Cortesía del artista y kurimanzutto. Foto: Gerardo Landa Rojano

Atada a nada, la obra de Daniel Guzmán

En su exhibición en la galería Kurimanzutto, el artista mexicano Daniel Guzmán busca una forma de abrir sus dibujos y, de alguna forma, deshacer las cadenas que los contienen.
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“Tú me hiciste ver / cosas que no son / menos mal que me di cuenta / que tu mundo era de cartón / no sé ni cómo pude / escapar de tus murallas / no sé ni cómo supe / ganarte la batalla / no sé ni cómo estuve / atada a nada / negando hasta la mirada.” Un viejo éxito de la cantante Lucía Méndez hace eco de la muestra de Daniel Guzmán en la galería Kurimanzutto: El hombre que debería estar muerto. Tienes que entrar para salir. Como en la canción de la Méndez, Guzmán buscó una forma de abrir sus dibujos y, de alguna forma, deshacer las cadenas que los contienen: “sacarlos al espacio tridimensional”, explica el creador. Así, los dibujos conforman estructuras y espacios que se pueden atravesar, generando una operación doble en la que entrar es salir y salir es entrar, según se vea.

Tienes que entrar para salir se vincula con la muestra anterior de Guzmán. El hombre que debería estar muerto. La batalla futura se presentó en el Museo Cabañas de la ciudad de Guadalajara como un muestrario caótico de referencias, objetos y fetiches que dan cuenta de la visión del mundo del artista: el cómic, el cine de terror, las revistas populares, el rock, la pornografía, la ciencia ficción. Más que variado, el universo creativo de Guzmán es estrambótico, de naturaleza desordenada. Ya en esa exposición, algunos dibujos de gran formato dispuestos en mamparas delimitaban el espacio y provocaban la sensación de atrapamiento, que en la obra de Guzmán se traduce en la condensación de profusas referencias.

El artista afirma que dibuja a diario –quizá por disciplina o (com)pulsión creativa, añadimos aquí– y que los dibujos seleccionados para la muestra en Kurimanzutto –que, al revés de la curaduría del Cabañas, intenta ordenar el desmadre de Guzmán, entendido a la manera de Monsiváis, es decir la necesidad del borramiento de las jerarquías– son un ejercicio del uso de la geometría en el perímetro del cuadro.

La anterior exhibición en solitario del artista en la galería de José Kuri y Mónica Manzutto, en 2015, titulada Death never takes a vacation, exploraba la iconografía de las deidades prehispánicas. En la vasta amplitud de su imaginario visual también se encuentran Magritte, De Chirico y Cézanne, y también  los murales que pintó Vlady en la Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada. Más que una mezcla, lo suyo es un cúmulo, una pila de alusiones, sugerencias, menciones y, en última instancia, citas. Su complemento como artista es, por supuesto, Abraham Cruzvillegas y la idea de la autoconstrucción, aunque menos conceptual porque en Guzmán hay un flow violento que alude a lo corpóreo, una cadencia sexual en la que se suman referentes del inconsciente colectivo.    

Al atravesar el umbral del galerón de Kurimanzutto, lo primero que se ve es una estructura al centro, paneles que conforman un bastidor o armazón de cuatro aristas que en el interior resguarda otra estructura que también sirve de display. En las mamparas hay imágenes, por ejemplo, fauces y líneas que invitan a entrar en los biombos que conforman el dispositivo. Las formas del mismo encuentran correspondencias en los muros de la galería, de los que cuelgan dibujos pintados y coloreados de 2022, en los que prima el estudio de la geometría. En estos hay elementos reconocibles del estilo de Guzmán: huesos, órganos dentados, cordones umbilicales o tripas, lenguas y calaveras que forman parte de composiciones ordenadas a partir de líneas rectas.

El origen de esta exploración espacial de los límites o ataduras del cuadro está en los performances de Bruce Nauman. A Guzmán le intrigan las reflexiones sobre el espacio que el estadounidense hizo a través de, entre otras, Walking in an exaggerated manner around the perimeter of a square (1968), pieza en la que el artista camina alrededor del perímetro de un cuadrado marcado en el piso con cinta adhesiva. El gesto de Nauman consistió, entre otras cosas, en incorporar el ámbito creativo privado, algo que antes no era común ver, a la visión del espectador, es decir mostrar el estudio del artista. Nauman decía e ironizaba: “Si yo fuera un artista y estuviera en el estudio, entonces cualquier cosa que estuviera haciendo en el estudio debe ser arte”. Al entrar al emplazamiento dibujístico de Tienes que entrar para salir, el visitante puede conocer otras facetas de la obra de Guzmán, de años atrás, y además constatar que su trabajo tiene un componente textual importante que se prolonga a través de los años. 

El “venturoso salir de casa”, como define Guzmán a este capítulo de entradas y salidas, ofrece una manera de leer su trabajo. Su obra se vincula con la literatura. En el pasado se trataba más de guiños de humor y de la cultura popular (“Usted es y merece ser un pendejo” y “Los ricos también lloran”, se lee en obras anteriores). El canon literario personal del artista, a veces transparente y otras no, incluye a Philip K. Dick –referencia explícita en una de las obras de 2022–, José Agustín, Fabián Casas, Lester Bangs, Cecilia Pavón y Mariana Enríquez. También le interesan Julián Herbert y Carlos Velázquez, a los que ha leído con interés. “Vínculos de sangre y semen”, se lee en un dibujo reciente; en otro, encima de la nariz y la boca de una rubia, “are you food or are you sex?”. Frases que a veces juegan y otras enturbian, según se lea.

Atada a nada, como la canción de Lucía, la obra de Daniel Guzmán se podrá ver del 23 de agosto al 23 de septiembre en Kurimanzutto. ~

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es periodista cultural, crítico de cine y traductor literario.


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