El tren pasa primero, de Elena Poniatowska

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La era de los lentos viajes en tren puede aparecérsenos hoy como remota fuente de nostalgia. El recuerdo de la derrota de las grandes huelgas ferrocarrileras, cobra, tal vez por lo mismo, una viveza particular. En El tren pasa primero, Elena Poniatowska combina los recursos del testimonio, la narrativa histórica y la biografía novelada para entrelazar la historia de un movimiento social con la vida pública y privada de su líder. Los hechos narrados se apegan con fidelidad a los acontecimientos históricos: la gran huelga de 1958 y la de 1959, violentamente reprimida por el gobierno; el encarcelamiento de los líderes y su liberación a principios de los años setenta. El protagonista, Trinidad Pineda Chiñas, inspirado en la figura de Demetrio Vallejo, es en cambio una creación literaria a través de la cual se explora la vida privada de un personaje público.

Retrato de una época y relato de una vida, El tren pasa primero explora no sólo los espacios públicos de la historia sino también ámbitos menos visibles: el mundo laboral y la vida de las mujeres; las motivaciones, relaciones familiares y amores de un líder. Si bien el entrelazamiento de historia y ficción –historia social y privada– permiten configurar a Pineda Chiñas como un personaje complejo, alejado del esquematismo o de la idealización acrítica, el atractivo de la novela reside más en su recreación de la lucha social de los ferrocarrileros que en la biografía sentimental de su líder. Los roces con el melodrama o con cierto sentimentalismo (así se actualice con gestos transgresores), y sobre todo la estructura, restan fuerza a una novela que se inicia con un estilo eficaz y un episodio que demuestra lo mejor del talento narrativo de su autora.

En el arranque del relato, la tensión del líder y los ferrocarrileros antes del estallido de la primera gran huelga, planeada matemáticamente, insertan de inmediato al lector en el ambiente de los trabajadores que se han atrevido a desafiar a la empresa y a los líderes sindicales corruptos. El suspenso, la ausencia de sentimentalismo, la mirada centrada en la expectativa de los líderes y en la mezcla de emoción y responsabilidad que los embarga tras el éxito de su iniciativa, invitan a una identificación con su causa y despiertan un interés por conocer y entender su historia. En la medida en que los hechos históricos se viven a través de los diálogos, reflexiones y acciones de los personajes, el movimiento adquiere nueva vida, se despliega como una acción compleja que debió su primer éxito a la voluntad y honestidad de los líderes y a la solidaridad, confianza y eficacia de los trabajadores. El sentido de responsabilidad de éstos y sus mujeres hacia sus compañeros –no ante la historia– y la pasión de muchos por los trenes, su mecanismo, su funcionamiento, recrean un ámbito laboral donde la cooperación y el compañerismo son esenciales tanto en el día a día como en los momentos de crisis. La sensibilidad de la autora a los matices de la voz y su conocimiento de grupos y personajes sociales diversos le permiten evitar el acartonamiento y la idealización en el retrato de los trabajadores.

Relato de un movimiento sindical inserto en los vaivenes de la política nacional, El tren pasa primero ilumina también el lado obscuro del sindicalismo y del gobierno. Los tejemanejes de líderes coludidos con la empresa, las vacilaciones de negociadores y políticos más preocupados por preservar su puesto que por responder a demandas justas de un gremio capaz de afectar las comunicaciones del país, el abuso de confianza de sindicalistas cercanos al líder, los nuevos gérmenes de corrupción que van minando la unidad del sindicato después del 58, se entretejen con habilidad para mostrar tanto las dificultades de todo proceso de negociación en condiciones desiguales, como las fallas y contradicciones del movimiento social mismo. En este medio, Pineda Chiñas se distingue por su honestidad, su perseverancia y su afán de lucha, cualidades que lo convierten en líder excepcional. Humano, también, su falla principal es el exceso de confianza, que lo ciega ante las debilidades de sus compañeros. En un contexto de conspiraciones y negociaciones tramposas, donde están en juego el poder y el dinero, la ceguera de Pineda favorece el ascenso de nuevos líderes corruptos. A ello siguen las divisiones en el gremio, la falta de organización y, sobre todo, la brutalidad de la represión gubernamental.

Ahora bien, la importancia que tiene en la novela la actuación de líderes corruptos y políticos sin palabra ameritaría una caracterización más elaborada de estos personajes. Sensible a las voces de la gente común, Poniatowska parece incidir aquí en la misma tendencia al esquematismo que otros novelistas cuando se trata de “pintar” a las clases dominantes. Mientras que tiende a despachar a los líderes corruptos con el descalificativo de “charros” (repetido a veces anacrónicamente), a la burguesía y a los políticos les otorga un discurso caricaturesco, semejante al de los personajes de La región más transparente. Aunque en el discurso público actual abunden los lugares comunes y el cliché, queda aún pendiente una exploración más aguda de estos personajes.

La presencia de figuras y voces femeninas que caracteriza gran parte de la obra de Poniatowska es también significativa en esta novela. Activas, solidarias y críticas, las mujeres aparecen como parte integrante de la historia social a la vez que sus voces traen a primer plano tensiones, desigualdades y costumbres que dan textura al ámbito privado. Así, contribuyen a conformar un retrato más vivo y completo del movimiento ferrocarrilero y su época. Es por ello desafortunado que la novela sentimental no esté mejor integrada al relato social y biográfico, y que la secuencia final caiga en un sentimentalismo excesivo. Si el Pineda Chiñas político es una figura atractiva, en la expansión de su vida personal (en la tercera parte) va perdiendo consistencia, al grado que, junto con la Bárbara feminista y “transgresora”, se convierte, a mi ver, en esbozo de personaje en busca de otra novela.

No obstante las dificultades para la representación de universos sentimentales, en El tren pasa primero, sus pasajes épicos corroboran el principal talento narrativo de su autora: Poniatowska ha preservado el impulso de un movimiento social. ~

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