeta. Es un placer leer en voz alta sus textos aliterados, cacofรณnicos, polisรฉmicos. Despuรฉs de escuchar Sobre el arte de la novela, Jorge Luis Borges lo definiรณ como un maestro de la elipsis. โLos que le leyeron el relato, saltearon las partes pornogrรกficas โminimiza Fogwillโ; la verdad es que era un texto repugnante.โ
Un amigo dice que el escritor se ocupa, con sorprendente dedicaciรณn, de que cada uno de nosotros podamos vivir nuestra propia โexperiencia Fogwillโ para luego tener que contarla. No es poco comรบn que, al volver de una entrevista con รฉl, cualquier cronista encuentre en su casilla de correo un e-mail con comentarios o pensamientos sobre algรบn tema de la nota. Un fotรณgrafo dice que a las semanas de un encuentro con รฉl Fogwill lo llamรณ exaltado. Necesitaba, ya, una cรกmara prestada: su vecina se estaba cambiando. La desnudez era inminente.
Un dato que Fogwill se encarga de repetir en cada una de sus entrevistas es que siempre evitรณ vivir de la literatura. โQuien depende del mercado estรก definitivamente perdidoโ, me dice en su casa, sentado en su moderna silla, despuรฉs de desperezarse. รl pudo conseguirlo gracias a lo que llama sus oficios. Se recibiรณ de sociรณlogo y a partir de ese momento trabajรณ, y aรบn lo hace, en marketing, creaciรณn de productos, relevamiento de marcas y hรกbitos de consumo. โEn idear estrategias para llevar a los mercados hacia el interรฉs moralmente supremo de quien me paga.โ De allรญ, de esa profesiรณn, saca la plata para vivir. โTengo un nivel de ingreso igual que un mediocre escritor de best seller, tipos que ganan el premio Alfaguara o el premio Planeta y los traducen a diez idiomas.โ Para vivir como vive, no necesita vender miles de libros, acumular premios importantes, ser conocido en todo el mundo. Con ser Fogwill le alcanza.
Cuando ganรณ la beca Guggenheim, usรณ la plata del premio para cambiar el auto y comprarles computadoras a sus hijos. โAgarrรฉ la guita y la rrrrrrrreventรฉโ, casi grita, y abre enormes los ojos aceitunados. โSi hoy me dan otra, la reviento igual. Uno hace un proyecto y lo tiene que cumplir. Pero si no lo cumple, no lo van a retar. No hay que rendirle cuentas a nadie.โ El proyecto que Fogwill presentรณ para ganarla fue la renovaciรณn de su pรกgina web (โun laburo que se podรญa hacer en un dรญaโ) y la correcciรณn de dos libros: โQue despuรฉs publiquรฉ con un cartelito que decรญa: corregidos con la beca.โ Pelo grisรกceo, mirada profunda, bigote prolijo, Fogwill, el hombre que nada, se pregunta: โยฟQuรฉ otra cosa iba a hacer?โ Cuando habla, se apasiona: gesticula, enfatiza sus palabras, mueve las cejas histriรณnico.
El escritor, que admite su pose de engaรฑar que vale la pena diciendo que no vale la pena, me dice que de toda su producciรณn solo rescata dos o tres poemas buenos.
Sรญ: Fogwill no estรก ciego.
Y no estรก muerto.
3.
Meses despuรฉs de la guerra de Malvinas, el hombre que nada se enterรณ de que un amigo suyo, hijo de un capitรกn de marina mercante, estaba preso. Buscรณ poemas que se refirieran al mar. Los coleccionรณ y se los fue mandando por carta, uno a uno. Baudelaire, Mallarmรฉ, Valรฉry, entre otros. Cientos de cartas. Cientos de poemas que, segรบn dice, se transformaron, luego, en el origen de su poema Versiones sobre el mar. Compactaciรณn de todo lo que habรญa leรญdo y sentido, puesto al servicio de una ideologรญa.
El mismo mar nos pierde; nos encuentra y nos pierde. Tema de las olas: se arman, desobedecen, las crea el viento โยฟsu amor?โ y se derrumban para volver a armarse con restos de olas anteriores, idรฉnticas. Historia de amor: la planicie del mar, el viento que la oprime, y todo se levanta para perderse. Y todo tiende a disolverse contra una lรญnea de aguas eternas y sol dilapidado llamada mar. Mar: abundancia de sinsentido humano.
(Fragmentos del poema Versiones sobre el mar.)
4.
Dos aรฑos y cuatro dรญas despuรฉs del primer encuentro, el hombre que nada lleva algo mรกs que la mallita negra que tenรญa en la pileta, aunque sigue respirando con dificultad, como si durante la รบltima media hora hubiera nadado sin detenerse. Estamos en un bar del barrio de Palermo. Antes, Fogwill habรญa ido a la pescaderรญa. Pidiรณ nueve filetes de merluza, pidiรณ pan y, luego de piropear a la vendedora, tambiรฉn pidiรณ si no le podรญan guardar un rato la compra. Cuando la mujer le preguntรณ un nombre para escribir sobre el envoltorio de papel, Fogwill dijo โQuiqueโ. Luego, cruzรณ la calle hacia la verdulerรญa, comprรณ dos tomates grandes, una cabeza de ajo, dos plantas de lechuga, cuatro bananas y un kilo de naranjas para jugo que, segรบn comentรณ el empleado del lugar, estarรญan muy sabrosas. Al igual que en el local anterior, el escritor, consciente de lo incรณmodo de sostener los paquetes durante el transcurso de nuestra conversaciรณn, pidiรณ si le podrรญan cuidar un rato mรกs su bolsita con frutas y verduras.
โTengo que salir con una mina โmintiรณ.
Dos veces por semana, Fogwill, que como buen soltero cocina lo que come, hace asado. Una vez por semana, pescado; todos los dรญas: fideos. Al mediodรญa y a la noche. No se cansa de las pastas. Sin embargo, en este bar de Palermo, lejos de pensar en el menรบ de la cena, a lo largo de nuestra conversaciรณn que durarรก cerca de dos horas, Fogwill interrumpirรก sus dichos para comentar las piernas de la mujer que acaba de pasar. Me indicarรก que observe a aquella increรญble adolescente de la esquina o se quedarรก callado con la mirada fija en una colegiala junto al semรกforo como si mentalmente quisiera sumergirse debajo de la pollera a cuadros.
Pero eso serรก mรกs adelante: ahora mismo me dice que nunca decidiรณ ser escritor. Que habrรญa preferido ser rico, pero intentรณ y no le saliรณ y que cuando acumulรณ un poco de obra lo calificaron de escritor. A los veinticinco aรฑos escribรญa doce horas por dรญa. Informes, campaรฑas de publicidad, guiones de cine y discursos polรญticos. Luego, siguiรณ con poesรญa y ficciรณn. Una de las claves para poder escribir bien, dice Fogwill, es poder mentirse y mentir a los otros.
โHay gente que escribe pero no puede desdoblarse. No puede producir una voz que no sea la suya. Escribir no es un acto de habla natural, sino un acto de simulaciรณn โdice, y corre la mano para que el mozo apoye el cortado y el cafรฉ con leche sobre la mesaโ. Si no tenรฉs un personaje, no podรฉs escribir. Porque lo hacรฉs en un registro monocorde y no serรญa tolerable. En la actuaciรณn es igual.
Y Fogwill tiene su personaje. Un personaje que desaparece cuando el escritor habla de literatura. Allรญ, se pone serio, fija la vista, mueve la taza del cafรฉ, medita unos segundos y, solo entonces, opina. Como si durante esos instantes toda su libido estuviese puesta en eso que rodea al hecho literario. Basta que su interlocutor deje de mirarlo o se distraiga un momento para que รฉl vuelva y suelte una frase que hace que uno, inevitablemente, rรญa a carcajadas.
A pesar de que disfruta escribiendo, โcomo disfrutarรญa diseรฑando autosโ, Fogwill piensa que la de los escritores es una carrera de fracaso. โMiremos el siglo xx, tomemos a diez que nos parezcan los mejores. Pensรก dรณnde terminaron Vargas Llosa y Garcรญa โMarketingโ, por ejemplo. Vargas Llosa estรก en la plenitud de sus facultades pero no le salen libros como antes. Y รฉl escribiรณ aquellos libros โhablo de La ciudad y los perros o Conversaciรณn en La Catedral, que eran realmente obras maestrasโ creyendo que siempre iba a ser tan innovador, tan genial. Nadie lo es. Uno agota su fuente. Cuanto mรกs triunfa un escritor, mรกs fracasa en tanto productor de sรญ mismo.โ Es su propia derrota, asumida, pero transformada en herramienta de promociรณn. Fogwill no va a hacer una obra maestra. Lo acepta. Ni quiere.
Lo sabe: ya las hizo.
5.
Si bien Fogwill tuvo รฉpocas de introspecciรณn (durante doce aรฑos no dio entrevistas porque le daba asco el sistema de medios), alguna vez se definiรณ como โuna mรกquina de hacerse prensaโ. Siempre que puede, y puede bastante, lanza un comentario provocador, una chicana, un desafรญo a ver si alguien levanta el guante y se produce un debate que lo coloque en el centro de la escena o, al menos, en la columna de algรบn suplemento cultural. Fogwill es su propio personaje. โAplico el carรกcter teatral en todo lo que es la participaciรณn del artista (el escritor en mi caso) en la comunicaciรณnโ, me dice antes de darle un sorbo a su cortado. Con su estrategia, dice aprovechar una รฉpoca en la que la comunicaciรณn se subordina al consumo, al intercambio econรณmico. โEn el caso de los imbรฉciles, los efectos de esta subordinaciรณn producen mucha mรกs hipocresรญa. Porque hay escritores que se creen importantes por viajar, por ganar una beca o ser jurados de un concurso.โ A corto plazo, dice el escritor, esto rinde muchos beneficios. โPero, como alguien decรญa en un blog: son gente que se cree arriba de un caballo, sin darse cuenta de que estรก sentada sobre un poni con sueรฑo.โ Fogwill habla con ternura, piensa unos segundos, repite: sobre un poni con sueรฑo. Y sonrรญe.
Fogwill lee blogs. Y no solo eso. Tiene un ejercicio matutino que consiste en entrar a internet, ir a la pรกgina de Google, tipear su apellido y verificar el nรบmero de menciones. Despuรฉs, abre los links que cree interesantes. Hoy Fogwill aparece unas sesenta veces. โEs muchรญsimoโ, dice sin ganas. En ocasiones contesta, pero no siempre. Solamente cuando le entran ganas de burlarse de los que lo nombraron.
7.
โDisculpe. ยฟMe dijo algo?
โNo. Hablaba solo.
โยฟUsted es Fogwill?
โSรญ. Por eso hablo solo.
Fogwill se sumerge y nada, lento, hacia el otro extremo de la pileta.
Al rato, ambos descansamos en la parte menos profunda.
โยฟComiste un caramelo rojo? โdice.
โยฟEh?
โNo importa…
โComรญ un caramelo de frutilla โdigo, sin entender cรณmo se habrรก dado cuenta.
โEn el aire hay olor a acidulante de frutilla, o de frambuesa โme diceโ. Debe ser tu transpiraciรณn.
Fogwill se sumerge de nuevo. Nada unos largos y sale de la pileta.
Vuelvo a encontrarlo en el vestuario.
El hombre que nada canta a gritos una รณpera en italiano.
Un pelado que se seca con una toalla rosa lo mira con desconfianza.
Hay olor a encierro, a cloro, a humedad. Ruido del agua de las duchas. El tipo que guarda los bolsos detrรกs de un mostrador lo ignora. Seguro debe conocerlo. Fogwill me ve y comienza el soliloquio.
โEstaba pensando en algo que me hiciste acordar. Por lo de los olores. El otro dรญa me estaba cogiendo una mina. Una flaca, azafata. Le estaba chupando la concha.
El pelado de la toalla rosa nos mira. El que guarda los bolsos, ahora, tambiรฉn presta atenciรณn aunque discreto, haciรฉndose el que no escucha.
โEn un momento, en medio del acto, le pregunto: ยฟcomiste cilantro? La piba no entendรญa nada. No sabรญa quรฉ era el cilantro. Me dice que no habรญa cenado. Que por ir y venir, por los viajes, solo habรญa estado picando boludeces. Vos sabรฉs lo que es el cilantro, ยฟno?
Fogwill no espera mi respuesta.
Empiezo a reรญrme, y el pelado de la toalla rosa tambiรฉn se rรญe, y el tipo que guarda los bolsos detrรกs del mostrador no puede disimular la sonrisa.
Fogwill, en estado puro.
โยฟVes? Yo a una mina le chupo la concha y puedo decirte quรฉ comiรณ el dรญa anterior.
Ahora el hombre que nada se rรญe a carcajadas.
Dรญas despuรฉs, releo su cuento โLa chica de tul de la mesa de enfrenteโ: descubro los personajes, el hincapiรฉ en los olores. El fragmento: โBeso largo. Tierno y sensual, sabor a pepinos, cafรฉ, torta de ciruela. Su perfume era delicado: fue necesario el beso para percibirlo a fondo. Y todavรญa lo recuerdo.โ
8.
Sentado en la silla del bar Delicity, junto a la ventana que da a la calle, Fogwill respira por la boca. Da grandes bocanadas, igual que los peces cuando los sacan del agua. En el bolsillo derecho del pantalรณn lleva un broncodilatador. Tiene un enfisema pulmonar y, por eso, respira con dificultad. Por eso, tambiรฉn, necesita nadar dos kilรณmetros por dรญa. Setenta y dos horas sin ir a la pileta le
destrozan el sistema respiratorio. Si no va, dice, hasta pierde el olfato.
En el gimnasio, el hombre que nada prefiere caminar en la cinta. Para no aburrirse lleva el iPod, y mientras hace ejercicio escucha poemas. De Eliot, Pessoa y de Borges leรญdos por รฉl mismo. Y los sonetos de Shakespeare. Al nadar, Fogwill se concentra en el sonido del agua. Escucha y se da cuenta de si estรก salpicando. Su objetivo es hacer el largo en dieciocho brazadas. A veces no puede. Suele haber dos causas: le falta el aire o no le responde el corazรณn.
El corazรณn no es lo รบnico que a veces falla. Con la edad, Fogwill tambiรฉn perdiรณ la memoria espacial de corto plazo. Si estรก sentado frente a una mesa y pone el salero a la derecha, y luego cierra los ojos y quiere agarrarlo, estira la mano hacia la izquierda. โEl adelante se vuelve atrรกs. La derecha se vuelve izquierda. Es degradaciรณn neurolรณgicaโ, dice. Y, serio, no descarta que la nicotina y la droga hayan lesionado esa zona.
Fogwill se arrepiente de algunas cosas. Por ejemplo, del tabaquismo. Tambiรฉn de las horas perdidas. โSi pudiera volver atrรกs, ni probarรญa la cocaรญna. Pero, quiรฉn sabe, no serรญa tal como soy, asรญ que por las dudas no voy a volver para atrรกs.โ Fogwill, quizรก, producto de las drogas. Fogwill, sobre todo, producto de sรญ mismo.
Durante los aรฑos previos y la dictadura militar, la cocaรญna fue su anestesia para escapar al horror. Fogwill habรญa sido trotskista y temรญa que lo hicieran desaparecer. Durante meses, los militares tuvieron secuestrado a un vecino suyo a quien confundieron con รฉl. โVivรญa como anestesiado. Y ademรกs, la droga fue un estimulante para la hiperactividad que tenรญa: gastaba miles de dรณlares mensuales en viajes de trabajo.โ Lo dice con la voz neutra, como si todo esto le hubiese sucedido a otra persona.
En ese estado, Fogwill escribรญa. Tiene textos, relatos, pedazos de novelas redactados bajo los efectos de la droga que, me dice, son mรกs o menos iguales a los que producรญa sobrio. โLo que pasa es que con la cocaรญna yo podรญa estar 48 horas sin dormir. Durante ese tiempo uno conserva la memoria del espacio en el que estรก concentrado y no le importa absolutamente nada.โ Fogwill se refiere a permanecer a salvo de los peligros de afuera, como el telรฉfono y lo demรกs. Y a esa acumulaciรณn de concentraciรณn que, segรบn รฉl, puede ser muy รบtil, aunque a veces tambiรฉn puede llevarlo a uno a perder el sentido crรญtico.
Ahora al hombre que nada le cuesta concentrarse. Nunca tiene mรกs de una hora y media para escribir. Por los horarios del club, los horarios del trabajo, los de la cocina, los de sus hijos: tiene cinco cuyas edades van de los diez a los cuarenta aรฑos. No es igual la relaciรณn con los mรกs chicos, que se la pasan sacรกndole plata, que con el mayor, que es rico, y al que, segรบn Fogwill, รฉl le saca plata.
A pesar de sus problemas fรญsicos, Fogwill no le tiene miedo a la muerte: a su muerte. Me explica lo que se siente durante un broncoespasmo. Simula: abre grande los ojos y la boca. Deja de respirar. Se le empieza a enrojecer la cara y me dice en voz baja: โEl aire se vuelve vidrio. Lo sentรญs como sรณlido. No entra ni sale. Cualquier intento por hacer fuerza con los brazos, o piernas, cualquier consumo de energรญa, incluso el angustiarte, te aumenta el ritmo cardรญaco a una velocidad impresionante. Sentรญs que te vas a morir.โ Le pasa dos o tres veces por aรฑo. La รบnica soluciรณn serรญa un transplante de pulmรณn. Pero no es su estilo. โNo soportarรญa un cadรกver adentro. Ni el de Eva Perรณn. Ni el de una chica de catorce aรฑos en la cama entibiada โdice con mirada cรณmpliceโ. No. Cadรกveres no. Por una cuestiรณn รฉtica.โ El hombre que nada se pone serio.
โSi aceptamos los trasplantes, vamos a terminar aceptando los trasplantes involuntarios. Elegir el tipo justo para tener su corazรณn, sus pulmones o su hรญgado.
โยฟUsted morirรญa por รฉtica?
โCreo que sรญ. Sรญ. โLa รฉtica es la estรฉtica del porvenirโ, decรญa Lenin.
Se queda pensando unos segundos. Luego, sonrรญe, seรฑala a una adolescente rubia que, en la esquina, estรก por cruzar la calle y dice:
โEstรฉtica. Eso es estรฉtica.
9.
Un viernes a la noche, dos aรฑos y cinco meses despuรฉs de nuestro encuentro, entro al natatorio: Fogwill sumergido en el segundo andarivel. Estilo mariposa. Amplia brazada, inmersiรณn. Amplia brazada. Lleva antiparras. La malla negra. Debe estar concentrado en si salpica al sumergirse, en el sonido del agua. El escritor que se oye sumergido, el que pierde el aliento cuando nada, como si recrease el poema de Hรฉctor Viel Tรฉmperley, uno de sus poetas preferidos, una y otra vez, con sus brazadas.
Soy el nadador, Seรฑor, soy el
[hombre que nada.
Tuyo es mi cuerpo, que hasta en
[las mรกs bajas
aguas de los arroyos
se sostiene vibrante,
como en medio del aire.
[…]
Soy el nadador, Seรฑor, sรณlo el
[hombre que nada.
Gracias doy a tus aguas porque
[en ellas
mis brazos todavรญa
hacen ruido de alas.
El hombre que nada, tratando de conseguir aire, resoplaba.
Fue la รบltima vez que lo vi. ~
Un jurado compuesto por Juan Villoro, Julio Villanueva Chang y Juan Pablo Meneses eligiรณ esta crรณnica como ganadora del Premio Las Nuevas Plumas, convocado por la Universidad de Guadalajara y la Escuela de Periodismo Portรกtil.