Alba Fité

Rafael Moneo, Andrés Trapiello y Jonás Trueba: una conversación sobre Madrid

El arquitecto, el novelista y el cineasta, moderados por Maite Rico, debaten sobre Madrid, desde el punto de vista urbanístico y cinematográfico, a propósito de la novela de Trapiello ‘Me piden que regrese’.
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El pasado 26 de marzo se celebró una conversación en el Ayuntamiento de Madrid a propósito de Me piden que regrese (Destino), la novela más reciente de Andrés Trapiello. Acompañaban a Trapiello el arquitecto Rafael Moneo y el cineasta Jonás Trueba. La periodista Maite Rico dirigía el diálogo, que giró en torno a Madrid y sus transformaciones, a la forma en que ha crecido urbanísticamente y a cómo la han retratado la literatura y el cine. Esta es una transcripción editada de la conversación.

MAITE RICO

Para mí es un honor colarme en este paseo por Madrid con estos tres ilustrísimos invitados que ha reunido la editorial Destino y me parece una bonita forma de homenajear el libro de Andrés porque Madrid es efectivamente uno de los protagonistas de su obra Me piden que regrese: en concreto, el Madrid de posguerra en una novela de amor y de aventuras.

ANDRÉS TRAPIELLO

Muchísimas gracias, Maite, muchísimas gracias al ayuntamiento, a la editorial, y sobre todo a Rafael y a Jonás. La elección fue mía por una razón, porque tanto la arquitectura de la ciudad de Madrid como una cierta visión cinematográfica son fundamentales en la novela, también porque Rafael es más joven que los protagonistas de la novela, pero de todos los que estamos en este cadalso él es el que mejor conoció esa época, porque llegó, lo contará, en un momento en el que Madrid estaba prácticamente igual o muy parecido a como estaba en el año 1945, que es cuando ocurre la novela. Yo había pensado contarles el arranque de la novela, porque el arranque sí es fundamental.

El protagonista es un hombre de unos treinta y pocos años, al que los servicios secretos americanos llaman, reclaman que regrese a Madrid para hacer una pequeña misión, no saben muy bien en concreto, pero lo importante es que cuando llega a Madrid, el día que llega a Madrid, se aloja en el Hotel Palace y lo primero que hace es echarse a la calle y hacer un recorrido por la ciudad, porque lleva ausente de Madrid diez años y entiende que la manera de encontrar su infancia, sus recuerdos, es la ciudad.

La ciudad es probablemente lo más importante que nos pasa a todo el mundo. La memoria fija sus recuerdos, nuestro ser está fijado en cosas inamovibles o más inamovibles que las vidas humanas. Los edificios viven más que los hombres y por tanto son referencia muchas veces de muchas generaciones.

Lo primero que hace Benjamín Cortés, que se llama Benjamín Smith, es llegar al Hotel Palace e inmediatamente se lanza a la calle. Va a la Gran Vía y en la Gran Vía baja hacia Alcalá, de Alcalá va a Sol, de Sol llega hasta la Inclusa, pasa por la plaza de los Caños, la plaza esa es la segunda, y va observando las calles, va observando los edificios y va recordando y por tanto va teniendo ese primer contacto. Esas primeras páginas van acompañadas también de aquello que ve.

Por un lado está el elemento arquitectónico de la ciudad, es decir, está todo Madrid, el Madrid de los ricos, para entendernos, y el Madrid de los pobres, el Madrid del Norte y el Madrid del Sur, y el de todas las clases sociales. Y al mismo tiempo lo acompañan en esas primeras páginas, en ese trayecto, de manera muda, las cosas que se va a encontrar. Hasta ese momento el narrador, que es el que cuenta las cosas, lo cuenta de una manera muy descriptiva, casi con fotogramas mudos.

Aunque por detrás se oyen, digamos, las músicas. Lo primero que se encuentra es una cuerda de presos, esta escena no es mía. Yo quiero insistir también en algo, y es que la novela es muy fiel al Madrid de 1945.

Hay muy poca novelación, en el sentido de que si cuento que hay una cuerda de presos es porque alguien lo ha visto y alguien lo ha contado. En este caso, Rafasel Cansinos Assens en su diario. Encuentra una cuerda de presos en plena Gran Vía, encuentra muchos mendigos, encuentra muchas gentes de luto, con los trajes teñidos de luto, con muchos lutos en las mangas.

Encuentra también enfermeras muy guapas con su capa, gentes que las piropean, guardias que ven, en un momento determinado, una tropa de gitanos saltimbanquis parando la circulación y no se atreven a intervenir, una tostadera de café en la plaza de Isabel II, un carretero en la calle de Mesón de Paredes, donde va a haber otro edificio importante en Madrid e importante en la vida del protagonista, que es la Inclusa de Madrid. Todo esto prácticamente sin entrar en más detalles.

A lo largo de la novela, algunos de estos hechos, o la Inclusa, tendrán cierta importancia. La Gran Vía la tendrá y mucho, porque en la Gran Vía está Pasapoga, que yo no conocí, Rafael sí tuvo la suerte de conocerla abierta. Pero no se dice nada más que lo que el lector ve. 

Y por un lado está ese Madrid, esa estampa de Madrid en sus edificios, y al mismo tiempo el espectador va circulando como una especie de travelling a lo largo de la ciudad, durante no muchas páginas, pero yo creo que en ese primer capítulo está por lo menos la intención que yo tenía de fijar el escenario y fijar también la geografía humana de lo que se va a encontrar luego. Es decir, prácticamente todos los actores que aparecerán a lo largo de la novela podrían estar incluidos en esas primeras páginas. De ahí el interés mío en que estuviera Rafael, que es un arquitecto al que adoro y me gusta muchísimo, y además tiene la suerte de ser el arquitecto del edificio más popular de Madrid, que es la estación de Atocha.

Mi novela empieza en una estación. Las estaciones son estupendas. Las novelas terminan con el suicidio de Ana Karenina, o empiezan con alguien que llega… Las estaciones dan pie a todo el mundo.

Madrid tiene la estación de Atocha, maravillosa, donde hay miles de personas con historias que empiezan y con historias que terminan. Y por eso mi interés de que estuviera una persona como él, y como Jonás. He escrito muchas veces de esa manera en la que cuenta Madrid, que es un Madrid muy discreto también, no es un Madrid estridente.

En ese sentido, creo que nos parecemos mucho, porque está en segundo plano, pero es un plano que no puedes soslayar, porque tiene casi una caracterización humana en todo momento. Es decir, si tú eliges para una escena en una de tus películas, creo que es La virgen de agosto, el viaducto de Segovia, que yo vi con mucha angustia porque tengo problemas con el abismo y vértigos, pues esto realmente tiñe de dramatismo esa escena, y sin embargo es un viaducto, es una escena que seguramente otros ven igual, y toda la parte de la Morería, etc. Esto es un poco lo que está planteado en esa novela.

Es decir, por un lado, juntar todos los Madrides posibles y toda la visión que podemos tener muda, pero que va haciendo su labor. Y a lo largo de la novela, por supuesto, los personajes representan eso que hemos dado en llamar las dos Españas, ninguno está conforme con la que le ha tocado, son personas libres que se van a entender, que se pueden entender justamente porque son libres, pero eso ya es harina de otro costal.

El crecimiento de Madrid

MAITE RICO

Pues, Rafael, querría empezar con usted. El Madrid de la posguerra, el que usted conoció, había pasado ya algunos años, supongo que no habría cambiado demasiado, pero tengo la curiosidad, usted ha dicho que construir sobre lo construido proporciona pistas, que una ciudad es un sedimento sobre el que se construyen las nuevas, sobre la que se articula el crecimiento posterior. Yo me pregunto qué habría pasado de no haber habido guerra civil, y qué supuso la guerra civil en el urbanismo de Madrid, y hasta qué punto la guerra desarticuló la ciudad, en el sentido de que, no el centro, pero sí después el crecimiento que se dio después fue a saltos, dando como resultado estos barrios abigarrados.

RAFAEL MONEO

Bueno, tratando de contestar a la pregunta que me has hecho, yo querría pensar que lo que ha sido el desarrollo de Madrid sí nos dice algo, porque, curiosamente, algunas de las cosas más importantes que ocurren, el crecimiento de la ciudad sobre lo ya hecho, se van a hacer sobre cosas que se han fraguado seis o siete años antes. Por ejemplo, el concurso para proponer qué hacer con el desplazamiento del hipódromo, que da lugar a otra de las obras de arquitectura más hermosas de Madrid, es el que da comienzo a la Castellana. El nuevo gobierno, el franquismo, se encuentra con que tiene que hacer algo con los nuevos ministerios.

Del mismo modo que en el siglo XVI quien llegase a Roma se encontraba con la catedral de San Pedro como obra inacabada, la obra pública inacabada de Madrid en aquellos días eran los nuevos ministerios. Y esa va a ser una de las directrices de crecimiento, digamos, no explorada hasta entonces, que va a ser el que abra esa vía hacia el norte de la ciudad. Curiosamente, y si pensásemos en algunas de las arterias de la ciudad como lo que nos permite establecer una lectura de cómo la percibimos, ese eje hacia el norte era uno de los ejes de coordenadas para leer la ciudad.

Pero el otro era la Gran Vía, apenas se había alterado. Ninguno de los grandes edificios de la Gran Vía, que entonces eran desde el Capitol al Palacio de la Prensa o al Callao, o donde estaba el edificio de Anasagasti, ninguno de esos edificios están dañados. Es la misma Gran Vía que habían visto los escritores que habían acudido a Madrid para contar algo de la guerra. La ciudad, curiosamente, se construye sobre un telar ininterrumpido, la que se va a construir a partir de los años del 39, eso nos hace ver que verdaderamente es difícil que olvidemos lo que hemos sido, la ciudad no ha podido cambiar tan rápidamente.

Tendríamos que entrar más en detalle en ver cómo se producen esos cambios. Me parece que, por otro lado, ya por entrar con asuntos de más actualidad, el personaje se encuentra con el Palace, y el Palace era casi lo más importante que ocurría en Madrid para la vida social, el Palace soportando también la vida pública, era la extensión natural de lo que era la Cámara de Diputados y la vida se hacía allí, todo, desde las presentaciones de sociedad, las bodas, los bailes, pero eso pasaba antes de la guerra también, la vida social en los tiempos de la República se hacía también en el Palace. 

Madrid todavía era una ciudad, digamos, donde cabía encontrarse a la gente con la que se quería uno ver. En este momento no hay un hotel en Madrid, hay muchos hoteles. En 1945 seguramente el embajador envía a este señor que era de América al único hotel al que puede verdaderamente, no ya por problemas de confort, sino por problemas del significado social que tenía.

Todavía el millón de habitantes que tenía Madrid permitía una proximidad a quienes vivían en ella que hoy está perdida. Hoy sería imposible. El Ritz es otra cosa, aunque estuviera también construido en el año 45, tenía otro carácter completamente… El Palace era el auténtico, digamos, hotel de todo. Hoy no puede ser eso, el Ritz tiene otro carácter, los hoteles nuevos que se han pretendido tienen otro carácter, los cientos de hoteles nos hablan de una ciudad que muy difícilmente puede pretender esa sensación que querían los clásicos griegos de la ciudad, en la que las gentes no eran inalcanzables.

MAITE RICO

Voy a empezar con dos tópicos y a ver si estáis de acuerdo. Uno, Madrid no es una ciudad bonita y dos, Madrid es un poblachón y no ha perdido ese carácter o mantiene ese carácter.

ANDRÉS TRAPIELLO

Bueno, hay un proyecto en Madrid. Los ediles, los políticos que gobiernan Madrid, están encantados porque Madrid en este momento es una criatura muy preciada, codiciada internacionalmente, está de moda. Pero yo entiendo que a Madrid hay que dejarla como está. La gente llega aquí y se va a encantar porque viene con poquísimas expectativas. Entonces, es un poco como uno de los personajes de La noche de los cuatro caminos, que figuraba en todas las relaciones de la policía como una chica muy fea. Todo el mundo, en las torturas, etc., cuando hablaban de ella, que era la que llevaba las armas, la describían pequeña, con gafas y tal, y en todas las descripciones decían que era muy fea. Cuando la detienen, el policía que la interroga lo primero que le dice es: hija, pues no eres tan fea. Con Madrid pasa un poco parecido, que llega con una fama de que es muy fea, y cuando llega aquí la gente dice: Oye, pues es que Madrid tiene muchas cosas que están muy bien. Mantener el pequeño secreto de Madrid y no mejorarlo me parece que está bastante bien.

Luego tengo una teoría con la que no sé si Rafael estará de acuerdo. Creo que casi todas las cosas, pasados trescientos años, se ponen bonitas. Casi todos los edificios. O sea, es cuestión de tiempo. Nosotros no lo vamos a ver, y es duro reconocer que algún día la Catedral de la Almudena será bonita, pero es probable que pase, ¿no?

RAFAEL MONEO

Bueno, yo primero creo que se equivoca quien piensa que Madrid es una ciudad sin carácter, y que es un poblachón. Es cierto que el origen de Madrid no ha tenido esa claridad en la impronta física que verdaderamente establece algún accidente geográfico o alguna razón imperiosa que justifique que la ciudad esté allí. Hay una cierta justificación de ocupar esta meseta y dejar que el río Manzanares vaya por debajo en razón de lo que puede ser una visión en continua guerra o en continua inquietud, en continuo movimiento de las gentes que viven en la visita, pero nada más.

En sus orígenes fue un pequeño asentamiento rural, que, en su modestia, tuvo que ser extraordinariamente racional en el uso de la topografía. El atractivo es verla como una ciudad que ha hecho uso de su topografía inteligentemente, muy desde el comienzo, muy desde ese punto de origen que puede ser el Alcázar o que puedan ser todas esas calles que van abriéndose buscando, en realidad, los otros pueblos vecinos, sea Vallecas, sea Hortaleza, sea Fuencarral, sea Alcalá, todavía las calles están nombradas. Todo lo que yo estoy diciendo ahora lo ha dicho de una manera hermosísima don Fernando Chueca, y debo darle el don, en un libro titulado El semblante de Madrid. O sea, esta insistencia en reconocer que sirviendo a la geografía, sirviendo a esa topografía, se construye la ciudad.

En ese sentido, es un modo muy diverso a Barcelona. Barcelona tiene un ensanche en el que alguien propone cómo ocupar de una manera indiscriminada el plano, pero Madrid tiene como alternativa la ciudad lineal de Arturo Soria, que en cierto modo es una idea de ciudad más genérica y que dice que las calles hay que llevarlas por donde se deben en razón de su geografía y se convierte en algo inteligible por los demás. Hasta los urbanistas rusos de la Revolución utilizan la idea de la ciudad lineal como la idea más lógica.

Ahora me he distraído con respecto a lo que quería decir de la topografía. O sea, esa topografía madrileña que lleva verdaderamente desde el Palacio Oriente, o desde el Alcázar, se llega a la Castellana y la ciudad entonces encuentra su razón de ser durante un tiempo en la Castellana, incluso con sus ensanches, con los ensanches de Argüelles o del barrio de Salamanca, y que más tarde se redondee con lo que es el río, el Manzanares por un lado y el Abroñigal por otro. La ciudad en ese sentido ha sido muy coherente.

Madrid nunca ha hecho el esfuerzo de una obra de movimiento de tierras o de una obra de infraestructura tan colosal que verdaderamente se convierta en la imagen de la ciudad. Nunca hemos hecho una avenida como la de los Campos Elíseos o nunca cuentas con un edificio como los sustantivos edificios romanos, sean los antiguos teatros y anfiteatros, o el Vaticano. Quien haga su historia tiene que ver cómo se instaló en esa plataforma entre el Manzanares, entre el Alcázar y la Castellana, cómo se instalaron los conventos y cómo esos conventos fueron luego dejando lugar a que se pensase en cómo articular toda aquella magma construida. Pero por eso yo no diría que es una ciudad falta de una idea clara de cómo desarrollarse.

Una visión cinematográfica

MAITE RICO

Jonás, justamente ese Madrid originario, el Alcázar, las Vistillas, es tu Madrid, es tu ámbito, Lavapiés, Latina. Tú has dicho que has querido mostrar Madrid como una ciudad cinematográfica.

JONÁS TRUEBA

Yo aquí me siento muy pequeño hablando entre estas dos personas a las que admiro un montón. Y por decir algo en ese sentido, me ha gustado mucho escuchar a Rafael, porque no es habitual escuchar un elogio de Madrid en general y también de pensamiento, de cómo la ciudad se ha hecho y se ha pensado. Cinematográficamente, creo que hubo un cine español, tanto antes de la Guerra Civil como después de la Guerra Civil, en la posguerra, que retrató muy bien la ciudad. Muchas veces te diría que casi lo mejor que tiene ese cine es el registro que nos dejan de la ciudad, más que la historia que cuenta, la narrativa, o las interpretaciones.

Viendo las películas, desde las de Benito Perojo hasta las de Edgar Neville o Fernando Fernán Gómez, y luego más allá, muchos cineastas hicieron retratos muy interesantes de la ciudad. Creo que luego eso se perdió, o por lo menos tenía esa conciencia cuando yo era adolescente, cuando era joven e iba mucho al cine, en los años noventa, y sentía todo el rato que el cine había dado la espalda a esa especie de registro de la ciudad, de retrato, en particular de Madrid pero diría de España en general. Había un complejo típico español, también madrileño quizá: esta cosa como de que no parezca España, o que no parezca Madrid. Yo sentía mucho eso en el cine español, me daba un poco de rabia, hasta que llegaron películas tipo El día de la Bestia, por ejemplo, muy icónica en ese sentido de retratar la ciudad, desde una perspectiva muy del humor, fantasiosa, pero bueno, por lo menos estaba ahí. De pronto reconocías los sitios, reconocías edificios, reconocías avenidas, y yo eso lo agradecía mucho, pero sentía que no era habitual, que había un intento de que parecieran ciudades americanas o industriales, estaba todo muy desnaturalizado. Creo que eso ya no pasa, que hemos vuelto en mi generación un poco a sentir la necesidad de reivindicar o retratar la ciudad con lo que nos parece bonito y lo que no.

Esta trilogía que ha hecho Andrés sobre Madrid para mí ha sido uno de los placeres más grandes de estos años como lector. En el que sería el primero de esta trilogía, Madrid, yo creo que dices en el apartado del cine que la cámara quiere a la ciudad. Es de las cosas donde cuando lo lees dices, “jo, yo no lo sé”. Cada vez que hemos intentado filmar la ciudad, y yo me he limitado a filmar un trocito de la ciudad muy pequeño, que es verdad que es ese Madrid originario, donde están los primeros asentamientos, los primeros barrios, los más antiguos, en ese entorno del viaducto de Segovia, las primeras poblaciones al parecer estaban allí, yo me he centrado en eso. Así como Andrés ha hecho un libro monumental donde es capaz de meter todos los Madriles en ese, y por supuesto en los dos libros que han venido después, y en Me piden que regrese hay muchas capas de la ciudad, yo digamos que me he concentrado en una muy chiquitita, que es la que he ido conociendo mejor, que es la que habito, y ya de por sí me parece difícil de retratar. Claro, ahí no está tanto esto que decía Rafael, la Castellana, las líneas y todo eso, yo siempre he sentido que el Madrid que yo retrato no tiene líneas rectas.

MAITE RICO

Tiene rincones.

JONÁS TRUEBA

Claro, es muy sinuoso, muy azaroso, está muy bien para pasear, para perderse, para la deriva, pero eso también a nivel cinematográfico es complicado, a veces cuando no encuentras incluso espacio para encuadrar la cámara, a veces esa especie de ciudad que tenemos un poco así destartalada, como describe Andrés muchas veces. Tiene pasajes muy bonitos, donde habla de cómo Madrid se parece a una estantería de libros como de colores diferentes y de tamaños distintos. Hay algo ahí, no hay una armonía muy clara, y eso digamos que puede ser una dificultad a la hora de pensar el encuadre, por ejemplo, de cómo cuentas la peli. Pero volviendo un poco a esos mismos barrios, he releído los diarios que has citado antes de Rafael Cansinos Assens, que descubrí por Andrés precisamente. Son el primer tomo que ha salido, que es el de 1943, me impresionó mucho cuando lo leí. Claro, Cansinos Assens retrata ahí un Madrid totalmente vaciado, deprimido, esto lo recoge muy bien luego Andrés Trapiello en Me piden que regrese. Ese Madrid, el de la posguerra inmediata, está también en una película de Edgar Neville, que es uno de los directores que yo más admiro, uno de los que me parece que mejor han retratado Madrid. Tiene muchas películas buenísimas, hechas sobre todo casi después de la guerra, que tiene mucho mérito. Hay una por ejemplo, La torre de los siete jorobados, filmada prácticamente en ese año, en el 43, 44, y en esos barrios que yo filmo hoy. Un poco respondiendo a la pregunta que hacías antes a Rafael, es una ciudad totalmente devastada, donde las casas están caídas, están destruidas. Se ve la Plaza de la Paja, por ejemplo, y todos los alrededores totalmente llenos de metralla, e impresiona mucho que ahí se estuviera ya haciendo una película, que la vida un poco se retomase así. Hace una semana o dos han salido unos archivos nuevos americanos de imágenes de la guerra, de la Universidad de UCLA, que son imágenes que vinieron a filmar los americanos por encargo del magnate Hearst, y que ahora se han restaurado y recuperado, y ves la devastación que hay en todo el centro, Ciudad Universitaria, Estación del Norte, Príncipe Pío, todo eso, y realmente es que se nos olvida, vivimos en una ciudad maravillosa, por otra parte, que vamos pisando hoy, viniendo hacia aquí, y decía: es que hace no tanto, la vida era muy diferente.

Continuidades

ANDRÉS TRAPIELLO

Rafael ha planteado una cosa muy importante. Las ciudades se construyen sobre cosas que hay antes. Por tanto, hay una cierta continuidad. Cuando habla del Palace, se refiere a que la vida en el Palace, en el año 45, sigue la vida del año 35 y siguientes, es decir, es la misma. Madrid es una ciudad que tiene una cerca que la angostaba mucho hasta 1860-61, que hizo algo que caracteriza solamente a Madrid, y es que obligó a todas las clases sociales a convivir, de modo que no era en absoluto raro que un palacio aristocrático, en la planta baja, tuviera un comercio, que podía ser de todo tipo, desde una ferretería o un comercio fino de paños. En la planta principal vivían los dueños del palacio, es decir, los aristócratas, en la planta segunda vivían funcionarios cualificados, en la planta tercera menos cualificados, y en la planta de arriba vivían los menestrales o los comerciantes.

MAITE RICO

Había una estratificación social dentro del propio edificio.

ANDRÉS TRAPIELLO

Pero en el edificio convivían todos juntos. Cuando la cerca, después de la Revolución del 68, se rompe, el carácter de la ciudad se mantiene, es decir, en Madrid la mezcla social es muy fuerte, y eso en la novela sí lo he querido respetar, donde el aristócrata puede estar en una taberna, comiendo o tomando unos vinos, o cenando con gentes que son populares o que son empleados. Este carácter es importante, no solamente se construye sobre lo que está derruido, y la continuidad social es evidente, sino que la continuidad personal continúa. Cuando me ha tocado hablar de esta novela, me he referido siempre al verso desafortunado de Dámaso Alonso, cuando decía que Madrid es una ciudad de un millón de cadáveres. Esto es una hipérbole inadmisible, porque primero Madrid era una ciudad de un millón de habitantes, de los cuales 500.000 estaban encantados con haber ganado la guerra, sin lugar a dudas. Son los que aparecen en el Palace, en esas fiestas. Y entre los 500.000 que la habían perdido había como poco 400.000 que habían decidido pasar página, y por tanto iban a quermeses, se divertían, salían adelante. Cansinos, en uno de estos diarios, recuerdo que dice, bueno, es que el problema de lo que está sucediendo en España ahora, en la posguerra, es que los que ganaron la guerra viven solo un poquito mejor que los que la perdieron: es decir, está diciendo que todos lo están pasando bastante mal.

Esto es importante subrayarlo: de esos 500.000 que han perdido la guerra, 400.000 tiran hacia adelante, el cine es importante en la ciudad, las diversiones, los toros, el fútbol, las quermeses y verbenas. Y luego, en efecto, hay 100.000 personas que están realmente machacadas por el régimen, o bien porque siguen organizados políticamente, porque piensan –que es el momento histórico que recoge la novela– que las divisiones de Leclerc y los americanos van a acabar con el régimen, y entonces tienen esa esperanza, y activamente intentan dar un simulacro de guerra civil en España, que no ocurre, y por eso, cuando asesinan a los dos falangistas de Cuatro Caminos, Franco monta la mayor manifestación política que había conocido la ciudad hasta ese momento.

Pero lo importante, desde el punto de vista de la novela, o lo que a mí me ha importado de la novela, es que se contemplara la complejidad de todo, es decir, las cosas no son blancas o negras, buenos o malos, perversos y angélicos, sino que hay que mirar. Y además, a menudo, las propias personas sufren contradicciones: los dos protagonistas, uno es aristócrata y el otro es hijo de una gitana. Una es de derechas y el otro se supone que es de izquierdas, pero resulta que ni a una ni al otro sus propias clases sociales y sus propias ideologías les van a amparar, y digamos que eso es de lo que se trataba en este asunto, es decir, de recoger la complejidad de Madrid, de Madrid como una ciudad que es compleja, o sea, que no es una ciudad sencilla ni cuadriculada, sino que es una ciudad orgánica a la que se le podría aplicar el aforismo aquel tan bonito de Juan Ramón, que decía “perfecto e imperfecto, completo”.

Es decir, Madrid es una ciudad completa, lo tiene todo, o sea, tiene lo que está a medio conseguir, lo que está conseguido y lo que no se ha conseguido, y eso convive de una manera, a mi modo de ver, muy armónica, que es lo que la hace atractiva a la gente que viene de fuera, es decir, que ve una cierta armonía muy cercana.

RAFAEL MONEO

Bueno, enlazando dos cosas distintas, por una parte, desde los ojos del cineasta, nos decía que él ve muchos planos múltiples. Madrid se resiste a la visión perspectiva. Todo entra rápidamente en la geometría de lo oblicuo. Volviendo al libro de Chueca, que da tanta importancia a los bivios, a las esquinas, y que efectivamente a principios del siglo XX y fin del XIX los arquitectos también descubren. Si piensas en cuál es la imagen que tú tienes de la ciudad, la que yo tengo por lo menos viniendo de los altos de Serrano, de los altos del hipódromo, a Madrid, diría que me he encontrando con una arquitectura en la que proliferan esas torretas que se han popularizado desde las manos de un arquitecto como Palacios, que sin querer parece que abre carta de naturaleza para que todo edificio que pretenda distinguirse en Madrid termine en una de esas rotondas altas tantas veces tan disparatadas. Eso es lo que se encuentra cuando desde Serrano uno llega a la vaguada y empieza a ver todas las torretas. Pero esa falta de visión perspectiva también da lugar a que Madrid no es una ciudad para desfiles militares. La hermosura de la Castellana está precisamente en esa condición tortuosa y cambiante. Otro tanto ocurre con la Gran Vía.

La Gran Vía de Antonio López no hubiera podido pintarse si la visión hubiera sido una visión exclusivamente lineal. No hago sino volver a lo que decía, esa política de relación de lo construido con la arquitectura misma o con la ciudad misma.

Respecto a lo que está diciendo ahora Andrés, no sé si hubiera que hacer una visión un poco más estructuralista, porque efectivamente la cultura de las ciudades ha llevado a que estuvieran amuralladas. Cuando las murallas, por razón de nuevos modos de ataque, se vuelven inútiles, todas las ciudades se esfuerzan en desmontarlas. 

Madrid no ha tenido murallas nunca. Ha tenido rondas de fielatos siguiendo un poco a París, que lo hizo treinta o cuarenta años antes, las puertas jalonando todo París. Todavía me parece una iniciativa de los Borbones. Cuando realmente la ciudad está constreñida por la falta de superficie, esa cohabitación en distintas alturas lleva a que ocurra lo que ha dicho Andrés: el caso extremo es el Palacio Real. Me sorprendí mucho leyendo en La de Bringas cómo Galdós explica la forma de vivir.

Claro, si desde el propio Palacio Real están ya dispuestos a repetir lo que ves en las casas del barrio de Salamanca, que las primeras tienen 4,50 de altura en la primera planta, las otras tienen 3,60, y las últimas 2,40… Pero esto no sé si ese es un argumento para explicar la sociabilidad de los madrileños. No sé si discutir o disentir es buena o mala cosa para una conversación como esta. 

ANDRÉS TRAPIELLO

Creo que es Fernando Chueca el que en El semblante de Madrid habla de esos bivios que dices, alude a que Madrid está construido con calles que se van, digamos, separando, dividiendo, que dan origen a una esquina. La otra característica que menciona de la sociabilidad son los balcones. Lo que caracteriza a Madrid son los balcones. Y la vida de los balcones favorece la sociabilidad porque la gente vive hacia fuera.

MAITE RICO

Balcones que se estaban suprimiendo y a los que la pandemia dio el valor que tenían, porque si ves todos los edificios que hay ahora y son solo puras ventanas, que no tienen ningún acceso al exterior…

ANDRÉS TRAPIELLO

Bueno, todo Madrid… Los chisperos de Madrid son justamente los de las forjas, los que están haciendo balcones. Porque todo Madrid es una balconada.

Ortega tiene un ensayo muy bonito también sobre eso, sobre los majos de Madrid, porque entiende que hay un contacto de la maja con el guerrero, de la duquesa con la cantaora, etc. Y él cree que es porque la convivencia ha sido muy larga.

MAITE RICO

Por otro lado, también ha habido el crecimiento de Madrid ya posterior, a partir de los 50… Madrid creciendo a saltos a partir de asentamientos de la inmigración, asentamientos prácticamente de chabolas, y después con una construcción y una urbanización totalmente acelerada, sin ningún tipo de planificación, que es lo que ha dado lugar a todos los barrios que vemos ahora, no solamente en el cinturón de la periferia, en la propia ciudad. Ahí también hay un contraste muy evidente.

Ostentación, poder y belleza

ANDRÉS TRAPIELLO

Hasta ahora hemos hablado más de la idea más general y urbanística de la ciudad, pero de la arquitectura propiamente dicha, de lo que son las fachadas de las calles, no hemos dicho nada. Y, sin embargo, a mí me parece una ciudad muy hermosa en lo poco ostentosa que ha sido. Y es verdad que en eso se produjo un cambio muy grande después de la arquitectura de la Ilustración, de la arquitectura de Villanueva, que marca sustancialmente la arquitectura anónima de Madrid desde el siglo XIX, de uno u otro modo, introduciendo esa racionalidad respecto a la geografía de la que hemos estado hablando. Uno podría analizar lo que es la arquitectura de Madrid desde todo el XIX hasta llegar a mitad avanzada del XX, digamos, viéndola como esa capacidad de asomarse a la calle construyendo tan racionalmente los huecos. Es maravilloso cuando Villanueva se hace consciente de cuánta arquitectura se hace con eso y hace que los arquitectos le presten tanta atención en el XIX.

Pero desde 1850 hasta finales del XIX, uno se encuentra con una auténtica arquitectura en las pequeñas piezas que son los huecos. En ese aspecto, no sé, en un momento en que uno aprecia también ese respeto a los demás, desde el valor que vivir juntos tiene, esa condición no ostentosa y modesta de Madrid. En ese sentido, Madrid es una ciudad modesta.

A nadie se le ocurre construir una casa en un barrio del ensanche haciéndose ver mucho. Más bien al revés. Más bien, digamos, pasando de un modo, bueno, no digo tanto desapercibido, pero prestando sobre todo atención a esa solvencia en la buena construcción del plano vertical que es una fachada.

Claro, eso se puede mantener poco, porque ya desde mitad del siglo XX los nuevos sistemas constructivos llevan a otro tipo de cosas y la ciudad se convierte en algo distinto. Pero la ciudad antigua madrileña, en su encomiable, modesta y sin embargo envidiable racionalidad, es una ciudad muy hermosa.

MAITE RICO

Quería volver un momentito al Paseo de la Castellana, al eje Prado-Castellana, porque ahí es donde se concentra la mayor parte de la obra que usted ha hecho en Madrid. Atocha, como señalaba Andrés, la ampliación del Prado, la transformación del Palacio de Villanueva en el Museo Thyssen, la ampliación del Banco de España, el edificio Bankinter. ¿Puede decirse que este eje es el eje del escaparate del poderío en Madrid? A pesar de que es una ciudad, como decía, modesta, tenemos el poder financiero, el arte, el Bernabéu.

RAFAEL MONEO

Hablando de ciudades, indudablemente el poder encuentra su lugar, pero también me parece que en el caso de Madrid, si el eje que utiliza el poder es el de la Castellana, es una suerte también que se convierta en un eje forzosamente transitable, porque el que el centro de la ciudad se rescate y sea accesible a gente que vive en condiciones más modestas, también en las periferias, es una gran cosa. Es una buena cosa para Madrid que algunos de los edificios más importantes de la ciudad se estén produciendo en esa auténtica espina dorsal que aún cobra más fuerza al dejar también situadas las dos estaciones de ferrocarril. En estos momentos diríamos que casi se ha producido una selección natural con respecto a las estaciones que tenía Madrid y al final las ha dejado localizadas en puntos tan racionales que permiten cubrir el el norte-sur y servir a todo.

Con respecto a lo que has dicho, salvo Bankinter, donde a lo mejor hay una propuesta que puedo juzgar más personal, el resto de mi trabajo en la Castellana ha sido, sobre todo, atendiendo a prolongar la vida de los edificios que ya estaban: sea el Banco Español, obviamente, o Thyssen, o la estación de Atocha, donde en realidad difícilmente se puede ver como un trabajo personal. Se puede hablar como alguien que verdaderamente ayuda a que la inmanencia del crecimiento latente en la relación entre ciudad y estación se vaya produciendo.

MAITE RICO

Fuera del eje hizo también el Hospital de Maternidad de O’Donnell.

RAFAEL MONEO

Bueno, la maternidad es un verso suelto.

MAITE RICO

Es un verso suelto, sí, pero estupendo. Y luego los bloques de viviendas en Paseo de La Habana, que son preciosos.

RAFAEL MONEO

Yo no he tenido la suerte de hacer mucha vivienda en Madrid. Alguna de las pocas casas unifamiliares que he hecho ha tenido la desgracia de derruirse en La Moraleja para hacer más apartamentos. Cuando alguien me pregunta qué me hubiera apetecido hacer, si hubiera tenido ocasión de hacer algo más, sería eso. Ahora a lo mejor me toca hacer algo lejos.

Los cambios del Madrid actual

MAITE RICO

Quiero hablar un poco de los cambios que está experimentando Madrid a partir de los lugares que mejor conocéis, los que más transitáis. En el caso de Lavapiés, Latina, El Rastro… Madrid ha tenido una afluencia enorme de migración desde los años 60 hasta el punto de ser, como decían, una ciudad de aluvión. Y ahora hay una nueva oleada de inmigración extranjera, unos barrios se están gentrificando. En el caso, Jonás, por ejemplo, de tu zona, de tu Madrid, que es un Madrid esencialmente castizo. ¿Se puede seguir hablando de casticismo?

JONÁS TRUEBA

Yo creo que sí, porque es verdad que hay toda esta cuestión ahora del turismo un poco exacerbado, de los alquileres turísticos, que es un tema que afecta mucho a esas zonas. Justo en los meses pasados he estado desarrollando un proyecto, que es una película que sería un retrato de barrio muy chiquito, que ni siquiera es Latina, es Las Vistillas. Que ni siquiera se sabe muy bien qué es Las Vistillas, porque quizás solo es el mirador… 

MAITE RICO

La terraza.

JONÁS TRUEBA

Claro, pero yo quiero pensar que no, que hay como una esencia que prolonga ese mirador, por arriba, por abajo, por uno y por otro lado. Y que ahí sí, todavía, quizá porque está más abajo, es justo el final del centro. De hecho, acaba con ese mirador, ahí acaba el centro, y a partir de ahí empiezan a extenderse la periferia, el extrarradio. Y sí que notaba, estábamos allí escribiendo, pensando la película y todo el rato estás viendo pasar tuk-tuks.

MAITE RICO

Tuk-tuks que se están expandiendo por todo el barrio.

JONÁS TRUEBA

Lo primero que te sale es criticarlo mucho, te molesta, yo además vivo ahí en Puerta de Toledo, y luego empiezas una reflexión: bueno, también tú te has puesto aquí, o sea, ¿de quién es esto? Empiezas casi a pensar…

MAITE RICO

Pero los nuevos vecindarios, la afluencia de llegada, de gente de fuera, ¿se integra bien?

JONÁS TRUEBA

Queda gente del barrio de toda la vida y los que hemos ido llegando después y los que vienen después. Hay que entender las ciudades: a veces uno tiene un narcisismo que consiste en olvidar que también ha llegado y ha podido molestar al que estaba antes, y que en general las ciudades se transforman todo el rato. Es verdad que a lo mejor ahora hay una rapidez en eso que nos tiene desconcertados y preocupados, porque efectivamente ves de pronto esta homogeneización, ves  cómo se pierden ciertas tabernas o espacios que retienen algo, una esencia, y de pronto cuando cierran algunos de estos sitios y te abren otro que es igual a otros, o un bar como imitativo, como de franquicia, a mí me genera mucha congoja. Tengo que convivir con eso todo el rato, pero también intento no volverme loco y confío en que los políticos pongan un poco de remedio ahí, un poco de contención. Y luego a la vez siempre pienso que lo que tiene al final Madrid es que la esencia está en otra parte. 

Hay esta frase también a la que yo llegué un poco por Andrés, del pintor Ramón Gaya, que era de Murcia pero vino a Madrid y dijo esa frase tan bonita de que la esencia de Madrid es el aire. Y hay una gran verdad en eso, y sobre todo si pensamos en esa zona de las Vistillas, donde más se percibe esa esencia del aire. Quizá es el aire velazqueño, donde está la luz, están ahí los atardeceres del oeste, del suroeste, y eso nunca va a variar, y hay algo ahí como intangible que es muchas veces lo más esencial. Yo por ejemplo en las películas pienso que me concentro más en intentar capturar esa esencia de la luz y del aire a veces que ninguna otra cosa.

El Rastro

MAITE RICO

Hay una frase muy bonita de Rafael que viene un poco al hilo en este caso, que es sobre la desaparición de la ciudad como lugar de oficios y de vocaciones. Enlaza lo que estabas diciendo, la ciudad en la que había carpinteros, tapiceros, ferreteros. Rafael dice: así se explica lo bien que nos sentimos en las ciudades viejas, que guardan la memoria de una ciudad como arca de noé de las profesiones.

Desgraciadamente la ciudad a menudo hoy hay que verla como simple parque temático. ¿Está pasando esto en Madrid, las desapariciones de los oficios? ¿Puede correr el riesgo de convertirse Madrid en parque temático o siempre, por lo menos en la parte antigua, se va a conservar?

ANDRÉS TRAPIELLO

El Madrid quizás que conserva un mayor carácter es el del Rastro, justamente porque es un Madrid muy pobre, la pobreza preserva siempre, y los constructores llevan ya muchísimos años intentando seducir a los alcaldes para entrar ahí con los bulldozers, tirar absolutamente todo desde el mercado de Toledo a todo lo demás para construir. Tú, Jonás, has aludido a una imagen del libro de Madrid, porque yo cuando estaba escribiendo ese libro, claro, hice mil paseos por Madrid, y me di cuenta de que había algo muy bonito en la ciudad, y era que hay muchos edificios mezclados. Hay edificios, hay muy pocos ya, quedan muy pocos del siglo XVI, hay algunos más del XVII, hay otros pocos más del XVIII, muchos del XIX y muchísimos del XX. 

Todos mezclados, y tenía un poco la imagen de que Madrid era como una inmensa biblioteca donde cada edificio era un tomo, que lo clave del tomo, siendo muy importante, no eran tanto la encuadernación o la época, sino lo que había dentro, lo que está escrito dentro de ese. Estoy de acuerdo con lo que dice Rafael, el encanto de Madrid proviene en parte de su humildad y de su sencillez. Ese carácter rural no lo ha perdido nunca.

En el Madrid de los años cuarenta, cuarenta y cinco, ese que tú decías, el Madrid moderno de los nuevos ministerios, donde hoy está el Corte Inglés, era un campo de fútbol de tierra popular, todas las casas del barrio de Cuatro Caminos que dan ahí, eran casas que hoy se llamaban molineras, pequeñas, de uno o de dos pisos, donde había gallinas… Bueno, en el centro de Madrid pasaba lo mismo, es decir, que las casas más modestas normalmente son las que primero se tiran, las que primero se derruyen y se sustituyen por otras, por segundas ediciones o terceras ediciones. Los bibliófilos sólo querrían ciudades con primeras ediciones, pero eso a veces no es posible.

Y es bonito que el contenido sea el que es y el lado humano que tiene Madrid es porque entiendes que en cada una de esas casas hay unas vidas y que todas están hechas con un propósito. Nadie quiere hacer una casa fea. Yo no soy tan hiperbólico como nuestro amigo Félix de Azúa que dice que si vives en una casa hecha por el fascio, malo, porque se te va a contagiar algo.

Yo no soy tan radical, pero ni siquiera las casas feas contagian su fealdad porque nadie quiere hacer una casa fea. Todo el mundo tiene una idea más o menos agradable de dónde quiere vivir. Nadie quiere vivir en una zahurda, en una pocilga o en un desván.

Todo el mundo intenta transmitir un poco de belleza a aquello donde vive. Y hay que entender, o yo así lo veo, el lado galdosiano que tiene todo esto. Y esto es lo que me conmueve, que voy por Madrid y digo: bueno, no es una casa especialmente afortunada o especialmente bonita desde nuestro punto de vista, pero sé que hay ahí dentro unas vidas humanas que la embellecen en algo y hace que yo con Madrid especialmente sea más misericordioso que con ninguna otra ciudad.

Más incluso que con las ciudades monumentales. Es decir, esas ciudades como Sevilla, donde todo es una primera edición, donde todo está tan bien conservado. U otras ciudades, ya por no hablar de Santiago de Compostela, que han conservado o han sabido detener el tiempo.

En Madrid el tiempo ha ido un poco a trancas y barrancas, conservando unas cosas, otras las ha tirado desgraciadamente, pero las sustituyen mejor o peor y todo esto se acaba armonizando. Se acaba armonizando, entiendo, por las vidas que llevan dentro y eso hace que las mire con enorme simpatía y un amor infinito, que es el que yo siento por esta ciudad.

MAITE RICO

¿Cómo ha cambiado el Rastro? Bueno, desde que lo conoces, que es desde siempre.

ANDRÉS TRAPIELLO

Sí, el Rastro es muy gracioso, porque el otro día que llovía, en otros sitios donde se cobija la gente, cuando llueve en el Rastro de Madrid no hay Rastro. Todo es a la intemperie o la mayor parte. Y nos juntamos unos cuantos rastreros y almonedistas y empezamos a hacer el memento mori del Rastro y entonces decían: el Rastro ya no es lo que era, el rastro ha cambiado mucho. Esto es una cantinela que yo llevo escuchando cincuenta años.

El Rastro es lo que es, y siempre será así, a no ser que se lo carguen. Querían llevarlo a Matadero primero, lo querían llevar a la Avenida de Barcelona. Siempre ha habido propuestas un poco disparatadas. Pero lo bonito del rastro es que si todo lo que tienes es pobre, es muy difícil ir a peor. Entonces, se conserva por sí mismo, esa especie de cochambre. Ramón Gómez de la Serna decía que al rastro llegaban por oleadas las cosas, el rastro en los años de la desamortización se llenó de crucifijos, se llenó de cosas de los conventos, de cosas de altar, de cuadros de altar, cuando desmontaron los cementerios de Madrid se llenaron de lápidas. ¿Os acordáis de la película de La colmena de Cela donde están los veladores del café que toca por debajo y ve que es una lápida y que están viviendo en una especie de necrópolis? Hace unos años los muebles racionalistas en el rastro no valían nada porque la gente los desechaba y ahora están cotizados y buscados como vintage.

Es decir, que la propia vida se va encargando por un lado de acabar con cosas y por otro lado de resucitarlas. Eso es lo más bonito que tiene el Rastro para mí.

MAITE RICO

¿Pero nos puedes decir algo a propósito del cambio operado en el tipo de objetos que llegan al Rastro? ¿O siguen siendo los mismos?

ANDRÉS TRAPIELLO

Hace unos años era muy frecuente encontrar sillones de barbero, por ejemplo, porque las barberías cerraban y entonces te encontrabas con el mamotreto.

Luego hubo una época en la que era muy frecuente encontrar máquinas de esas de los bares de tragaperras, los timbales. Pero luego hay otras cosas eternas.

Yo cuento siempre el efecto de mi hijo Guillermo, el pequeño, que ahora es arquitecto, que le gustaban mucho las espadas. Quería floretes y yo no quería que se comprara ninguna espada porque se podía hacer daño, etc. Y me pasé como cinco años diciéndole que en el rastro no había espadas.

Cuando ya tuvo un poco de uso de razón, me pidió venir conmigo por primera vez al rastro. Entonces, nada más llegar al rastro, lo primero que vimos fue una espada. Y entonces le dije: ¡Uy, qué sorpresa!

Dije: no, mira, a este le falta uno de los dos gavilanes que tiene la espada. Bueno, ese día vio cinco espadas. Con lo cual me demostró que solo vemos aquello que ya llevábamos de dentro.

Como una frase de Franz Hessel que yo puse al frente del libro de El Rastro: solo vemos lo que nos mira realmente. 

El Madrid de los 50

RAFAEL MONEO

Te quería preguntar por el Retiro. Uno de los lugares donde el que viene de fuera más se encuentra Madrid.

ANDRÉS TRAPIELLO

Sí, en la novela sale porque sale el cameo de Don Pío Baroja. Yo tengo la foto de Müller, dedicada por cierto, por Baroja a Müller. Sí, el Retiro de Madrid es maravilloso. Pero bueno, yo ahora quiero preguntarte, Rafael, por el Madrid de los años cincuenta. ¿Era una ciudad tan sombría como decían o como hemos leído, o era una ciudad luminosa? ¿Cómo era el Madrid ese? 

RAFAEL MONEO

Yo creo que la vida sigue, a pesar de lo que crean, de lo que nos creemos. A veces, parece como si realmente los que han vivido en años tan sombríos no hubieran tenido ocasión de disfrutar de las mismas cosas que al resto de los mortales nos parecen valiosas y de interés.

Yo creo que en esos momentos más atroces, incluso en países en los que uno no querría vivir, hay maneras de sobrevivir. Es el caso del Madrid del 45. Pensando hoy en la arquitectura en el 45, yo creo que estaba a punto de disolverse ya la idea de una arquitectura próxima a la arquitectura antigua, escurialense, digamos. Todo el mundo sabe que el Ministerio del Aire seguramente si hubiera dado tiempo no se hubiera construido en ese estilo ni le hubiera interesado ni siquiera al franquismo construirlo en ese estilo. Sin embargo, en el año 45, un arquitecto tan importante, nos guste o no, para explicar la arquitectura madrileña de los 50 y 60, como Gutiérrez Soto, construye casas que te hacen pensar que allí la vida no podía ser tan mala. Si uno considera la casa que seguramente construyeron para que don Gregorio Marañón viviese en ella, es un proyecto del año 45.

La casa donde vive Gutiérrez Soto en la calle Padilla, próxima a la Fundación March, es también una casa del 45. Son casas en las que con un ojo medianamente atento también se descubren los pináculos herrerianos o se descubren muchos elementos, pero ya están pasando otras cosas. 

La primera cosa que le sorprende al personaje de Benjamin Smith es que encuentra vida en el Palace. No es lo que le han dicho. Son 26 millones de habitantes, no es que todas esas vidas sean borradas por un pasado que tienen que sufrir pero del que a lo mejor se sienten muy poco responsables. Y afortunadamente esa vida estaba allá con toda aquella gente que da lugar a los encuentros donde empieza la novela. 

ANDRÉS TRAPIELLO

¿Y tú llegaste a conocer el proyecto de Secundino Zuazo de transformación de la Puerta del Sol? 

RAFAEL MONEO

Sí. Zuazo subyace en el Madrid que emerge en los años cuarenta y cincuenta. Incluso desde el punto de vista oficial la figura de Suazo no desaparece, porque Suazo había dejado resuelto o sugerido lo que iba a ser la prolongación de la Castellana y en marcha los Nuevos Ministerios. La disposición de Nuevos Ministerios es mejor que su arquitectura. Nadie puede decir que sea una joya. Zuazo se marcha a Canarias, es expulsado, pero vuelve a Madrid en el año 43 o 44. Suazo construye esas torres en Cea Bermúdez, y pasa luego a ser promotor inmobiliario. No sé de dónde tiene los recursos suficientes, o si son amigos bilbaínos que le ayudan, pero pasa como digo a promover barrios en la periferia. Por eso no se puede hablar del Madrid de los años 40 y 50 sin aludir a Zuazo. Los proyectos de Zuazo de transformación del centro de Madrid son más discutibles. En ese aspecto no era una persona iluminada. Todavía había una visión… Si se hubieran hecho todos los desventramenti, por decirlo a la italiana, esas aperturas para la ciudad, seguramente no hubiera ido mejor. A veces las cosas no pasan tan mal como podrían haber pasado.

ANDRÉS TRAPIELLO

A mí me gusta mucho de Madrid que es muy difícil cargársela. Es verdad que se han cometido muchas tropelías, pero es una ciudad muy resistente.

MAITE RICO

¿Qué lugar dinamitaríais?

ANDRÉS TRAPIELLO

Yo soy poco de dinamitar.

MAITE RICO

Pues borrar.

ANDRÉS TRAPIELLO

A mí me gusta todo.

MAITE RICO

No, la Plaza de Castilla no te puede gustar.

ANDRÉS TRAPIELLO

Hombre, yo si me dejaran…

MAITE RICO

La Plaza de Castilla con las torres Kio y el bolígrafo de Calatrava no te puede gustar.

ANDRÉS TRAPIELLO

Yo voy poco por ese barrio pero en cambio atravieso todos los días o todas las semanas la Plaza de Colón y la mole esa no digo destruirla, pobre, pero que la desmonte y se la lleven un poco a las afueras, a un parque de atracciones.

MAITE RICO

Es una de las plazas mal resueltas.

ANDRÉS TRAPIELLO

Antes estaba la fábrica de la moneda, que tenía un aire metafísico con esas dos chimeneas enormes. Yo la llegué a conocer. Ya tiraron la de enfrente, donde están las dos torres de la Plaza de Colón, que intentaron arreglar con el “enchufe”, como lo llamaron popularmente. 

RAFAEL MONEO

Las puestas al día en manos de osados son peligrosísimas. Las torres de la Castellana y el monolito levantado delante son difíciles de calificar en términos estilísticos, pero responden a una inquietud deconstructiva, traída de las manos más tontas. Es un proyecto que está firmado por Philip Johnson… Otro tanto cabría decir de la Plaza de Colón. Había un edificio del XIX que habría armado ese espacio de la Castellana mucho más tranquilamente. Es difícil pensar que se rescate, teniendo en cuenta la situación del pensamiento y de la estética arquitectónica…  

MAITE RICO

¿Y tú, Jonás?

JONÁS TRUEBA

Yo no me atrevo a decir ningún lugar que dinamitaría, pero cuando salió la novela recuerdo muy vivamente estar leyéndola por las noches en la cama sin poder dejarla y le decía a mi pareja todo el rato: “Claro”, es una película. Es un tópico, pero realmente me asombró, se lo dije a Andrés, a través de mecanismos que son de la literatura, que son de la novela y  luego el cine ha copiado y ha hecho suyos y  de alguna manera él los retoma: estas cosas de saltos de tiempo de puntos de vista, personajes, el manejo que hace del tiempo y la atmósfera. Más allá de lo que cuentas, de lo que decías tú antes de novela de aventuras o de amor, es cómo captura la esencia de la ciudad a muchos niveles, es un tono que me pareció alucinante. Ojalá alguien la haga. Es que funciona ya como está escrita.

Lo peor, le dije, es que se necesita mucho dinero para reconstruir o sea para filmar una novela así. Pero, bueno, ahora a ver si Netflix o Bayona o alguien te la adapta…

ANDRÉS TRAPIELLO

Sí, me llamaste y me dijiste: Hay una película, pero es muy cara…. 


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