Entrevista con Marcelo Luján: “El azar es el pegamento de todo en nuestra vida”

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Para el escritor Marcelo Luján los momentos, por muy cotidianos que sean, se pueden tornar súbitamente en peligrosos. Situaciones seguras y reconocibles como una vuelta en bicicleta una mañana soleada, una revisión del gato en el veterinario o un trabajo de transportista nocturno pueden convertirse, por ventura del azar, en situaciones muy violentas. Así, bajo estos principios, Luján ha escrito su último libro de cuentos, La claridad (Páginas de Espuma), con el que ha ganado el premio Ribera del Duero. Lleva a lugares y momentos comunes, claros, perfectamente reconocibles para transformarlos rápidamente en situaciones oscuras. El libro recuerda al lector lo vulnerable que es, lo mucho que depende su vida de la suerte o la desgracia, del puro azar.

¿Por qué titular el libro La claridad, cuando está plagado de cuentos tan oscuros?

A mí el concepto de oscuridad es algo que me pesa mucho, es lo que me interesa abordar como escritor. Por ello, en este libro he planteado dos juegos. El primero es personal, ya que con él hago un juego con todas las etiquetas del sistema negro. A veces uno se cansa de que lo etiqueten en un grupo. Al final yo cuento historias, no importa el color.

Pero, según iba trabajando el libro, estuve más de tres años con él, noté que los hechos oscuros que yo cuento siempre están rodeados de luz, ocurren en situaciones muy cotidianas e identificables. Es el mejor modo de mostrar el peligro que tenemos como ciudadanos. No hay un sitio en el que estar al 100% a salvo. Un grupo de amigos que están haciendo una barbacoa un domingo soleado, en donde de repente sucede un hecho extraordinario generalmente abrigado por el azar, eso nos demuestra que somos seres vulnerables.

Es lo que pasa un poco con la pandemia. Éramos todos la hostia, ¿no? Sin embargo, hay una cosa invisible que se carga a todos. Da igual el dinero que tengas. Si hay algo que nos muestra la pandemia es lo vulnerables que somos.

Dices que usas la oscuridad, pero también se cuela lo fantástico en tu obra.

Sí, en mi libro meto fenómenos paranormales. Como lector, te das cuenta de que hay algo raro, pero el texto no te asegura que lo sea. Por ejemplo, si es un fantasma, no vuela o tiene superpoderes. Tiene anhelos humanos: quiere besar porque no pudo dar un beso en el pasado. Son problemas muy terrenales.

En este libro he podido comprobar que el género fantástico y el negro conjugan muy bien. Pero aun así, en cuanto veía que el texto se me iba mucho hacia lo fantástico, lo traía hacia lo realista porque es donde me siento cómodo, lo que me gusta contar. Siempre decimos que ojalá que un familiar muerto volviera. Pero ¿estamos seguros? Ya vendimos su casa, no tiene trabajo… si vuelve tiene muchos problemas.

Antes usabas la palabra azar. Es una palabra que sale una y otra vez en el libro como para mostrarnos lo poco que controlamos nuestras vidas.

Sí. Si nos paramos a pensar, estamos rodeados de situaciones azarosas que no controlamos ni detectamos. Cuando uno cuenta una historia naturalista, se da cuenta de que entran miles de historias posibles. El azar es el pegamento de todo en nuestra vida.

Para bien y para mal. Ese camionero que no hubiera cogido ese trabajo, esa chica que no hubiera acompañado a la otra a dar una vuelta en bicicleta… La de cosas pequeñas que pueden cambiar nuestras vidas por completo. A nivel narrativo, yo veo esas cosas y a veces alguna me gusta y la exploro. El azar es simple. Muchas veces no tenemos conciencia del peso que tiene en nuestras vidas.

A parte del azar, la precariedad también tiene un motor a la hora de contar las historias: precariedad económica, en el amor, en la familia….

Son cuentos, historias cotidianas… A mis personajes les pasa lo mismo que a nosotros en nuestro día a día. Te subes a un autobús con un billete de 20 euros y no puedes pagar y te toca ir andando. La problemática cotidiana. Me gusta moverme en espacios reconocibles para el lector, sobre todo el lector occidental. Que el lector se sienta atrapado: sabe cómo es el campo, un viaje… y ahí, cuando el lector está cómodo, es cuando ocurre.

Un azar que en algunos cuentos anticipas a través del futuro narrativo. ¿Qué te aportaba esta técnica?

Se trata de un recurso técnico que a mí me gusta mucho. Es ese narrador que te dice que en el futuro va a pasar algo, un narrador que todo lo sabe. Con este narrador, el desenlace es en futuro, no termina en el mismo tiempo: todo está conjugado en el futuro. El lector sabe qué va a pasar, pero no pasa. Es un recurso complejo, pero que le gusta a todos los lectores. En cuentos largos funciona para sostener la atención. Todos los textos en futuro narrativo están escritos en tercera.

En el libro también hay cuentos escritos desde un punto pretérito, por lo tanto ya pasó y el narrador conoce los hechos. Pero el lector lo siente como un movimiento general, por lo que permite que el libro emane armonía. Hay muchos detalles que suman para esta armonía de cuentos.

Una armonía que atraviesa transversalmente todos los cuentos.

Hay muchos detalles que suman para esta armonía de cuentos. Es un libro de cuentos, por lo que el lector quiere universos. En cada universo, aunque hay una armonía que procuré mantener haciendo los cuentos nuevos, cada uno tiene que ser autónomo.

Dentro de esta armonía que comentas, una de las conexiones que se dan en todos los textos es la importancia de la mujer.

Esto es algo que no hago aposta. Me sale. En los clubs de lectura y en prensa me lo dicen mucho. Quiero contar una historia y los personajes femeninos son los motores de la historia. Esto es algo que pienso como Marcelo Luján escritor: la mujer es lo mejor que le ha pasado a la historia. Partiendo desde la maternidad a la posición que ocupan siempre, hasta en las épocas que estaban muy relegadas. Como yo pienso eso, es muy comprensible que se vea volcado en mis ficciones.

 

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Carlos Martínez Almendariz es periodista.


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