Lúcida memoria

Dios fulmine a la que escriba sobre mí

Aura García-Junco

Sexto Piso

Ciudad de México, 2023, 216 pp.

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Para Aura García-Junco (Ciudad de México, 1988), la muerte de Juan Manuel García-Junco Machado representó la pérdida del padre de manera absoluta, aunque hubiera pequeñas grietas y ausencias previas; Dios fulmine a la que escriba sobre mí da cuenta de su proceso de duelo como hija y nos muestra aquello que encontró en el camino, cómo descubrió cosas de él que no sabía y también cómo recalibró mucho de lo que ella misma había interpretado en la relación con su padre. Sin embargo, Juan Manuel era también H. Pascal, escritor, editor y promotor cultural que fue fundamental para el desarrollo de cierta escena alternativa de la Ciudad de México en el brinco entre milenios y durante la primera década de este siglo, quien durante años creó distintos espacios de publicación en papel y de encuentro en vivo para gente que escribía poesía y cuento de ciencia ficción, de terror, de ciberpunk, de fantasía, policiaco, textos que los espacios oficiales desdeñaban porque no representaban ventas (un juicio equívoco, como se ve en el mismo libro) o carecían de prestigio; estos espacios eran también un refugio para personas afiliadas, en su mayoría, a lo gótico, al dark y al metal, bandas con más o menos talento para masacrar algunos acordes etéreos en sintetizadores y guitarras eléctricas. En cierto sentido, García-Junco nos muestra a los dos papás que tuvo: Juan Manuel, el padre de familia, y H. Pascal, el director y editor de Goliardos (un proyecto que empezó como fanzine y tuvo su mejor encarnación en una serie de plaquettes) que coordinaba festivales contraculturales internacionales en Tlaxcala y en la Ciudad de México. Y ambos eran la misma persona, con toda la complejidad que eso entraña:

Cómo un hombre sumergido en el ideario del 68, progresista, atípico y rebelde termina siendo lo contrario en tantas cosas. La materia orgánica y las ideas caminando en direcciones opuestas y, al mismo tiempo, al mismo lugar: el paso del tiempo, la vejez, el libro que es sabio y tonto a la vez, móvil y deshojado. ¿Seré algún día su espejo?

La autora es una funambulista; los extremos opuestos de los que pende su cuerda floja son, por un lado, la tentación de hacer apología extrayendo solo las partes positivas y con la salida fácil del “era tan bueno”; por el otro lado, la falsa pretensión de imparcialidad con los ojos vendados, la balanza y la espada de la ciega justicia, que presentaría al aludido desde una parquedad aséptica e igualmente incompleta, pero este no es el caso porque ella no pierde nunca el equilibrio. Este libro es una memoria, un texto ensayístico con tintes narrativos (muy a lo Vila-Matas), en el que García-Junco camina con paso firme y los ojos muy abiertos, en ocasiones a costa de sí misma, mientras recorre con inmenso amor y una filosa lucidez la vida de ese personaje simultáneamente íntimo y colectivo haciendo un recuento de la biblioteca que le heredó, para conjurar una memoria que lo va presentando en todas las dimensiones posibles, de la pérdida del héroe de la infancia (un rito de paso necesario) al rescate del personaje que, más allá de su vida familiar, era un ser humano con virtudes, claroscuros, fallas, anécdotas chistosas y aciertos, con una vitalidad que, aunque se fue apagando con el tiempo mientras cedía a la mala salud, sostuvo durante años a H. Pascal, el alter ego que Juan Manuel creó para sí mismo, acaso porque la máscara revelaba su verdadero ser: lector voraz, erudito sin títulos oficiales, promotor incansable que podía ser generoso y desleal a partes iguales: “la mayoría de las decisiones [de la publicación de Goliardos] eran enteramente de Pascal, un tirano simpático”.

Pascal pertenecía a la tradición (que puede ser una falacia) en que los libros superan la categoría de objeto inservible o de peso muerto porque “nunca” se devalúan, incluso aunque se les deje de leer. Aura García-Junco dice que “quisiera matar ese maldito fetiche de los libros con todos los prejuicios que conlleva”, pero acaba cayendo en la misma tradición mientras guarda algunos de los volúmenes que eran de su padre y que ahora forman parte de su propia biblioteca personal. Ella los va examinando y escribe sobre lo que halla: manchas de comida, líneas o párrafos subrayados, fechas y notas; en este caso, como en muchos otros, esa biblioteca formada a lo largo de décadas funciona como el reflejo de una vida y el registro de la formación lectora de la persona que los atesoró, adquieren así un valor nuevo, el de conformar una cartografía personal mediante marcas a lápiz o en tinta, notas marginales, ejemplares repetidos y las huellas de uso y lectura que arman un mapa único, muy distinto en talante del que muestra la ropa del clóset que tuvieron que sacar Aura y su hermano, o del disco duro de la computadora personal de Pascal, cuyo contenido no nos es revelado, pero que precede a una reflexión sobre el contexto de su dueño: en qué época se educó, junto con qué generación de hombres, con qué cambios se dio de frente; momentos culturales que atraviesan a ambos personajes desde puntos opuestos y los arrojan a distintas orillas.

Esa biblioteca que llevaba adjuntos un par de libreros de madera y llegó menos numerosa a casa de la autora, luego de una primera criba, está formada por libros que huelen, como su padre, a tabaco; en esos estantes hay un volumen inesperado: la primera novela que escribió la propia García-Junco (Anticitera, artefacto dentado, 2018), convertida por esa vía en colega de uno de los oficios de H. Pascal. En uno de los pasajes más complejos y mejor resueltos a lo largo del libro, la autora narra lo que sucedió en la primera presentación de ese libro (la pri- mera de toda su vida como autora), a la que él asistió ya enfermo, y cómo se sentía ella entonces en relación con él, pero también deja entrever la relación que el propio Pascal, escritor de novelas y poemas, irrebatible promotor de la literatura de otra gente, sobre todo de gente joven, tuvo con la escritura de Aura: un primer acercamiento en tono de tallerista y una conclusión posterior más cercana a la del lector experto y entusiasta que era y llena del cariño y la admiración que un padre orgulloso puede sentir por su hija.

En Dios fulmine a la que escriba sobre mí vemos cómo, hacia los últimos años de la vida de Juan Manuel, la relación padre-hija era más o menos predecible y, hasta cierto punto, común: no se llevaban mal, pero convivían poco y no siempre se comunicaban en el mismo código, la hija tenía que respirar profundo y juntar paciencia, el padre se esforzaba a su manera por encontrar puntos de contacto; sin embargo, también resalta el inmenso cariño que se tenían y la fuerte conexión que había entre ambos, incluso a la distancia. Quienes leemos asistimos en este libro al armado que hace Aura García-Junco de esa relación mediante varios fragmentos heterogéneos: citas de autoras y autores y de otros varios textos (algunos escritos por el propio Pascal), fotografías reales e imaginarias, juegos librománticos, fichas bibliográficas, notas al pie de un diccionario subjetivo, apariciones de personas que colaboraron con esos proyectos desaforados y alternativos, comparaciones entre volúmenes y varios episodios de la vida de ambos personajes que van de lo tremendo a lo más entrañable. García-Junco nos entrega todos esos recuentos regados con Shandy pascalizado, una bebida derivada de otra que encarna el espíritu de ese desaforamiento: “Shandy según mi papá: jugo de manzana, del más dulce, harto harto, con cerveza” y metidos en una bolsa de plástico junto con “sobres de atún, libros generalmente editados por alguna institución de gobierno, y algún billete de baja denominación oculto entre sus páginas”.

Este es un libro sobre literatura, sobre amor filial, sobre padres e hi- jas, sobre practicar de manera profunda la tolerancia y la compasión, sobre escritura, pero más que nada sobre lectura, sobre el impulso vital que anima muchas de las empresas más enloquecidas (un impulso que puede agotarse a sí mismo) y sobre la ardua tarea de aceptar no solo la pérdida, sino el reajuste de la perspectiva personal acerca de asuntos que, si no se tratan con el suficiente cuidado, se pueden volver puntos ciegos. Este es un recorrido que se ancla en una serie de libros y de episodios personales, pero también es un camino de reconciliación porque, al final, la labor de Aura García-Junco traspasa los márgenes de lo personal para internarse en el terreno de lo biográfico con los bordes bien delimitados por ese punto final que es la muerte de alguien y opta por recalibrar la propia memoria para quedarse con lo que es más valioso, la lucidez de la vida. ~

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Libia Brenda es escritora y editora independiente. En 2019 se convirtió en la primera mujer mexicana finalista a un Premio Hugo.


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