Votar sin ganas

 Los candidatos que se niegan a informar quiénes son no merecen el voto.
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Hace medio siglo, la prensa en México era gris porque tenía un solo cliente: el Señor Presidente. Su mayor animación estaba en las noticias deportivas, los espectáculos y la nota roja. En voz baja, un periodista cínico declaró alguna vez: "Yo no gano por lo que publico, sino por lo que no publico".

El negocio cambió. Ahora el cliente es una multitud ávida de escándalos, y abundan en el mundo político, que se volvió el gran tema nacional, como si la vida del país se redujera al protagonismo de los trepadores.

La clase política de hace medio siglo no era mejor, pero estaba a salvo de ser exhibida por una prensa libre. Paradójicamente, la profusa publicación de los abusos, que se ha vuelto normal, no provoca vergüenza, sino exhibicionismo. En voz alta, los políticos cínicos declaran impunemente: "Robé, pero poquito". "Abusé, pero no es ilegal".

El espectáculo provoca indignaciones poco prácticas. Exigir que renuncie el presidente es no medir las consecuencias y hasta ignorar la Constitución: "El cargo de presidente de la república sólo es renunciable por causa grave, que calificará el Congreso de la Unión, ante el que se presentará la renuncia" (Artículo 86). En el otro extremo, castigar a la clase política dejando de votar, no es castigarla: es dejarle vía libre.

Votar es, en primer lugar, decidir que la democracia es preferible al antiguo régimen. También es preferir a un partido, y eso es lo que quita las ganas de votar: no hay uno preferible. Pero es también preferir a un candidato, y sí hay algunos preferibles.

Aunque las elecciones se organizan para escoger personas, y las campañas supuestamente sirven para que expongan su capacidad y propuestas, los votantes tienden a escoger partidos, no personas, porque las campañas tienen la misma orientación. No hay debates para observar a los candidatos y escuchar lo que proponen. Hay un irritante bombardeo de propaganda que cuesta mucho y dice poco.

Hacen falta debates y hace falta información de fuentes fidedignas. El número de cargos sujetos a votación (más de 2,000) y el número de candidatos (más de 13,000) no se prestan al debate en cadena nacional de radio y televisión, aunque sí en los medios locales con los candidatos respectivos. Otra cosa es la información en la web.

El gasto electoral tiene un presupuesto escandaloso: casi $1,200 millones para gastos de campaña sufragados con dinero público, más no se sabe cuánto de dinero privado; más $3,900 millones para las "actividades ordinarias permanentes" de los partidos; más los otros gastos del Instituto Nacional Electoral; más el tiempo gratuito de un millón de ciudadanos que atenderán las casillas y el de ¿40? millones (de casi 84) que se tomarán el trabajo de votar. Frente a tamaño dispendio, crear buenas bases de datos consultables en línea tiene un costo ridículo.

Hay iniciativas en esa dirección, por ejemplo: el portal candidatotransparente.mx creado por el Instituto Mexicano para la Competitividad y Transparencia Mexicana. Medio centenar de candidatos de todos los partidos han publicado ahí su foto, su declaración de ingresos al fisco de 2012, 2013 y 2014; su declaración patrimonial y una declaración de intereses potencialmente conflictivos: parentela, participación en empresas y otras actividades. Pero son poquísimos. Deberían ser todos, obligándolos por ley.

Las tres declaraciones básicas podrían enriquecerse con la presentación de sí mismo que quiera hacer el candidato y con un vínculo de su nombre al buscador de Google, para observar lo que se dice de él.

El INE tiene un portal con una sección (Elecciones), una subsección (Procesos electorales) y un apartado (Proceso electoral 2014-2015) que incluye un subapartado (Consulta el listado completo de precandidatos) donde se pueden buscar los candidatos por cargo, entidad, sección electoral y partido. Resulta complicado. La consulta es más rápida en Reforma Voto 2015.

Lo deseable es un portal donde cada votante pueda escribir su clave de elector (la que aparece en su credencial) y, sin más, obtener la lista de los candidatos sujetos a su voto, destacando a los que han hecho públicas sus tres declaraciones.

Hay que premiarlos votando única y exclusivamente por ellos, aunque eso implique votar en blanco en todos los otros cargos donde ningún candidato lo haya hecho. Los candidatos que se niegan a informar quiénes son no merecen el voto.

 

(Reforma, 31 mayo 2015)

 

 

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(Monterrey, 1934) es poeta y ensayista.


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