Verdad de perogrullo: así como la salud es un bien que solo pueden apreciar los enfermos, sólo los escolares desmañanados que babean contra la ventana del autobús pueden apreciar cabalmente las vacaciones.
Ningún adolescente me dejaría mentir: el regreso a clases es el método preferido por la civilización para apagar poco a poco la voluntad y las convicciones, aunque sea a base de atentar contra el ritmo circadiano cada agosto.
A continuación viene un puñado de películas y libros que se aprecian mejor cuando se leen desde la reclusión de los salones. Más que remedios eficaces, ofrezco paliativos solidarios; parafraseando al Dr. Manhattan, hablarle de libertad al preso es tan eficaz como mostrarle una fotografía de oxígeno al ahogado. El mensaje a comunicar es de otro tipo: lo crean o no, hay vida después de la asfixia.
1. Fernando del Paso, Palinuro de México
Ser estudiante de medicina exige una vocación mixta: mitad soldado del Ejército de Salvación, mitad carnicero, ningún aspirante a doctor llegará lejos si le desagradan las visceras y las historias personales. Solo en Palinuro de México, novela tan telescópica como microscópica, puede hablarse de las orejas de la pareja con detalles quirúrgicos y a la página siguiente narrar el robo del pene de un cadáver para espantar al prójimo.
2. Mean Girls
Tina Fey debe saberlo a la perfección: la mitad de sus fans actuales la conocieron con esta película. Protagonizada por la mejor Lindsay Lohan, Mean Girls era inteligente sin parecer pretenciosa, de risa fácil sin volverse burda. Si el gif es una forma de la cita, Mean Girls es una de las obras más citadas en redes sociales; y, como cualquier clásico, muchos tienen la sensación de conocerla bien cuando aún no la han visto.
3. Kazuo Ishiguro, Nunca me abandones
Infantes eternos, los personajes de Ishiguro padecen una tragedia biológica a la que apenas se oponen, nacieron condenados pero no buscan escapatorias. Tan paranoica como romántica, tan inhóspita como afectiva, Nunca me abandones es la novela de aprendizaje que hubiera escrito Phillip K. Dick.
4. Caitlin Moran, Cómo se hace una chica
Al mundo le hacen mucha falta más bildungsromans protagonizadas por chicas, especialmente por chicas aguerridas y cursis, que usen su desodorante como dildo, quieran ser periodistas musicales y juren que morirán vírgenes; chicas que se propongan hacer de su vida y su vocación una comedia heroica.
5. Allan Sillitoe, La soledad del corredor de fondo
Decir que Colin Smith es el Holden Caulfield inglés sería cuando menos injusto. En términos clínicos, mientras el rebelde de gorra roja padece ansiedad, el corredor convicto sufre depresión; mientras Caulfield aspira a revanchas simbólicas, Smith busca un resultado pírrico pero exacto.
6. J. D. Salinger, El guardián en el centeno
Salinger era un joven aspirante a escritor destrozado por la Segunda Guerra Mundial cuyo destino, acaso, era escribir una novela bélica como todos sus contemporáneos. Que haya optado por concentrar ese material producto de la catástrofe en Holden Caulfield sigue siendo un magnífico enigma literario.
7. Mark Millar y John Romita Jr., Kick Ass
Desde que Peter Parker se volvió un empresario cool de Silicon Valley, la adolescencia atribulada en los cómics de superhéroes quedó en manos de Miles Morales y del siempre honorario Dave Lizewski, el superhéroe más teto de la historia; conste que, lo crean o no, la competencia es sumamente reñida en esa categoría. Sin embargo Lizewski, el don Quijote de los cómics, se diferencia de Morales por ver el mundo como una extensión de las ficciones. Encapuchado de riguroso chocolate, únicamente sus penas juveniles parecen dolorosamente reales; todo lo demás, sus pesquisas y sus enemigos, parecen producto del delirio erudito.
8. Stephen King, Carrie
Cualquiera que haya acudido a una escuela súper conservadora (saludos, Colegio Cristóbal Colón) entenderá la asfixia emocional de Carrie: su historia es una victoria secular vestida de maldición demoniaca. La primera novela de King encuentra virtudes accidentales en sus amplias flaquezas: es melodramática como solo la vida estudiantil puede serlo; es en exceso histriónica como solo la educación religiosa puede percibirse. Estudiantes de la Anáhuac y la Panamericana: más Carrie y menos Frente Nacional por la Familia.
9. Superbad
Junto con Mean Girls, Superbad es el hijo más sobresaliente de Ferris Bueller’s Day Off. Y así como Tina Fey es experta en escribir sobre neuróticas con encanto, Seth Rogen sólo puede concebir espléndidos tetos que han fumado mucha marihuana. Hecha de paradojas, no es difícil admitir que todos hemos sido McLovin para (inserte interjección) convertirnos con el tiempo en los policías que fingen ser chidos, siempre sin éxito.
10. The Perks of Being a Wallflower
Este es uno de esos casos en que la película rebasa por mucho al antecedente novelado: como toda buena novela de iniciación, The Perks of Being a Wallflower transpira autenticidad y, como cantaba Billy Corgan en los noventa, urgencia por el ahora. Verla en la edad adulta solo subraya esa cualidad que debemos admirar en los adolescentes: ajenos a la grisura ecuánime de pagar impuestos, odiar el trabajo y acostarse fatídicamente con la misma persona, para ellos, los estudiantes, la vida sigue siendo un fenómeno relevante que merece explicaciones, no un accidente de la química.
(Ciudad de México, 1988) es autor del poemario Código Konami y la novela Los suburbios.