El discurso de “El Bronco” nos quedó a deber

Sin una narrativa clara, sin una estrategia de comunicación institucional eficaz y sin un discurso más ordenado y profesional, el gobernador Rodríguez Calderón corre el riesgo de quedar atrapado en una comunicación de frases ocurrentes.
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Como lo he sostenido en esta bitácora, el discurso es clave para los gobernantes, porque permite exponer ideas, defender principios, rendir cuentas y movilizar voluntades. Y a los que inician su mandato, un discurso robusto les permite brindar claridad sobre el rumbo a seguir, así como generar confianza en la pertinencia y efectividad de sus planes y programas.

Esto último es lo que no hizo Jaime Rodríguez Calderón“El Bronco” en su discurso de toma de posesión como gobernador de Nuevo León. Desde luego que “El Bronco” ha hecho historia al ser el primer candidato que llega a un cargo de primer nivel sin el respaldo de un partido político. Su peculiar estilo de comunicación ha estado centrado en una narrativa de un valiente héroe de “western” que ha enfrentado a poderes fácticos (llámese el narcotráfico o los políticos corruptos) y un lenguaje coloquial brusco y directo, poco sofisticado, pero que se permite excesos en aras de ser honesto y franco.

El reto del gobernador Rodríguez Calderón es pasar de una comunicación efectiva de campaña a una comunicación efectiva de gobierno. Y la primer prueba de ese tránsito era su discurso de toma de posesión, en el que creo que nos quedó a deber. ¿Por qué? Aquí algunas reflexiones:

  1. El discurso no dotó de contenido a las emociones. Como candidato, “El Bronco” logró tocar dos emociones clave en el electorado: indignación y esperanza. Como gobernante, tiene ahora que dotar de contenido a esas emociones. Para ello, tenía que presentar en su discurso, si no un plan de gobierno, por lo menos algunos objetivos muy específicos y los medios para alcanzarlos. Cosas que vayan más allá de la vaga promesa de campaña. Así se comunica que no solo tiene enjundia, sino también rumbo, certeza, visión y capacidad ejecutiva. Pero “El Bronco” pidió tres meses para entender cómo recibe el gobierno y tres meses más para hacer un plan.
  2. El discurso generó expectativas que no se cumplieron. Durante la campaña y el periodo de transición, “El Bronco” generó una expectativa muy clara:castigaría a los funcionarios corruptos desde el primer día de su mandato. Se esperaba que en el discurso de toma de posesión hubiera anuncios contundentes. Pero “El Bronco” se quedó en el mismo nivel que sus declaraciones de campaña, con la promesa de que “se les acabó la fiesta a los bandidos”. Nadie esperaba que girara órden de aprehensión contra Rodrigo Medina ahí mismo, pero sí que anunciara medidas institucionales concretas para comenzar a limpiar la casa. El anuncio del “3 de 3” (presentar declaración fiscal, patrimonial y de conflicto de interés) es positivo, pero ya no emociona a nadie. El gobernador tiene ahora que seguir una regla clara: underpromise and overdeliver, es decir prometer poco y hacer mucho. Hacer lo contrario es un pasaporte a la decepción colectiva.
  3. El discurso no comenzó a crear una narrativa de gobierno. Lo más importante para crear una narrativa atractiva de gobierno está en el “por qué” de las decisiones, en los valores y creencias compartidos entre el gobernante y la sociedad: honestidad, integridad, eficacia, capacidad, trabajo. Pero “El Bronco” no dejó muy claro el “por qué” más allá de un discurso justiciero. Fue buena la idea de presentar su visión de hacer de Nuevo León “el mejor lugar para vivir de América Latina”. Pero esta no estuvo bien desarrollada en el discurso, fue más un soundbite que un hilo conductor, una frase con efecto metida con calzador a la mitad del texto. Por eso, esa visión no me pareció persuasiva.
  4. El discurso no superó el personalismo de “El Bronco”.Creo que el reto más grande que tendrá la comunicación y la gestión del gobernador Rodríguez Calderón está en superar el personalismo. En convencer de que más allá de sus virtudes personales y su sincera convicción de hacer bien su trabajo, tiene la capacidad para tomar buenas decisiones de gobierno. Gran parte del discurso inaugural fue dedicada a sí mismo, a sus creencias, a sus valores, a cómo quiere concluir su mandato siendo popular, a cómo quiere terminar sus días en esta vida. Pero eso ya ha quedado acreditado una y otra vez. Creo que ahora le hace falta menos “Bronco” y más ciudadanos en sus discursos.

Sin una narrativa clara, sin una estrategia de comunicación institucional eficaz y sin un discurso más ordenado y profesional, el gobernador Rodríguez Calderón corre el riesgo de quedar atrapado en una comunicación de frases ocurrentes, gestos para la foto y símbolos que hoy llaman la atención por novedosos y simpáticos, pero que en poco tiempo pueden desgastar su imagen y eclipsar las acciones positivas de su gobierno. Si lo único que registra la gente son las groserías que dice en sus discursos, si llega a los eventos en caballo, si se fue a comertacos al centro de Monterrey, cuál fue el pleito del día con López Obrador, o qué hizo con la silla de gobernador, la imagen de su gobierno puede caer en la anécdota y la frivolidad y terminar generando desánimo y frustración.

Al final, el discurso sí importa, porque el importante experimento del primer gobernante independiente de los partidos políticos merece ser exitoso. No por “El Bronco”, sino por Nuevo León y por nuestra democracia.

 

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Especialista en discurso político y manejo de crisis.


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