Luca Signorelli, CC BY-SA 3.0, via Wikimedia Commons

Hablando de las humanidades

El humanismo estรก muerto, y no deja de ser una ironรญa que las propias disciplinas humanรญsticas hayan asumido el rol de sembrar minas en su campo.
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Este es el primer artรญculo de la serie Fantasmagorรญas del pasado: el humanismo.

El humanismo y las facultades humanรญsticas universitarias no deben confundirse, pero sus destinos estรกn estrechamente ligados porque estas facultades y departamentos han rebatido los fundamentos y alcance del pensamiento que les dio lugar. No deja de ser una ironรญa que las propias disciplinas llamadas convencionalmente humanรญsticas hayan asumido el rol de sembradoras de minas en su campo; se trata, por supuesto, de una herencia de los tiempos tempestuosos y de peligrosa belleza de la tan denostada modernidad, proclive a la crรญtica radical de todo lo existente.

La organizaciรณn de las facultades de humanidades obedeciรณ a un modelo universitario basado en la formaciรณn de cuadros calificados para el mundo del trabajo. Se admitieron las llamadas disciplinas humanรญsticas a tรญtulo de garantes de un ethos universal vinculado con la โ€œalta culturaโ€ (tรฉrmino en desuso) y de custodias de los valores de la nacionalidad.

El ensayista e intelectual venezolano Mariano Picรณn Salas participรณ en 1946 en la fundaciรณn de la Facultad de Filosofรญa y Letras de la Universidad Central de Venezuela, convertida posteriormente en Facultad de Humanidades y Educaciรณn. En su discurso de orden, Picรณn Salas daba cuenta del progresivo retroceso de las humanidades โ€“filosofรญa, letrasโ€“ ante el indetenible progreso posibilitado por la tecnologรญa en todos los รณrdenes de la vida colectiva.

Lamentaba el venezolano la creciente despreocupaciรณn respecto a los valores que trascendieran las ambiciones puramente crematรญsticas, razรณn clave tras la indiferencia, cuando no menosprecio, hacia disciplinas elitistas cuya inutilidad prรกctica podรญa percibirse como un resabio aristocrรกtico. Las burlas y las invectivas de los escritores hacia la filologรญa y hacia la crรญtica literaria, asรญ como el desdรฉn de grandes intelectuales, al estilo de Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir, respecto a la labor acadรฉmica desprovista de implicaciones sociales y polรญticas, expresaban las dudas acerca de la validez de disciplinas cuya respetable historia y antigรผedad no abonaban en su favor, sino en su contra.

Las llamadas humanidades, que incluรญan tambiรฉn la historia y la crรญtica del arte, se defendieron de sus impugnadores no solo apelando a la custodia y transmisiรณn de los cรกnones artรญsticos, culturales y del pensamiento, sino intentando situarse como centro de debate de los grandes temas de cara al mundo.

La defensa de los valores trascendentales de la cultura universal frente al progreso tรฉcnico y el auge de la cultura de masas plantรณ batalla en paralelo al รฉxito del marxismo, cuyo ardoroso aliento revolucionario dio la vuelta al planeta a lomo de las universidades, en especial de sus facultades de ciencias sociales y de humanidades. La revoluciรณn justificaba la existencia de estas disciplinas, de modo tal que defenderlas de la voracidad del capitalismo formaba parte de las misiones de la izquierda estudiantil y profesoral. El burguรฉs explotador y sus lacayos de la polรญtica eran considerados enemigos acรฉrrimos del โ€œpensamiento crรญticoโ€.

La fama de โ€œrojasโ€ y revoltosas de las facultades de humanidades cundiรณ por todo el mundo occidental. Sus adversarios contaban con mรกs argumentos para subrayar su carรกcter superfluo y los mรกs virulentos las seรฑalaban como el refugio de aquellos incapaces de cultivar con provecho mejores talentos.

Narro una anรฉcdota personal: cuando mi padre se enterรณ de que iba a estudiar Letras, me preguntรณ, con su humor negro habitual, si participarรญa en la tertulia de unos escritores alcohรณlicos exguerrilleros que solรญan reunirse en una extinta librerรญa caraqueรฑa cercana a su casa, El gusano de luz. Semejante visiรณn, que no deja de causarme gracia porque heredรฉ la predisposiciรณn humorรญstica paterna, solo ratificaba el extendido juicio social hacia saberes dudosos con veleidades polรญticas fracasadas. Las facultades de humanidades, amรฉn de inรบtiles, eran peligrosas, propias para desadaptados.

La supervivencia de las facultades y departamentos de humanidades ha sido mucho mรกs exitosa de lo esperable dada su trayectoria en el siglo XX, entre el fracaso de la utopรญa, el tropiezo de sus ambiciones cientificistas โ€“al estilo del estructuralismo y del materialismo histรณricoโ€“ y la necesidad acuciante de manejarse en un mundo altamente tecnificado. Tal supervivencia puede atribuirse a razones tan respetables como que las universidades mรกs importantes del mundo cuentan con departamentos o facultades de humanidades y entienden su pertinencia. Tambiรฉn a razones pragmรกticas, como la necesidad de enseรฑar idiomas a profesionales globales, requeridos, ademรกs, de un proceso de adaptaciรณn cultural para el que son รบtiles los doctores en diversas disciplinas humanรญsticas. La tradiciรณn juega un papel, asรญ como el peso burocrรกtico de eliminar carreras y personal adscrito, por no hablar de la simple inercia.

Desde el mundo de los estudios literarios y de la filosofรญa, la marea postestructuralista desmontรณ lo que quedaba de las aspiraciones de verdad del saber humanรญstico. Los franceses Michel Foucault y Jacques Derrida se convirtieron en los hรฉroes tutelares de disciplinas que, aunque seguรญan orientadas por su vocaciรณn de cambio social, minaron su campo de modo posiblemente irreversible. La aspiraciรณn de conectar a los jรณvenes con lo mejor del pasado y de dar a las humanidades un piso sรณlido ha dejado su lugar a la crรญtica implacable de todo lo que se identifique como elitista, literatura y filosofรญa incluidos. El cuestionamiento sensato al carรกcter eurocรฉntrico, patriarcal, heteronormativo y colonial de los discursos estรฉticos, filosรณficos y polรญticos se ha convertido en pura y simple impugnaciรณn.

Los congresos de latinoamericanistas, รกrea a la que pertenezco a tรญtulo de โ€œrara avisโ€, exhiben no solamente la decidida vocaciรณn antisistema que ha caracterizado siempre a estos estudios, sino que tambiรฉn se arrogan el monopolio del saber sobre el continente, desde una perspectiva polรญtica que a veces coincide con la socialdemocracia y muy frecuentemente con un izquierdismo antiliberal manifiesto. Desde luego, el nombre de Facultad de Humanidades, por no hablar del de Filosofรญa y Letras, es apenas una denominaciรณn burocrรกtica que tarde o temprano cambiarรก a, por ejemplo, Estudios Culturales, por mencionar una tendencia teรณrica que cuenta ya con mรกs de medio siglo.

Serรก una decisiรณn si se quiere realista, porque el humanismo estรก muerto. Aunque filรณsofas como Martha Nussbaum han tributado homenaje a las humanidades en libros como Sin fines de lucro. Por quรฉ la democracia necesita a las humanidades, su voz es mรกs bien minoritaria a pesar de su prestigio mundial como pensadora. Tambiรฉn lo es la de una latinoamericanista excepcional como Doris Sommers en su interesante texto El arte obra en el mundo. Cultura ciudadana y humanidades pรบblicas, un rescate del valor del arte en el cambio comunitario, inspirado nada mรกs y nada menos que en el romรกntico alemรกn Friedrich Schiller.

En el siglo XXI se cumple la mรกxima foucaultiana de โ€œel hombre ha muertoโ€, inspirada en la frase nitszcheana โ€œDios ha muertoโ€. De la muerte del hombre, de Nussbaum, Sommers y otros temas se hablarรก en prรณximos artรญculos.

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Escritora y profesora universitaria venezolana. Su รบltimo libro es Casa Ciudad (cuentos). Reside en la Ciudad de Mรฉxico.


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