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Comparada a Elvis & Nixon, con la que coincide en las pantallas de estreno y en el formato de filme-reportaje ficcionalizado, El hombre de las mil caras tiene una notable ventaja. Todos conservamos โ€“excepto los muy niรฑos y los indรญgenas de alguna selva intrincadaโ€“ imรกgenes faciales y recuerdos, por vagos que sean, de la cara de Richard Nixon, mientras que de Elvis Presley subsisten mรกs mementos, mรกs elementos de identidad: su mรบsica (electrizante aรบn hoy), su sex appeal (antes de que se inflara a pastillas y otros productos intoxicantes), su endiablado body language, sito especialmente en la coordenada de las caderas y la protuberante pelvis. Eso hace que una pelรญcula como la de Liza Jonson se vea forzada a combatir en todo momento la incredulidad de que Kevin Spacey no se parezca nada al presidente destituido por sus delitos y de que Michael Shannon encarne al Rey del Rock en su decadencia con una mรญmesis aproximativa, que se concentra en el atrezo, no en el fรญsico. En el caso de la pelรญcula de Alberto Rodrรญguez, solo la calva y la barba poblada de Luis Roldรกn nos traen reminiscencias a los que tenemos memoria de aquel embrollo; Francisco Paesa es un rostro sin ningรบn perfil acusado, y de los demรกs protagonistas de la historia real el exministro Juan Alberto Belloch es el รบnico que sigue visible; las demรกs figuras de la trama cinematogrรกfica ni siquiera ofrecen a la mayorรญa de los espectadores un nombre conocido o una efigie.

Frente a esa ventaja, la desventaja del filme espaรฑol es ser un thriller sin muerto verificado ni siquiera desenlace claro, como es norma del gรฉnero. El agente doble Paesa puede seguir vivo o quizรก fue muerto por cualquiera de sus enemigos, que van desde las altas esferas al submundo. De ahรญ que la tensiรณn que Rodrรญguez sabe crear en su relato se desinfle al final y nos deje en la incertidumbre, inevitable pero no por ello menos decepcionante. Una incertidumbre que no es propia de estos docudramas de seres de la polรญtica, las ciencias o las artes; sabemos de antemano el final de Truman Capote, de Basquiat y Warhol, de Edith Piaf, de Camarรณn de la Isla, de Giulio Andreotti, y hasta de los reyes de Espaรฑa don Juan Carlos y doรฑa Sofรญa, vivos pero en la reserva, y lo que en verdad deseamos como espectadores de sucesos histรณricos de nuestro tiempo es tener la confirmaciรณn ilustrada de que aquello que vimos en su momento con relativo interรฉs ha cobrado por la muerte, la mala salud o la renuncia una dimensiรณn que va de lo heroico (Stephen Hawking) a lo grotesco (caso de Elvis & Nixon).

Dramรกticamente estรก mejor construido el guion de esta รบltima, sobre todo en su vertiente esperpรฉntica, pero Liza Johnson se muestra como una realizadora rutinaria, pese a su currรญculo de artista plรกstica de vanguardia, curadora de arte y videoinstaladora con renombre. Los personajes secundarios son figuras esenciales en estas recreaciones de figuras notorias, ya que rellenan con su desdibujamiento y su anรฉcdota, mรกs fรกcil de reinventar, la rigidez de la Historia. Son estupendos en ese sentido los dos ayudantes de gabinete del presidente Nixon, pareja cรณmica masculina en la tradiciรณn del slapstick estadounidense, hasta el punto de resultar el vehรญculo de mรกs potencia en el avance del relato. No tienen esa fuerza, por desgracia, los caracterรญsticos de El hombre de las mil caras, aunque como cineasta Alberto Rodrรญguez es muy superior. Arranca muy alto, en el firmamento literalmente, haciendo honor a un sello que ya le caracteriza: comienzos de brillantez formal y agudeza metafรณrica. Pero si en La isla mรญnima podรญa seguir el vuelo alto mรกs allรก de las marismas del Guadalquivir, en su nueva obra el fango de las cloacas se le pega a los zapatos. Toda una parte central de trรกmite e intriga se hace pesante, solo aliviada de vez en cuando por la densidad que sabe darle a su papel de esposa de Roldรกn la estupenda Marta Etura. Resulta postizo, aunque lleve la voz narradora, el personaje de Jesรบs Camoes (el รบnico al que se le ha cambiado el nombre autรฉntico, Jesรบs Guimerรก), teniendo Josรฉ Coronado, su intรฉrprete, pocas posibilidades de realzarlo. Quien se luce en la interpretaciรณn del enrevesado y traicionero borracho Casturelli es Enric Benavent, si bien a รฉl le toca pechar con la รบnica escena sonrojante de la pelรญcula, el sueรฑo etรญlico en el aeropuerto, ciervo incluido, un pegote incomprensible que serรญa un acierto eliminar del montaje.

Veremos mรกs pelรญculas como estas dos aquรญ comentadas. La fascinaciรณn de Hollywood y de los franceses por el biopic, resultona tambiรฉn en las taquillas, se hace insaciable, y los mordiscos de realidad llegan cada dรญa mรกs cerca de nuestras casas, nuestros pueblos, nuestra vida diaria. En Espaรฑa no nos quedamos atrรกs, aunque era antes ese terreno mรกs propio de la televisiรณn. Pero como el cine tiende cada vez mรกs, en la forma, a asemejarse a la tele, la รณsmosis serรก permanente, y los resultados quizรก a la larga indistinguibles. Materia argumental no falta. Yo pagarรญa una entrada muy gustoso, y a ciegas, para ver en la gran pantalla una saga sobre la familia Pujol, con exteriores en los diversos paraรญsos exigidos por el libreto, o un remake de Todos a la cรกrcel, siguiendo preferiblemente la propia estela berlanguiana, y en el que todos los presuntos ladrones llevaran, sin camuflaje, los nombres del momento que, a dรญa de hoy, conocemos. ~

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Vicente Molina Foix es escritor. Su libro
mรกs reciente es 'El tercer siglo. 20 aรฑos de
cine contemporรกneo' (Cรกtedra, 2021).


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