Peña Nieto y Trump: ¿Pero qué necesidad?

La idea tras las reuniones como la que ayer sostuvieron los presidentes de México y E.U. es comunicar una buena relación. ¿Siendo así, para qué exponer a Peña Nieto a un nuevo desplante de un patán megalómano que sólo ha tenido palabras de desprecio para México?
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Me imagino las juntas en Los Pinos, en la parte alta de la Casa Lázaro Cárdenas. Me imagino las recomendaciones del Canciller y los comentarios del Subsecretario para América del Norte. Me imagino al Jefe de la Oficina de la Presidencia, al director de comunicación, al redactor en jefe de los discursos y a los asesores y consultores de imagen. Todos tratando de anticipar cómo debería ser la reunión con Trump en el marco del G20.

Ya veo a Luis Videgaray diciendo que él ya habló con Rex Tillerson y que todo ya está “planchado”, como les gusta decir a los políticos mexicanos. Ya los veo diciendo que las reuniones “a nivel de titulares” han sido un éxito. Ya veo a Ildefonso Guajardo celebrando que Wilbur Ross ha sido muy sensato en sus posturas. A Chong diciendo que John F. Kelly tiene una comunicación muy cordial con él y con el General Cienfuegos y el Almirante Soberón. Que son todos muy conscientes de la importancia de México para el bienestar de los estadounidenses. Me imagino las carpetas llenas de perfiles, de tarjetas informativas, de líneas discursivas y mensajes clave.

Me imagino a los asesores de imagen, dando consejos sobre el apretón de manos. “A Trump hay que tomarle la mano firmemente, Presidente. Es fundamental que la parte de la mano entre el dedo pulgar e índice de su mano embone bien con la de Trump. Si no, le estrujará los dedos y se verá dominante. Cuidado con las sacudidas del brazo. Si lo saluda de pie y lo domina en el saludo, usted póngale la mano izquierda encima de la derecha. Si él hace lo mismo, tómelo del hombro. Todo sonriendo como si no estuviera haciendo esfuerzo, Presidente. Se le tiene que ver relajado, Presidente. Se tiene que ver usted en control, Presidente. Tiene usted que ser medio Macron y medio Merkel, presidente.” Imagino que hasta lo habrán ensayado. “A ver, ¡tráiganse a alguien alto, gordo y de manos chiquitas para que el presidente practique el saludo con Trump!” habrá sido la petición al ayudante del Estado Mayor.

Me imagino las discusiones sobre el mensaje del encuentro. “Ya está todo planchado con el Departamento de Estado”. “Vamos a decir que fue un encuentro cordial en un marco de respeto y mutuo entendimiento.” “Cancillería dirá antes del encuentro que no se esperan grandes acuerdos para bajar las expectativas”. “Vamos a decir que las negociaciones, que la relación bilateral, que la soberanía, que el dinamismo de las economías, que esto y que aquello…”

Y al final, cuando parecía que la conferencia de medios con Trump había salido más o menos bien, cuando el enemigo público número uno de México en la escena internacional había mostrado un mínimo de autocontrol, llegó el momento de la humillación. “¿Todavía quiere que México pague el muro?” le preguntó algún reportero a Trump. “Absolutamente”, dicen que contestó.

¿Se oye clara esa respuesta en el video que circula en redes sociales? No, y no importa. La audiencia en México ya estaba esperando que algo le saliera mal al presidente Peña Nieto, que Trump hiciera algo grosero o dijera alguna estupidez ruda y de mal gusto. Y esperaban que nuestro presidente se quedara impávido, callado, pasmado, con una sonrisa congelada. Aunque con tantas crisis y problemas parece que se ha olvidado, la sombra de la invitación a Trump a Los Pinos y el discurso tibio de Peña Nieto lo perseguirán a él y a Videgaray muchos años como el peor error diplomático en la historia reciente.

¿Había forma de salir airosos? Difícilmente. Peña Nieto no iba a ser quien trajera el tema del muro a colación para reafirmar que no lo pagaríamos. Hubiera sido un tiro en el pie y hubiera provocado inmediatamente al bully: “Yes, you will pay for it!” hubiera sido su respuesta gritona y prepotente.

¿Contestar “No way, José! We are not paying for your wall!” hubiera sido opción? Tal vez, pero se requiere una personalidad distinta para aventarse una reacción de botepronto así: un Fox o un José López Portillo tal vez se hubieran lanzado al ruedo y lo hubieran dicho hasta sonriendo. Quizá Calderón o Salinas hubieran tenido mejores reflejos y algo le hubieran contestado más serios. Zedillo quién sabe, fue un presidente muy tieso, más al estilo de Peña. Pero se ve muy difícil contestar algo así en esos contextos, más para alguien con la personalidad de nuestro mandatario.

Así que si este tipo de reuniones se hacen para comunicar una buena relación. Si se busca la foto cordial para transmitir que dos países se llevan bien. Si la idea es difundir que los presidentes tienen liderazgo y presencia internacional. Si se trata de que la nota sea positiva… ¿Para qué exponer al presidente Peña Nieto a un nuevo desplante de un patán megalómano que sólo ha tenido palabras de desprecio para México? ¿Para qué correr el riesgo de una nueva humillación, de un nuevo insulto? Como bien se estará preguntando el Divo de Juárez: ¿¡Pero qué necesidad!? 

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Especialista en discurso político y manejo de crisis.


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