El día 8 de marzo celebramos el día internacional de la mujer trabajadora y es un buen momento para reflexionar sobre el sentido de la palabra trabajador. ¿A qué nos referimos con este adjetivo? ¿A tener un trabajo remunerado? ¿A salir de casa para ejercer tu función? ¿A dedicar tu tiempo a algo distinto a las labores típicas del propio hogar? Si nos limitamos a las dos primeras premisas, Clara Stern no responde al perfil, puesto que nunca recibió ningún salario, ni firmó ningún contrato y tampoco necesitaba salir de su hogar para realizar su labor; sin embargo, su trabajo no se limitaba al cuidado de sus hijos o de su hogar. De hecho, su tarea, constante, concienzuda y profesional, regaló a la posteridad un conjunto de datos insustituible para conocer de forma adecuada el desarrollo de los niños durante sus primeros diez años de vida. No consiguió un sueldo, no le concedieron una cátedra, no tuvo un despacho al que acudir cada mañana, pero no me cabe ninguna duda de que el día 8 de marzo celebramos la existencia de mujeres como ella.
Me vais a perdonar, pero cuando pienso en Clara Stern no puedo evitar recordar a María Moliner. Sé de sobra que hay muchas diferencias entre ellas, pero ambas ejercieron su laboriosa tarea en los límites de su casa. Imagino a Moliner en su cocina, rellenando fichas con las palabras que poblarían su diccionario y del mismo modo pienso en Stern, rellenando hoja a hoja sus múltiples diarios en los que recogía el comportamiento de sus hijos. Dos mujeres que entendieron que, pese a que la sociedad no les concedía un puesto de honor entre los científicos e intelectuales de la época, su destino era trabajar, día a día, de forma meticulosa hasta lograr su objetivo. Y si de Moliner nos quedó un fantástico diccionario de uso del español, de Stern tenemos más de 5000 hojas manuscritas con datos de todo tipo sobre el desarrollo infantil de sus tres hijos.
Lo que más me impresiona del trabajo de Clara Stern es su metodología. Estamos hablando de una persona que carecía de estudios superiores, pero que entendió perfectamente cómo debía recoger la información a la que tenía acceso inmediato: en primer lugar, recogió de forma exhaustiva todos aquellos datos que día a día le proporcionaban los tres niños: anotaba escrupulosamente lo que decían, lo que entendían y lo que hacían, al tiempo que tenía mucho cuidado de que los niños no fueran conscientes de esta empresa, para evitar el efecto que tiene en los sujetos el sentirse observado. De este modo, estaba siendo respetuosa con el estudio más naturalístico, tratando de recoger sin manipular lo que sucedía a su alrededor. Y lo hizo día a día, sin cesar en el empeño, durante más de una década.
Pero no se quedó ahí su labor. A la descripción detallada de lo que ocurría añadió algunos trabajos de licitación en los que preguntaba a sus hijos determinadas cuestiones para poner a prueba sus hipótesis. Pequeñas incursiones en el trabajo experimental, controlado, que permitiera entender mejor lo que estaba pasando y que deja claro que el trabajo de Clara Stern no se limitaba a describir lo que veía, sino que pasaba por hacer hipótesis de trabajo falsables.
Estos diarios permitieron al matrimonio Stern (Clara y William) publicar varios libros fundamentales para el estudio de la adquisición del lenguaje (El lenguaje de los niños, 1907) y el proceso evolutivo de los niños (Memoria, testimonio y mentira en la primera infancia, 1909; Psicología de la primera infancia, 1914). En ese mismo 1914, Clara publicó en solitario (y bajo el pseudónimo de Tony Mayer) una nueva obra a partir de estos materiales: De una guardería. Hojas del diario de una madre. Todas estas publicaciones han permitido conservar todo el trabajo de campo realizado y durante mucho tiempo fueron el corpus de información más importante sobre lenguaje infantil en lengua alemana.
La vida del matrimonio Stern daría un vuelco en los años treinta, ante el avance del nacionalsocialismo. Despojados de todo cuanto tenían y exiliados como tantos otros judíos de su época, los Stern acabarán sus días en Estados Unidos. La fama del marido no se perdió, afortunadamente, por el avance de la sinrazón. Una vez más nos queda reivindicar la figura de una científica que trabajó en las sombras para ofrecer a la humanidad su luz.
Mamen Horno (Madrid, 1973) es profesora de lingüística en la Universidad de Zaragoza y miembro del grupo de investigación de referencia de la DGA
Psylex. En 2024 ha publicado el ensayo "Un cerebro lleno de palabras. Descubre cómo influye tu diccionario mental en lo que piensas y sientes" (Plataforma Editorial).