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El debate por la seguridad

El Estado falla frente al crimen organizado en todo México, pero de manera distinta en cada región. Aun así, las candidaturas a la presidencia ponen sobre la mesa una sola estrategia de seguridad.
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Entre los planteamientos que en época electoral se discuten para resolver el problema de la violencia, la inseguridad y la falta de justicia, no aludiré ni al de Claudia Sheinbaum ni al de Xóchitl Gálvez ni al de Jorge Álvarez Máynez, sino al que hace una mujer que es víctima y activista y que busca formas de vivir en el presente, no en un idílico futuro sin criminales. Hoy por hoy, para la inmediatez, Delia Quiroa no tiene dudas: es mejor acercarse al crimen que tratar con el Estado. Lo ha dicho –y hecho– en varias ocasiones, y el pasado 3 de abril, en un muy buen reportaje de Concepción Peralta en Milenio, esta madre buscadora del colectivo Víctimas del 10 de marzo lo volvió a decir a calzón quitado:  “Si estuvieran en nuestro lugar no dudarían en pedirle a quien se llevó a tu familiar que te lo regrese para dejar de batallar con el gobierno. Porque eso es peor, mucho peor. Que te quieren ver la cara de tonta, que te traen a vueltas y no investigan y no buscan, todo lo tenemos que hacer nosotras. Esa es una tortura que no termina.”

Lo dicho. A calzón quitado. Esa expresión coloquial alude a una práctica cruel de azotes en épocas de esclavitud, cuando se desnudaba a la víctima para evitar la protección de la ropa y aumentar el dolor.

Así leo a Quiroa. Quitándose todas las protecciones, aumentando su vulnerabilidad, solo que no para aumentar su dolor, sino para mostrar el angustiante estado de indefensión en un país en el que ella y otros han comprendido que hoy hay otras autoridades además del Estado al que acuden infructuosamente.

Este no es un asunto ni menor, ni aislado ni propio del fenómeno de las desapariciones en Tamaulipas. Es el mismo fenómeno que vimos en Taxco, Guerrero, con el linchamiento vecinal a una familia acusada de asesinar a una menor. Es el mismo cuadro que se observa en Sinaloa, donde 66 personas fueron secuestradas en un aparente operativo de castigo por parte del crimen organizado, para poner orden. La escena se repite en Michoacán, con las niñas empistoladas, esas pequeñas que prefieren armarse que marcar al 911.

Lo que tienen en común estos lienzos de la inseguridad es que es otro, no el Estado, el que se encarga. ¿De qué? De usar las porras y grilletes, de infligir dolor, de reparar daños, de generar autoridad, de exprimir los bienes del territorio, de proteger los bienes. 

En todos los casos, falla el Estado. Pero, caray, falla de manera diferente. Es útil subrayar lo evidente: no es lo mismo Tamaulipas que Sinaloa y las violentas protestas de normalistas en Guerrero no se atienden como en la Ciudad de México, pero no solo es por el clima y las costumbres. Las diferencias, más allá del formato linchamiento-desaparición-bloqueo, responden a la forma en la que se ha ordenado o desordenado la convivencia en un contexto de creciente poderío económico criminal.

Las candidatas a la Presidencia de la República han sido claras al hablar de su estrategia de seguridad. Para empezar, es una. En segundo lugar, es punitiva, y en tercer lugar, descansa en el incremento de fuerza. Eso significa que leen la violencia como una competencia olímpica y quieren ser más rápidas, más altas y más fuertes para ganarle a los malos. Estoy simplificando; tengo claro que hay más elementos, pero estos son los ejes que nos han mostrado tanto Sheinbaum como Gálvez.

Sin embargo, el crimen rige las ciudades mexicanas con esquemas que no se parecen a una película gringa donde va a ganar el FBI. Siguiendo a los expertos

{{Me baso en distintas visiones politológicas recogidas por Carolina Sampo en Una aproximación teórica, el concepto de gobernanza criminal en América Latina, Real Instituto Elcano, Madrid, 2021. }}

en el tema, se registran al menos cuatro formatos en México:

Gobernanza colaborativa. Un grupo criminal es predominante y colabora con el Estado tanto en funciones como en reconocimiento social. Es una especie de matrimonio secreto con contrato informal para dividirse el trabajo y mantener la fiesta en paz y los negocios en marcha.

Gobernanza por niveles. Coexistencia de múltiples grupos criminales, todos con vínculos con el Estado, pero en un nivel individual. Las instituciones son débiles y los funcionarios son corruptos. Hay orden, pero es precario y la violencia es intensa. 

Gobernanza competitiva. Hay un grupo criminal predominante pero no somete al Estado. Esta es la única maqueta que observan nuestras candidatas. Las dos fuerzas están en permanente competencia y el equilibrio se establece como Guerra fría porque cuando se cruza una línea, salen los misiles.

Desorden criminal. Muchos grupos, poco institucionalizados y conflicto fuerte con un Estado débil y con las distintas comunidades locales, que pueden estar armadas con fines no criminales (políticos, autodefensa).

Para afirmar dónde tenemos qué tipo de desorden, se precisa un análisis detallado que no están haciendo las fuerzas de seguridad, pero a vuelo de pájaro, Sinaloa parece ser un ejemplo del primer formato, Guerrero del segundo, Jalisco del tercero y Chiapas o Michoacán del cuarto.

El acomodo depende no solo de la debilidad institucional del Estado, sino también de la institucionalización de los grupos criminales, de sus objetivos y de la relación que sostienen con las comunidades locales. Hay criminales localmente predatorios, como muchos grupos extorsionadores en Michoacán, y grupos que controlan solo las carreteras y ponen “inofensivos” o peligrosos retenes. En otros lugares hay una clara intención por capturar políticamente el territorio y hay selvas de agresión permanente en donde no se sabe quién manda, pero por si las dudas no hay que tocarle el claxon al de enfrente, porque te mata aunque no te quite nada. Para complicar el caleidoscopio, hay grupos criminales empresariales con estrechos vínculos con organizaciones e intereses económicos trasnacionales.

Frente a esto, ¿qué nos van a decir las candidatas, el candidato? ¿Que quieren resolver o disminuir el problema con una sola estrategia que consiste en lo mismo pero mejor? Me gustaría escucharlas hablar por separado de Tamaulipas y de Jalisco y de cada uno de los problemas que viven diariamente personas como Delia Quiroa, como las familias de mujeres víctimas de feminicidio y como los pueblos enteros en donde ya no hay inseguridad, pero manda el criminal. ~

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es politóloga y analista.


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