La escritora Zadie Smith (Londres, 1975) viaja hasta el siglo XIX en su novela más reciente, La impostura, en la que parte de un acontecimiento real, el juicio más largo de Inglaterra en su momento, para trazar un retablo vivo del Londres victoriano, y de Inglaterra: “Inglaterra en realidad no era un lugar. […] No sucedía nada real en Inglaterra, solo había cenas, internados y bancarrotas. Todo lo demás, todo lo que los ingleses realmente hacían y realmente querían, todo lo que deseaban, acaparaban, usaban y desechaban: todo eso acontecía en otra parte.” También, de Jamaica y del trato que desde la ciudad se daba a esos terrenos en los que había algodón y azúcar, de donde tomaban esclavos y donde el mestizaje era mucho más frecuente de lo que querían mostrar. El juicio que fascinó a la sociedad victoriana enfrentó al demandante Tichborne en la corte: él decía ser sir Roger Tichborne, el que un día había zarpado en un barco que naufragó y del que apenas hubo supervivientes. El caso ocupó páginas de periódicos y ha tenido varias aproximaciones literarias, entre ellas, la de Borges en “El impostor inverosímil Tom Castro”. En la novela se lleva la atención también de la protagonista, Eliza Touchet, y de la segunda mujer de su primo, un novelista sesentón en decadencia que ya solo escribe novelas de un pasado cristalizado.
El famoso juicio dirime si quien aparece diciendo ser sir Roger, un poco más gordo, sin saber francés –que era la lengua materna del original sir Roger– es realmente el Tichborne perdido o un impostor. El interés de la novela no está tanto en el juicio como en la manera en que lo viven algunos personajes y en lo que permite revelar de ellos; es un poco como si el juicio fuera el pretexto para tirar de otros hilos. Por un lado, está Bogle, esclavo hijo de esclavos que termina de paje del demandante tras una vida de penurias y sufrimiento a ambos lados del océano, que comparece como testigo y luego como protagonista de su propia historia. Bogle es un personaje sin fisuras, está hecho de un único material: la dignidad. Su historia, la de sus ancestros y su vida –casi una novela inserta dentro de la novela– es la historia de la esclavitud, del trato inhumano que se da a los aborígenes, del colonialismo, de la crueldad humana, del maltrato y de la hipocresía. Y también permite hacerse una idea de cómo era la isla hacia el siglo XIX –Smith incluye bibliografía en los agradecimientos–.
El juicio ocupa más o menos la parte central del libro. Sin embargo, igual que a lo que se le presta atención está en los márgenes del juicio (Bogle, testigo del demandante), también en la historia marco del juicio, la del novelista sesentón, el personaje que termina por llevarse el foco tiene en principio una posición marginal: Eliza Touchet, prima política de William Harrison Ainsworth, novelista, contemporáneo de Charles Dickens, Thackeray, y otros, que no comprende –en la novela de Smith– la fascinación de su prima con Middlemarch, por ejemplo. Ainsworth es un personaje real, novelista al que alguna vez se le llamó el Victor Hugo de Inglaterra y cuya novela Jack Sheppard vendió más que Oliver Twist. El Ainsworth real tuvo una ama de llaves llamada Eliza Touchet, pero la real murió en 1869, Smith ensancha el personaje. Del mismo modo que sucede con la trama de Tichborne –que el secundario (Bogle) se convierte en protagonista–, en la trama Ainsworth-Touchet, el peso, por carisma, encanto y atenciones del narrador, se lo lleva Touchet.
Smith es hábil y sabe aprovechar a los personajes reales, escritores casi todos, y recurrir al interés que su aura despierta sin abusar de ello. En la trama Ainsworth-Touchet hay dos dimensiones: la familiar y la pública, esta tiene que ver con reuniones con otros escritores y con el trabajo de Ainsworth: aquí las bromas se hacen solas, ¿quién mejor que una novelista para detectar los tics de los de su gremio para desactivarlos desde lo cotidiano? En la dimensión doméstica de la novela –que empieza con una avería en la casa, por cierto– se incluye no solo la rutina una vez que se constituye la familia reconstituida, sino cómo se hizo y todas las aventuras pasadas, que incluyen peripecias, un triángulo amoroso y muertes. Smith disfruta imaginando el ambiente literario de la época, quizá no tan distinto del de hoy (“Cuando diriges una revista seria de literatura, Elza, siempre debes garantizar que solo se digan elogios y que todos los escritores estén contentos, sobre todo los famosos”, dice Ainsworth sin ironía), pero disfruta más cuando se adentra en la intimidad, en las relaciones personales, en las traiciones, en los inconvenientes domésticos de vivir con un novelista, por ejemplo.
La impostura tiene saltos temporales y geográficos, abarca las vidas de varios personajes, cubre décadas y lugares alejados y dispares (Inglaterra y Jamaica), pero entre los que se dan sorprendentes paralelismos, más allá de las tensiones del colonialismo. La brevedad de los capítulos, que se agrupan en volúmenes (en un guiño metatextual), hace que la sensación sea de ligereza (mérito también de la traducción de Eugenia Vázquez Nacarino). No hay nada de relleno en esta novela, pero sobre todo no hay asomo de monserga en ningún momento: Zadie Smith, como ella misma explica, está más interesada en explorar cómo piensa la gente que en dar su opinión. Muestra las injusticias, la deshumanización de los negros desde Inglaterra, que luego se extiende de los capataces a los trabajadores, de los poderosos a los oprimidos, de los ricos a los pobres. En ese sentido, la novela admite capas más profundas de lectura que encierran un debate sobre lo identitario y su uso político. “¿Por qué todas las tierras estaban en manos de cuatrocientas familias que ponían especial cuidado en casarse solo entre ellas?”, se preguntan en la novela.
La impostura es también como se llama la novela que escribe y esconde Eliza Touchet. Así, el libro es también la construcción secreta de una novelista, cuya capacidad crítica se ha ido demostrando a lo largo de la novela: “Nadie parecía saber por dónde empezar ni cuándo acabar, qué información era pertinente y cuál puramente superflua. Era como leer una novela de William.” Y encierra una comprensión sobre lo que son las vidas, con sus alegrías y sus desdichas (más de las segundas, en este caso), una especie de extraña serenidad que le ha permitido a Zadie Smith escribir su novela más triste y a la vez la más divertida. Aquí están muchos de los temas sobre los que ha escrito, mantiene la preocupación formal y la exigencia estilística: la novela victoriana de Zadie Smith es más de Smith que victoriana. ~
(Zaragoza, 1983) es escritora, miembro de la redacción de Letras Libres y colaboradora de Radio 3. En 2023 publicó 'Puro Glamour' (La Navaja Suiza).