Con La tragedia de Colosio, Héctor Aguilar Camín hace un importante servicio al transcribir y editar el expediente judicial del caso, el cual redujo del millón y medio de palabras originales a cien mil. El lector puede ahora leer de corrido la información esencial de las circunstancias del magnicidio. No es mérito menor presentarla en forma clara y ordenada. Puede decirse que Aguilar Camín luce mejor como transcriptor que como autor. De hecho, en el prefacio hace afirmaciones no sustentadas en el cuerpo del libro.
De su relatoría emerge con claridad que el levantamiento de Chiapas fue la causa principal de la incertidumbre que se instaló en la campaña electoral de Colosio. El protagonismo del comisionado para la paz, Manuel Camacho, aparece como una complicación inherente a su misión, pero atizada por la ambigüedad sobre sus aspiraciones electorales y la ambigüedad de Salinas, que parecíajugar con la posibilidad de una candidatura sustituta.
No había dudas de que Camacho era el indicado para conducir la crisis de Chiapas a una salida negociada, pero tampoco las había de que utilizaría su posición para sus propias aspiraciones. Camacho amagó a Salinas con unirse al movimiento cívico que espontáneamente se había formado en torno a Chiapas si no le daba las facultades más amplias para su misión. “Nos tomó tiempo admitir que en esos momentos no era posible disputar la mayor atención noticiosa nacional a todo lo que tuviese que ver con Chiapas” (Ernesto Zedillo, coordinador de la campaña de Colosio).
Colosio consideró renunciar desde el día en que Camacho fue nombrado comisionado, pero precisamente por ser Camacho su más viable sustituto decidió permanecer. Un mes antes de su asesinato, Colosio preguntó a su mujer Diana Laura qué opinión tendría de él si renunciaba. Ésta respondió que “lo importante era qué opinión iba a tener él de sí mismo”. Cuando Colosio registró su candidatura el 4 de marzo, Diana Laura dijo: “Ahora a ver cómo le hacen.”
En el bando de Camacho se consideraba que “una posible candidatura [de Camacho] sólo podría darse por la vía de algún partido de oposición, puesto que no había razón para suponer que Luis Donaldo renunciaría” (Marcelo Ebrard). Camacho afirma que él no podía ser candidato por el PRI, puesto que la confianza entre él y Salinas se había perdido. Se deduce de lo anterior que su comisión en Chiapas fue impuesta por las circunstancias.
Salinas afirma que pidió a Camacho una declaración inequívoca de que no aspiraba a ser candidato, pero es extraño que cinco días antes del magnicidio haya elogiado su labor como regente de la ciudad de México, haya pedido al PRI del DF publicar un manifiesto elogiando su labor en Chiapas y haya instruido a varios de sus colaboradores a manifestarle su apoyo personal. La confusión en el equipo de Colosio crecía, porque se consideraba que la campaña electoral había empezado a tomar fuerza a partir del discurso del 6 de marzo, en el que Colosio omitió deliberadamente el nombre de Salinas.
Las reflexiones acerca de que el nombramiento de Camacho había sido un error fueron comunes antes del magnicidio. “Por sus cualidades y por su peso en el medio político, fue un error la designación de Camacho…” (José Francisco Ruiz Massieu). Fernando Gutiérrez Barrios concluyó que “debe existir un fuerte compromiso [con Camacho] para haber soportado todos estos aspectos que no se habían dado en ninguna Administración…” Para Zedillo, la complacencia de Salinas hacia Camacho mostraba “debilidad de carácter”. Salinas terminó admitiendo su error.
Camacho afirma que llegó a un acuerdo con Colosio el 21 de marzo para impulsar la transición a la democracia, y que éste le ofreció puestos importantes. Pero en la conferencia de prensa que Camacho dio el 22 de marzo no es evidente que tal acuerdo haya existido. Colosio manifestó que sólo se limitó a escucharlo. “Ya saben cómo es Camacho”, habría dicho.
Es claro que el asesino Mario Aburto formaba parte de un grupo político. “[…] renuncié a todo, a mi familia, a mi nombre y fui condecorado como Caballero Águila […] El arma […] me la dejaron en un lugar donde ellos me indicaban…” ¿Quiénes? “Lo siento, no voy a poder decir eso […] Usted puede ver que estoy tratando de cubrir a más personas […] No estaba permitido que yo anduviera con amigos…” Entonces, ¿sí andabas con otros? “Sí, pero nada más cuando había reuniones. Algunas personas sabían que yo estaba metido en un grupo político…”
“A mí me buscaron porque siempre conocieron que era capaz de hacer cualquier cosa para mantener la estabilidad del país […] Y la persona que me buscó […] Yo no podía creer para qué me quería […] Que a él lo habían mandado a buscarme. Y él me decía muchas cosas que me habían pasado en todo el transcurso de mi vida…”
“Trataba de no hacerme partidario […] de izquierda o cositas así porque siempre estuvimos con el PRI mi papá y yo.” Aparentemente Aburto se contradice al decir: “No debemos votar por un partido, sino por la persona que en verdad tenga más capacidad para el cargo”, pero aclara que las personas de más capacidad están en el pri. “¿O sea que usted considera que hay mejores candidatos que el licenciado Colosio?” “Pues en dado caso”, fue su respuesta.
Compañeros de trabajo declararon que Aburto sentía exasperación por el levantamiento de Chiapas, que le parecía ilógico que un grupo tan pequeño no pudiera ser dominado por el ejército. A una novia le comentó que mataría a Colosio porque de lo contrario “lo matarían a él”.
Interlocutor privilegiado
La expresión “interlocutor privilegiado” suele usarse a la ligera, pero en el caso del periodista Federico Arreola, en relación con Luis Donaldo Colosio, parece adecuada. Según Arreola, LDC lo llamó en 1990 para “charlar de política con alguien que no era político”. En diciembre de 1993 le pidió acompañarlo en “toda la campaña y nada más para platicar”. El ahora director de Milenio Diario relata esta historia en Así fue. La historia detrás de la bala que truncó el futuro de México.
Aunque el subtítulo es indemostrable (y menciona sólo una bala, pese a que la forense comprobó dos), el libro aporta información valiosa sobre los entretelones de la campaña. Su conclusión: “No tengo dudas sobre la configuración del crimen. Al poder […] le sobraban razones para ver a Colosio como un peligro” (después del discurso del 6 de marzo). Diana Laura me dijo que “el gobierno había matado a su marido […] Cuídate de Salinas, me recomendó”.
La sustancia del relato es el desconcierto en las filas de LDC por la intención aparente de Salinas de sustituir al candidato por su rival Manuel Camacho. Arreola dice que LDC le dijo: “El Presidente debe estar muy confundido […] No sabe que está provocando un problema que va a terminar por dañarnos a todos.” El objetivo principal del nombramiento de Camacho no fue la paz, sino “amenazar a Colosio con el fantasma de un candidato alterno”.
La rebelión de Chiapas sólo habría profundizado el distanciamiento, pues “supe desde finales de diciembre de 1993 que Colosio y Salinas habían dejado de entenderse”. Arreola no abunda en este antecedente, pero afirma que “Salinas creyó que podía hacer con Colosio lo que le viniera en gana…” Al parecer, fue el propio LDC quien contribuyó a crear esta imagen: “Siempre que Salinas lo trataba bien, Donaldo sentía ganas de organizar una fiesta” y “se esforzaba por estar en el círculo más íntimo de Córdoba”.
A raíz del nombramiento de Camacho, los colosistas hablaban abiertamente de un proyecto de Salinas para sustituir al candidato. “La logística de la campaña era un desastre”, en cambio, “las negociaciones de Chiapas parecían llenas de heroísmo […] Cualquier cosa que pasara era mala para el candidato del pri”. Si la situación se complicaba, el deterioro del PRI se aceleraría; si se solucionaba, aumentaría el griterío por la renuncia de LDC. Éste casi siempre estaba de mal humor y maltrataba a sus colaboradores, aunque luego buscaba congraciarse con ellos.
Un hecho decisivo fue una entrevista del Wall Street Journal con Camacho, en la que el diario vinculó la estabilidad económica de México con la paz, lo cual dio proyección mundial a Camacho y descalificó a LDC. Sin embargo, Córdoba convenció a Salinas de que “Zedillo era mejor para la continuidad del proyecto […] Yo ubicaría a Zedillo entre los principales sospechosos de haber asesinado a Donaldo […] Lo mismo a Salinas, Córdoba y Camacho”.
Arreola no se limitó a observar. Relata que LDC le pidió, por instrucciones de Salinas y Córdoba, “diseñar un grupo de activistas para destruir, en términos políticos, a todo lo que Cuauhtémoc Cárdenas representa”, misión que aceptó realizar. También escribió: “En la mirada llena de tristeza advertí que Salinas lleva en su corazón a Colosio, su amigo, su proyecto político, el sonorense al que empujó con toda su fuerza […] y de cuya familia […] ha estado pendiente como nadie.” “Escribí esto porque Diana Laura me lo pidió”, aclara. ~
(Santa Rosalía, Baja California Sur, 1950) es escritor y analista político.