Un extraño enemigo: el poder del rumor

En la segunda temporada de esta serie, el director y guionista Gabriel Ripstein ha creado un absorbente relato conspirativo sobre el sexenio de Luis Echeverría Álvarez.
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En el sexto y último episodio de la segunda temporada de Un extraño enemigo (México, 2022), serie escrita y dirigida por el ascendente cineasta, productor y guionista Gabriel Ripstein, el maquiavélico policía político Fernando Barrientos (Daniel Giménez Cacho) dictamina que la mejor manera de golpear al presidente saliente Luis Echeverría (Antonio de la Vega) es propiciar que la inevitable crisis económica estalle de una buena vez. Estamos en los últimos meses de la administración echeverrista, su delfín designado y amigo de la infancia José López Portillo (Erwin Veytia) es el presidente electo, pero la economía mexicana está prendida con alfileres. Lo que quiere hacer Barrientos es muy sencillo: quitar los alfileres. ¿Le suena?

El objetivo, por cierto, no es crear el caos por el caos mismo, sino inhabilitar políticamente a Echeverría, quien eligió como sucesor a López Portillo en lugar de su secretario de Gobernación, Mario Moya Palencia (Fernando Bonilla), pues es evidente que tiene la intención de establecerse como poder detrás del trono. Moya Palencia, se entiende, no se dejaría mangonear tan fácilmente, pero sí lo haría un inexperto López Portillo que, ante la magnitud de la crisis heredada, tendría que devaluar la moneda en los primeros meses de su sexenio, lo que lo convertiría en un presidente débil y desprestigiado. Lo que busca Barrientos es, pues, que la crisis inevitable le estalle a Echeverría para borrarlo definitivamente del mapa. Barrientos no lo hace por México, por más que retóricamente lo repita una y otra vez: lo hace por él mismo. Con Echeverría detrás del trono, su carrera política está finalizada. Con López Portillo, puede crecer aún más: ya se sabe el camino.

El arma que usa Barrientos es una de las más antiguas de la historia, bien conocida desde los tiempos del imperio romano a través de clásicos como Tácito o Suetonio: el linchamiento moral. Para ser más específicos, el uso del rumor. Hay que empujar la narrativa de que la crisis está a punto de iniciar, propiciar el pánico en todos los niveles, esparcir las medias verdades que son medias mentiras y esperar a que todos los que estén escuchando hagan el resto del trabajo. “Que el chisme se haga realidad”, dice Barrientos sonriendo, en una escena clave.

En los seminales estudios de DiFonzo y Bordia sobre la función del rumor desde la perspectiva psicológica (Rumor psychology, 2007) y de Shibutani desde la perspectiva social (Improvised news. A sociological study, 1966), el rumor es definido como un intento colectivo de explicar una realidad, de darle un mínimo sentido a lo que está sucediendo. El rumor se esparce más fácilmente cuando la información oficial sobre un acontecimiento no es entendible ni confiable, o es inexistente. Es decir, cuando el rumor suena verosímil y, por lo tanto, hay quien está dispuesto a diseminarlo. De esta manera, el rumor puede convertirse en la narrativa dominante, sin importar que sea o no verdad. Tampoco importa, por cierto, si el rumor inició espontáneamente o no: cuando es efectivo, vivirá para siempre.

A este análisis yo agregaría un elemento fundamental para la supervivencia de los rumores: a través de ellos se suelen contar muy buenas historias. Es el mismo encanto de las teorías de conspiración: dotan de sentido al caos en que vivimos y, de pasada, nos ofrecen solaz esparcimiento. No importa que el emperador Nerón no estuviera en Roma el día que inició el famoso incendio que consumió buena parte de la ciudad: sus contemporáneos esparcieron el rumor de que él era el culpable y la invención se transformó en “verdad” irrefutable. En tiempos más recientes, un candidato presidencial es asesinado, un presidente en funciones es acusado del crimen y, aunque no hay evidencia alguna de culpabilidad, el rumor termina convertido no solo en verdad sino hasta en chiste: “–¿Alguna vez sabremos quién mató a Colosio? –Uy, está pelón saberlo”.

En este sentido, Gabriel Ripsten ha creado, en la segunda temporada de Un extraño enemigo, un absorbente relato conspirativo sobre el sexenio de Luis Echeverría Álvarez (1970-1976) basado “en hechos reales” que incluyen “referencias a eventos históricos y figuras públicas de la época” pero cuya historia, según se advierte al inicio de cada uno de los seis episodios de la miniserie, es ficticia y dramatizada. “Cualquier semejanza con eventos e interpretaciones históricas generalmente aceptadas es completamente fortuita e involuntaria”, dice la leyenda aclaratoria, no sin un dejo de ironía.

Así pues, el guion escrito por el propio realizador (quien antes ha dirigido 600 millas, de 2015 –su opera prima– y la primera temporada de Un extraño enemigo, de 2018, además de haber sido productor ejecutivo de Michel Franco y Lorenzo Vigas) toma los más conocidos acontecimientos del sexenio echeverrista –desde la matanza del Jueves de Corpus de 1971 hasta la ya mencionada traumática devaluación de 1976, pasando por el inicio de la guerra sucia contra la guerrilla urbana, la presencia de Lucio Cabañas en la sierra de Guerrero, el trágico asesinato de Eugenio Garza Sada en Monterrey y el inicio de la “profesionalización” del negocio de la droga organizado desde los intestinos de la Dirección Federal, digo, Nacional de Seguridad– para, a través de una muy habilidosa rumorología narrativa, darles a todos estos hechos un solo sentido: la lucha por la sucesión presidencial. Porque ya sabemos que nada es más importante en la historia de México que el juego del tapado.

Ripstein dirige una depurada puesta en imágenes en colores sepias y deslavados: el México setentero echeverrista (elegante fotografía de Marc Bellver, lucidor diseño de producción de Antonio Muño-Hierro) provoca auténtica desazón. Ni siquiera los exteriores resultan brillantes: todo se resuelve en la oscuridad, entre las cuatro paredes del estudio de Barrientos, la oficina de Fidel Velázquez (Eligio Meléndez) o el despacho presidencial en el que un Echeverría derrotado ve cómo sus sueños de extenderse en el poder a través de un “encorsetado” López Portillo se han desvanecido en el aire, gracias a que los viejos guardianes del sistema le han puesto, por fin, un alto al “mesías” –a aquel mesías, en todo caso.

¿Todo sucedió así? No exactamente, pero ¿a quién le importa? Que la caída de Echeverría inició con un rumor iniciado desde las alturas sigue siendo una buena historia. Además, como dijera el clásico, “When the legend becomes fact, print the legend”.

La segunda temporada de Un extraño enemigo está disponible en Prime Video.

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(Culiacán, Sinaloa, 1966) es crítico de cine desde hace más de 30 años. Es parte de la Escuela de Humanidades y Educación del Tec de Monterrey.


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