Boualem Sansal es un gran escritor franco-argelino, un hombre valiente que se ha alzado a la vez contra el islamismo criminal y contra el régimen dictatorial imperante en su país natal. Es también mi amigo del alma.
Fue arrestado el 16 de noviembre de 2024 a su llegada al aeropuerto de Argel. Durante cinco días no se supo nada de él: no contestaba al teléfono, ni siquiera a su esposa. Finalmente, frente a las demandas de su editorial, Gallimard, de la Academia Francesa (fue galardonado en 2015 con su Gran premio por su novela 2084. El fin del mundo) y de varias agrupaciones intelectuales, entre ellas el PEN Club, la agencia oficial de prensa del régimen acabó por emitir un comunicado. En él se acusaba al escritor de cuestionar la integridad territorial del país –ya que había puesto en duda la legitimidad de sus fronteras, heredadas de la era colonial, durante la cual se arrebató a Marruecos parte de su territorio– y, de paso, a Francia, su tierra de elección, de ser “macronita-sionista”, por las gestiones de Emmanuel Macron para su liberación y por ser el autor titular del premio de literatura Jerusalén.
Está acusado de “terrorismo”, cuando Boualem Sansal es el hombre más pacífico del mundo, como me escribía en un correo electrónico: “Vivimos un verdadero drama, la maquinaria terrorista va a volver a actuar con creces. Este mundo está loco y sobre todo está gobernado por ineptos que tienen una alcancía en el lugar del cerebro, todos trabajan para los mercaderes de armas.”
Me encontré con él de pura casualidad, el 11 de septiembre de 2023 (la fecha es altamente significativa: el aniversario la de los ataques yihadistas contra las Torres Gemelas y el Pentágono). Me estaba tomando un café sentado en una acera de mi barrio y él pasó por delante. Cuando me le acerqué, cosa nada habitual para un escritor que era conocido y reconocido solo por unos pocos, empezamos a comunicarnos como si fuéramos hermanos de escritura y de lucha: tantas son las cosas que unen a Argelia y a Cuba, por la naturaleza de sus regímenes –el de Cuba, comunista desde 1959, el de Argelia, socialista desde 1962– y su complicidad a lo largo de esa ya larga historia, ya que Cuba envió tropas para combatir contra Marruecos al lado de los argelinos durante la “Guerra de las arenas” (1963-1964) y ha apoyado al Frente Polisario en sus reclamos sobre el Sahara.
De ahí viene sin duda la animosidad actual del gobierno argelino contra Francia. Macron ha tomado el partido de Marruecos aunque, con su política del “al mismo tiempo”, ha reconocido, de facto, la culpa de Francia durante su lucha contra los independentistas del Frente de Liberación Nacional.
Sansal, a quien el presidente francés le otorgó personalmente la nacionalidad a principios del año 2024, se ha vuelto, muy a pesar suyo, un símbolo de rechazo de todo lo que él detesta: un gobierno corrupto, aliado de la peor ralea del planeta, de Vladimir Putin en particular, y que practica una islamización rampante, además de una “arabización” permanente, contra la lengua francesa, que Boualem Sansal usa con fruición y de forma brillante.
Francia reaccionó al principio con prudencia y temor frente a los argelinos. Luego su posición se fue endureciendo en voz del ministro del Interior, Bruno Retailleau, amigo personal del escritor, y del primer ministro, François Bayrou, ya que, entretanto, varios atentados terroristas, particularmente uno cometido en la ciudad de Mulhouse, fueron obra de ciudadanos argelinos en vías de expulsión, que su gobierno se negaba a readmitir en su propio país. La crisis entre la antigua potencia colonial y Argelia, que accedió a la independencia en 1962, se encuentra ahora en su punto más álgido.
Los militantes y simpatizantes de la extrema izquierda francesa, que ha tomado partido por Argelia, no le perdonan a Boualem Sansal, a quien acusan de ser de extrema derecha y “sionista”, haber ido a Israel en 2012 para participar en un festival literario durante el cual pudo departir con su admirado novelista David Grossmann y, también, apreciar la diversidad étnica, linguística y religiosa de Jerusalén, a pesar de las eternas tensiones.
Tampoco ven con buenos ojos que le haya concedido una entrevista a la publicación Frontières, catalogada de “extrema derecha”. Con algunas excepciones (entre las cuales está Annie Ernaux, premio Nobel de literatura, cercana a Jean-Luc Mélenchon, el estruendoso líder máximo de La Francia Insumisa, gran amigo de los hermanos Castro, de Hugo Chávez y Nicolás Maduro y de todos los dictadores latinoamericanos “de izquierda”, así como de Pablo Iglesias), se niegan a tomar la defensa del escritor encarcelado.
Ciertamente, desde el inicio de su carrera literaria –que comenzó tardíamente (antes fue ingeniero y funcionario), casi a sus 50 años, en 1999, con El juramento de los bárbaros– hasta ahora, Boualem Sansal no se anda con rodeos. Con 2084. El fin del mundo compuso una siniestra distopía, prolongación del 1984 de Orwell, en la que el Gran hermano ya no es un tirano comunista al estilo soviético, sino algún líder islamista como los hay tantos en el mundo árabo-musulmán y en Occidente. Boualem Sansal nos advierte: “Duerman tranquilos, buenas gentes, todo esto es perfectamente falso”. Su novela es como una pesadilla, en la que, al contrario de 1984, no hay ninguna posibilidad de amor, ya que el mundo islamizado aplasta a las mujeres y todo lo que pueda resultarle “inmoral”.
Boualem Sansal, enfermo de cáncer y recluido alternativamente en un hospital y una cárcel, se había negado a abandonar Argelia, donde está ahora a merced del poder dictatorial y de los islamistas. Cree, en efecto, que los mismos peligros acechan en Francia y en Europa en general. No puede haber descanso de los intelectuales que se respetan hasta obtener su liberación.
Por mi parte, deseo que podamos cuanto antes, como habíamos convenido, ir a comer un cuscús, el plato típico de su tierra natal, acompañado con una buena cerveza, desafiando a los islamistas que pululan por todas partes del mundo. Mi querido amigo Boualem Sansal es un heraldo de la libertad universal. ~