Racismo: una deuda pendiente

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A sesenta años del movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos parecería que han cambiado muchas cosas. Ahora contamos con la Ley de Derechos Civiles, promulgada en 1964, y la Ley de Derecho de Voto, de 1965, que de- claran ilegal la discriminación racial en el voto, la vivienda y los espacios públicos, como las escuelas. Además, más afroamericanos están votando y participando en la política en todos los niveles. Sin embargo, es importante recordar que aún faltan cambios por hacer y que por eso en pleno siglo XXI hay un movimiento Black Lives Matter. A pesar del transcurso de los años, algunas cosas son extrañamente similares: segregación en el acceso a viviendas, segregación en las escuelas, violencia policial. Estos son los legados de políticas públicas que han dejado fuera las demandas de la comunidad afroamericana.

La democracia solo funciona si todos los que se supone que tienen algo que decir cuentan con un espacio para ello. Entonces, cuando miramos hacia atrás y vemos que quienes legislan son hombres blancos, nos damos cuenta ahora de cuán moralmente sospechoso y cuán antidemocrático era el sistema. En cierta manera, la presencia en la política estadounidense de afroamericanos, personas de color, mujeres y otros grupos históricamente marginados nos muestra que vamos en camino a la dirección correcta. Ellos traen a colación problemas, reglas y leyes que consideran una gama más amplia del bienestar de la ciudadanía, y así es como luce una verdadera democracia.

La nominación de Kamala Harris a la vicepresidencia de Estados Unidos es significativa por dos razones. En primer lugar, simbólicamente, ella representa mucho. Su presencia habla a varios e importantes sectores demográficos: mujeres, afroamericanos, indios, jamaiquinos, inmigrantes, y sus hijos. Debido a que el racismo y la desigualdad son asuntos clave en la política estadounidense, su presencia significa mucho en la lucha por acabar con estos problemas. En segundo lugar, y creo que más importante, su nominación es resultado del trabajo arduo que las mujeres negras hacen por y para el Partido Demócrata. Ellas son el grupo más leal en cualquier partido político. Van a votar, llevan a sus familias a los centros electorales y durante años han exigido ser reconocidas. La nominación de Kamala Harris representa lo que ocurre cuando un grupo exige de manera persistente algo y trabaja por ello. No es como que otros grupos marginados no hayan trabajado por su reconocimiento, pero las mujeres afroamericanas han sido un factor crucial en la victoria de candidatos y representantes demócratas.

En las próximas elecciones, todos los grupos raciales van a importar. Pero los afroamericanos representan un sector importante para el Partido Demócrata y su participación puede hacer una gran diferencia en la elección presidencial, en el Senado y a nivel local. Así como las mujeres fueron fundamentales en la elección de Doug Jones como senador de Alabama, en 2017, donde hicieron posible lo imposible, el apoyo de los hombres fue crucial en las presidencias de Obama y en conseguir la candidatura de Biden. Pero también pueden ser swing voters. No sabemos si van a votar por los demócratas o preferirán quedarse en sus casas. Sin embargo, cuando optan por la segunda opción, los efectos en los resultados son evidentes. En 2016, Hillary Clinton perdió el Colegio Electoral por alrededor de 107 mil votos en Pensilvania, Míchigan y Wisconsin. En Pensilvania, Trump ganó por 68 mil votos, en Míchigan por casi 12 mil y en Wisconsin por 27 mil. Si tan solo más personas hubieran acudido a las urnas ese día, los resultados de la elección habrían sido otros. Un ejemplo de la importancia del voto negro a nivel local es el caso de Sybrina Fulton, la madre de Trayvon Martin, un joven afroamericano que fue asesinado sin que se castigara al culpable. Ella contendió en agosto por un cargo en la Comisión del Condado de la Junta de Miami Dade y perdió por 331 votos. Cada voto cuenta. Y unos cuantos pueden hacer una gran diferencia.

El movimiento Black Lives Matter muestra que la deuda histórica con la comunidad afroamericana no ha sido saldada. Después de los asesinatos de George Floyd, Breonna Taylor y Ahmaud Arbery estamos viendo a más personas interesadas en remediar lo que durante años los afroamericanos habíamos denunciado. Algunas de las demandas son eliminar las tácticas policiales agresivas, que la policía reciba más y mejor entrenamiento y tener un sistema judicial más transparente y justo. ¿Estamos en el camino a un mejor Estados Unidos? Si bien este tipo de cambios son necesarios, son solo parte de una serie de pasos pequeños que nos pueden llevar a un mejor país. Es importante que la ciudadanía vea también los asuntos de racismo sistémico que no se pueden grabar con la cámara del celular, es decir, la desigualdad en el presupuesto de las escuelas, la falta de viviendas dignas, la accesibilidad a servicios médicos, mejores leyes laborales, asuntos de justicia ambiental, como la mala calidad del agua y del aire. Necesitamos cambios importantes en casi todos los ámbitos para reducir las desigualdades. ~

 

Traducción del inglés de Karla Sánchez.

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es profesora asociada de ciencias políticas y estudios afroamericanos en la Universidad Estatal de Pensilvania. Su libro más reciente es Racial stasis: The millennial generation and the
stagnation of racial attitudes in American politics (University of Chicago Press, 2020)


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