Las dos caras de Huichilobos

Dos escenas del diario de Juan José Tablada retratan con apasionante precisión la Decena Trágica.
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El centenario de la Decena Trágica me lleva a recordar que hace veinte años, en mi Instituto de Investigaciones Filológicas (UNAM), encontré un viejo mueble olvidado. Contenía una parte no investigada del archivo de José Juan Tablada (1871-1945), paracleto de la modernidad expresiva, abogado del feminismo, aduanero del Japón, padrino de López Velarde, visionario tridimensional, poeta de portento.

Había maravillas en ese mueble, sobre todo el manuscrito original –preciosa caligrafía en tinta china; delicadas acuarelas— de Un día  (1919), su perfecto libro de poemas a la manera japonesa del haiku. Había también dibujos, manuscritos, fotografías, ukiyo-e y cuanta cosa. Más tarde, otros investigadores catalogaron esto y lo pusieron en línea. Me encontré también ahí con un Diario (1900-1944) de Tablada, que procedí a estudiar y editar y que ostenta el número 4 de sus Obras completas (y que puede leerse –parcialmente— en Google books). Confío no averiar mi consuetudinaria modestia si declaro que mi estudio preliminar no es del todo desdeñable.

Recuerdo ahora ese diario porque las entradas correspondientes a la Decena Trágica son apasionantes. Adelanto que a Tablada no le simpatizaba Madero. En 1910 había redactado una avinagrada caricatura anti-maderista, Madero Chantecler, el despiadado ataque de un reaccionario acomodaticio, periodista venal, marchante enriquecido por don Porfirio.

En 1912, aterrado por un paisaje “lleno de fragores tempestuosos”, Tablada mira desde la azotea de su mansión en Coyoacán las fogatas zapatistas en las faldas del Ajusco: “la revolución que planta sus gérmenes de fuego”. Su diario registra puntillosamente la atmósfera de esos días: elocuentes, sórdidos retratos de Manuel Mondragón y de Félix Díaz; lamentos sobre “la propensión mexicana a la barbarie” y “el odioso personalismo que siempre fue zurdo móvil en nuestra vida pública”; su desprecio a los militares (al enterarse del linchamiento de Gustavo Madero) “que bajo sus trajes de mamarrachos y sus galones y plumeros esconden almas de prostitutas”. Trazos del hambre, las viudas y huérfanos, la inminencia de la peste y el dolor sembrado por el “diabólico cañoneo”…

Hay dos escenas en ese diario que me llaman la atención porque parecen confirmar la circularidad del tiempo mexicano. La primera: Tablada se topa en la calle con el empleado de una elegante tienda del barrio. Va a caballo rumbo a la ciudad. Dice que está cansado de ser un asalariado y que su Remington es su futuro nombramiento de coronel. El poeta le pregunta de qué lado va a pelear y el muchacho le responde: “al de los primeros que me encuentre”. Tablada queda helado. Se trata, dice, de un “caso típico de nuestras masas sin discernimiento que, con latente atavismo de Huichilobos, se lanzan al caos…”

La segunda escena sucede el día 26 de febrero, tres días después del asesinato de Madero y Pino Suárez. Victoriano Huerta nombra a su compadre Enrique Cepeda gobernador del Distrito Federal. Cepeda le ofrece a Tablada una cita con el dictador. El poeta sale del despacho presidencial lleno de prebendas: jefe de redacción del diario El Imparcial; una sinecura en Hacienda; una licencia para importar licores finos de Francia; un nombramiento de profesor y, poco después, ya francamente una diputación. A cambio, deberá redactar editoriales encomiásticos así como escribir y recitar los poemas que cantarán las glorias de Victoriano. Apenas se desvanece el hedor a pólvora y a carroña de esos diez días terribles, el escritor agranda y engalana su mansión.

Un año y pico más tarde, en julio de 1914, a la caída del usurpador, Tablada  se exilia rumbo a Nueva York. Tres años después, vende de nuevo su pluma, por intermedio de Vasconcelos, al nuevo jefe: “Del necesario caos al orden armonioso, de la guerra a la paz, se ha llegado prontamente gracias al genio estadista del presidente Carranza”… etcétera.

“Huichilobos” tiene dos caras. 

 

(Publicado previamente en El Universal)

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Es un escritor, editorialista y académico, especialista en poesía mexicana moderna.


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