Aliens: Viva la familia

Pocas secuelas más revolucionarias que esta de James Cameron. 
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La teniente Ellen Ripley es rescatada de un largo sueño de criogenia, cincuenta y siete años después de la masacre del USCSS Nostromo. Su hallazgo es casi un milagro: la cápsula donde dormía divagaba en cualquier punto entre el sistema Zeta II Reticuli y el Sistema Solar.

Cinco malas noticias para Ripley al despertar. La primera: su hija, quien tenía once años cuando emprendió aquel funesto viaje, ha muerto. Dos: Ripley será juzgada por los altos mandos de la Corporación Weyland-Yutani. Escépticos pero aún generosos, deciden únicamente revocar su licencia y no le cobrarán los 42 millones de dólares que costó el chistecito de destruir la nave con tal de deshacerse del enemigo. La tercera: el planeta LV-426, lugar donde hallaron los huevos del Alien a bordo de una nave abandonada, ha sido habitado por una pequeña colonia científica de cien familias para volver respirable la atmósfera. La cuarta: se ha perdido contacto con LV-426, por lo que mandarán a un comando de élite para averiguar lo sucedido. Quinta noticia: por sugerencia de Carter Burke, mañoso representante de la Weyland-Yutani, Ripley debe acompañar a la misión; si asiste, le ofrecen, podrá recuperar su licencia.

Los primeros diez minutos de Aliens transcurren como una extraña somnolencia o un lento despertar en la madrugada del universo: lentos movimientos de cámara, naves y objetos; silencios o sonidos mecánicos, oscuridad casi absoluta:

 

 

Y, más adelante, imágenes de ensueño:

 

 

Tras el rescate de Ripley, llegan las pesadillas donde su pecho estalla, que sirven para recordar tangencialmente la historia de la primera entrega, pero también para ambientar o actualizar la alarma, para espabilar el tono de la película. Con la aparición del frenético cuerpo de élite que visitará la colonia, la historia rápidamente se convierte en una película que mezcla acción y cine bélico con buenos acentos de horror. Ejemplo:

 

 

(Imágenes que quizá sirvieron de inspiración a Paul W.S. Anderson para Event Horizon: la nave del terror (1997):

 

 

).

Si la primera parte fue una especie de parsimonioso thriller de terror (cuentan que Scott convenció a Harry Dean Stanton diciéndole que, más que una película de monstruos, Alien se parecía a And Then There Were None, adaptación de Ten Little Indians, de Agatha Christie),  la segunda bien podría ser una pequeña película bélica. El joven James Cameron venía de dirigir la ultra violenta Terminator (que durante muchos años, dicen, fue la película con más civiles muertos en pantalla) y de escribir la secuela de Rambo, así que sus intereses estaban ya muy claros. Además, detrás de la producción seguían Walter Hill, David Giler y Gale Anne Hurd, los tres expertos en cine de violencia.

 

 

Mientras Scott no dudó en darle a una mujer la plenitud del protagónico, Cameron, al igual que en Terminator, reparte las utilidades con un hombre para Aliens ­–acá el personaje es el soldado Hicks y, oh, coincidencia, se trata del mismo actor de Terminator: Michael Biehn. Cameron y Scott comparten en la saga ese miedo casi freudiano (y no poco sexual) frente a la madre, engendradora de ejércitos que destruirán al hombre –"como hormigas", apuntan durante la especulación sobre cómo se reproducen los monstruos–, pero Scott se aprovecharía nuevamente de la fórmula de la heroína en Thelma & Louise, la espantosa G.I. Jane y en Hannibal; Cameron también, pero con matices: sus protagonistas femeninas siempre tienen una contraparte masculina (Kate Winslet + Leonardo DiCaprio en Titanic; Jamie Lee Curtis + Schwarzenegger en Mentiras verdaderas; Neytiri + Jake en Avatar).

Pero donde Ridley Scott y James Cameron realmente toman distancia es en cómo perturban sus historias y, ultimadamente, en sus preocupaciones más autorales. Y es que Cameron siempre fue un narrador más impaciente que Scott: mientras que Alien tarda una hora en entrar de lleno al asunto (hasta el brutal nacimiento del monstruo, digamos), Aliens se toma menos de treinta minutos en anunciar que ésta será una película sobre ruedas. Scott toma su historia con pinzas; Cameron, con fórceps. La primera es una película de supervivencia biológica, donde un grupo de individuos combate a un ser que, aunque desconocido, es natural; el grupo bien podría ser uno de mercantes ingleses en la India bajo el acecho de un tigre de bengala. Scott esculpe el horror a partir de largas cámaras parsimoniosas y de un enemigo agazapado. En cambio, Aliens es una lucha frontal de bandos donde se pone en duda el espíritu del badass: en ella, la milicia humana desplegando todas sus fuerzas es puesta en jaque rápidamente. Aquí la liga con la obra de Joseph Conrad (hay que recordar el nombre de la nave de la primera parte: Nostromo) se vuelve más patente a través de la figura del colonialista que desconoce a su enemigo (Nostromo, sí, pero también El corazón de las tinieblas), y del horror que provoca esta ignorancia. Los aliens son colonizadores anticolonialistas que, desde la primera emboscada, muestran dotes estratégicas. No es casualidad tampoco que los aliens construyan una suerte de jungla conradiana del futuro:

 

 

Ante tal inseguridad, el recurso bélico. Cameron ensaya en Aliens el uso apantallante de las armas, cuyo mejor momento lo encontró en Terminator 2. Sin ellas, parece insinuar, el hombre no es nada en medio de la hostilidad. Aquí no hay muchas astucias o MacGyverismos: hay que valerse del lanzallamas (emocionante hallazgo de Scott desde la primera parte), pero también de las armas largas, lanzagranadas y, cuando éstas se agoten, de pistolas de 45 mm. Su estética prefigura la de muchas películas de acción, y no pocos videojuegos. ¿Cuántas veces se habrá visto una imagen similar a ésta?:

 

 

Así tiene que ser frente a un animal cuya fisonomía es toda violencia: la boca dentro de la boca, las garras, la cola puntiaguda, la fuerza de varios hombres, el ácido por sangre. La suma de todas estas habilidades está en el alien madre, que además es gigantesco, furioso y vengativo. No extraña que Cameron creara, años después a un villano igualmente temible por versátil, por mutable: el T-1000.

Súper armamentista, cierto, pero el cine bélico de Aliens es también inteligente. Ejemplo: no todas las batallas son mostradas frontalmente; Cameron se toma la elegancia de plantear una lucha entre aliens y metralletas automatizadas a través de un contador de balas que sirve a la vez de cuenta regresiva para la inminente llegada del enemigo a la trinchera humana:

 

 

En esta lucha de bandos la posibilidad de victoria es casi azarosa salvo por un contrapeso: tanto Ripley como la niña Newt, sobreviviente de no más de diez años de la colonia, basan su supervivencia más en la mesura, un estricto código ético y un aguzado olfato de manada, que en el uso de la fuerza. El discurso de duda frente a la maternidad ensayado en la primera película cobra otro sentido después de la última batalla con el alien madre (las itálicas no son caprichosas): Ripley lo expulsa por una esclusa de aire y, al reunirse nuevamente con Newt, ella le dice "mamá". En cierto sentido, Cameron propone el recurso del grupo frente a la centenaria soledad sideral de la primera película. Cuatro personajes sobreviven al final de la secuela: Ripley, Hicks, Newt y Bishop, un androide bienintencionado. Es decir: mamá, papá, hija y una servil creación que está a poco de ser también humana. Una familia, pues.

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