La imagen se dibuja como el lugar común del viajero. Es decir, aquella que recibe a los viajantes cuando se aproximan por tierra o por aire a la periferia de todas o casi todas las ciudades del México de hoy.
Es la imagen y la sensación que dejan cada uno de los ensayos de El juicio del siglo (compilación de María Amparo Casar y Guadalupe González); la de un México que luego de un siglo de Revolución parece construido a medias, en tonos grises, en medio de cascajo, escombro, edificaciones inconclusas que, parece, nunca serán terminadas; paredes simuladas, ladrillos abandonados y lozas apenas en cimbra…
El México que han dejado las fechas centenarias de 1910 y 2010, y que es revisado por el ojo crítico, cáustico, puntual y a veces chabacano de un puñado de estudiosos y pensadores de hoy.
Los ensayistas parecen concluir que se han cumplido los postulados de la gesta social mexicana que inauguró el siglo xx, luego de cien años de una Revolución sin doctrina, de una Constitución de avanzada, una Guerra Cristera, la Expropiación Petrolera, décadas de bonanza del Desarrollo Estabilizador, seguidas de otras décadas de recurrentes crisis económicas y de la guerra sucia del autoritario nacionalismo revolucionario; del reparto agrario, de la educación masiva, del Seguro Social, de la caída del pri, la llegada del pluralismo, el arribo de la transición democrática y la llegada al poder de la derecha y la izquierda.
En efecto, se han cumplido los postulados revolucionarios, pero todos parecen estar de acuerdo en que esos postulados son fallidos. ¿La razón? Que a cien años de iniciada la Revolución, el México que dibujan los estudiosos y pensadores no es muy distinto al que perciben los viajeros que se aproximan a la periferia de las grandes ciudades; un México inconcluso, en obra negra.
Y en efecto, no existe más el gobierno autoritario y nada democrático de Díaz, pero la terca realidad se ha encargado de recordar todos los días, en los últimos años, que vivimos la dictadura de la partidocracia. Es decir, que si bien fue derrotada la dictadura perfecta que mantuvo al PRI en el poder por más de siete décadas, también es cierto que el PRI colonizó a la derecha y a la izquierda, y que está muy lejos la extinción del PRI como lo hemos conocido, porque parece que estaría en la vía de regreso.
Y los ejemplos de la obra negra abundan; una reforma agraria concluida, pero un campo abandonado y unos campesinos más pobres que nunca, estimulados más por el cultivo de enervantes que de alimentos. La industrialización, educación, urbanización, la salud pública… todo es una realidad revolucionaria. Pero todo parece inconcluso, ineficaz; inacabado, si no es que en la vía de vuelta al pasado.
Y para muestra un botón. El mayor avance democrático, el electoral, con sus flamantes y costosos aparatos de legalidad, certidumbre e imparcialidad, es demolido en una impensable vuelta atrás, a un pasado en donde todo parecía listo para edificarse; pero resulta que para la obra no hay más que albañiles improvisados, inventados pintores de brocha gorda y aprendices de brujo.
En El juicio del siglo (de la colección “México 2010”), las compiladoras y editoras, María Amparo Casar y Guadalupe González, además de Héctor Aguilar Camín, José Ramón Cossío, Federico Reyes Heroles y Francisco Suárez Dávila, nos regalan un juicio inteligente y fresco –y sobre todo plural– del siglo que para algunos de ellos parece en obra negra.
La colección se complementa con otro puñado de ensayos agrupados bajo el título Hipotecando el futuro, donde los participantes ensayan una mirada al futuro de los próximos veinticinco años. ¿Cómo será el México de 2035? Compilado por Érika Ruiz Sandoval, y con la colaboración de Nicolás Alvarado, Gerardo Esquivel, Silvia E. Giorguli Saucedo, Fausto Hernández Trillo, Alejandro Moreno, Pedro Salazar Ugarte y Jesús Silva-Herzog Márquez, el título abunda en el fracaso económico, político, cultural, educativo, agrario…
A pesar de ensayar lo imposible –el futuro– los estudiosos creen que el México del siguiente cuarto de siglo parece hipotecado. ~