Me he referido en columnas anteriores al reiterado reclamo de algunos padres de estudiantes de Ayotzinapa que necesitan saber quién envió a sus hijos a Iguala la noche del 26 de septiembre; por qué mandaron sobre todo a los de primer ingreso, por qué tan lejos de su escuela y por qué a esas horas de la noche.
A pesar de haberse convertido en una “Recomendación” en el pronunciamiento de la Comisión Nacional de Derechos Humanos; a pesar de que es un elemento pertinente para la investigación pericial, quienes están en posesión de las respuestas han elegido ignorar a los padres de familia. Es un singular agravio, pues quienes les escatiman las respuestas son los mismos que les exijen someterse al estricto guión que, al criminalizar al Estado, exculpa a todos los demás, ellos incluidos.
Creo que la orden de enviar a Iguala a los “pelones” de Ayotzinapa salió de la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM), la “Organización estudiantil semiclandestina de carácter nacional, integrada por estudiantes de las escuelas normales rurales de México”, que es como se presenta públicamente sin mengua de su declarada “semiclandestinidad”. (Ahora lo que habría que investigar es quiénes mandan en la FECSM, esos sí clandestinos hasta la victoria siempre.)
La semana pasada documenté la forma en que, para todo efecto práctico y por encima de los procedimientos de ingreso reglamentados, la FECSM ha privatizado un sector de la educación pública, pues se ha arrogado “tradicionalmente” la facultad de otorgar el ingreso a las normales rurales.
Esa privatización de facto ya atenta contra la primera de las especificaciones de la revolución mexicana –incluyendo la de mi general Cárdenas– en el sentido de que la educación debe ser pública, así como contra las otras exigencias que han agregado otras revoluciones adventicias, a saber, que sea gratuita, autónoma, laica, crítica, científica y popular.
Que los jóvenes aspirantes a ingresar a una normal rural deban someterse incondicionalmente a los requisitos que fija la FECSM no me parece que sea muy respetuoso de su preconizada capacidad crítica. El joven aspirante puede tener proyectos legítimos, pero le van a servir de muy poco si no coinciden con el proyecto de quienes monopolizan el poder para evaluarlo.
El joven deberá someterse a una “semana de adaptación” que, en los hechos, es una evaluación de su capacidad para someterse a la autoridad de los patrones que decidirán su ingreso y normarán su vida durante cuatro años. Ese joven deberá también demostrar que sabe obedecer sin chistar, y deberá abrazar la ideología de sus amos, sin ningún tipo de reparo crítico ni científico, so pena de ser sumariamente expulsado.
En el mismo documento, y con sinceridad encomiable, la FECSM también proclama que los normalistas a su servicio son “personas críticas, analíticas, reflexivas y activas, de carácter socialista marxista-leninista”. Los jóvenes que quieran ingresar a una normal rural (o permanecer en ella) deberán, pues, desde el primer día, abrazar científicamente esa ideología, y sólo esa, como aquella que sus capataces han declarado la adecuada para sus “pelones”, su escuela, su patria y América Latina y la realidad en general.
Ahora bien, en ese documento la FECSM se pronuncia contra “la discriminación social”. Pero impedir el ingreso a las normales a quienes no acepten previamente el marxismo-leninismo como ideología, ¿no es ya una forma de discriminación?
Y considerar a esa ideología como única y obligatoria, ¿no es ya un atentado contra el carácter laico de la educación popular?
Y entregar lealtad vitalicia a la FECSM y a su ideología (pues de ello dependerá vivir cuatro años, y luego graduarse, y luego merecer una plaza de maestro), ¿no es ya una forma de prescindir de la propia autonomía?
Y ponerse en disponibilidad para las actividades políticas que ordena la FECSM a cambio de un lugar en la normal rural (y luego a cambio de recibirse, y más tarde a cambio de obtener una plaza), ¿no es una forma de pago que ya anula la gratuidad de la educación?
El resto del citado documento de la FECSM es igual de crítico y analítico. El imperialismo, el fascismo, el Estado burgués, etcétera. Quien no piense como la FECSM propicia “la represión física y sicológica”. La educación que no sea marxista-leninista es “profesionalista, religiosa e imperialista”. Y quien haga preguntas de más y se salga del guión crítico y científico y reflexivo y popular propicia el “divisionismo de nuestras bases”.
Supongo que esto último incluye a los padres que preguntan una y otra vez “¿quién los envió?” y a quienes nadie pierde tiempo (ni bases) respondiéndoles.
Y es que los padres podrán ser bases, pero no tanto…
(Una versión breve de este comentario apareció en el diario El Universal.)
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Es un escritor, editorialista y académico, especialista en poesía mexicana moderna.