Sayak Valencia (México, 1980) es filósofa, escritora, performer y activista trans-feminista. Es profesora del Colegio de la Frontera Norte (Tijuana) y doctora en Filosofía, Teoría Crítica y Feminista por la Universidad Complutense de Madrid. Su libro Capitalismo gore (2010) –traducido al inglés, al alemán y ahora al coreano– plantea el funcionamiento del capitalismo neoliberal en su dimensión macabra, necropolítica, visible en la acción del crimen organizado, pero también en el aumento de los feminicidios y la espectacularización de la violencia. Según Valencia, somos testigos de la rentabilización del asesinato en su dimensión más cruel y sanguinaria, convertido en medio de enriquecimiento y en instrumento de dominio sobre la población.
Valencia ha publicado igualmente el volumen de poesía El reverso exacto del texto (2007) y la novela Adrift’s book (2011). Participó en la antología (h)amor1 (2022), una compilación de textos sobre las relaciones sexoafectivas que toca aristas no convencionales, como el poliamor. Por último, en Transfeminismos y políticas postmortem (Icaria, 2021) conversa con Sonia Herrera Sánchez sobre la propuesta transfeminista. Desde el año 2002 participa del colectivo La Línea Interdisciplinario.
El éxito de su conceptualización sobre el capitalismo gore, que incluye la idea del necropatriarcado como una herramienta de control sobre las mujeres, ha convertido a Valencia en una referencia ineludible dentro de los debates feministas en el mundo de las ciencias sociales y las humanidades.
El cuerpo protagoniza el feminismo con más resonancia mediática, centrado en el aborto, el feminicidio y el acoso. Te confiesas deudora de Marx, aunque consciente de su carga patriarcal y colonial en tanto “discurso blanco” (colonial, capitalista, androcéntrico). ¿Las feministas no deberíamos concederle más resonancia pública a la pobreza? ¿A puntos cruciales para las mujeres pobres, como la familia y la maternidad? ¿No le estamos dejando estos asuntos a la “derecha” mientras nos dividimos en torno, por ejemplo, al tema de las mujeres trans?
La familia nuclear como estructura viene de un gobierno de las emociones fundamentalista, propio de las religiones monoteístas; prefiero vínculos y asociaciones más libres –los parentescos fundados en el cuidado, por ejemplo– a la radioactiva familia heteropatriarcal basada en el poder vertical del padre. La crianza se fundaría en valores humanistas que no tienen que adaptarse a la lógica del Estado de Derecho, como ocurre con el matrimonio igualitario, una forma de sometimiento a la lógica heteronormativa pese a ser una demanda legítima. No todas queremos vivir de acuerdo a la noción de una vida buena preconizada por la derecha, pero no cabe duda que en el diseño de un camino ha sido más afirmativa: pareja, descendencia, seguridad económica, ocuparnos de nuestros propios asuntos; una vida garantizada y sin peligros, como de hecho se pretendió alcanzar a través del comunismo y la socialdemocracia en el siglo XX. La derecha confisca para sus intereses prácticas y valores de esta herencia. Igualmente, confisca la insistencia en el cuidado de los otros y la importancia del amor, entendido solamente en el contexto de la familia heterosexual y del amor romántico. Una buena vida podría significar un reto mucho mayor: volcarse a la comunidad, vivir para los demás, olvidarse de sí mismo.
Los patriarcados precoloniales y precapitalistas se sostenían en el comunitarismo.
Sí, pero la derecha se está apropiando de una idea de justicia social que no le pertenece: la renta básica universal o la defensa de los derechos de las mujeres. El feminismo transexclusionista, una forma de racismo, coincide con la derecha en el supuesto borrado de las mujeres.
¿Existe también un socialismo “gore” –al estilo de Venezuela, Cuba y Nicaragua, del período estalinista y de la revolución cultural china–, o las críticas se dirigen exclusivamente a la democracia liberal?
La palabra “socialismo” expresa un ideal de justicia social que se llevaron por delante los regímenes comunistas del siglo XX. Existe un autoritarismo gore dirigido por líderes machistas carismáticos, una necromasculinidad muy peligrosa, por lo general LGBTQ-fóbica y asentada en una serie de prejuicios histórico-políticos construidos para minorizar a ciertas poblaciones. Las diferencias ideológicas son lo de menos.
¿No ha sido la democracia liberal el único régimen político en el que las mujeres y la población LGBTQ han podido avanzar en el último medio siglo? Yo como lesbiana prefiero vivir en México que en Rusia o Arabia Saudita.
La estructura de la democracia liberal está basada en la idea colonial del mercado, en el capitalismo como destrucción creativa que auspicia necesidades a su vez que mercancías. Me refiero al capitalismo en tanto forma de construcción cultural, social y política, no solo en el sentido marxista de producción de mercancías. El capitalismo constituye un dispositivo generador de subjetividades que trabajan con el colonialismo, el extractivismo, el racismo y el machismo para poder explotar la vitalidad de los cuerpos y rentabilizarla a favor del mercado. Pienso en la creación de mercancías asociadas al mundo audiovisual impregnadas de violencia. Las democracias liberales funcionan con estas dinámicas; no obstante, asumen como suyos ciertos logros que se han trabajado desde la base, que no están identificados ni surgen por las democracias liberales. En realidad, están en la base de las demandas políticas de sujetos minoritarios.
Insisto en el tema de la pobreza de las mujeres. Las alternativas a la economía de mercado pueden ser espantosas: la devastación de Venezuela creó 95% de pobreza y más de siete millones de inmigrantes en un país de 30 millones, según el censo oficial del 2011.
Es cierto, pero la migración venezolana, como la de otros países, beneficia a los Estados Unidos, que está haciendo un negocio redondo con el tráfico de inmigrantes en todo el continente; pienso en los centros de refugiados en la frontera, en las empresas y mafias que están detrás. Ariadna Estévez, investigadora de la UNAM, trabaja al respecto. Además, tengo entendido que en Venezuela se extraen minerales como el coltan.
La explotación del Arco Minero en Venezuela está dirigida a Rusia, China, Irán y otros aliados, no a Estados Unidos, y las investigaciones serias indican que Venezuela se arruinó sin la ayuda de nadie y la migración es responsabilidad exclusiva de la Revolución bolivariana. Este tema me lleva a otra pregunta: ¿prefieres regímenes como Rusia, China o Irán a Estados Unidos?
No tengo ningún respeto por regímenes como Rusia, China o Irán. Preocupa respecto a estos países el capitalismo de ultravigilancia, asunto central para la idea de psicopolítica. Conozco muy bien historias que tienen que ver con el espionaje y el contraespionaje en la Guerra fría, en el período entre desde los años cincuenta y finales de los ochenta antes de la caída del muro de Berlín. La psicopolítica forma parte del “régimen live”.
¿Es el tema que están trabajando actualmente?
Sí. El “régimen live” interpela a las emociones a través de productos audiovisuales estéticamente atractivos que promueven la violencia y el autoritarismo. Las democracias “fascísticas”, al estilo de Estados Unidos, funcionan en estos términos y banalizan la violencia, en especial la dirigida a mujeres, población LGBTQ, migrantes, discapacitados, cuerpos racializados. Ante esto, la labor académica y creativa debe rescatar la memoria emancipatoria, escamoteada por el “régimen live”, el cual conspira para que olvidemos.
Dices que el poder –inspirándote en Spinoza más que en Marx, Foucault o Althusser– te interesa como potencia, manifestada en el consenso simbólico-político que nace desde las bases.
El transfeminismo significa la ampliación del sujeto político del feminismo, una respuesta a los conservadurismos en alza. Entiendo la categoría “mujer” de manera amplia: un sujeto de resistencia histórico-político, el sujeto de la justicia social, sometido a unas condiciones de precariedad y de violencia no ontológicas sino sociopolíticas y estructurales. En este sentido, no importa que se sea o no mujer cisgénero o mujer trans; es el caso de los migrantes masculinos, los cuales cuentan con privilegios en sus territorios pero los pierden al cruzar las fronteras. Devienen “mujer”, un cuerpo feminizado por el necropatriarcado, manifestación central del capitalismo gore; he aquí el consenso de base al que me refiero. Por supuesto, tales sujetos no tienen que ser afines a mi pensamiento y agenda, reina sin duda la diversidad de intereses y objetivos.
¿Tiene su relación con otros feminismos?
Particularmente con los alineados con las prácticas y luchas de los cuerpos racializados, las mujeres pobres de las más diversas sociedades y las solidaridades tejidas desde la agencia de la multitud. Incluye a las sufragistas anglosajonas, que también se inspiraron en las luchas contra la esclavitud, en sus nanas negras, en el mundo de la domesticidad, una deuda muchas veces no reconocida; también a los feminismos negros, indígenas, asiático-americanos y chicanos de Estados Unidos; las tradiciones feministas nacionales; las luchas populares por la ampliación de los derechos.
¿Un feminismo abierto al devenir del deseo, de la alegría, del placer o solo somos marionetas del poder?
Existe un deseo indómito no mediado por el poder. Imposible pensar y crear desde la depresión permanente; más allá de la tristeza, mi curiosidad, mi cuerpo siempre me llevan a explorar otros terrenos. Cuando se vive en Tijuana la alegría es extraña, tienes que inventar muchas maneras de estar de pie en zonas tan violentas. Por esta razón, mi energía vital guía la búsqueda de los lugares que se pueden habitar y transitar. La curiosidad y el placer de pensar, la construcción de lenguajes literarios, filosóficos y artísticos, no solamente por interés en el conocimiento sino por la chispa que puede generar en otros, la reflexión y, por sobre todo, el movimiento, el cambio, las respuestas diversas y divergentes. Pienso en Cortázar en “El perseguidor”. El narrador dice: por qué la gente piensa que una lata de sardinas es solo una lata de sardinas.
Cuando hacía performance en la calle quería explorar el efecto de lo que en inglés se califica como “alien”, el cuerpo raro, extraño, incómodo. Estoy convencida de que el proceso es más importante que el resultado, sobre todo porque aquello que vemos no es evidentemente inteligible de la misma manera para todos las personas que son receptores del mensaje. Mi meta es desatar preguntas singulares en cada persona, que se sienta interpelada, molesta, divertida o conmovida. La vinculación con los demás me sostiene, al igual que el contacto con mis sensaciones y con el deseo, un motor muy fuerte al que veo no solamente como placer y satisfacción sino en términos de potencia corporal, de impulso que me conduce a la investigación y el hacer. Son afectos complejos, desde luego: una alegría en la tristeza que carece de las palabras exactas para nombrarse, traducida en voluntad de impugnación y politización porque no me gustan las cosas como están y quiero hacer algo para cambiarlas. Esta alegría incorpora la risa, ese curioso fenómeno tan humano, que crea un sentido de comunidad instantáneo capaz de impugnar al poder. Pienso en la risa reflexiva, aquella que provoca, por ejemplo, leer los epigramas de Jorge Ibargüengoitia. ~
Escritora y profesora universitaria venezolana. Su último libro es Casa Ciudad (cuentos). Reside en la Ciudad de México.