Esperando los días

Oficio pasajero

José Antonio Montano

Sr. Scott

Madrid, 2023, 300 pp.

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(3/8/2023) Bajo a la Cala del Muerto con Silvia. Estamos los dos de color blanco nuclear. Empiezo los diarios de Montano. Los escribió entre 1989 y 1999, entre los veintitrés y los treinta y tres. Al principio su tristeza me paraliza. No hay nada del humor que tanto me gusta en sus columnas y tuits. “Hay pasajeros bienestares, y algún que otro brillo del día, pero el tono global es gris, triste, neurótico, desvaído. Una agitación sin movimiento, que es el signo del retorcerse –imagen del gusano”, escribe el 22 de abril de 1992. Disociación constante, la sensación de que la vida está en otra parte. Me acuerdo de la frase “Life is soup and I am a fork”.

El joven Montano pasea, lee muchísimo (Jünger, Nietzsche, Cioran, Onetti, Borges, Savater, Azúa), queda con amigos para también pasear (muchas veces se los encuentra de paseo y se juntan y trasnochan), se mueve entre Málaga y el pueblo familiar, Almogía, y no está cómodo en ningún sitio: es como un perro que da vueltas para sentarse pero no llega nunca a hacerlo.

(4/8/2023) Silvia ha hecho una galette con ciruelas y los higos que he recogido de la higuera que hay entre las tomateras. Sigo con los diarios de Montano. Su tristeza va madurando y se convierte en una melancolía placentera. Me gustan su taoísmo, sus esfuerzos por vivir en el presente y por buscar la paz y la belleza en el ahora. “No es tan difícil todo, en realidad. Hay luz. El instante.” No hay apenas contexto del exterior; son diarios de introspección. Cuenta siempre lo mismo y cada vez lo cuenta mejor. El único contexto que hay son algunas novedades literarias, el ciclismo, algunos estrenos de cine. Me reconozco en sus vaivenes emocionales: se abre una grieta de emocionalidad y sensibilidad excesivas y por ella se le cuelan los miedos, las neurosis, las obsesiones. Hay escenas preciosas: “Dicen que mi abuelo solo soñaba estos últimos días con fuentes y pozos. Hablaba de todos los pozos que conoció, de su agua, de cuando él llevaba a las cabras a beber en ellos.”

(5/8/2023) Montano se apunta a varias oposiciones. Trabaja de conserje, de bibliotecario. Colabora como guionista en Antena 3. Viajes a Madrid, sin la idealización que tienen muchos españoles de provincia con Madrid. Se siente cómodo pero es consciente de que la ciudad no es para tanto. En Madrid, vida más o menos bohemia, de una bohemia anticuada y literaria: whiskys, prostitutas, conversaciones literarias en cafés. Poco a poco va ganando confianza en sí mismo. Aunque es un diario sin humor, hay momentos en los que se nota que es un autor que sí lo tiene: escribe sketches, está siempre “de ironías” con los amigos (aunque a veces se crea él mismo jaulas de sarcasmo de las que no puede salir; es la ironía como escudo).

De nuevo su taoísmo y presentismo. Una “refutación del tiempo” de Borges: “El presente es indefinido, […] el futuro no tiene realidad sino como esperanza presente, […] el pasado no tiene realidad sino como recuerdo presente.”

Por la noche, después de ver el último capítulo de How to with John Wilson, y mientras Silvia duerme, veo How do you measure a year?, un corto en el que Jay Rosenblatt entrevista a su hija desde los dos a los dieciocho años. Las preguntas son malas, como “¿Qué es el poder?”. La niña de tres años le responde “vagina” porque ha entendido powder (polvos) y no power.

(6/8/2023) Dos historias de Montano que me emocionan mucho. Su viaje a Lisboa, que está lleno de vida, es libre y curioso y entusiasta y la melancolía se queda en melancolía. Su relación con Herly, una colombiana. Se tiene que volver a su país. Al poco, se entera de que tiene cáncer. Parece que se ha recuperado. Llamadas, cartas. Una muerte repentina, Montano se entera seis meses después, cuando habían cortado el contacto. “Hubiese querido consolarla; decirle al menos que fue la première fille, y por tanto la dernière que l’on oubliera. Pero se ha ido sin saberlo. Me gustaba verme como ella me veía. Esa parte se ha muerto también; la sensación de que el mundo me quiere menos. Los escaparates parecen más fríos. Ahora estoy yo solo para recordar.”

La belleza es frecuente, dice a menudo. A veces parece que realmente se lo cree; otras parece que quiere convencerse de ello, es una resignación. Su tristeza no desaparece, pero hay una especie de cansancio o madurez que la atempera. Con las emociones más controladas, el joven Montano respira, puede asomarse un poco a la vida y observarla tal y como es.

El Montano de Oficio pasajero es un escritor sin obra. Está ahí todo lo que hace a uno escritor (al menos en la idea clásica que se tiene de un escritor), sus obsesiones y neurosis y frustraciones, su mirada; el joven Montano está constantemente escribiendo en su cabeza, pero no va más allá. Solo están estos diarios, algún poema, los guiones y sketches para la tele, puramente alimenticios. Me identifico con su neurosis obsesiva, su cabeza pensando mucho más en lo que hay que hacer que haciéndolo. “No hago nada, pero siempre estoy pensando en hacerlo; de ese modo nunca percibo las cosas como si nada hiciera. Esta es mi situación, algo patética (y, desde luego, sin salida): no soy artista, pero tampoco dejo de serlo.”

(7/8/2023) Vamos a Mazarrón a ver a Dani y Paco. Dani trabaja en un bar. Paco en un supermercado. Sus profesiones de cara al público les permiten estar actualizados de lo que pasa en el pueblo. En un paseo nocturno, se paran a menudo y cuchichean: esa es la casa del alcalde, esa la del cura corrupto.

(8/8/2023) Anoché terminé los diarios de Montano emocionado. No he dejado de compararlos con los de Rafael Chirbes, que también he leído este verano. Hay referentes parecidos, un canon o una aspiración del canon similar, a pesar de los casi veinte años de diferencia. Hay una amargura por la soledad, y una búsqueda de la compañía en los márgenes de la sociedad. Pero a Chirbes el éxito no le cambia. Se da demasiada pena a sí mismo, le gusta hundirse. Me gustan más los diarios de Montano, sin grasa, sin peroratas, sin autocomplacencia. Montano quiere vivir, en el fondo es un vitalista. “Que vayan viniendo los días: aquí los esperamos. A ver qué pasa.” ~

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Ricardo Dudda (Madrid, 1992) es periodista y miembro de la redacción de Letras Libres. Es autor de 'Mi padre alemán' (Libros del Asteroide, 2023).


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