Jorge Eugenio Ortiz Gallegos
La mancha azul. Del PAN, al neoPAN y al PRIoPAN
México, Grijalbo, 2011, 160 pp.
Parece ilógico que militantes partidistas que lucharon siempre por el respeto al voto abandonen su partido justo cuando el voto se empieza a respetar. Pero esto es lo que ocurrió al Foro Doctrinario y Democrático, que abandonó el PAN en octubre de 1992, dos años después de la creación del Instituto Federal Electoral, cuando el partido había ganado la gubernatura de Baja California (1989), cientos de alcaldías y muchas curules federales y estatales, y se reconocía públicamente que el partido era ya una fuerza electoral importante. Es cierto que algunas posiciones muy sonadas fueron obtenidas en negociaciones (gubernatura de Guanajuato), pero la mayoría fue ganada en buena lid, si bien a costa de la imagen que el partido tenía de sí mismo. La pérdida de esta imagen es la historia narrada por La mancha azul de Jorge Eugenio Ortiz Gallegos (1925-2010), panista de la vieja guardia.
La historia es conocida. A raíz de la crisis financiera de 1982, empresarios locales empezaron a penetrar en el PAN y pronto empezaron a ganar puestos de elección popular (Chihuahua, Nuevo León, Sonora, Baja California y Sinaloa). La resistencia al fraude electoral en Chihuahua con apoyo de obispos católicos alcanzó notoriedad internacional. En la elección federal de 1985, el PAN presentó candidatos a todos los cargos en todos los distritos electorales por primera vez en su historia. En 1987, la presidencia del partido fue ganada por Luis H. Álvarez, panista histórico de Chihuahua, ahora “neopanista”, como el nuevo estilo de militancia empezó a ser llamado.
Fue entonces cuando –según Ortiz Gallegos– la debacle del PAN comenzó: “Las doctrinas y los valores espirituales, los constantes estudios del México que se soñaba, fueron cayendo rápidamente bajo el peso de las negociaciones. Este fue el fenómeno del PAN convertido en Neopan y luego en priopan.” Hacia 1992 habría “cerca de tres mil empresarios o ejecutivos de negocios, que a lo largo de diez años fueron orientados e instruidos para apoderarse del PAN por el Instituto de Promociones Estratégicas de la Coparmex […] El neopanista es pragmático, busca el poder político para los intereses del grupo de donde proviene…”. El perfil del PAN es hoy “decididamente el de una institución de clase empresarial”.
Aunque el nuevo PAN venía formándose en los estados por derecho propio, su trayectoria dio un giro en las condiciones creadas por la elección de Carlos Salinas en 1988. Las negociaciones o “concertacesiones” fueron la oferta del nuevo gobierno federal al pan a cambio del reconocimiento de su legitimidad, cuyo triunfo fue disputado por el PRD:
El hostigamiento sistemático del sexenio de Salinas de Gortari contra la existencia y los actos del PRD indicaba claramente el propósito de limitar y dirigir a como diera lugar el equilibrio político en un florecimiento del bipartidismo […] El pan, de muchas maneras asociado al presidente, sobreviviría y crecería como concesionario y seguidor de la política básica del régimen y en particular de sus tendencias económicas neoliberales.
En este tramo del relato, Ortiz Gallegos inserta una idea de Efraín González Luna en 1954: el pan “puede ser simple precursor o pionero, puede ceder el puesto a otro y desaparecer, porque su misión providencial esté cumplida. Lo que González Luna no vaticinó […] fue que el pan se convertiría en socio del partido causante de la corrupción y del atraso en México…”.
Por lo menos un miembro del Foro Doctrinario y prologuista de La mancha azul, Bernardo Bátiz, encontró ese sucesor en el PRD, y puede decirse que todos los foristas se volvieron más afines a ese partido que al pan. Con tal de diferenciarse o por instinto de sobrevivencia, se volvieron afines a una escisión “del partido causante de la corrupción y el atraso en México” sin explicación alguna. Por lo visto, no solo los neopanistas tenían “prisa por llegar al poder”.
Recriminar al pan su prisa por llegar al poder casi cincuenta años después de su fundación, cuando todos los fundadores estaban muertos o retirados, arroja dudas sobre el significado de la palabra “prisa”. El mero transcurso de las generaciones y los cambios políticos y económicos tendrían que modificar la estrategia del partido en algún momento. Ese momento fue 1982, cuando las relaciones entre los empresarios y el gobierno alcanzaron su punto histórico más bajo.
La ineficiencia del pan hasta 1982 se explica en parte por la interpretación del momento histórico de su fundación y el sentido que le dieron sus propios fundadores: “el desastre al que iba México empeoraba por la falta de una formación moral y un digno comportamiento ciudadano […] Nunca había habido ciudadanos en México […] Empezar desde la raíz: la formación de una conciencia cívica” (discurso fundacional del pan por Manuel Gómez Morin glosado por Ortiz Gallegos).
Como se sabe, México no vivió desastre alguno después de 1939; al contrario, vivió treinta años de relativa prosperidad. Cuando vino la crisis financiera de 1976, el que estaba hundido en el desastre era el pan: no presentó candidato a la presidencia siquiera. Los empresarios no lo tomaban en serio y no empezaron a inyectarle energía sino hasta fines de 1982, cuando parecía, entonces sí, que el país se hundiría para siempre por la larga y profunda crisis de la deuda externa.
Ortiz Gallegos se esmera en quitar a los fundadores del pan la aureola de “místicos del voto” y presenta a Gómez Morin como promotor de una “técnica de la victoria […] la misma que fue en 1909 [con Madero], y debió serlo en 1929 [con Vasconcelos]”. Pero la “técnica de la victoria” de Madero fue muy distinta a la de Gómez Morin; no esperó cincuenta años: solo necesitó dos para organizar la campaña electoral más eficaz en la historia de México.
Una vez que se lee con atención La sucesión presidencial en 1910, uno se pregunta cómo fue que el pan no siguió la técnica organizativa de Madero, quien veía muy claro a los destinatarios democráticos de su mensaje. Es impresionante seguir escuchando, aun en círculos educados, que en México nunca ha habido ciudadanos. “De 1919 a 1929 –afirma Ortiz Gallegos– las instituciones de la república nacieron bajo la tolerancia o el usufructo de las manos ensangrentadas de los militares.” Lo cierto es que muchos líderes revolucionarios maderistas y constitucionalistas habían sido autoridades electas. Es incorrecto llamarlos “militares” solo porque formaron ejércitos.
El panismo histórico tenía que fracasar porque el país que imaginaba no se correspondía con el país real. El mote “señoritingos” que Daniel Cosío Villegas les colocó les viene como anillo al dedo. Todavía en 1995, cuando el pan había ganado cientos de alcaldías, no tenía un archivo de informes de labores municipales. ¿Lo tiene ahora? El fracaso del panismo histórico puede verse de muchas maneras. Una de ellas es la indiferencia de la dirigencia nacional hacia los pequeños comités municipales. Madero no cometió ese error. ~
(Santa Rosalía, Baja California Sur, 1950) es escritor y analista político.