Plaza de Belgravia, embajada de España en Londres. Plena dictadura franquista, allá por los años en que el régimen necesita del apoyo inglés para impulsar la entrada de España en el Mercado Común. Un ministro, ¿tal vez el de Información y Turismo?, en presencia del embajador, alecciona a los periodistas españoles acreditados, aunque les solicita, ¡faltaría más!, que “escriban lo que quieran”. Bajas esferas, altos fondos se anuncia como una novela analítica y crítica sobre Franco y su época, pero la sorpresa no se hace esperar y antes de que termine la primera parte del primer capítulo, una vez concluida la reunión informativa con los periodistas, el embajador, un grande de España, invita a cenar y a un cabaret “de chicas rubias y morenas” a dos de los plumillas recién llegados a Londres, Nemesio y Guillem.
En el Don Juan, el cabaret más selecto de la ciudad, trabaja la aristócrata escocesa lady Idonea Hockover de Hockover, de nombre laboral Jane Smith. El embajador es un habitual del local y de Jane, a la que aprecia por su diligencia y la habilidad demostrada en sus numerosos encuentros sexuales. El mismo día en que el embajador acude acompañado de Nemesio y Guillem, Jane ha recibido la noticia de que su padre visitará Londres, por lo que le ha pedido permiso al propietario para ausentarse del trabajo durante unos días. Como otras veces, el conde y Jane salen del cabaret para pasar la noche juntos en la cama “triple cubierta de brocado rojo” del pisito de Paco, que es como se hace llamar el conde en la intimidad. Tras el encuentro sexual, en un arrebato de inspiración, Idonea decide dar fin a su aprendizaje “del amor riscoso y mercenario y volver cuanto antes a Escocia”, pero antes llevará a cabo un plan “largamente incubado y nunca hasta entonces puesto en práctica”: poner en evidencia al embajador dejándolo borracho y tirado en la calle.
A partir de la relación de amor entre el conde de Sietevillas e Idonea Hockover, cuando se presenta con su nombre y condición reales, se desarrolla la trama en la que van urdiendo los varios protagonistas de la última novela de Jesús Pardo (Santander, 1927), periodista, traductor y escritor que ya había dado sobradas muestras de ironía, impudicia y talento narrativo en sus memorias Autorretrato sin retoques (1996) y Memorias de memoria (2001). Sin apenas argumento, la novela se desarrolla a través de la presentación de situaciones, hiperbólicas y no siempre verosímiles, protagonizadas por distintos personajes, descritos y gestados a través de la mirada de un narrador omnisciente que en mucho recuerda a aquél que emprendió hace ya algunos años su personal recuento del franquismo. En relación con el conde, sabremos del periodista Nemesio, hijo único de la humilde familia de un galleguista fusilado, arribista donde los haya, venido a más gracias a la boda con Maripili Solano, la hija de los ricachones del pueblo, quien, gracias a ser la amante de un ministro y del director de La Voz Social, le consigue la corresponsalía en Londres. De los devaneos eróticos de Gerardo Mejorana, director del periódico del régimen gracias al vuelco falangista que le había dado a su militancia comunista. Del ministro y de su hija María Gimena, que acabará trabajando en el Don Juan. Del aristócrata catalán Guillem de Bergadà y Torreguitart (“Nosotros, en Cataluña –decía el
padre de Guillem–, pasamos delante de los Medina Sidonia, y no digamos de los Alba”), nombrado consejero de Información en la embajada londinense, en compensación por la boda urgente que le arregla el ministro con su hija María Gimena, después de haber sido detenida en el Don Juan. En relación con Idonea Hockover de Hockover, sabremos básicamente de su padre, al que le diagnostican un cáncer terminal que sobrelleva con extremo humor y dignidad, y de su primo James, el pariente pobre con quien acabará casándose Idonea.
Hacia el final de la novela, aparecen súbitamente dos tenues hilos argumentales del género negro que, por desgracia, conducen a un final tan facilón como inverosímil. El primero, relacionado con el encargo que desde las más altas instancias se le hace a Nemesio para que persiga a Domingo Benítez, comunista español afincado en ese “nido de masones, judíos y comunistas” que es Londres, y el asesinato de Jimmy Hockover. Bajas esferas, altos fondos posee una trama muy débil, porque al autor sólo parece interesarle el retrato sarcástico de personajes y situaciones que, por otra parte, perfila brillantemente sin dejarse llevar por ningún experimentalismo formal o estructural. Tampoco le preocupa a Jesús Pardo el desenmascaramiento de los “altos fondos” en que nadaron y se prodigaron algunos ilustres políticos y periodísticos del régimen franquista. Sólo la cochambre y la mugre.
La novela tiene mucho de farsa esperpéntica y divertimento; de parodia de una realidad social y política que a buen seguro conoció mientras ejercía de periodista. Se puede objetar que, al no poder identificar los tipos reales de los que se burla la novela, los lectores que no hayan vivido aquellos años y hayan frecuentado aquellos ambientes (según el conde, “de putescente señorío y aseñorante puterío”) difícilmente podrán reconocer el alcance de la parodia. Entre los hallazgos de Bajas esferas, altos fondos, sin lugar a dudas, está el lenguaje en tanto instrumento que sirve para recrear las no pocas situaciones hilarantes que se suceden como las viñetas de un tebeo. Desde el recuento exhaustivo de los numerosos adjetivos y aposiciones con que se designa a Franco (“su Excelencia”, “generalísimo de los ejércitos de tierra, mar y aire y capataz de cuantos españoles reptaban sin uniforme”, “azote de la conspiración judeo-masónica”, “Niágara del pensamiento patrio”, “Himalaya del amanecer español”, “alma de la hispanidad”, “hombre providencial”), pasando por las hipérboles hasta llegar a la consecución de efectivos neologismos (“currinchada”, “ajuararse”). Toda la originalidad lingüística, el sarcasmo y el mordiente léxico de Jesús Pardo se concentran en ese alter ego que es el narrador de las historias. ~
(Barcelona, 1969) es escritora. En 2011 publicó Enterrado mi corazón (Betania).