Inspiró a Octavio Paz, Gimferrer, Perucho, Bergamín, Vila-Matas o Conte. Fue un maestro incomprendido de las letras españolas hasta su fallecimiento en 2012, con 90 años de edad. Un ensayista terriblemente vanguardista pero al tiempo antimoderno, kafkiano e introspectivo, filósofo, visionario divertido y melancólico, con un humor a prueba de decepciones, disparatado y siempre sorprendente, incluso un místico, un ocultista, siempre inclasificable en ninguna escuela literaria o movimiento cultural. Un auténtico humanista, un genio. Puedes odiar sus caóticas historias o, al mismo tiempo, hacérsete adictivas. Sea como fuere, el mallorquín Cristóbal Serra merece ser un imprescindible en la historia de la literatura española. La Fundación Banco Santander acaba de rescatarle del olvido y de la injusta desmemoria de la mano de su mayor experto y amigo personal, el profesor y crítico literario Josep María Nadal Suau, cuya tesis doctoral versó sobre Serra.
“El aire de los libros” se llama la recopilación de los últimos cuadernos de reflexiones que Serra fue capaz de escribir, descubiertos a su muerte por Suau en un baúl de su casa de Palma. “Cuando llegué a la casa, sólo quedaba el baúl. Y dentro, unos papeles con escritos del tirón donde vertía opiniones sobre montones de cosas, pequeños ensayos”, recuerda el crítico. En la producción anterior de Serra encontramos más de una veintena de títulos, ha traducido a otros genios como Papini, Swift, Blake, Malville, Milchaux o Bloy, y ha versionado desde el inglés y el francés a los sabios chinos Lao Tsé y Chuang Tzu. La más conocida dentro de su escasamente conocida obra, fuera de Baleares, fue “Viaje a Cotiledonia”, una suerte de crítica social demoledora de su España contemporánea supuestamente ambientada en algo parecido a una Mallorca preindustrial tan surrealista y dadaísta que incluso puede recordar a la delirante película de culto “Amanece que no es poco”, de José Luis Cuerda. Cristóbal Serra, aparte de una percepción de la realidad fuera de lo común, consideraba a la imaginación una fuente válida de conocimiento y practicaba técnicas ocultistas como la escritura automática.
La recopilación que ahora edita la Fundación Banco Santander, dentro de su “Colección Cuadernos de Obra Fundamental”, contiene más de cuarenta reseñas de sus lecturas a modo de ensayos breves sobre autores que le interesaban, y que reflejan una preocupación existencial y espiritual hacia un mayor conocimiento. Gracias a ellos Serra nos deja participar en temas tanto esotéricos como accesibles, como el Apocalipsis, el Corán, el catarismo, el misticismo, la brujería, la profundidad real de la religión cristiana… Hay también tres aproximaciones a la figura del sabio y místico Ramón Llull, donde deja una de las muchas frases deslumbrantes que poblaron todas sus obras: “No veo otra salida -al cientifismo- que la resurrección del ocultismo, con su gran deseo de relaciones, correlaciones, analogías, harto conocidas por los simbolistas”. Es una más de los detalles que reflejan una literatura absolutamente única y personal, un no-estilo que le sirve para “enarbolar explícitamente el rechazo a la razón y la defensa de la imaginación”.
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